miércoles, 24 de enero de 2018

Selección de textos de San Francisco de Sales sobre el Sagrado Corazón de Jesús y su amor para con nosotros (2) - Dulzura y humildad

Las páginas más hermosas
de San Francisco de Sales
sobre el Sagrado Corazón de Jesús
Y su amor para con nosotros
(Selección de textos)

I-  Dulzura y Humildad
El Espíritu de la Visitación



El día 24 de abril de 1610, antes incluso de la fundación oficial de la Visitación, mientras la baronesa de Chantal se disponía a salir hacia Annecy, Francisco de Sales le escribía, como en una visión profética:

Estamos en vísperas de embarcarnos para ir al puerto de gracia y de consuelo. He pensado esta mañana sobre estas palabras del Evangelio: "El que permanece en Mí y Yo en él da mucho fruto, pues sin Mí no podéis hacer nada". Estoy seguro de que no permaneceremos más en nosotros mismos y que, de corazón, intención y confianza habitaremos para siempre en el costado herido del Salvador, pues sin Él no sólo no podemos, sino aunque pudiéramos, no querríamos hacer nada. Todo en Él, por Él, con Él y para Él. Todo Él.
Francisco, Obispo de Ginebra
24 de abril de 1610

¡Cuántas veces, más adelante, recordará a sus primeras hijas la santidad que desea para ellas! Lo atestigua esta definición que se podía ver inscrita en los muros de cualquier Monasterio últimamente: Las Religiosas de la Visitación, que sean tan dichosas de observar su reglas, podrán llevar el nombre de Hijas evangélicas, fundadas particularmente para ser imitadoras de las dos virtudes mas amadas por el Sagrado Corazón, la mansedumbre y la humildad, que son la base y el fundamento de su Orden y que les procuran ese privilegio y gracia incomparables de llevar el nombre de Hijas del Sagrado Corazón de Jesús.
Y más aún:
La humildad y la mansedumbre constituyen, espíritu peculiar de vuestro Instituto, fundado sobre las bases de oro de la caridad, la humildad y la dulzura; y como lección primera y principal, esta hermosa palabra de Nuestro Señor: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.


En efecto, para San Francisco de Sales, en estas dos virtudes de mansedumbre y humildad, se encierran los dos mandamientos del Señor: el amor a Dios y el amor al prójimo: Las Hermanas, decía, deben ejercer una profunda humildad hacia Dios y una gran dulzura hacia el prójimo.


Un año después de la fundación, el 10 de junio de 1611, en una carta a la madre de Chantal, Francisco de Sales dio definitivamente el Corazón de Jesús como armas y escudo de su Instituto.

Annecy, 10 de junio de 1611
Buenos días queridísima hija .Un convenio que tengo que conseguir esta mañana entre dos de nuestros pastores de Gex, me priva del consuelo de ir a ver a mis queridísimas ovejas así como alimentarlas yo mismo con el Pan de la Vida. Mr. Rolland va a suplir mi ausencia. No obstante, no es demasiado buen mensajero para llevaros el pensamiento que Dios me ha dado esta noche: que nuestra casa de la Visitación es, por gracia suya, suficientemente noble y digna de consideración como para tener escudo, armas, divisa y consigna de guerra propios. He pensado pues, querida Madre, si os parece, que es menester que tomemos como escudo un único corazón traspasado por dos flechas encerrado en una corona de espinas, y que este pobre corazón sirva de base a una cruz que lo remate y lleve grabados los sagrados nombres de Jesús y María. Hija mía, os diré en nuestra primera entrevista mil pequeños pensamientos que se me han ocurrido sobre este tema; porque, en verdad, nuestra pequeña Congregación es obra del Corazón de Jesús y de María. Muriendo el Salvador nos ha dado la vida por la herida de su Sagrado Corazón, por tanto es muy justo que nuestro corazón permanezca siempre, mediante una esmerada mortificación, rodeado por la corona de espinas que ciñó la cabeza de nuestro Señor mientras el dolor le mantuvo atado al trono de sus mortales dolores.

 Y advirtamos que el día en que nuestro santo daba dicho escudo y dicha divisa a su Congregación y confesaba que era “obra del Corazón de Jesús y de María”, aquél 10 de Junio de 1611, fue aquel año, precisamente, el viernes después de la octava del Santísimo Sacramento (futura fiesta del Sagrado Corazón).

Este convencimiento que tenía Francisco de que su instituto estaba fundado para glorificar y alegrar el Corazón de Dios, no cesa de repetírselo a sus hijas. En una conversación que tuvo en la casita de la Galería, les recuerda que todo en su vida debe tener como finalidad el arrebatar el Corazón de su Dios.

Os aseguro, hijas mías bien amadas de nuestro Maestro común, que arrebataréis su Corazón si observáis fielmente todas las prácticas de vuestras Reglas, porque no son obra del espíritu humano sino del Espíritu Santo.

Y para arrebatar este Corazón, para “robárselo” según la bonita expresión que emplea, no son necesarias unas virtudes grandes, fuera de lo común. Basta con aceptar todo lo que ocurre durante el día, agradable o no, pequeño o grande, con un amor siempre alerta. Nos dice en la Introducción a la vida devota:

Tenemos que esmerarnos mucho en servirle bien tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, puesto que podemos robarle su corazón por amor de igual modo, tanto por unas como por otras.

 …Acoge las pequeñas incomodidades, porque mediante esas pequeñas ocasiones aceptadas con amor y cariño, ganarás el corazón de Dios y lo harás totalmente tuyo.
IVD 3ª parte, cap. XXXV

Y desarrolla esta idea, ya que le parece tan fundamental esta acogida de todo lo que se presenta. Porque para San Francisco de Sales, todo es “regalo” de Dios.

Al Divino Esposo no le agradan sólo las grandes obras de las personas devotas, sino también las más pequeñas y bajas; y, para servirle como le place, hay que cuidarse mucho de servirle bien en las cosas grandes y en las pequeñas y despreciables ya que podemos de igual modo tanto con unas como con otras, robarle el corazón por amor.

Prepárate, pues Filotea, a padecer muchas y grandes aflicciones por el Señor e incluso el martirio; disponte a darle todo lo de más precio y más querido que tengas si tuviera a bien tomarlo.

Pero mientras la Divina Providencia no te envía aflicciones tan sensibles y grandes y no te pide tus ojos, dale al menos tus cabellos: es decir, soporta con dulzura esas pequeñas ofensas, estas pequeñas incomodidades, estas pérdidas de poca importancia que te ocurren a diario, pues mediante estas pequeñas ocasiones, aprovechadas con amor y dilección, ganarás enteramente su corazón y lo harás todo tuyo.

Estas pequeñas caridades diarias, este dolor de cabeza, este dolor de muelas, esta indisposición, esta manía del marido o de la mujer, esta rotura de un vaso, este desprecio o este gesto, esta pérdida de guantes, de una sortija, de un pañuelo, esta pequeña incomodidad que uno se impone de ir a acostarse temprano y levantarse pronto para orar, en suma, todos esos pequeños sufrimientos recibidos y abrazados con amor contentan sobremanera la Bondad Divina.
IVD 3ª parte, XXXV

Pero, para responder así constantemente y con alegría al amor del Señor, es menester que consideremos a menudo este amor “particular” que nos profesa, con el fin de que el nuestro crezca en fuerza y en fidelidad.

Pero, oh Dios, consideremos un poco cual es este amor que el Señor nos profesa y de quien somos tan entrañablemente amados. Notad, os lo suplico, cuánta merced nos hace el Señor expresándonos el fuego de su pasión amorosa, tanto en palabras y dilecciones como en obras. En palabras está muy claro, pues no se extendió nunca tan ampliamente en un asunto como en el de su amor hacia nosotros y de su deseo de que nosotros le amemos. Mirad cuán celoso es de nuestro amor: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con todo tu pensamiento, con todas tus fuerzas, con todo tu espíritu”, y con todo lo que eres es decir con todas tus fuerzas. Luego, en la Eucaristía, parece que no queda nunca bastante satisfecho de invitar a los hombres a recibirle porque inculca de modo admirable el bien que ha preparado para aquellos que se le acercaran dignamente.” Soy, dice el pan que ha bajado del cielo; quien me come no morirá para siempre; y también: Nadie ama con mayor amor que el que da su propia vida por el que ama; y de mil maneras nos expresa el celo de su amor durante su vida y principalmente durante su Pasión y Muerte.

¿No os parece, queridas almas, que tenemos grandísima obligación de responder, tanto como podamos, a este amor sagrado e incomparable del que hemos sido y somos amados por Nuestro Señor? Debemos estar siempre anhelando y deseando este amor sagrado para que plazca a Nuestro Señor concedernos un amor que corresponda al que nos profesa.

Entonces todo se recibe, todo se acoge con un corazón abierto…Y se vive en esa luz de amor: “Verlo venir todo de Dios y desde todo, ir a Dios”.

Queridísima hija, no sale nada de esta divina mano sino para la utilidad de nuestras almas, sea para purificarlas, sea para afinarlas en su santo amor.
Recibid con un corazón filialmente enamorado lo que Nuestro Señor os envía “con un Corazón tan paternalmente preocupado por vuestra perfección”
Carta a una señora. Sin fecha

…recibirlo todo, sí todo. E incluso…

 “…Cuando estamos agobiados por la angustia, no dejemos de mantener no obstante nuestra voluntad en la del Señor, y no abandonemos de ningún modo nuestros cargos ni el ejercicio que resulta de ellos, al contrario cumplámoslos valientemente.

…Nuestro Señor nos sirve de ejemplo en el jardín, cuando, colmado de amargura, externa e interna, todo su corazón se identificó suavemente con la voluntad del Padre: “Hágase tu voluntad”.
Carta a la Señora Bourgeois. Abadesa de Puy d’Orbe

¿Cómo no se derretiría de amor nuestro corazón al meditar las palabras que siguen?

Mirémosle…

Este corazón muy adorable y muy amable de Nuestro Maestro ardiendo del amor que nos profesa, corazón en el que vemos todos nuestros nombres escritos con letras de amor ¿Cómo es posible, diremos, Oh querido Salvador mío, que me améis tanto como para haber grabado mi nombre en vuestro corazón? Sin embargo esto es verdad. El Profeta que hablaba en lugar de Nuestro Señor nos dice: “Aunque una madre olvidara al hijo que lleva en sus entrañas, yo no te olvidaría porque llevo grabado tu nombre en mis manos.” Y el mismo Jesucristo, encareciendo estas palabras dirá: “aunque una mujer se olvidara de su hijo, yo no te olvidaría, ya que llevo grabado tu nombre en mi corazón.

Ciertamente es asunto de grandísimo consuelo que seamos amados tan entrañablemente por Nuestro Señor que nos lleva siempre en su Corazón. Qué deleite admirable el ver en ese corazón sagrado y adorabilísimo los pensamientos de paz que siente hacia nosotros, pensamientos que nos preparan no sólo los medios más importantes de nuestra salvación, sino también todas estas divinas inclinaciones, inspiraciones y mociones de las que Nuestro Señor digna servirse para atraernos a su purísimo amor”
Sermón X, 244

Entonces, asombrados por este amor que Dios nos tiene, haremos nuestras estas palabras que el Santo Fundador escribió a la Madre de Chantal y que ella llevó siempre consigo.

Nuestro Señor os ama, Madre, os quiere toda suya. No tengáis más brazos que los suyos para llevaros, ni otro pecho para descansar sino el suyo.

No dirijáis vuestra mirada a otro lugar y no detengáis vuestro espíritu más que en Él. Mantened vuestra voluntad simplemente unida a la suya. Que nada os separe. Olvidad todo lo demás, que nada os distraiga, y no penséis en ninguna otra cosa, ya que le hemos entregado todo a El… No deis vueltas sobre vos, sino que manteneos ahí, dejando y abandonando vuestra alma, acciones, éxitos, asuntos, a la voluntad de Dios y a su providencia... Hay que mantener el alma firmemente en este estado.
Librito que la Santa Madre de Chantal llevaba con las palabras de San Francisco de Sales

Terminemos esta primera parte que trata de la espiritualidad propia a la Visitación, con esta página que nuestro Santo Fundador dirigió a nuestra hermana Claudia Simpliciana:

Al decir a nuestro bienaventurado Padre una hermana que quería ocupar su lugar en ese Monasterio, el bienaventurado le respondió con su habitual bondad: ¿Que decís querida hija Claudia Simpliciana? ¿Que queréis ocupar mi lugar en esta casa y hacer en ella lo que yo haría si allí estuviera? Y ¿qué haría yo, hija mía? no tan bien como vos sin duda, pues yo no valgo nada; pero me parece que con la gracia de Dios me mantendría tan atento a la práctica de las pequeñas y menudas observancias usadas allí, que por ese medio intentaría ganar el corazón de Dios.

Me parece que amaría con todo el corazón a Dios y que aplicaría a eso todo mi espíritu así como a observar las Reglas y Constituciones. ¿No es cierto que nos hemos hecho Religiosos para eso las dos? Entonces, adelante, actuemos lo mejor que podamos; nada nos debe impedir cumplir bien todo lo que está señalado en nuestras Constituciones, porque lo podemos hacer con la gracia de Nuestro Señor. Pero no debemos extrañarnos de nuestras faltas, porque ¿qué podemos sin la ayuda de Dios? Nada en absoluto.¿Queréis que os diga algo más queridísima hija? Me parece que estaría muy alegre y que no me daría prisa nunca. Esto, a Dios gracias, lo hago ya porque jamás me apresuro, pero lo haría aún mejor.

Me mantendría bajito y pequeñito; me humillaría y actuaría según los ocasiones; y si no estuviera humillado, me humillaría por lo menos de no estar humillado. Procuraría, lo mejor que pudiera, mantenerme en la presencia de Dios y llevar a cabo todos mis actos por amor a El porque, querida hija, en esta casa nos enseñan a actuar así.


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