Las páginas más hermosas
de San Francisco de Sales
sobre el Sagrado Corazón de Jesús
Y su amor para con nosotros
(Selección de textos)
I- Dulzura y Humildad
El Espíritu de la Visitación
El día 24 de abril
de 1610, antes incluso de la fundación oficial de la Visitación, mientras la
baronesa de Chantal se disponía a salir hacia Annecy, Francisco de Sales le
escribía, como en una visión profética:
Estamos en vísperas de embarcarnos para ir al puerto de gracia y de
consuelo. He pensado esta mañana sobre
estas palabras del Evangelio: "El que permanece en Mí y Yo en él da mucho
fruto, pues sin Mí no podéis hacer nada". Estoy seguro de que no permaneceremos
más en nosotros mismos y que, de corazón, intención y confianza habitaremos
para siempre en el costado herido del Salvador, pues sin Él no sólo no podemos,
sino aunque pudiéramos, no querríamos hacer nada. Todo en Él, por Él, con Él y
para Él. Todo Él.
Francisco, Obispo de
Ginebra
24 de abril de 1610
¡Cuántas veces, más
adelante, recordará a sus primeras hijas la santidad que desea para ellas! Lo
atestigua esta definición que se podía ver inscrita en los muros de cualquier
Monasterio últimamente: Las Religiosas de la Visitación, que sean
tan dichosas de observar su reglas, podrán llevar el nombre de Hijas
evangélicas, fundadas particularmente para ser imitadoras de las dos virtudes
mas amadas por el Sagrado Corazón, la mansedumbre y la humildad, que son la
base y el fundamento de su Orden y que les procuran ese privilegio y gracia
incomparables de llevar el nombre de Hijas del Sagrado Corazón de Jesús.
Y más aún:
La humildad y la
mansedumbre constituyen, espíritu peculiar de vuestro Instituto, fundado sobre
las bases de oro de la caridad, la humildad y la dulzura; y como lección
primera y principal, esta hermosa palabra de Nuestro Señor: “Aprended de mí que
soy manso y humilde de corazón”.
En efecto, para San
Francisco de Sales, en estas dos virtudes de mansedumbre y humildad, se
encierran los dos mandamientos del Señor: el amor a Dios y el amor al prójimo: Las
Hermanas, decía, deben ejercer una profunda humildad hacia Dios y una gran
dulzura hacia el prójimo.
Un año después de la
fundación, el 10 de junio de 1611, en una carta a la madre de Chantal,
Francisco de Sales dio definitivamente el Corazón de Jesús como armas y escudo
de su Instituto.
Annecy, 10 de junio
de 1611
Buenos días
queridísima hija .Un convenio que tengo que conseguir esta mañana entre dos de
nuestros pastores de Gex, me priva del consuelo de ir a ver a mis queridísimas
ovejas así como alimentarlas yo mismo con el Pan de la Vida. Mr. Rolland va a
suplir mi ausencia. No obstante, no es demasiado buen mensajero para llevaros
el pensamiento que Dios me ha dado esta noche: que nuestra casa de la
Visitación es, por gracia suya, suficientemente noble y digna de consideración
como para tener escudo, armas, divisa y consigna de guerra propios. He pensado
pues, querida Madre, si os parece, que es menester que tomemos como escudo un
único corazón traspasado por dos flechas encerrado en una corona de espinas, y
que este pobre corazón sirva de base a una cruz que lo remate y lleve grabados
los sagrados nombres de Jesús y María. Hija mía, os diré en nuestra primera
entrevista mil pequeños pensamientos que se me han ocurrido sobre este tema;
porque, en verdad, nuestra pequeña Congregación es obra del Corazón de Jesús y
de María. Muriendo el Salvador nos ha dado la vida por la herida de su Sagrado
Corazón, por tanto es muy justo que nuestro corazón permanezca siempre,
mediante una esmerada mortificación, rodeado por la corona de espinas que ciñó
la cabeza de nuestro Señor mientras el dolor le mantuvo atado al trono de sus
mortales dolores.
Y advirtamos que el día en que nuestro santo
daba dicho escudo y dicha divisa a su Congregación y confesaba que era “obra
del Corazón de Jesús y de María”, aquél 10 de Junio de 1611, fue aquel
año, precisamente, el viernes después de la octava del Santísimo Sacramento (futura
fiesta del Sagrado Corazón).
Este convencimiento
que tenía Francisco de que su instituto estaba fundado para glorificar y
alegrar el Corazón de Dios, no cesa de repetírselo a sus hijas. En una
conversación que tuvo en la casita de la Galería, les recuerda que todo en su
vida debe tener como finalidad el arrebatar el Corazón de su Dios.
Os aseguro, hijas
mías bien amadas de nuestro Maestro común, que arrebataréis su Corazón si
observáis fielmente todas las prácticas de vuestras Reglas, porque no son obra
del espíritu humano sino del Espíritu Santo.
Y para arrebatar
este Corazón, para “robárselo” según la bonita expresión que emplea, no son
necesarias unas virtudes grandes, fuera de lo común. Basta con aceptar todo lo
que ocurre durante el día, agradable o no, pequeño o grande, con un amor
siempre alerta. Nos dice en la Introducción a la vida devota:
Tenemos que
esmerarnos mucho en servirle bien tanto en las cosas grandes como en las
pequeñas, puesto que podemos robarle su corazón por amor de igual modo, tanto
por unas como por otras.
…Acoge las pequeñas incomodidades, porque
mediante esas pequeñas ocasiones aceptadas con amor y cariño, ganarás el
corazón de Dios y lo harás totalmente tuyo.
IVD 3ª parte, cap.
XXXV
Y desarrolla esta
idea, ya que le parece tan fundamental esta acogida de todo lo que se presenta.
Porque para San Francisco de Sales, todo es “regalo” de Dios.
Al Divino Esposo no
le agradan sólo las grandes obras de las personas devotas, sino también las más
pequeñas y bajas; y, para servirle como le place, hay que cuidarse mucho de
servirle bien en las cosas grandes y en las pequeñas y despreciables ya que
podemos de igual modo tanto con unas como con otras, robarle el corazón por
amor.
Prepárate, pues
Filotea, a padecer muchas y grandes aflicciones por el Señor e incluso el
martirio; disponte a darle todo lo de más precio y más querido que tengas si
tuviera a bien tomarlo.
Pero mientras la
Divina Providencia no te envía aflicciones tan sensibles y grandes y no te pide
tus ojos, dale al menos tus cabellos: es decir, soporta con dulzura esas
pequeñas ofensas, estas pequeñas incomodidades, estas pérdidas de poca
importancia que te ocurren a diario, pues mediante estas pequeñas ocasiones,
aprovechadas con amor y dilección, ganarás enteramente su corazón y lo harás
todo tuyo.
Estas pequeñas
caridades diarias, este dolor de cabeza, este dolor de muelas, esta
indisposición, esta manía del marido o de la mujer, esta rotura de un vaso,
este desprecio o este gesto, esta pérdida de guantes, de una sortija, de un
pañuelo, esta pequeña incomodidad que uno se impone de ir a acostarse temprano
y levantarse pronto para orar, en suma, todos esos pequeños sufrimientos
recibidos y abrazados con amor contentan sobremanera la Bondad Divina.
IVD 3ª parte, XXXV
Pero, para responder
así constantemente y con alegría al amor del Señor, es menester que
consideremos a menudo este amor “particular” que nos profesa, con el fin de que
el nuestro crezca en fuerza y en fidelidad.
Pero, oh Dios,
consideremos un poco cual es este amor que el Señor nos profesa y de quien
somos tan entrañablemente amados. Notad, os lo suplico, cuánta merced nos hace
el Señor expresándonos el fuego de su pasión amorosa, tanto en palabras y
dilecciones como en obras. En palabras está muy claro, pues no se extendió
nunca tan ampliamente en un asunto como en el de su amor hacia nosotros y de su
deseo de que nosotros le amemos. Mirad cuán celoso es de nuestro amor: “Amarás
al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con todo tu
pensamiento, con todas tus fuerzas, con todo tu espíritu”, y con todo lo que
eres es decir con todas tus fuerzas. Luego, en la Eucaristía, parece que no
queda nunca bastante satisfecho de invitar a los hombres a recibirle porque
inculca de modo admirable el bien que ha preparado para aquellos que se le
acercaran dignamente.” Soy, dice el pan que ha bajado del cielo; quien me come
no morirá para siempre; y también: Nadie ama con mayor amor que el que da su
propia vida por el que ama; y de mil maneras nos expresa el celo de su amor
durante su vida y principalmente durante su Pasión y Muerte.
¿No os parece,
queridas almas, que tenemos grandísima obligación de responder, tanto como
podamos, a este amor sagrado e incomparable del que hemos sido y somos amados
por Nuestro Señor? Debemos estar siempre anhelando y deseando este amor sagrado
para que plazca a Nuestro Señor concedernos un amor que corresponda al que nos
profesa.
Entonces todo se
recibe, todo se acoge con un corazón abierto…Y se vive en esa luz de amor:
“Verlo venir todo de Dios y desde todo, ir a Dios”.
Queridísima hija, no
sale nada de esta divina mano sino para la utilidad de nuestras almas, sea para
purificarlas, sea para afinarlas en su santo amor.
Recibid con un
corazón filialmente enamorado lo que Nuestro Señor os envía “con un Corazón tan
paternalmente preocupado por vuestra perfección”
Carta a una señora.
Sin fecha
…recibirlo todo, sí
todo. E incluso…
“…Cuando estamos agobiados por la angustia,
no dejemos de mantener no obstante nuestra voluntad en la del Señor, y no
abandonemos de ningún modo nuestros cargos ni el ejercicio que resulta de
ellos, al contrario cumplámoslos valientemente.
…Nuestro Señor nos
sirve de ejemplo en el jardín, cuando, colmado de amargura, externa e interna,
todo su corazón se identificó suavemente con la voluntad del Padre: “Hágase tu
voluntad”.
Carta a la Señora
Bourgeois. Abadesa de Puy d’Orbe
¿Cómo no se
derretiría de amor nuestro corazón al meditar las palabras que siguen?
Mirémosle…
Este corazón muy
adorable y muy amable de Nuestro Maestro ardiendo del amor que nos profesa,
corazón en el que vemos todos nuestros nombres escritos con letras de amor
¿Cómo es posible, diremos, Oh querido Salvador mío, que me améis tanto como
para haber grabado mi nombre en vuestro corazón? Sin embargo esto es verdad. El
Profeta que hablaba en lugar de Nuestro Señor nos dice: “Aunque una madre
olvidara al hijo que lleva en sus entrañas, yo no te olvidaría porque llevo
grabado tu nombre en mis manos.” Y el mismo Jesucristo, encareciendo estas
palabras dirá: “aunque una mujer se olvidara de su hijo, yo no te olvidaría, ya
que llevo grabado tu nombre en mi corazón.
Ciertamente es
asunto de grandísimo consuelo que seamos amados tan entrañablemente por Nuestro
Señor que nos lleva siempre en su Corazón. Qué deleite admirable el ver en ese
corazón sagrado y adorabilísimo los pensamientos de paz que siente hacia
nosotros, pensamientos que nos preparan no sólo los medios más importantes de
nuestra salvación, sino también todas estas divinas inclinaciones, inspiraciones
y mociones de las que Nuestro Señor digna servirse para atraernos a su purísimo
amor”
Sermón X, 244
Entonces, asombrados
por este amor que Dios nos tiene, haremos nuestras estas palabras que el Santo
Fundador escribió a la Madre de Chantal y que ella llevó siempre consigo.
Nuestro Señor os
ama, Madre, os quiere toda suya. No tengáis más brazos que los suyos para
llevaros, ni otro pecho para descansar sino el suyo.
No dirijáis vuestra
mirada a otro lugar y no detengáis vuestro espíritu más que en Él. Mantened
vuestra voluntad simplemente unida a la suya. Que nada os separe. Olvidad todo
lo demás, que nada os distraiga, y no penséis en ninguna otra cosa, ya que le
hemos entregado todo a El… No deis vueltas sobre vos, sino que manteneos ahí,
dejando y abandonando vuestra alma, acciones, éxitos, asuntos, a la voluntad de
Dios y a su providencia... Hay que mantener el alma firmemente en este estado.
Librito que la Santa
Madre de Chantal llevaba con las palabras de San Francisco de Sales
Terminemos esta
primera parte que trata de la espiritualidad propia a la Visitación, con esta
página que nuestro Santo Fundador dirigió a nuestra hermana Claudia
Simpliciana:
Al decir a nuestro
bienaventurado Padre una hermana que quería ocupar su lugar en ese Monasterio,
el bienaventurado le respondió con su habitual bondad: ¿Que decís querida hija
Claudia Simpliciana? ¿Que queréis ocupar mi lugar en esta casa y hacer en ella
lo que yo haría si allí estuviera? Y ¿qué haría yo, hija mía? no tan bien como
vos sin duda, pues yo no valgo nada; pero me parece que con la gracia de Dios
me mantendría tan atento a la práctica de las pequeñas y menudas observancias
usadas allí, que por ese medio intentaría ganar el corazón de Dios.
Me parece que amaría
con todo el corazón a Dios y que aplicaría a eso todo mi espíritu así como a
observar las Reglas y Constituciones. ¿No es cierto que nos hemos hecho Religiosos
para eso las dos? Entonces, adelante, actuemos lo mejor que podamos; nada nos
debe impedir cumplir bien todo lo que está señalado en nuestras Constituciones,
porque lo podemos hacer con la gracia de Nuestro Señor. Pero no debemos
extrañarnos de nuestras faltas, porque ¿qué podemos sin la ayuda de Dios? Nada
en absoluto.¿Queréis que os diga algo más queridísima hija? Me parece que
estaría muy alegre y que no me daría prisa nunca. Esto, a Dios gracias, lo hago
ya porque jamás me apresuro, pero lo haría aún mejor.
Me mantendría bajito
y pequeñito; me humillaría y actuaría según los ocasiones; y si no estuviera
humillado, me humillaría por lo menos de no estar humillado. Procuraría, lo
mejor que pudiera, mantenerme en la presencia de Dios y llevar a cabo todos mis
actos por amor a El porque, querida hija, en esta casa nos enseñan a actuar
así.
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