Homilía del Card. Angelo Amato
En la Misa de Beatificación
de 522 mártires españoles (1)
l.
La Iglesia española celebra hoy la beatificación de 522 hijos mártires,
profetas desarmados de la caridad de Cristo. Es un extraordinario evento de
gracia, que quita toda tristeza y llena de júbilo a la comunidad cristiana. Hoy
recordamos con gratitud su sacrificio, que es la manifestación concreta de la
civilización del amor predicada por Jesús: «Ahora -dice el libro del
Apocalipsis de San Juan-se cumple la salvación, la fuerza y el reino de nuestro
Dios y la potencia de su Cristo» (Ap 12, 10). Los mártires no se han
avergonzado del Evangelio, sino que han permanecido fieles a Cristo, que dice:
«Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y me
siga. Quien quiera salvar la propia vida, la perderá, pero quien pierda la propia
vida por mí, la salvará» (Lc 9, 23-24). Sepultados con Cristo en la muerte, con
Él viven por la fe en la fuerza de Dios (cf. Col 2, 12).
España
es una tierra bendecida por la sangre de los mártires. Si nos limitamos a los
testigos heroicos de la fe, víctimas de la persecución religiosa de los años 30
del siglo pasado, la Iglesia en 14 distintas ceremonias ha beatificado más de
mil. La primera, en 1987, fue la beatificación de tres Carmelitas descalzas de
Guadalajara. Entre las ceremonias más numerosas recordamos la del 11 de marzo
de 2001, con 233 mártires; la del 28 de octubre de 2007, con 498 mártires,
entre los cuales los obispos de Ciudad Real y de Cuenca; y la celebrada en la
catedral de la Almudena de Madrid, el 17 de diciembre de 2011, con 23 testigos
de la fe.
Hoy,
aquí en Tarragona, el Papa Francisco beatifica 522 mártires, que «versaron su
sangre para dar testimonio del Señor Jesús» (Carta Apostólica). Es la
ceremonia de beatificación más grande que ha habido en tierra española. Este
último grupo incluye tres obispos Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén;
Salvio Huix Miralpeix, obispo de Lleida e Manuel Borrás Ferré, obispo auxiliar
de Tarragona -y, además, numerosos sacerdotes, seminaristas, consagrados y
consagradas, jóvenes y ancianos, padres y madres de familia. Son todos víctimas
inocentes que soportaron cárceles, torturas, procesos injustos, humillaciones y
suplicios indescriptibles. Es un ejército inmenso de bautizados que, con el
vestido blanco de la caridad, siguieron a Cristo hasta el Calvario para
resucitar con Él en la gloria de la Jerusalén celestial.
2.
En el periodo oscuro de la hostilidad anticatólica de los años 30, vuestra
noble nación fue envuelta en la niebla diabólica de una ideología, que anuló a
millares y millares de ciudadanos pacíficos, incendiando iglesias y símbolos
religiosos, cerrando conventos y escuelas católicas, destruyendo parte de
vuestro precioso patrimonio artístico. El Papa Pío XI con la encíclica Dilectissima
nobis, del 3 de junio de 1933, denunció enérgicamente esta libertina
política antirreligiosa.
Recordemos
de antemano que los mártires no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas
de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado
de la Iglesia. Estos hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no
tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran
provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la
fe, solo porque eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran
seminaristas, porque eran religiosos, porque eran religiosas, porque creían en
Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro, más querido que la propia vida.
No odiaban a nadie, amaban a todos, hacían el bien a todos. Su apostolado era
la catequesis en las parroquias, la enseñanza en las escuelas, el cuidado de
los enfermos, la caridad con los pobres, la asistencia a los ancianos y a los
marginados. A la atrocidad de los perseguidores, no respondieron con la
rebelión o con las armas, sino con la mansedumbre de los fuertes.
En
aquel periodo, mientras se encontraba en el exilio, Don Luigi Sturzo,
diplomático y sacerdote católico italiano, en un artículo de 1933, publicado en
el periódico El Mati de Barcelona, escribía con intuición profética, que
las modernas ideología son verdaderas religiones idolátricas, que exigen
altares y víctimas, sobre todo víctimas, miles, e incluso millones. Y añadía
que el aumento aberrante de la violencia hacía que las víctimas fueran con
mucho más numerosas que en las antiguas persecuciones romanas.(2)
3.
Queridos hermanos, ante la respuesta valiente y unánime de estos mártires,
sobre todo de muchísimos sacerdotes y seminaristas, me he preguntado muchas
veces: cómo se explica su fuerza sobrehumana de preferir la muerte antes que
renegar la propia fe en Dios? Además de la eficacia de la gracia divina, la respuesta
hay que buscarla en una buena preparación al sacerdocio. En los años previos a
la persecución, en los seminarios y en las casas de formación los jóvenes eran
informados claramente sobre el peligro mortal en el que se encontraban. Eran
preparados espiritualmente para afrontar incluso la muerte por su vocación. Era
una verdadera pedagogía martirial, que hizo a los jóvenes fuertes e
incluso gozosos en su testimonio supremo.
4.
Ahora planteémonos una pregunta: ¿por qué la Iglesia beatifica a estos mártires?
La respuesta es sencilla: la Iglesia no quiere olvidar a estos sus hijos
valientes. La Iglesia los honra con culto público, para que su intercesión
obtenga del Señor una lluvia beneficiosa de gracias espirituales y temporales
en toda España. La Iglesia, casa del perdón, no busca culpables. Quiere
glorificar a estos testigos heroicos del evangelio de la caridad, porque
merecen admiración e imitación.
La
celebración de hoy quiere una vez más gritar fuertemente al mundo, que la
humanidad necesita paz, fraternidad, concordia. Nada puede justificar la
guerra, el odio fratricida, la muerte del prójimo. Con su caridad, los mártires
se opusieron al furor del mal, como un potente muro se opone a la violencia
monstruosa de un tsunami. Con su mansedumbre los mártires desactivaron
las armas micidiales de los tiranos y de los verdugos, venciendo al mal con el
bien. Ellos son los profetas siempre actuales de la paz en la tierra.
5.
y ahora una segunda pregunta: ¿por qué la beatificación de los mártires de
muchas diócesis españolas adviene aquí en Tarragona?
Hay
dos motivos. Ante todo el grupo más numeroso de los mártires es el de esta
antiquísima diócesis española, con 147 mártires, incluido el obispo auxiliar
Manuel Borrás Ferré y los jóvenes seminaristas loan Montpeó Masip, de viente
años, y Josep Gassol Montseny de veintidós.
El
segundo motivo nos viene del hecho que, en los primeros siglos cristianos, aquí
en Tarragona, ecclesia Pauli, sedes Fructuosi, patria martyrum, tuvo
lugar el martirio del obispo Fructuoso y de sus dos diáconos, Augurio y
Eulogio, quemados vivos en el 259 d.C. en el anfiteatro romano de la ciudad.
Recordemos
brevemente el martirio de estos dos primeros testigos tarraconenses, porque
repropone la dinámica esencial de toda persecución, que, por una parte, muestra
la arbitrariedad de las acusaciones y la atrocidad de las torturas, y, por
otra, la fortaleza sobrehumana de los mártires en el aceptar la pasión y la
muerte con serenidad y con el perdón en los labios.
Tarragona,
sede de una floreciente comunidad cristiana, en el siglo III d. C. fue objeto
de una violenta persecución, por obra del emperador Valeriano. Fueron víctimas
de ella el obispo Fructuoso y los diáconos Augurio y Eulogio. De su martirio
tenemos las Actas, que nos transmiten los protocolos notariales del proceso,
del interrogatorio, de las respuestas, de la condena y de la ejecución.(3) La captura de
Fructuoso y de sus diáconos tuvo lugar la mañana del domingo del 16 de enero
del 259. Llevado a la cárcel, Fructuoso rezaba continuamente y daba gracias al
Señor por la gracia del martirio. Además, también allí continuó su obra de
pastor y de evangelizador, confortando a los fieles, bautizando y proclamando
el Evangelio a los paganos. Después de algunos días, el 21 de enero, los tres
fueron convocados por el cónsul Emiliano para el interrogatorio. Fructuoso y
los dos diáconos se negaron a ofrecer sacrificios a los ídolos, reafirmando su
fidelidad a Cristo. Los tres fueron entonces condenados a ser quemados vivos.
Llevados al anfiteatro, el santo Obispo gritó con fuerza que la Iglesia no
quedaría nunca sin pastor y que Dios mantendría la promesa de protegerla en el futuro.
¿Qué
mensaje nos ofrecen los mártires antiguos y modernos? Nos dejan un doble
mensaje. Ante todo nos invitan a perdonar. El Papa Francisco recientemente nos
ha recordado que «el gozo de Dios es perdonar!... Aquí está todo el Evangelio,
todo el Cristianismo! No es sentimiento, no es "buenismo"! Al
contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y
al mundo del "cáncer" que es el pecado, el mal moral, el mal
espiritual. Sólo el amor colma los vacíos, la vorágine negativa que el mal abre
en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto, y este es el
gozo de Dios!»(4)
Estamos
llamados pues al gozo del perdón, a eliminar de la mente y del corazón la
tristeza del rencor y del odio. Jesús decía «Sed misericordiosos, como es
misericordioso vuestro Padre celestial» (Le 6, 36). Conviene hacer un examen
concreto, ahora, sobre nuestra voluntad de perdón. El Papa Francisco sugiere:
«Cada uno piense en una persona con la que no esté bien, con la que se haya
enfadado, a la que no quiera. Pensemos en esa persona y en silencio, en este
momento, recemos por esta persona y seamos misericordiosos con esta personan.(5)
La celebración
de hoy sea pues la fiesta de la reconciliación, del perdón dado y recibido, el
triunfo del Señor de la paz.
7.
De aquí surge un segundo mensaje: el de la conversión del corazón a la bondad y
a la misericordia. Todos estamos invitados a convertirnos al bien, no sólo
quien se declara cristiano sino también quien no lo es. La Iglesia invita
también a los perseguidores a no temer la conversión, a no tener miedo del
bien, a rechazar el mal. El Señor es padre bueno que perdona y acoge con los
brazos abiertos a sus hijos alejados por los caminos del mal y del pecado.
Todos
-buenos y malos -necesitamos la conversión. Todos estamos llamados a
convertirnos a la paz, a la fraternidad, al respeto de la libertad del otro, a
la serenidad en las relaciones humanas. Así han actuado nuestros mártires, así
han obrado los santos, que -como dice el Papa Francisco siguen «el camino de
la conversión, el camino de la humildad, del amor, del corazón, el camino de la
belleza».(6)
Es
un mensaje que concierne sobre todo a los jóvenes, llamados a vivir con
fidelidad y gozo la vida cristiana. Pero hay que ir contra corriente: «Ir contra
corriente hace bien al corazón, pero es necesario el coraje y Jesús nos da este
coraje! No hay dificultades, tribulaciones, incomprensiones que den miedo si
permanecemos unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no
perdemos la amistad con Él, si le damos cada vez más espacio en nuestra vida.
Esto sucede sobretodo si nos sentimos pobres, débiles, pecadores, porque Dios
da fuerza a nuestra debilidad, riqueza a nuestra pobreza, conversión y perdón a
nuestro pecado.(7)
Así
se han comportado los mártires, jóvenes y ancianos, Sí, también jóvenes como,
por ejemplo, los seminaristas de las diócesis de Tarragona y de Jaén y el laico
de veintiún años, de la diócesis de Jaén. No han tenido miedo de la muerte,
porque su mirada estaba proyectada hacia el cielo, hacia el gozo de la
eternidad sin fin en la caridad de Dios. Si les faltó la misericordia de los
hombres, estuvo presente y sobreabundante la misericordia de Dios.
Perdón
y conversión son los dones que los mártires nos hacen a todos. El perdón lleva
la paz a los corazones, la conversión crea fraternidad con los demás.
Nuestros
Mártires, mensajeros de la vida y no de la muerte, sean nuestros intercesores
por una existencia de paz y fraternidad. Será este el fruto precioso de esta
celebración en el año de la fe.
María, Regina
Martyrum, siga siendo la potente Auxiliadora de los cristianos.
Amén.
Notas:
1 Pronunciada en
Tarragona (Spagna) el 13 de ottobre de 2013.
2 LUIGI sruazo, Miscellanea
londinese, vol. Il, Anni 1931-1933, Bologna 1967, p. 286. L'articolo
fu pubblicato da El Mati di Barcellona, il19 dicembre 1933.
3 Si veda
l'opuscolo molto ben documentato di PEDRO BATTLE y HUGUET, Santos Fructuoso
Obispo de Tarragona y Augurio y Euloghio diáconos. Las Actas de su Martirio, Tarragona
1959. Questi Atti erano noti anche fuori dalla chiesa tarragonese. Ad esempio,
il poeta spagnolo Aurelio Prudenzio, ne fece una traduzione dettagliata e
fedele nell'inno VI del suo Peri stephanon o Libro delle corone. Lo
stesso sant'Agostino nel sermone del giomo della festa dei santi ne commenta il
testo.
4 PAPA FRANCESCO, Angelus
del 15 settembre 2013.
5 lb.
6 PAPA FRANCESCO , Meditazione
del 19 aprile 2013 .
7 PAPA FRANCESCO, Omelia
del 28 aprile 2013.
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