Bonifacio,
mártir (c. a. 680-754)
Él mismo tuvo que
aplicar el hacha al tronco de la encina sagrada de Dovar
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Su nombre era
Winfrido y es el apóstol de Alemania, además de reformador de la Iglesia en
Francia. Fue la suya una labor colosal. Ya antes se había predicado el
Evangelio en Alemania, sobre todo en Baviera y Toringia; pero a él le quedó la
mayor parte por evangelizar y la totalidad para cuidar de su organización
eclesiástica, siempre en comunión con los papas, como debe hacerse. Nació
alrededor del año 680 en las islas Británicas, parece ser que en Wessex. Aunque
su familia era profundamente cristiana, tuvo Winfrido dificultades para hacerse
monje. Logró entrar en la escuela de Exeter; luego se le conoce como monje en
el monasterio de Nursling, de Winchester, donde recibió una exquisita formación
humanística y teológica; desde allí comenzó a predicar a la gente sencilla de
los alrededores.
En el año 716, con
afán de convertir a los paganos, embarcó para el continente, en compañía de
otros dos monjes, vencida la fuerte resistencia del abad. Era cosa frecuente
entre los monjes ingleses y de Irlanda. Pronto comprobó que las dificultades
para aceptar el Evangelio en el norte de Europa eran cosa seria; después de
todos los intentos, a los tres buenos monjes les pareció que aquellas gentes no
tenían remedio, por lo que, rumiando su fracaso, regresaron al monasterio. Por
su áurea de santidad y altura intelectual –fue el que escribió la primera
gramática inglesa– quisieron nombrarlo abad a la muerte de Wimbert, pero se
opuso porque en su interior seguía abrigando la firme idea de ser ‘apóstol’ en
Europa. Marchó a Roma en el año 718, lo recibió el papa Gregorio II y le cambió
el nombre por Bonifacio –el que hace el bien–. El mismo papa le instruyó sobre
los modos de proceder con los paganos y lo mandó al año siguiente al centro de
Europa con el encargo de evangelizar. Tres años estuvo aprendiendo con
Willibrordo, que era un apóstol veterano. En Hesse, y con la compañía de
Gregorio, su inseparable compañero de desplazamientos y aventuras, comenzó a
predicar y esta vez con éxito. Las conversiones se contaban por millares; hubo
necesidad de fundar escuelas, levantar templos y el monasterio de Amöneburg
para dar continuidad y estabilidad al apostolado.
Llamado a Roma, el
papa lo consagró obispo el 30 de noviembre del 722, y le dio normas precisas
sobre el modo de organizar la diócesis; también le hizo cargar con numerosas
reliquias y llevar una carta dirigida a Carlos Martel, soberano del reino
franco de Austrasia, gracias al cual pudo pasar a Alemania. Mucho había que
hacer en la lucha contra las supersticiones paganas y los signos de su culto
que había que destruir. En una ocasión, él mismo tuvo que aplicar el hacha al
tronco de la encina sagrada de Dovar, hasta llegar a cortarla; los dioses
locales no dieron la respuesta esperada por los hogareños ante tamaña ofensa y
entonces fue cuando comenzaron a prestar oído a sus enseñanzas. Aquella leña
sirvió luego como parte de la madera que se empleó en la construcción de la
iglesia de San Pedro, cerca del monasterio de Fritzlar. Buscó los brazos que
faltaban para la evangelización entre los monasterios de Irlanda e Inglaterra.
Asombrosamente le llegaron Lull –luego sucesor suyo en Maguncia y santo– y
Esteban –le acompañaría en el martirio–; curiosamente vinieron mujeres pioneras
del monacato en Turingia y Hesse: las santas Tecla, Walburga, Lioba –prima de
Bonifacio– y otras. Fundó el monasterio de Ordruf en Turingia.
El nuevo papa
Gregorio III (731-741), aprobando sus esfuerzos y agradecido a sus servicios,
lo hizo arzobispo metropolitano de toda Alemania, al otro lado del Rin, para
que organizara obispados y nombrara obispos. Era el 732. Del viaje a Roma en el
737 salió nombrado legado para toda Alemania y con los refuerzos humanos que
recibió, reorganizó Babiera, Salzburgo, Ratisbona, Freising, Passau... Más
tarde, creó los obispados de Erfurt en Turingia, Buraburg en Hesse, Wuzburgo en
Francia, y la abadía de Fulda donde se enterrará. Después de la muerte de
Carlos Martel, a petición de sus hijos Carloman (antes de que entrase en la
vida monacal) y Pipino, organizó concilios para arreglar a su clero que estaba
dando síntomas de descomposición. De ahí salieron las resoluciones para
devolver los bienes eclesiásticos injustamente usurpados, y para que se
revalorizara la figura del obispo; también se dictaron severas disposiciones
contra la simonía y el amancebamiento del clero. La manera de lograr la unidad
disciplinar en toda la inmensa zona fue la creación de Maguncia como sede
Primada y de ella fue nombrado Arzobispo Bonifacio. Cuando administraba una
confirmación masiva a cristianos nuevos convertidos en Frisia (hoy los Países
Bajos), una partida de paganos fanáticos asesinó al anciano obispo –ya
septuagenario– en el campo de Dokkun, el 5 de junio del 754, junto con
cincuenta y dos compañeros. Contribuyó, con su actividad trepidante en favor de
los hombres nacida del amor a Dios, a poner las bases que configurarían con el
tiempo la Europa actual.
También leer:
San Bonifacio reconoció que la transmisión del antiguo patrimonio de la formación cristiana era un importante requisito para la predicación y la recepción del Evangelio - San Juan Pablo II CARTA DEL SANTO PADRE SAN JUAN PABLO II
AL OBISPO DE FULDA EN EL 1250 ANIVERSARIO DEL MARTIRIO DE SAN BONIFACIOEl valiente testimonio de san Bonifacio es una invitación para todos - Benedicto AUDIENCIA GENERAL Miércoles 11 de marzo de 2009
San Bonifacio
Fuente: Arzobispado
de Madrid
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