domingo, 11 de agosto de 2013

Domingo XIX (ciclo c) Catena Aurea


Lucas 12,32-48

"No temáis, pequeña grey: porque a vuestro Padre plugo daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna. Haceos bolsas, que no se envejecen, tesoro en los cielos que jamás falta; a donde el ladrón no llega, ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón".

"Tened ceñidos vuestros lomos, y antorchas encendidas en vuestras manos. Y sed vosotros semejantes a los hombres, que esperan a su señor cuando vuelva de las bodas: para que cuando viniere y llamare a la puerta, luego le abran. Bienaventurados aquellos siervos que hallare velando el Señor cuando viniere. En verdad os digo, que se ceñirá, y los hará sentar a la mesa y pasando los servirá. Y si viniere en la segunda vela, y si viniere en la tercera vela y así los hallare, bienaventurados son los tales siervos. Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre".

 Y Pedro le dijo: "Señor, ¿dices estas parábolas a nosotros, o también a todos?" Y dijo el Señor: "¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente que puso el señor sobre su familia, para que les dé la medida de trigo en tiempo? Bienaventurado aquel siervo que cuando el señor viniere le hallare así haciendo. Verdaderamente os digo, que lo pondrá sobre todo cuanto posee. Mas si dijere el tal siervo en su corazón: Se tarda mi señor en venir, y comenzare a maltratar a los siervos, y a los criados, y a comer y a beber, y a embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera, y a la hora que no sabe, y le apartará y pondrá su parte con los desleales".
 "Porque aquel siervo que supo la voluntad de su señor, y no se apercibió, y no hizo conforme a su voluntad, será muy bien azotado: mas el que no la supo, e hizo cosas dignas de castigo, poco será azotado. Porque a todo aquél a quien mucho fue dado, mucho le será demandado. Y al que mucho encomedaron, más le pedirán".
Glosa
Después que el Señor separó el cuidado de las cosas temporales de los corazones de sus discípulos, ahora los libra del temor que procede de los cuidados por las cosas superfluas, diciendo: "No temáis", etc.
 Teofilato
El Señor llama pequeña grey a los que quieren hacerse discípulos suyos, ya porque en esta vida los santos aparecen pequeños en virtud de su pobreza voluntaria, ya porque son aventajados por la multitud de ángeles que nos son incomparablemente superiores.
Beda
El Señor también llama pequeña grey a los escogidos, ya comparándolos con el mayor número de réprobos, o más bien por su amor a la humildad.
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Manifiesta por qué no deben temer, añadiendo: "Porque a vuestro Padre plugo", etc, como diciendo: ¿Cómo aquél que concede gracias tan extraordinarias, dejará de tener clemencia con vosotros? Aun cuando aquí esta grey sea pequeña -por su naturaleza, su número y su gloria-, sin embargo la bondad del Padre ha dispensado a este pequeño rebaño la suerte de los espíritus celestiales, es decir el reino de los cielos. Por tanto, para que poseáis el reino de los cielos debéis despreciar las riquezas de la tierra. Así dice: "Vended lo que poseéis", etc.

 

Beda

Como diciendo: no temáis que falten las cosas necesarias a los que en esta vida trabajan por el reino de Dios. Más aún, vendan también lo que poseen y denlo de limosna. Esto se hace dignamente cuando alguno, una vez que ha dejado todos sus bienes por el Señor, no obstante gana con el trabajo de sus manos por el reino, lo necesario para el alimento y para dar limosna.

 

Crisóstomo, In Matthaeum hom. 26

No hay pecado que no pueda borrar la limosna que es remedio contra toda llaga. Pero la limosna no se hace sólo con dinero, sino también por las obras, como cuando alguno protege a otro, cuando un médico cura, o cuando un sabio aconseja.
 

San Gregorio Nacianceno, orat. 16. De pauperum amore, versus finem

Pero temo que penséis que la piedad no es necesaria, sino libre. Yo también lo creía así, pero me espantan los machos cabríos colocados a la izquierda no por haber robado, sino por no haber asistido a Cristo cuando los necesitaba.

 

Crisóstomo, in Cat. graec. Patr., ex homil. in Matth

Sin la limosna es imposible ver el reino, porque así como se corrompen las aguas detenidas en una fuente, así sucede a los ricos cuando guardan para sí sus riquezas.

 

San Basilio, in Cat. graec. Patr., ex Asceticis, id est, Regulis brevioribus, ad interrogat. 92

Alguno preguntará: ¿en virtud de qué consideración es conveniente vender lo que se posee? ¿Acaso porque es naturalmente dañoso, o por la tentación que ofrece al hombre? A esto debe contestarse, en primer lugar, que si cada una de las cosas que existen en el mundo fuese mala por sí misma, no habría creatura de Dios, porque toda creatura de Dios es buena ( 2Tim 4). En segundo lugar, que el precepto del Señor no nos ha enseñado a arrojar como malo lo que poseemos sino a distribuirlo, porque dice: "Y dad limosna".

  

San Cirilo, ubi sup

Este precepto molesta acaso a los ricos pero no es inútil para los que son prudentes, porque atesoran para sí el reino de los cielos. Por esta razón prosigue: "Haceos bolsas, que no se envejecen", etc.

 

Beda

Esto es, dando limosna, cuya recompensa dura eternamente. Pero este precepto no debe entenderse en el sentido de que los santos no puedan reservarse ningún dinero -ni para su uso ni para el de los pobres-, ya que el mismo Dios, a quien servían los ángeles ( Mt 4), tenía una bolsa en la que conservaba lo que le daban los fieles ( Jn 12). Ha de entenderse más bien en el sentido de que no debe servirse a Dios por estas cosas, ni abandonarse la justicia por temor de la pobreza.

 

San Gregorio Niceno, in Cat. graec. Patr

Mandó también colocar las riquezas materiales y terrenas en el cielo, a donde no alcanza la fuerza de la corrupción. Así añade: "Tesoro que jamás falta".

 

Teofilato

Como diciendo: Aquí destruye la polilla, pero no en los cielos. Y como la polilla no puede destruirlo todo, añade lo del ladrón. El oro no es destruido por la polilla, pero el ladrón lo roba.

  

Beda

Debe entenderse sencillamente en esto que el dinero que se guarda desaparece y que dado al prójimo produce un fruto eterno en los cielos. O bien que el tesoro de las buenas obras, si se coloca en asunto de interés mundano, se corrompe y desaparece fácilmente. Pero si se ahorra, no para merecer exteriormente la aprobación de los hombres -como el ladrón que roba de fuera- ni para buscar interiormente la vanagloria -como la polilla que destruye en lo interior- sino con santa intención, no se corrompe.

 

Glosa

O bien los ladrones son los herejes y los demonios -que se proponen despojarnos de los bienes espirituales- y la polilla que roe poco a poco los vestidos es la envidia, que destruye el celo o el fruto bueno y rompe el lazo de la unidad.
 

Teofilato

Pero como no todo se quita por el robo, da una razón más poderosa y que no admite réplica diciendo: "Porque donde está vuestro tesoro está vuestro corazón". Como diciendo: supongamos que la polilla no destruya, ni el ladrón robe, ¿cuán digno de suplicio no será tener el corazón aprisionado en un tesoro oculto y hundir en la tierra una obra divina como el alma?

 

San Eusebio, in Cat. graec. Patr

Porque todo hombre depende naturalmente de aquello de que está apasionado y fija toda su alma en aquello que cree que puede darle todo lo que le conviene. Por tanto, si alguno fija toda su atención y su afecto -lo que llamó corazón- en las cosas de la vida presente, únicamente se ocupa de las cosas de la tierra. Pero si se fija en las cosas del cielo, allí tendrá también su corazón. De modo que parecerá que trata con los hombres sólo por el cuerpo, pero que su alma ha alcanzado ya las mansiones del cielo.

 

Beda

Esto debe entenderse no sólo respecto del dinero, sino de todas las pasiones. Los festines son el tesoro para el lujurioso, las fiestas para el lascivo y la liviandad para aquél a quien domina el amor.

 

Teofilato

Después que el Señor estableció a su discípulo en la moderación despojándolo de todo cuidado de la vida y del orgullo, lo induce ahora a servir diciendo: "Tened ceñidos vuestros lomos" -es decir estad siempre dispuestos a imitar a vuestro Dios-. "Y antorchas encendidas", esto es, no viváis entre tinieblas, sino que la luz de la razón os alumbre siempre dándoos a conocer lo que habéis de evitar. Este mundo es una noche, pero tienen ceñidos sus lomos los que llevan una vida práctica o activa. Porque tal es costumbre de los que trabajan, a quienes convienen antorchas ardientes, esto es el don de la discreción, para que puedan conocer en la práctica, no sólo lo que conviene hacer, sino cómo debe hacerse. De otra manera, los hombres caen en el precipicio de la soberbia. Y debe observarse que primero manda ceñir los lomos y después encender las antorchas, porque primero es la acción y después la reflexión, que es la luz del espíritu. Por tanto, estudiemos el modo de ejercer nuestras facultades y entonces tendremos dos antorchas ardientes, a saber: la inhabitación del Espíritu -que nos ilumina brillando en nuestra mente- y la doctrina con la que ilustramos a los demás.

 

San Máximo, in Cat. graec. Patr

O también nos enseña a tener encendidas las antorchas por la oración, la contemplación y el afecto espiritual.

 

San Cirilo, in Cat. graec. Patr

O bien el ceñirse los lomos significa la agilidad y prontitud con que debemos sufrir todos los males por el amor de Dios, y la antorcha encendida significa que no debemos permitir el que algunos vivan en las tinieblas de la ignorancia.
 

San Gregorio, in homil. 13, in Evang

De otro modo: ceñimos nuestros lomos cuando reprimimos la lujuria de la carne por la continencia. Porque la lujuria del hombre se encuentra en sus riñones y la de la mujer en el ombligo, aunque se designa por los riñones a la lujuria, por ser el sexo masculino el principal. Pero como no basta no obrar mal, sino que cada cual debe esforzarse por practicar buenas obras, añade: "Y antorchas encendidas en vuestras manos". Nosotros tenemos las antorchas encendidas en nuestras manos cuando con las buenas obras damos a nuestros prójimos ejemplos brillantes.

 

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, cap. 25

O también, nos enseña a tener ceñidos los lomos por la continencia del amor de las cosas terrenas y a tener encendidas las antorchas. Esto es, para que todo ello lo hagamos con buen fin y recta intención.

 

San Gregorio, in homil. 13, ut sup

Pero aun cuando todo lo hagamos así, falta todavía que pongamos toda nuestra esperanza en la venida de nuestro Redentor. Por esto añade: "Y sed vosotros semejantes a los hombres que esperan a su Señor cuando vuelva de las bodas", etc. El Señor marchó a las bodas, porque cuando subió al cielo, se incorporó el hombre nuevo a la multitud de los ángeles.

 

Teofilato

Todos los días desposa en los cielos las almas de los santos, las que San Pablo u otro santo le ofrece como una casta virgen. Y vuelve de las bodas celebradas en los cielos, quizás de una manera universal, cuando al fin del mundo venga del cielo en la gloria del Padre, o quizás particularmente, apareciendo de repente en la hora de la muerte de cada uno de nosotros.

 

San Cirilo, ubi sup

Considera también que vuelve de las bodas como de una solemnidad en la que siempre existe la divinidad, porque nada puede causar tristeza a su naturaleza incorruptible.

 

San Gregorio Niceno, in Cat. graec. Patr., ex illius orat., vel. hom. 11, in cant

O de otro modo: terminadas las bodas y habiéndose desposado con la Iglesia y admitiéndola en el tálamo de sus misterios, se regocijarán los ángeles por la vuelta del rey a su natural beatitud. Con ellos conviene que esté conforme nuestra vida, porque así como ellos, exentos de malicia, están siempre preparados a celebrar el regreso de su Señor, así nosotros, vigilando a su puerta, debemos estar prontos a obedecer cuando venga llamando. Sigue pues: "Para que cuando viniere y llamare a la puerta luego le abran".

 

San Gregorio, in Evang hom, 13

Viene cuando nos llama a juicio, pero llama cuando da a conocer por la fuerza de la enfermedad que la muerte está próxima. Y le abrimos inmediatamente si lo recibimos con amor. No quiere abrir al juez que llama el que teme la muerte del cuerpo y se horroriza de ver a aquel juez a quien se acuerda que despreció. Pero aquel que está seguro por su esperanza y buenas obras, abre inmediatamente al que llama porque cuando conoce que se aproxima el tiempo de la muerte, se alegra por la gloria del premio. Por esto añade: "Bienaventurados aquellos siervos, que hallare velando el Señor, cuando viniere". Vigila aquel que tiene los ojos de su inteligencia abiertos al aspecto de la luz verdadera, el que obra conforme a lo que cree y el que rechaza de sí las tinieblas de la pereza y de la negligencia.

 

San Gregorio Niceno, ubi sup

Por esta vigilancia que, como queda dicho, nos mandó tener el Señor, dice que ciñamos nuestros lomos, teniendo encendidas las antorchas. Porque la luz puesta delante de nuestra vista rechaza el sueño, y cuando nuestros lomos están ceñidos con un cíngulo nuestro cuerpo no se duerme fácilmente. Porque el que está ceñido por la castidad e ilustrado por una conciencia limpia, vela siempre.

 

San Cirilo, ubi sup

Así pues, cuando venga el Señor y encuentre a los suyos despiertos y ceñidos, teniendo la luz en su corazón, entonces los llamará bienaventurados. Prosigue pues: "En verdad os digo que se ceñirá". En lo que comprendemos que nos retribuirá con lo mismo, porque se ceñirá El mismo con los que están ceñidos.

 

Orígenes, in Cat. graec. Patr

Estará ceñido por la justicia alrededor de sus lomos, según lo que dijo Isaías ( Is 11).

 

San Gregorio, ut sup

Se ciñe por la justicia, es decir, se prepara para la retribución.

 

Teofilato

O también: Se ceñirá en el sentido de que no dispensará toda la abundancia de sus bienes, sino que la retendrá en una cierta medida. Porque, ¿quién puede recibir a Dios en toda su grandeza? Por esto se dice que los mismos serafines velan sus rostros a causa de la excelencia del resplandor divino ( Is 6). Prosigue: "Y los hará sentar a la mesa", etc. Así como el que se sienta hace descansar todo su cuerpo, así a su futura venida los santos descansarán totalmente. Aquí no tuvieron descanso corporal, pero allí, hechos sus cuerpos espirituales e incorruptibles, gozarán con sus almas de eterno descanso.

 

San Cirilo, ubi sup

Hará que se sienten como queriendo desahogarlos del cansancio, ofreciéndoles satisfacciones espirituales y poniéndoles delante la mesa espléndida (u opípara) de sus dones.

 

San Dionisio, in epist. 9 ad Titum

Por el acto de sentarse creen algunos que debe entenderse el descanso de muchos trabajos, la vida sin molestias y el trato con Dios en la claridad y en la región de los vivos, cumplido con todo santo afecto y abundante donación de todas sus gracias, lo cual será el complemento de la alegría. Esto es lo que Jesús hará con los que haga sentarse, dándoles el descanso eterno y distribuyéndoles multitud de beneficios. Por esto sigue: "Y pasando los servirá".
 

Teofilato

Lo mismo hará cuando vuelva; porque así como ellos lo sirvieron, El los servirá.
 

San Gregorio, , in Evang hom. 13, ut sup

Se dice que pasando cuando vuelva del juicio a su reino. O bien, el Señor pasa a nosotros después del juicio porque nos eleva de la forma de la humanidad a la contemplación de su divinidad.

 

San Cirilo, ut sup

El Señor conoce, pues, la fragilidad humana para caer en el pecado. Pero como es bueno, no nos deja desesperar, sino que más bien se compadece y nos da la penitencia como remedio saludable. Por tanto añade: "Y si viniese en la segunda vela", etc. Los que velan en las murallas de las ciudades dividen, pues, en tres o cuatro vigilias la noche para que observen las acometidas de los enemigos.

 

San Gregorio, in homil. 13, ut sup

La primera vela es el primer tiempo de nuestra vida, esto es, la infancia. La segunda, la adolescencia o la juventud. La tercera, la ancianidad. Por tanto, el que no quiso vigilar en la primera vela, vigile en la segunda y el que no quiso vigilar en la segunda, no pierda el remedio de la tercera, para que aquellos que no se hayan convertido en la infancia se conviertan al menos en la juventud o en la ancianidad.

 

San Cirilo, ubi sup

No hace mención de la primera vigilia porque la niñez no es castigada por Dios, sino que merece perdón. Pero la segunda y la tercera edad deben obedecer a Dios y llevar una vida honesta para complacerlo.

 

Griego, id est, Servus Antiochenus, in Cat. graec. Patr

O bien pertenecen a la primera vigilia los que por su virtuosa vida han llegado al primer rango, a la segunda los que no son tan virtuosos y a la tercera los inferiores a éstos. Lo mismo debe pensarse de la cuarta y de la quinta, si la hubiera, porque son diversos los grados de la virtud y el buen remunerador mide a cada uno la recompensa que merece.

 

Teofilato

O bien, porque las vigilias son las horas de la noche que provocan el sueño, hemos de entender también que en nuestras vidas hay algunas horas que nos hacen bienaventurados si se nos halla vigilantes. ¿Te ha quitado alguno lo que es tuyo? ¿Se te han muerto tus hijos? ¿Has sido acusado? Pues si en todas estas ocasiones no haces nada en contra de lo que Dios tiene mandado, te encontrará despierto en la segunda y en la tercera vigilia, es decir en el tiempo de la desgracia que sume a las almas débiles en un sueño pernicioso.

 

San Gregorio, in homil. 13, ut sup

Para sacudir la pereza de nuestro espíritu, el Señor también nos da a conocer los daños exteriores con una comparación. Por esto añade: "Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón", etc.

 

Teofilato

Algunos creen que este ladrón es el diablo, la casa el alma y el padre de familia el hombre, pero esta opinión no parece conforme con lo que sigue. La venida del Señor se compara con este ladrón porque viene cuando menos se espera, según lo que dice el Apóstol ( 1Tes 5,2): "El día del Señor vendrá como el ladrón en la noche". Por esto se añade aquí: "Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis", etc.

 

San Gregorio, in Evang hom. 13

No sabiéndolo el padre de familia, el ladrón entra en la casa. Porque mientras el espíritu duerme abandonando la custodia, llega la muerte de manera imprevista e irrumpe en nuestro interior. Resistiría al ladrón si estuviese despierta. Porque precaviendo la venida del juez, que en secreto arrebata el alma, le saldría al encuentro con el arrepentimiento para no sucumbir impenitente. Quiso el Señor, por tanto, que nos fuese desconocida la última hora, para que no pudiendo preverla, estemos siempre preparándonos para ella.

 

Teofilacto

San Pedro, a quien ya se había confiado la Iglesia, mostrando cuidar de todos pregunta al Señor si esta parábola se refería a todo el mundo. Por esto sigue: "Y Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?".

 

Beda

El Señor advertía dos cosas en esta parábola: primero, que El vendría de pronto; y segundo, que se debía estar preparado para recibirlo. Pero no se manifiesta claramente cuál de estas dos cosas preguntó San Pedro o si preguntó las dos a la vez, ni a quiénes se refería al decir todos cuando preguntó: "¿Dices esta parábola a nosotros, o también a todos?". Y por tanto, cuando dice nosotros y todos, es de creer que habla de los apóstoles y de los que se les asemejaban y de los demás fieles, o de los cristianos y los infieles, o de los que van muriendo uno a uno recibiendo de buen o mal grado la venida de su juez y los que, cuando llegue el juicio universal estén aún vivos en la carne. Sería extraño que San Pedro dudase que deben vivir en la sobriedad, la piedad y la justicia los que aguardan la esperanza bienaventurada, o que hubiera de ser imprevisto el juicio de todos y el de cada uno. Por lo que sólo falta decir que, conociendo bien ambas cosas, preguntaba lo que podía ignorar, a saber: si la sublime enseñanza de la vida celestial, por la que había mandado vender los bienes, hacer bolsas que no envejeciesen, tener ceñidos los lomos y vigilar con las antorchas encendidas, se refería a los apóstoles y a sus semejantes, o a todos los que deben salvarse.

 

San Cirilo, in Cat. graec. Patr

A los que piensan de una manera recta, conviene lo arduo y sublime de los preceptos santos. A los que todavía no han llegado a este grado de perfección, convienen aquellas cosas que no ofrecen ninguna dificultad, por lo que el Señor usa de un ejemplo muy claro, manifestando que el precepto antes dicho se refiere a los que son admitidos en el rango de sus discípulos. Sigue, pues: "Y dijo el Señor: ¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente?".
 

San Ambrosio

O bien, la forma del precepto anterior es general para todos. Pero el ejemplo que sigue parece que se dirige a los mayordomos -es decir a los sacerdotes-, por lo que continúa: "Y dijo el Señor: ¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente, que puso el señor sobre su familia para que les dé la medida de trigo en tiempo oportuno?".

 

Teofilacto

La parábola antedicha se refiere en general a todos los fieles; pero oíd lo que os afecta a vosotros, apóstoles y doctores. Os pregunto, pues, ¿qué administrador hay que tenga en sí fidelidad y prudencia? Porque así como en la administración de los bienes se pierden éstos si el administrador no es prudente aunque sea fiel, o no es fiel aunque sea prudente, así también es necesario fidelidad y prudencia en las cosas divinas. He conocido a muchos que, adorando a Dios y siendo fieles, no podían ocuparse con prudencia de asuntos religiosos y no solamente perdían los bienes, sino también las almas, tratando a los pecadores con un celo indiscreto, ya por preceptos inmoderados de penitencia, ya por una mansedumbre inoportuna.

 

San Crisóstomo, homil. 78, in Matth

Aquí pregunta el Señor por el administrador fiel y prudente, no ignorando quién es, sino queriendo manifestar lo extraordinario de la cosa y el mucho mérito de tal administrador.

 

Teofilacto

Cualquiera, pues, que se encuentre fiel y prudente, presida a la familia del Señor para darle la medida de trigo en todo tiempo, ya sea por medio de la predicación con que el alma se alimenta, ya por medio del buen ejemplo por el que la vida se endereza.

 

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, cap. 27

Dice medida, porque cada uno de los que lo escuchan tiene diferente capacidad.
 

San Isidoro in Cat. graec. Patr

Se añade también en el tiempo, porque todo beneficio que no se dispensa en tiempo oportuno es infructuoso y no merece tal nombre. Por eso el pan es apetitoso para el hambriento y no lo es para el que está harto.

Hablando del premio de este administrador, dice: "Bienaventurado aquel siervo que cuando el señor viniere, le hallare así haciendo".

 

San Basilio, in Cat. graec. Patr. ex Asceticis

No dice obrando por casualidad, sino así haciendo. Porque no sólo conviene vencer, sino pelear convenientemente, lo que consiste en hacer cada cosa según se nos ha mandado.

 

San Cirilo, ubi sup

Por tanto, si el servidor fiel y prudente distribuye en tiempo oportuno el alimento a los criados -esto es, los manjares espirituales-, será bienaventurado, como dice el Salvador, porque recibirá los mayores bienes y merecerá los premios debidos a los familiares. Por esto sigue: "Verdaderamente os digo que le pondrá sobre cuanto posee".

 

Beda

Tanta como sea la diferencia que hay entre los méritos de los que oyen bien y de los que enseñan bien, así será la diferencia de sus premios. Cuando el que ha de venir los encuentre vigilando, los hará sentarse a su mesa. Mas a los que encuentre administrando fiel y prudentemente, los colocará sobre todo lo que posee, es decir sobre todas las alegrías del reino de los cielos. No hará esto para que tengan solos el dominio de ellos, sino para que disfruten de su posesión eterna con mayor abundancia que los demás santos.
 

Teofilacto

O bien, los pondrá sobre todos sus bienes, no sólo sobre su familia, sino sobre todas las cosas del cielo y de la tierra que someterá a su obediencia, como estuvieron Josué y Elías mandando el primero al sol y el segundo a las nubes, y todos los santos, como amigos de Dios, usan de todo lo que le pertenece. Todo el que practica la virtud y dirige perfectamente a sus siervos -es decir la ira y la concupiscencia-, ofreciéndoles la medida de trigo en todos los tiempos -esto es, de la ira, para que se indignen contra los que aborrecen al Señor y de la concupiscencia, para que usando de la carne en debida forma, la encaminen a Dios- quedará constituido sobre todo lo que Dios tiene y será digno de conocer con plena claridad todas las cosas.

 

Crisóstomo, in Cat. graec. Patr., ex homil. 78, in Matth

El Señor, pues, corrige al que oye, hablando no sólo del premio reservado a los buenos, sino amenazando a los malos con la pena eterna. De aquí prosigue: "Mas si dijere el tal siervo en su corazón: se tarda mi señor en venir".
 

Beda

Observa que entre los defectos del siervo malo cuenta el de que cree que su señor tarda en volver; y entre las virtudes del bueno no cuenta que esperó que viniese pronto, sino solamente que le sirvió con fidelidad. Nada hay mejor que soportar con paciencia la ignorancia de lo que no podemos saber y entre tanto trabajemos para que se nos encuentre idóneos.

 

Teofilacto

Muchas veces por no pensar en nuestra última hora cometemos muchos pecados, porque si pensáramos que el Señor ha de venir y que nuestra vida ha de concluir pronto, pecaríamos menos. Por esto prosigue: "Y si empezare a maltratar a los siervos y a los criados y a comer y a beber y a embriagarse".
 

Beda

En este siervo se da a conocer la condenación de todos los superiores malos, quienes, menospreciando el temor de Dios, no sólo se entregan a la lujuria, sino que también llenan de injurias a los que tienen a sus órdenes. Aquí puede entenderse por maltratar a los siervos y criados el corromper los corazones de los débiles con el mal ejemplo: comer, beber y embriagarse, u ocuparse en los delitos y placeres mundanos que enloquecen al hombre. Acerca de su castigo añade: "Vendrá el Señor de aquel siervo en el día que no espera (esto es, en la hora del juicio o de la muerte) y le apartará".

 

San Basilio, in lib. de Spiritu Sancto, cap. 16

El cuerpo no se divide de modo que una parte sea entregada a los tormentos y la otra perdonada, porque no es racional ni justo que, delinquiendo el todo, sólo la mitad sufra la pena. Ni tampoco el alma puede dividirse, porque está unida totalmente a la conciencia culpable y ha cooperado con el cuerpo a obrar mal. Esta división del alma consiste en su perpetua separación del Espíritu. Ahora, pues, aun cuando la gracia del Espíritu no esté con los que no lo merecen, parece que en cierto modo los asiste esperando su conversión a la salud, hasta que se separare en absoluto del alma. El Espíritu Santo es, pues, tanto el premio de los justos como la primera condenación de los pecadores porque los indignos lo pierden.
 

Beda

También puede entenderse que lo dividirá separándolo de la comunidad de los fieles y asociándolo a los que nunca pertenecieron a la fe. Por esto prosigue: "Y le dividirá y pondrá su parte con los desleales", porque el que no se cuida de los suyos y de sus domésticos niega la fe y es peor que el infiel, como dice el Apóstol ( 1Tim 5,8).

 

Teofilacto

El administrador infiel recibirá muy justamente el castigo de los infieles, porque careció de verdadera fe.

 

Teofilacto

Aquí el Señor nos da a conocer algo más grande y terrible, puesto que no sólo el administrador infiel quedará privado de la gracia recibida para que nada pueda librarlo de los castigos, sino que más bien la mayor dignidad que alcanzó le servirá de condenación. Por esto sigue: "Porque aquel siervo que supo la voluntad de su señor y no la cumplió, será azotado con muchos golpes", etc.

 

Crisóstomo, in homil. 27, in Matth

Todas las cosas no se juzgan del mismo modo en todos, sino que a mayor conocimiento corresponde mayor castigo.

 

San Cirilo, in Joan., cap. 10, libro 6

Aquel hombre de talento que inclinó su voluntad al pecado, en vano pedirá misericordia, porque cometió el pecado sin excusa, separándose de la voluntad divina por su malicia. Pero el hombre rústico e ignorante la implorará de su juez con más razón. Y continúa: "Mas el que no lo supo e hizo cosas dignas de castigo, poco será azotado".

 

Teofilacto

Algunos objetan esto, diciendo: con razón es castigado todo aquel que conociendo la voluntad del Señor, no la sigue. Pero, ¿por qué es castigado el que la desconoce? Porque habiendo podido conocerla no quiso, y por su pereza fue él mismo la causa de su ignorancia.

 

San Basilio, in Regulis brevioribus, ad interrogat. 267

Pero se dirá: Si éste sufre muchos castigos y aquél pocos, ¿por qué se dice que estos castigos no tendrán fin? Mas téngase en cuenta que aquí se habla, no de la medida de las penas o de su fin, sino de la diferencia entre ellas, porque alguno puede ser digno del fuego eterno más o menos intenso, y del gusano que ha de atormentar siempre con más o menos fuerza.
 

Teofilacto, ut sup

En seguida el Señor da a conocer por qué la pena que se imponga a los doctores y a los sabios será más intensa cuando dice: "Porque a todo aquel a quien mucho fue dado, mucho le será demandado". A los doctores se concede la gracia de hacer milagros, pero se les confía la de la predicación y la enseñanza. Y no dice que se le pida más en lo que se le ha dado, sino en lo que se le ha confiado o depositado en él. Porque la gracia de la palabra necesita desarrollo y se pide al doctor más de lo que ha recibido. No debe, por tanto, estar ocioso, sino cultivar el talento de la palabra.

 

Beda

O de otro modo: a veces se da mucho a algunas personas juntamente con el conocimiento de la voluntad de Dios y la facultad de cumplir lo que conocen, pero se encomienda mucho a aquél a quien se confía con su propia salud el cuidado de apacentar al rebaño del Señor. Por tanto, como son dotados de gracias más importantes, si faltan merecen mayor castigo. Y los que, fuera de la culpa original con la que vinieron al mundo, no cometan ningún pecado merecerán la menor de las penas. En cuanto a los demás que cometieron recibirán un castigo tanto más tolerable, cuanto menor fue aquí su iniquidad.

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