viernes, 30 de agosto de 2013
jueves, 29 de agosto de 2013
El martirio de san Juan Bautista nos recuerda, que el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad, no admite componendas. Benedicto XVI
BENEDICTO
XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 29 de agosto
de 2012
Queridos hermanos y
hermanas:
Este último miércoles del mes
de agosto se celebra la memoria litúrgica del martirio de san Juan Bautista, el
precursor de Jesús. En el Calendario romano es el único santo de quien se
celebra tanto el nacimiento, el 24 de junio, como la muerte que tuvo lugar a
través del martirio. La memoria de hoy se remonta a la dedicación de una cripta
de Sebaste, en Samaría, donde, ya a mediados del siglo iv, se veneraba su
cabeza. Su culto se extendió después a Jerusalén, a las Iglesias de Oriente y a
Roma, con el título de Decapitación de san Juan Bautista. En el Martirologio
romano se hace referencia a un segundo hallazgo de la preciosa reliquia,
transportada, para la ocasión, a la iglesia de San Silvestre en Campo Marzio,
en Roma.
miércoles, 28 de agosto de 2013
Preocupación por la desacralización de la Eucaristía y los templos - Mons. Buti Joseph Tlhagale
El Arzobispo Buti Joseph Tlhagale (61) de Johanesburgo está horrorizado con el comportamiento de los fieles en relación al Santísimo.
Algunos católicos no demuestran fe alguna en la presencia real de Cristo- enfatizó el Prelado.
Muchos no hacen la señal de la cruz con agua bendita al entrar en la iglesia y no se arrodillan frente a Cristo en el Sagrario – ni siquiera una genuflexión.
Como una plaza de mercado
El Arcebispo Tlaghale criticó la destrucción de muchos comulgatorios. Así, los fieles no son invitados a arrodillarse para recibir la comunión.
“Nuestras iglesias son como plazas de mercado antes y después de las misas –en parte porque colocamos el Sagrario en un espacio separado, o simplemente porque perdemos el sentido de la presencia de lo sagrado. Abandonamos el silencio y la atmósfera devota en las iglesias”.
Monseñor Tlaghale recomienda volver a colocar el Sagrario en el centro de la iglesia, así como la recuperación de la práctica de las genuflexiones y del silencio.
martes, 27 de agosto de 2013
Tratado sobre la paciencia - San Agustín
LA
PACIENCIA
CAPÍTULO
I
La paciencia de Dios
1.
La virtud del alma que se llama paciencia es un don de Dios tan grande, que Él
mismo, que nos la otorga, pone de relieve la suya, cuando aguarda a los malos
hasta que se corrijan. Así, aunque Dios nada puede padecer, y el término
paciencia se deriva de padecer (patientia, a patiendo), no solo
creemos firmemente que Dios es paciente, sino que también lo confesamos para
nuestra salvación. Pero ¿quién podrá explicar con palabras la calidad y
grandeza de la paciencia de Dios, que nada padece pero tampoco permanece
impasible, e incluso aseguramos que es pacientísimo? Así pues, su paciencia es
inefable como lo es su celo, su ira y otras cosas parecidas. Porque si pensamos
estas cosas a nuestro modo, en Él, ciertamente, no se dan así. En efecto,
nosotros no sentimos ninguna de estas cosas sin molestias, pero no podemos ni
sospechar que Dios, cuya naturaleza es impasible, sufra tribulación alguna.
Así, tiene celos sin envidia, ira sin perturbación alguna, se compadece sin
sufrir, se arrepiente sin corregir una maldad propia. Así es paciente sin
pasión. Pero ahora voy a exponer, en cuanto el Señor me lo conceda y la
brevedad del presente discurso lo consienta, la naturaleza de la paciencia
humana de modo que podamos comprenderla y también procuremos tenerla.
CAPÍTULO
II
La auténtica paciencia humana y su utilidad
2.
La auténtica paciencia humana, digna de ser alabada y de llamarse virtud, se
muestra en el buen ánimo, con el que toleramos los males, para no dejar de mal
humor los bienes que nos permitirán conseguir las cosas mejores. Pues los
impacientes, cuando no quieren padecer cosas malas, no consiguen escapar de
ellas, sino sufrir males mayores. Pero los que tienen paciencia prefieren
soportar los males antes que cometerlos y no cometerlos antes que soportarlos,
aligeran el mal que toleran con paciencia y se libran de otros peores en los
que caerían por la impaciencia. Pues los bienes eternos y más grandes no se
pierden mientras no se rinden a los males temporales y mezquinos: porque no
son comparables los padecimientos de esta vida con la gloria futura que se ha
de revelar en nosotros. Y también: lo que en nuestra tribulación es
temporal y leve, de una forma increíble, nos produce un peso eterno de gloria.
lunes, 26 de agosto de 2013
domingo, 25 de agosto de 2013
Domingo XXI (ciclo c) Catena Aurea
Lucas 13,22-30
E
iba por las ciudades y aldeas enseñando, y caminando hacia Jerusalén. Y le dijo
un hombre: "Señor, ¿son pocos los que se salvan?" Y El les dijo:
"Porfiad a entrar por la puerta angosta, porque os digo, que muchos
procurarán entrar y no podrán. Y cuando el padre de familias hubiere entrado y
cerrado la puerta, vosotros estaréis fuera y comenzaréis a llamar a la puerta,
diciendo: Señor, ábrenos, y El os responderá diciendo: No sé de dónde sois
vosotros. Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti comimos y bebimos, y en
nuestras plazas enseñaste. Y os dirá: No sé de dónde sois vosotros: apartaos de
mí todos los obradores de la iniquidad. Allí será el llorar y crujir de dientes
cuando viereis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los profetas en el
reino de Dios, y que vosotros sois arrojados fuera. Y vendrán de Oriente, y de
Occidente, y de Aquilón y de Austro, y se sentarán a la mesa en el reino de
Dios. Y he aquí que son postreros los que eran primeros, y que son primeros los
que eran postreros".
Glosa
Después de las parábolas sobre la multiplicación de la doctrina
evangélica, se propone extenderla por todas partes por medio de la predicación.
Por esto dice: "E iba por las ciudades y aldeas".
Teofilacto
No sólo visitaba las pequeñas poblaciones, como hacen los que quieren
engañar a los sencillos; ni sólo las ciudades, como hacen los que son amigos de
la ostentación y buscan la gloria, sino que como Señor de todo y padre que a
todos provee, andaba por todas partes. No visitaba, pues, ciudades principales,
evitando entrar en Jerusalén, como si temiera las acusaciones de los doctores
de la ley o la muerte, que podría ser consecuencia de ello. Y por esto añade:
"Caminando hacia Jerusalén". Porque donde había más enfermos, allí
convenía más que fuese el médico. Prosigue: "Y le dijo un hombre: Señor,
¿son pocos los que se salvan?".
Domingo XXI (ciclo c) Guión Litúrgico
Entrada:
Dios nuestro Padre, ha querido llamar a todos los hombres a través
de Jesucristo para hacerlos participes de su comunión. Reunidos para celebrar
el memorial del Sacrificio Redentor que nos abre la puerta para que podamos
responder a este llamado, nos ponemos de pie y cantamos…
Domingo XXI (ciclo c) Mons. Domingo Castagna
25 de agosto de 2013
Lucas 13, 22-30
Entren por la puerta estrecha. Una
persona que, sin pretenderlo, asume la representación de numerosos hombres y
mujeres, expone ante Jesús su angustiante inquietud: “Señor, ¿es verdad que
son pocos los que se salvan?” (Lucas 13, 23). No sé hasta qué punto la
cultura contemporánea nos autoriza formular esta trascendente cuestión. El
empeño en mantenerse en las afueras de la conciencia, sin valores que la
iluminen, sin estímulos espirituales que produzcan un sano equilibrio
existencial, constituye el estado letárgico de grandes sectores de la sociedad.
La respuesta de Jesús al angustiado interlocutor se reduce a una recomendación
directa y descarnada: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les
aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.” (Ibídem v 24).
Responder a esa dramática pregunta es de vital importancia. El sacudón causado
por un ocasional infortunio pone a la persona frente a sí misma y, en el mejor
de los casos, acude al auxilio ofrecido por la fe. El Evangelio ofrece la
sustancia de una respuesta oportuna y acertada.
Domingo XXI (ciclo c) P. Raniero Cantalamessa
Entrar por la
puerta estrecha
Isaías 66, 18-21;
Hebreos 12,
5-7.11-13;
Lucas 13, 22-30
Existe un interrogante que siempre ha agobiado a los creyentes: ¿son muchos o pocos los que se salvan? En ciertas épocas, este problema se hizo tan agudo que sumergió a algunas personas en una angustia terrible. El Evangelio de este domingo nos informa de que un día se planteó a Jesús este problema: «Mientras caminaba hacia Jerusalén, uno le dijo: "Señor, ¿son pocos los que se salvan?"». La pregunta, como se ve, trata sobre el número, sobre cuántos se salvan: ¿muchos o pocos? Jesús, en su respuesta, traslada el centro de atención de cuántos se salvan a cómo salvarse, esto es, entrando «por la puerta estrecha».
viernes, 23 de agosto de 2013
Huída - Fábula del P. Leonardo Castelani
HUIDA
(Fábula publicada en Camperas)
Una vez atraparon a un monje que venía huyendo a toda furia mirando hacia atrás.
-¡Párese! ¡Párese, don! ¡Adonde va!
El anacoreta estaba que no lo sujetaban ni a pial doble.
-¿Qué le pasa? ¿Quién lo corre?
-¿Lo persigue alguna fiera?
-Peor- Dijo el ermitaño.
-¿Lo persigue la viuda?
-Peor.
-¿Lo persigue la muerte?
jueves, 22 de agosto de 2013
¿Qué quiere decir María Reina? - Benedicto XVI
BENEDICTO
XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 22 de agosto
de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
Se celebra hoy la
memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María invocada con el título:
«Reina». Es una fiesta de institución reciente, aunque es antiguo su origen y
devoción: fue instituida por el venerable Pío XII, en 1954, al final del Año
Mariano, fijando para su celebración la fecha del 31 de mayo (cf. Carta enc. Ad
caeli Reginam, 11 de octubre de 1954: AAS 46 [1954] 625-640). En esa
circunstancia el Papa dijo que María es Reina más que cualquier otra criatura
por la elevación de su alma y por la excelencia de los dones recibidos. Ella no
cesa de dispensar todos los tesoros de su amor y de sus cuidados a la humanidad
(cf. Discurso en honor de María Reina, 1 de noviembre de 1954). Ahora,
después de la reforma posconciliar del calendario litúrgico, fue situada ocho
días después de la solemnidad de la Asunción para poner de relieve la íntima
relación entre la realeza de María y su glorificación en cuerpo y alma al lado
de su Hijo. En la constitución del concilio Vaticano II sobre la Iglesia
leemos: «María fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al
trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente
a su Hijo» (Lumen gentium, 59).
martes, 20 de agosto de 2013
San Bernardo de Claraval, un enemorado de Jesús y de María - Benedicto XVI
BENEDICTO
XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 21 de octubre
de 2009
San Bernardo de Claraval
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quiero hablar sobre san Bernardo
de Claraval, llamado el "último de los Padres" de la Iglesia, porque
en el siglo XII, una vez más, renovó e hizo presente la gran teología de los
Padres. No conocemos con detalles los años de su juventud, aunque sabemos que
nació en el año 1090 en Fontaines, en Francia, en una familia numerosa y
discretamente acomodada. De joven, se entregó al estudio de las llamadas artes
liberales —especialmente de la gramática, la retórica y la dialéctica— en la
escuela de los canónigos de la iglesia de Saint-Vorles, en Châtillon-sur-Seine,
y maduró lentamente la decisión de entrar en la vida religiosa. Alrededor
de los veinte años entró en el Císter, una fundación monástica nueva, más ágil
respecto de los antiguos y venerables monasterios de entonces y, al mismo
tiempo, más rigurosa en la práctica de los consejos evangélicos. Algunos años
más tarde, en 1115, san Bernardo fue enviado por san Esteban Harding, tercer
abad del Císter, a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux). Allí el
joven abad, que tenía sólo 25 años, pudo afinar su propia concepción de la vida
monástica, esforzándose por traducirla en la práctica. Mirando la disciplina de
otros monasterios, san Bernardo reclamó con decisión la necesidad de una vida
sobria y moderada, tanto en la mesa como en la indumentaria y en los edificios
monásticos, recomendando la sustentación y la solicitud por los pobres.
Entretanto la comunidad de Claraval crecía en número y multiplicaba sus
fundaciones.
lunes, 19 de agosto de 2013
Para orar basta querer (El Combate de la oración - De corazón a corazón - 1 - 4 )
Las distracciones y las tentaciones en la oración
sábado, 17 de agosto de 2013
Santa Elena madre del emperador Constantino (248 - 329)
En
un mesón propiedad de sus padres en Daprasano (Nicomedia) nació pobre en el
seno de una familia pagana. Allí pudo, en su juventud, contemplar los efectos
de las persecuciones mandadas desde Roma: vio a los cristianos que eran tomados
presos y metidos en las cárceles de donde salían para ser atormentados
cruelmente, quemados vivos o arrojados a las fieras. Nunca lo entendió; ella
conocía a algunos de ellos y alguna de las cristianas muertas fueron sus
amigas, ¿qué mal hacían para merecer la muerte? A su entender, solo podía
asegurar que eran personas excelentes.
San
Ambrosio, que vivió en época inmediatamente posterior, la describe como una
mujer privilegiada en dones naturales y en nobleza de corazón. Y así debía de
ser cuando se enamoró de ella Constancio, el que lleva el sobrenombre de Cloro
por el color pálido de su tez, general valeroso y prefecto del pretorio durante
Maximiano. Tenía Elena 23 años al contraer matrimonio. En Naïsus (Dardania) les
nació, el 27 de febrero del 274, el hijo que llegaría a ser César de Maximiano
como Galerio lo fue de Diocleciano.
Domingo XX (ciclo c) Guión Litúrgico
Entrada:
Hermanos; reunidos para celebrar el día del
Señor y renovar nuestra fe para poder
dar testimonio de ella, nos ponemos de pie para dar comienzo al santo
sacrificio de la Misa. Cantamos..
Domingo XX (ciclo c) Catena Aurea
Lucas 12,49-53
"Fuego
vine a poner en la tierra: ¿Y qué quiero sino que arda? Con Bautismo es
menester que yo sea bautizado: ¿Y cómo me angustio hasta que se cumpla?
¿Pensáis que soy venido a poner paz en la tierra? Os digo que no, sino
división. Porque de aquí adelante estarán cinco en una casa divididos, los tres
estarán contra los dos, y los dos contra los tres. Estarán divididos: el padre
contra el hijo y el hijo contra su padre; la madre contra la hija y la hija
contra la madre: la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra".
San Ambrosio
A los administradores -esto es, a los sacerdotes- es a quienes parece
referirse lo que precede, para que sepan que habrán de padecer terriblemente en
la otra vida, si cuidándose sólo de las diversiones mundanas, se olvidan de
gobernar bien la grey del Señor que les ha sido encomendada. Pero como el
separarse del error por miedo al castigo es poco adelanto, así es mayor la
prerrogativa de la caridad y del amor. Por esto el Señor los excita a desear
poseer a Dios, diciendo: "Fuego vine a poner a la tierra". No aquél
que consume los bienes, sino el que produce la buena voluntad que mejora los
vasos de oro de la casa del Señor y reduce a cenizas el heno y la paja.
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
En algunas ocasiones en la Sagrada Escritura se acostumbra llamar fuego
a la palabra sagrada y divina, porque así como los que quieren purificar el oro
y la plata les quitan toda la escoria con el fuego, así el Salvador, por la
palabra evangélica en la virtud del Espíritu, purifica la inteligencia de los
que creen en El. Este es el fuego saludable y útil por el cual los moradores de
la tierra, de algún modo fríos y endurecidos por el pecado, se calientan y
enardecen por la vida santa.
Domingo XX (ciclo c) Benedicto XVI
BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Domingo 19 de agosto de 2007
Domingo 19 de agosto de 2007
Queridos hermanos y
hermanas:
En el evangelio de este domingo
hay una expresión de Jesús que siempre atrae nuestra atención y hace falta
comprenderla bien. Mientras va de camino hacia Jerusalén, donde le espera la
muerte en cruz, Cristo dice a sus discípulos: "¿Pensáis que he venido a
traer al mundo paz? No, sino división". Y añade: "En adelante, una
familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán
divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra
la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra
la suegra" (Lc 12, 51-53). Quien conozca, aunque sea mínimamente,
el evangelio de Cristo, sabe que es un mensaje de paz por excelencia; Jesús
mismo, como escribe san Pablo, "es nuestra paz" (Ef 2, 14),
muerto y resucitado para derribar el muro de la enemistad e inaugurar el reino
de Dios, que es amor, alegría y paz. ¿Cómo se explican, entonces, esas palabras
suyas? ¿A qué se refiere el Señor cuando dice —según la redacción de san Lucas—
que ha venido a traer la "división", o —según la redacción de san
Mateo— la "espada"? (Mt 10, 34).
Domingo XX (ciclo c) San Ambrosio
Fuego purificador y pasión redentora
(Lc 12, 49-53)
Yo he venido a poner fuego en la tierra, y ¿qué he de querer sino que arda? Tengo que recibir un
bautismo, y ¡cómo me angustio hasta
que eso se cumpla! En los párrafos anteriores nos ha expresado su deseo de vernos vigilantes, esperando en todo momento la venida
del Señor de la salvación, para que nadie, mientras abandona y olvida con negligencia su trabajo, difiriéndole de un día
para otro, cuando llegue, por la propia muerte, el juicio futuro, pierda la recompensa de
su esfuerzo. Aunque
la presentación general del precepto va dirigida a todos, sin embargo, el tenor de
la comparación siguiente parece estar dirigida a los dispensadores, es decir, a los
sacerdotes (obispos), por lo cual deben saber que, al fin de la vida, se harán acreedores de un gran castigo
si, preocupados por el bienestar de este mundo, gobiernan con negligencia la casa del Señor
y el pueblo a ellos encomendado.
viernes, 16 de agosto de 2013
"No escatimemos esfuerzos en la formación de los jóvenes" Papa Francisco
HOMILÍA DEL
SANTO PADRE
FRANCISCO
EN LA SANTA MISA
CON LOS OBISPOS, SACERDOTES,
RELIGIOSOS Y SEMINARISTAS
DE LA XXVIII JMJ
Catedral de San Sebastián, Río de Janeiro
Sábado 27 de julio de 2013
Catedral de San Sebastián, Río de Janeiro
Sábado 27 de julio de 2013
Amados
hermanos en Cristo,
Viendo esta catedral
llena de obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas de todo el
mundo, pienso en las palabras del Salmo de la misa de hoy: «Que las naciones te
glorifiquen, oh Señor» (Sal 66).
Sí, estamos aquí para
alabar al Señor, y lo hacemos reafirmando nuestra voluntad de ser instrumentos
suyos, para que alaben a Dios no sólo algunos pueblos, sino todos. Con la misma
parresia de Pablo y Bernabé, queremos anunciar el Evangelio a nuestros
jóvenes para que encuentren a Cristo y se conviertan en constructores de un mundo
más fraterno. En este sentido, quisiera reflexionar con ustedes sobre tres
aspectos de nuestra vocación: llamados por Dios, llamados a anunciar el
Evangelio, llamados a promover la cultura del encuentro.
jueves, 15 de agosto de 2013
Asunción de la Virgen María - Homilía de Benedicto XVI (2005)
SANTA
MISA EN LA
SOLEMNIDAD
DE LA ASUNCIÓN
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
HOMILÍA DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI
Parroquia Pontificia de
Santo Tomás de
Villanueva
Castelgandolfo
Lunes 15 de agosto de 2005
Lunes 15 de agosto de 2005
Queridos hermanos en el episcopado y en el
sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:
queridos hermanos y hermanas:
Ante todo, os saludo cordialmente a todos. Para mí es una gran
alegría celebrar la misa en el día de la Asunción de la Virgen María en esta
hermosa iglesia parroquial. Saludo al cardenal Sodano, al obispo de Albano, a
todos los sacerdotes, al alcalde y a todos vosotros. Gracias por vuestra
presencia. La fiesta de la Asunción es un día de alegría. Dios ha vencido. El
amor ha vencido. Ha vencido la vida. Se ha puesto de manifiesto que el amor es
más fuerte que la muerte, que Dios tiene la verdadera fuerza, y su fuerza es
bondad y amor.
María fue elevada al cielo en cuerpo y alma: en Dios
también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera
muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la
Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre. Él mismo lo dijo. La hizo madre
nuestra cuando dijo al discípulo y a todos nosotros: "He aquí a tu
madre". En el cielo tenemos una madre. El cielo está abierto; el cielo
tiene un corazón.
miércoles, 14 de agosto de 2013
La muerte de Maximiliano Kolbe se convirtió en un signo de victoria - Juan Pablo II
Homilía de Juan Pablo II
en la Canonización
de San Maximiliano María Kolbe
(1894-1941)
10 de Octubre de 1982
1. «Nadie tiene amor más grande que
el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13).
Desde hoy la Iglesia quiere llamar
«santo» a un hombre a quien le fue concedido cumplir de manera rigurosamente
literal estas palabras del Redentor.
Así fue. Hacia finales de julio de
1941, después que los prisioneros, destinados a morir de hambre, habían sido
puestos en fila por orden del jefe del campo, este hombre, Maximiliano María Kolbe, se presentó
espontáneamente, declarándose dispuesto a ir a la muerte en sustitución de uno
de ellos. Esta disponibilidad fue aceptada, y al padre Maximiliano, después de
dos semanas de tormentos a causa del hambre, le fue quitada la vida con una
inyección mortal, el 14 de agosto de 1941.
Todo esto sucedía en el campo de
concentración de Auschwitz (Oswiecim), donde fueron asesinados durante la
última guerra unos cuatro millones de personas, entre ellas la Sierva de Dios
Edith Stein (la carmelita sor Teresa Benedicta de la Cruz), cuya causa de
beatificación sigue su curso en la Congregación competente [fue canonizada por
Juan Pablo II el 11 de octubre de 1998]. La desobediencia al mandamiento de
Dios creador de la vida: «No matarás», causó en ese lugar la inmensa hecatombe
de tantos inocentes. En nuestros días, pues, nuestra época ha quedado así
horriblemente marcada por el exterminio del hombre inocente.
martes, 13 de agosto de 2013
Doctrina sobre la Iglesia Católica
LA SANTA IGLESIA CATOLICA
1 La Iglesia, continuadora de la misión de Cristo
1 La Iglesia, continuadora de la misión de Cristo
"¿Qué objetivo -se preguntaba el Papa León XIII- persiguió
Cristo al fundar la Iglesia? ¿Qué se propuso? Una sola cosa: transmitir a la
Iglesia, para continuarlos, la misma misión y el mismo mandato que El había
recibido de su Padre" (Enc. Satis cognitum).
Pocos años antes, el Concilio Vaticano I había declarado que
Cristo, "Pastor eterno, decidió fundar la Santa Iglesia para perpetuar la
obra salvífica de la redención" (Dz. 1821).
Unos años después, el Concilio Vaticano II subraya de nuevo esta
continuidad e identidad profunda entre la misión de Cristo y de la Iglesia:
"Esta misión (de la Iglesia) continúa y desarrolla en el transcurso de la
historia la misión del propio Cristo, que fue enviado para anunciar a los
pobres la buena nueva" (Decr. Ad gentes, n.5).
lunes, 12 de agosto de 2013
"Los diez Mandamientos son un don de Dios, indican un camino de libertad" Papa Francisco
VIDEOMENSAJE DEL
SANTO PADRE
FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES
A LOS PARTICIPANTES
EN LA INICIATIVA
«DIEZ PLAZAS PARA
«DIEZ PLAZAS PARA
DIEZ MANDAMIENTOS»
Sábado 8 de junio de 2013
¡Buenas tardes a todos!
Me complace unirme a vosotros que participáis, en las plazas principales de Italia, en esta relectura de los diez Mandamientos. Un proyecto denominado «Cuando el amor da sentido a tu vida...», sobre el arte de vivir a través de los diez Mandamientos que Dios dio no sólo a Moisés, sino también a nosotros, a los hombres y mujeres de todos los tiempos. Gracias a los responsables de la Renovación en el Espíritu Santo —son buenos estos de la Renovación en el Espíritu Santo, ¡felicidades!— que han organizado esta admirable iniciativa en colaboración con el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización y con la Conferencia episcopal italiana. Gracias a todos aquellos que con generosidad contribuyen a la realización de este proyecto especial en el Año de la fe. Preguntémonos entonces: ¿Qué sentido tienen para nosotros estas diez palabras? ¿Qué dicen a nuestro tiempo inquieto y confundido que parece querer prescindir de Dios?
domingo, 11 de agosto de 2013
"Cuánto debe la Iglesia a mujeres valientes y llenas de fe como Santa Clara de Asís" Benedicto XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 15 de
septiembre de 2010
Clara de Asís
Queridos hermanos y hermanas:
Una de las santas más queridas es sin duda santa Clara
de Asís, que vivió en el siglo XIII, contemporánea de san Francisco. Su
testimonio nos muestra cuánto debe la Iglesia a mujeres valientes y llenas de
fe como ella, capaces de dar un impulso decisivo para la renovación de la
Iglesia.
¿Quién era Clara de Asís? Para responder a esta pregunta
contamos con fuentes seguras: no sólo las antiguas biografías, como la de Tomás
de Celano, sino también las Actas del proceso de canonización promovido
por el Papa sólo pocos meses después de la muerte de Clara y que contiene los
testimonios de quienes vivieron a su lado durante mucho tiempo.
Clara nació en 1193, en el seno de una familia
aristocrática y rica. Renunció a la nobleza y a la riqueza para vivir humilde y
pobre, adoptando la forma de vida que proponía Francisco de Asís. Aunque sus
parientes, como sucedía entonces, estaban proyectando un matrimonio con algún
personaje de relieve, Clara, a los 18 años, con un gesto audaz inspirado por el
profundo deseo de seguir a Cristo y por la admiración por Francisco, dejó su
casa paterna y, en compañía de una amiga suya, Bona de Guelfuccio, se unió en
secreto a los Frailes Menores en la pequeña iglesia de la Porciúncula. Era la
noche del domingo de Ramos de 1211. En la conmoción general, se realizó un
gesto altamente simbólico: mientras sus compañeros empuñaban antorchas
encendidas, Francisco le cortó su cabello y Clara se vistió con un burdo hábito
penitencial. Desde ese momento se había convertido en virgen esposa de Cristo,
humilde y pobre, y se consagraba totalmente a él. Como Clara y sus compañeras,
innumerables mujeres a lo largo de la historia se han sentido atraídas por el
amor a Cristo que, en la belleza de su divina Persona, llena su corazón. Y toda
la Iglesia, mediante la mística vocación nupcial de las vírgenes consagradas,
se muestra como lo que será para siempre: la Esposa hermosa y pura de Cristo.
Domingo XIX (ciclo c) Catena Aurea
Lucas 12,32-48
"No
temáis, pequeña grey: porque a vuestro Padre plugo daros el reino. Vended lo
que poseéis, y dad limosna. Haceos bolsas, que no se envejecen, tesoro en los
cielos que jamás falta; a donde el ladrón no llega, ni roe la polilla. Porque donde
está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón".
"Tened
ceñidos vuestros lomos, y antorchas encendidas en vuestras manos. Y sed
vosotros semejantes a los hombres, que esperan a su señor cuando vuelva de las
bodas: para que cuando viniere y llamare a la puerta, luego le abran.
Bienaventurados aquellos siervos que hallare velando el Señor cuando viniere.
En verdad os digo, que se ceñirá, y los hará sentar a la mesa y pasando los
servirá. Y si viniere en la segunda vela, y si viniere en la tercera vela y así
los hallare, bienaventurados son los tales siervos. Mas esto sabed, que si el
padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón, velaría sin duda, y
no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora
que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre".
Y
Pedro le dijo: "Señor, ¿dices estas parábolas a nosotros, o también a
todos?" Y dijo el Señor: "¿Quién crees que es el mayordomo fiel y
prudente que puso el señor sobre su familia, para que les dé la medida de trigo
en tiempo? Bienaventurado aquel siervo que cuando el señor viniere le hallare
así haciendo. Verdaderamente os digo, que lo pondrá sobre todo cuanto posee.
Mas si dijere el tal siervo en su corazón: Se tarda mi señor en venir, y
comenzare a maltratar a los siervos, y a los criados, y a comer y a beber, y a
embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera, y a la hora
que no sabe, y le apartará y pondrá su parte con los desleales".
"Porque
aquel siervo que supo la voluntad de su señor, y no se apercibió, y no hizo
conforme a su voluntad, será muy bien azotado: mas el que no la supo, e hizo
cosas dignas de castigo, poco será azotado. Porque a todo aquél a quien mucho
fue dado, mucho le será demandado. Y al que mucho encomedaron, más le pedirán".
Glosa
Después que el Señor separó el cuidado de las cosas temporales de los
corazones de sus discípulos, ahora los libra del temor que procede de los
cuidados por las cosas superfluas, diciendo: "No temáis", etc.
Teofilato
El Señor llama pequeña grey a los que quieren hacerse discípulos suyos,
ya porque en esta vida los santos aparecen pequeños en virtud de su pobreza
voluntaria, ya porque son aventajados por la multitud de ángeles que nos son
incomparablemente superiores.
Beda
El Señor también llama pequeña grey a los escogidos, ya comparándolos
con el mayor número de réprobos, o más bien por su amor a la humildad.
San Cirilo, in
Cat. graec. Patr
Manifiesta por qué no deben temer, añadiendo: "Porque a vuestro
Padre plugo", etc, como diciendo: ¿Cómo aquél que concede gracias tan
extraordinarias, dejará de tener clemencia con vosotros? Aun cuando aquí esta
grey sea pequeña -por su naturaleza, su número y su gloria-, sin embargo la
bondad del Padre ha dispensado a este pequeño rebaño la suerte de los espíritus
celestiales, es decir el reino de los cielos. Por tanto, para que poseáis el
reino de los cielos debéis despreciar las riquezas de la tierra. Así dice:
"Vended lo que poseéis", etc.
sábado, 10 de agosto de 2013
Domingo XIX (ciclo c) Benedicto XVI
BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Domingo 12 de agosto de 2007
Domingo 12 de agosto de 2007
Queridos hermanos y
hermanas:
La liturgia de este XIX domingo
del tiempo ordinario nos prepara, de algún modo, a la solemnidad de la Asunción
de María al cielo, que celebraremos el próximo 15 de agosto. En efecto, está
totalmente orientada al futuro, al cielo, donde la Virgen santísima nos ha
precedido en la alegría del paraíso. En particular, la página evangélica,
prosiguiendo el mensaje del domingo pasado, invita a los cristianos a
desapegarse de los bienes materiales, en gran parte ilusorios, y a cumplir
fielmente su deber tendiendo siempre hacia lo alto. El creyente permanece
despierto y vigilante a fin de estar preparado para acoger a Jesús cuando venga
en su gloria. Con ejemplos tomados de la vida diaria, el Señor exhorta a sus
discípulos, es decir, a nosotros, a vivir con esta disposición interior, como
los criados de la parábola, que esperan la vuelta de su señor. "Dichosos
los criados —dice— a quienes el Señor, al llegar, encuentre en vela" (Lc
12, 37). Por tanto, debemos velar, orando y haciendo el bien.
Domingo XIX (ciclo c) San Agustín
Paralelo entre Lc.12,35-36
y Sal.33,13-15
1. Nuestro Señor
Jesucristo vino a los hombres, se alejó de ellos y a ellos ha de volver. Con
todo, aquí estaba cuando vino y no se alejó cuando se retiró, y ha de volver a
aquellos a quienes dijo: He aquí que estoy con vosotros hasta la consumación
de los siglos. Según la forma de siervo que tomó por nosotros, en un
determinado tiempo, nació, murió y resucitó y ya no morirá ni la muerte se
enseñoreará en adelante de él. Pero según la divinidad por la que es igual al
Padre, estaba en este mundo, el mundo fue hecho por él y el mundo no le
conoció. Sobre esto acabáis de oír lo que nos advierte el Evangelio
precaviéndonos y queriendo que estemos dispuestos y preparados en la espera del
último día. De forma que, después de este último día que ha de temerse en este
mundo, llegue el descanso que no tiene fin. Bienaventurados quienes los
consigan. Entonces estarán seguros quienes ahora carecen de seguridad, y
entonces temerán quienes ahora no quieren temer. Este deseo y esta esperanza es
lo que nos hace cristianos. ¿Acaso nuestra esperanza es una esperanza mundana?
No amemos el mundo. Del amor de este siglo fuimos llamados para amar y esperar
otro siglo. En éste debemos abstenernos de todos los deseos ilícitos, es decir,
debemos ceñir nuestros lomos y hervir y brillar en buenas obras, que equivale a
tener encendidas las lámparas. Pues en otro lugar del Evangelio dijo el Señor a
sus discípulos: Nadie enciende una lámpara y la coloca bajo el celemín, sino
sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Y para
indicar por qué lo decía, añadió estas palabras: Luzca así vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos.
Domingo XIX (ciclo c) Guión Litúrgico
Entrada:
El domingo es el preanuncio incesante de la vida sin fin que
reanima la esperanza de los cristianos y los alienta en su camino. En la
perspectiva del último día, la celebración del domingo, día « primero » y a la
vez « octavo », proyecta al cristiano hacia la meta de la vida eterna. Nos
disponemos a celebrar la Santa Misa cantando…
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