"Por
la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del
Evangelio, que los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el
mayor don del amor, con el perdón de sus perseguidores."
Benedicto XVI, Carta
Apostólica Porta fidei, 13
Queridos
hermanos:
1.
Os anunciamos con gran alegría que, Dios mediante, el domingo día 13 de octubre
de 2013, se celebrará en Tarragona la beatificación de unos quinientos hermanos
nuestros en la fe que dieron su vida por amor a Jesucristo, en diversos lugares
de España, durante la persecución religiosa de los años treinta del siglo XX.
Fueron muchos miles los que por entonces ofrecieron ese testimonio supremo de
fidelidad. La Iglesia reconoce ahora solemnemente a este nuevo grupo como
mártires de Cristo. Según el lema de esta fiesta, ellos fueron "firmes y
valientes testigos de la fe" que nos estimulan con su ejemplo y nos ayudan
con su intercesión. Invitamos a los católicos y a las comunidades eclesiales a
participar en este gran acontecimiento de gracia con su presencia en Tarragona,
si les es posible, y, en todo caso, uniéndose espiritualmente a su preparación
y celebración.
I. Los mártires, modelos en la confesión de la fe y
principales intercesores
2.
En la Carta apostólica Porta fidei, por la que convoca el Año de la fe,
que estamos celebrando, el Papa Benedicto XVI dice que en este Año "es
decisivo volver a recorrer la historia de la fe, que contempla el misterio
insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado". Según recuerda
Benedicto XVI, los mártires, después de María y los Apóstoles -en su mayoría,
también mártires- son ejemplos señeros de santidad, es decir, de la unión con
Cristo por la fe y el amor a la que todos estamos llamados.[1]
3.
El Concilio Ecuménico Vaticano II habla repetidamente de los mártires. Entre
otros motivos, celebramos el Año de la fe para conmemorar los cincuenta años de
la apertura del Concilio y recibir más y mejor sus enseñanzas. Por eso, es
bueno recordar ahora el precioso pasaje en el que el Concilio, al exhortar a
todos a la santidad, nos presenta el modelo de los mártires:
4.
"Jesús, el Hijo de Dios, mostró su amor entregando su vida por nosotros.
Por eso, nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus hermanos
(cf. 1 Jn 3, 16 y Jn 15, 13). Pues bien: algunos cristianos, ya desde los
primeros tiempos, fueron llamados y serán llamados siempre, a dar este supremo
testimonio de amor delante de todos, especialmente, de los perseguidores. En el
martirio el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte
para la salvación del mundo, y se configura con Él derramando también su
sangre. Por eso, la Iglesia estima siempre el martirio como un don eximio y
como la suprema prueba de amor. Es un don concedido a pocos, pero todos deben
estar dispuestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirlo en el
camino de la Cruz en medio de las persecuciones, que nunca le faltan a la
Iglesia."[2]
5.
Además de modélicos confesores de la fe, según la enseñanza del Concilio, los
mártires son también intercesores principales en el Cuerpo místico de Cristo:
"La Iglesia siempre ha creído que los Apóstoles y los mártires, que han
dado con su sangre el supremo testimonio de fe y de amor, están más íntimamente
unidos a nosotros en Cristo [que otros hermanos que viven ya en la Gloria]. Por
eso, los venera con especial afecto, junto con la bienaventurada Virgen María y
los santos ángeles, e implora piadosamente la ayuda de su intercesión."[3]
II. Mártires del siglo XX en España beatificados el
Año de la fe
6.
Al dirigir una mirada de fe al siglo XX, los obispos españoles dábamos gracias
a Dios, con el beato Juan Pablo II, porque "al terminar el segundo
milenio, la Iglesia ha vuelto a ser de nuevo Iglesia de mártires" y porque
"el testimonio de miles de mártires y santos ha sido más fuerte que las
insidias y violencias de los falsos profetas de la irreligiosidad y del
ateísmo."[4] El Concilio
dice también que la mejor respuesta al fenómeno del secularismo y del ateísmo
contemporáneos, además de la propuesta adecuada del Evangelio, es "el
testimonio de una fe viva y madura (...) Numerosos mártires dieron y dan un
testimonio preclaro de esta fe."[5]
El siglo XX ha sido llamado, con razón, "el siglo de los mártires".
7.
La Iglesia que peregrina en España ha sido agraciada con un gran número de
estos testigos privilegiados del Señor y de su Evangelio. Desde 1987, cuando
tuvo lugar la beatificación de los primeros de ellos -las carmelitas descalzas
de Guadalajara- han sido beatificados 1001 mártires, de los cuales 11 han
sido también
canonizados.
8.
Ahora, con motivo del Año de la fe - por segunda vez después de la
beatificación de 498 mártires celebrada en Roma en 2007 - se ha reunido un
grupo numeroso de mártires que serán beatificados en Tarragona en el otoño
próximo. El Santo Padre ya ha firmado los decretos de beatificación de tres
obispos: los siervos de Dios, Salvio Huix, de Lérida; Manuel Basulto, de Jaén y
Manuel Borrás, de Tarragona. Serán beatificados también un buen grupo de
sacerdotes diocesanos, sobre todo de Tarragona. Y muchos religiosos y
religiosas: benedictinos, hermanos hospitalarios de San Juan de Dios, hermanos
de las escuelas cristianas, siervas de María, hijas de la caridad,
redentoristas, misioneros de los Sagrados Corazones, claretianos, operarios
diocesanos, hijos de la Divina Providencia, carmelitas, franciscanos,
dominicos, hijos de la Sagrada Familia, calasancias, maristas, paúles,
mercedarios, capuchinos, franciscanas misioneras de la Madre del Divino Pastor,
trinitarios, carmelitas descalzos, mínimas, jerónimos; también seminaristas y
laicos; la mayoría de ellos eran jóvenes; también hay ancianos; hombres y
mujeres. Antes de la beatificación, aparecerá, si Dios quiere, el tercer libro
de la colección Quiénes son y de dónde vienen, en el que se recogerá la
biografía y la fotografía de cada uno de los mártires de esta Beatificación del
Año de la fe[6].
III. Firmes y valientes testigos de la fe
9.
La vida y el martirio de estos hermanos, modelos e intercesores nuestros,
presentan rasgos comunes, que haremos bien en meditar en sus biografías. Son
verdaderos creyentes que, ya antes de afrontar el martirio, eran personas de fe
y oración, particularmente centrados en la Eucaristía y en la devoción a la
Virgen. Hicieron todo lo posible, a veces con verdaderos alardes de
imaginación, para participar en la Misa, comulgar o rezar el rosario, incluso
cuando suponía un gravísimo peligro para ellos o les estaba prohibido, en el
cautiverio. Mostraron en todo ello, de un modo muy notable, aquella firmeza en
la fe que San Pablo se alegraba tanto de ver en los cristianos de Colosas (cf.
Col 2, 5). Los mártires no se dejaron engañar "con teorías y con vanas
seducciones de tradición humana, fundadas en los elementos del mundo y no en
Cristo" (Col 2, 8). Por el contrario, fueron cristianos de fe madura,
sólida, firme. Rechazaron, en muchos casos, los halagos o las propuestas que se
les hacían para arrancarles un signo de apostasía o simplemente de
minusvaloración de su identidad cristiana.
10.
Como Pedro, mártir de Cristo, o Esteban, el protomártir, nuestros mártires
fueron también valientes. Aquellos primeros testigos, según nos cuentan los
Hechos de los Apóstoles, "predicaban con valentía la Palabra de Dios"
(Hch 4, 31) y "no tuvieron miedo de contradecir al poder público cuando
éste se oponía a la santa voluntad de Dios: 'Hay que obedecer a Dios antes que
a los hombres' (Hch 5, 29). Es el camino que siguieron innumerables mártires y
fieles en todo tiempo y lugar."[7]
Así, estos hermanos nuestros tampoco se dejaron intimidar por coacción ninguna,
ni moral ni física. Fueron fuertes cuando eran vejados, maltratados o
torturados. Eran personas sencillas y, en muchos casos, débiles humanamente.
Pero en ellos se cumplió la promesa del Señor a quienes le confiesen delante de
los hombres: "no tengáis miedo... A quien se declare por mí ante los
hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los
cielos" (Mt 10, 31-32); y abrazaron el escudo de la fe, donde se apagan la
flechas incendiarias del maligno (cf. Ef 6, 16).
IV. Una hora de gracia
11.
La Beatificación del Año de la fe es una ocasión de gracia, de bendición y de
paz para la Iglesia y para toda la sociedad. Vemos a los mártires como modelos
de fe y, por tanto, de amor y de perdón. Son nuestros intercesores, para que
pastores, consagrados y fieles laicos recibamos la luz y la fortaleza
necesarias para vivir y anunciar con valentía y humildad el misterio del
Evangelio (cf. Ef 6, 19), en el que se revela el designio divino de
misericordia y de salvación, así como la verdad de la fraternidad entre los
hombres. Ellos han de ayudarnos a profesar con integridad y valor la fe de
Cristo.
12.
Los mártires murieron perdonando. Por eso, son mártires de Cristo, que en la
Cruz perdonó a sus perseguidores. Celebrando su memoria y acogiéndose a su
intercesión, la Iglesia desea ser sembradora de humanidad y reconciliación en
una sociedad azotada por la crisis religiosa, moral, social y económica, en la
que crecen las tensiones y los enfrentamientos. Los mártires invitan a la
conversión, es decir, "a apartarse de los ídolos de la ambición egoísta y
de la codicia que corrompen la vida de las personas y de los pueblos, y a
acercarse a la libertad espiritual que permite querer el bien común y la
justicia, aun a costa de su aparente inutilidad material inmediata."[8] No
hay mayor libertad espiritual que la de quien perdona a los que le quitan la
vida. Es una libertad que brota de la esperanza de la Gloria. "Quien
espera la vida eterna, porque ya goza de ella por adelantado en la fe y los
sacramentos, nunca se cansa de volver a empezar en los caminos de la propia
historia".[9]
V. La Beatificación en Tarragona
13.
En Tarragona se conserva la tradición de los primeros mártires hispanos. Allí,
en el anfiteatro romano el año 259, dieron su vida por Cristo el obispo
San Fructuoso y sus diáconos San Eulogio y San Augurio. San Agustín se refiere
con admiración a su martirio. El obispo Manuel Borrás, auxiliar de la sede
tarraconense, junto con varias decenas de sacerdotes de aquella diócesis,
vuelven a hacer de ésta en el siglo XX una iglesia preclara por la sangre de
sus mártires. Por estos motivos, la Conferencia Episcopal ha acogido la
petición del Arzobispo de Tarragona de que la beatificación del numeroso grupo
de mártires de toda España, prevista casi como conclusión del Año de la fe, se
celebre en aquella ciudad.
14.
Exhortamos a cada uno y a las comunidades eclesiales a participar ya desde
ahora espiritualmente en la Beatificación del Año de la fe. Invitamos a quienes
puedan a acudir a Tarragona, para celebrar, con hermanos de toda España, este
acontecimiento de gracia. Oremos por los frutos de la beatificación, que, con
la ayuda divina y la intercesión de la Santísima Virgen, auguramos abundantes
para todos:
Oh
Dios, que enviaste a tu Hijo, para que muriendo y resucitando nos diese su
Espíritu de amor: nuestros hermanos, mártires del siglo XX en España,
mantuvieron su adhesión a Jesucristo de manera tan radical y plena que les
permitiste derramar su sangre por él y con él. Danos la gracia y la alegría de
la conversión para asumir las exigencias de la fe; ayúdanos, por su
intercesión, y por la de la Reina de los mártires, a ser siempre artífices de
reconciliación en la sociedad y a promover una viva comunión entre los miembros
de tu Iglesia en España; enséñanos a comprometernos, con nuestros pastores, en
la nueva evangelización, haciendo de nuestras vidas testimonios eficaces del
amor a Ti y a los hermanos. Te lo pedimos por Jesucristo, el Testigo fiel y
veraz, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Madrid,
19 de abril de 2013
Notas
[1]
Cf. Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta fidei, nº 13
[2]
Concilio Vaticano II, Const. Lumen gentium, 42. - "El estado de
persecución - escribe el Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco - es normal en
la existencia cristiana, sólo que se viva con la humildad del servidor inútil y
lejano de todo deseo de apropiación que lo lleve al victimismo (...) Esteban no
muere solamente por Cristo, muere como él, con él, y esta participación en el
misterio mismo de la pasión de Jesucristo es la base de la fe del mártir."
(Jorge M. Bergoglio / Papa Francisco, Mente abierta, corazón creyente (2012),
Madrid 2013, 60).
[3]
Concilio Vaticano II, Const. Lumen gentium, 50.
[4]
LXXIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, La fidelidad
de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX (26 de noviembre de 1999),
14 y 4.
[5] Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 21.
[6]
El libro tendrá las mismas características de los dos anteriores: cf. M. E.
González Rodríguez, Los primeros 479 santos y beatos mártires del siglo XX
en España. Quiénes son y de dónde vienen, EDICE, Madrid 2008; y Id. (Ed.),
Quiénes son y de donde vienen. 498 mártires del siglo XX en España, EDICE,
Madrid 2007.
[7]
Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis humanae, 11.
[8]
CCXXV Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, Declaración Ante
la crisis, solidaridad (3 de octubre de 2012), 7.
[9]
Ibid.
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