SAN JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 17 de agosto de 1986
Domingo 17 de agosto de 1986
22 -Corazón de Jesús propiciación por nuestros pecados
1. Corazón de Jesús,
propiciación por nuestros pecados. El Corazón de Jesús es fuente de vida,
porque por medio de Él actúa la victoria sobre la muerte. Es fuente
de santidad, porque en Él ha sido vencido el pecado que es adversario de la
santidad en el corazón del hombre.
Jesús, que el
domingo de resurrección entra por la puerta cerrada, en el Cenáculo, dice a los
Apóstoles: "Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los
pecados, les serán perdonados" (Jn 20, 23).
Y diciendo esto, les
muestra las manos y el costado, en el que están visibles los signos de la
crucifixión. Muestra el costado, lugar del Corazón traspasado por la
lanza del centurión.
2. Así, pues, los
Apóstoles han sido llamados a volver al Corazón, que es propiciación por
los pecados del mundo. Y con ellos también nosotros somos llamados.
La potencia de la
remisión de los pecados, la potencia de la victoria sobre el mal que
alberga en el corazón del hombre, se encierra en la pasión y en la muerte
de Cristo Redentor. Un signo particular de esta potencia redentora es
precisamente el Corazón.
La pasión de
Cristo y su muerte se han apoderado de todo su cuerpo. Se han
cumplido mediante todas las heridas, que Él ha recibido durante la pasión.
Y se han cumplido sobre todo en el Corazón, porque el Corazón
agonizaba mientras se apagaba todo el cuerpo. El Corazón se consumía al ritmo
del sufrimiento que producían todas las heridas.
3. En este
despojamiento el Corazón ardía de amor. Una llama viva de amor ha
consumido el Corazón de Jesús en la cruz.
Este amor del
Corazón fue la potencia propiciadora por nuestros pecados. Ello ha
superado ―y supera para siempre― todo el mal contenido en el pecado, todo el
alejamiento de Dios, toda la rebelión de la libre voluntad humana, todo mal uso
de la libertad creada, que se opone a Dios y a su santidad.
El amor que ha
consumado el Corazón de Jesús ―el amor que ha causado la muerte de su Corazón―
era y es una potencia invencible. Mediante el amor del Corazón
divino, la muerte ha logrado la victoria sobre el pecado. Se ha convertido en
fuente de vida y de santidad.
4. Cristo mismo
conoce hasta el fondo este misterio redentor de su Corazón. Es testimonio
inmediato del mismo. Cuando dice a los Apóstoles: Recibid el Espíritu Santo
para la remisión de los pecados, da testimonio de aquel Corazón que es
propiciación por los pecados del mundo.
María, que eres
refugio de los pecadores, ¡acércanos al Corazón de tu Hijo!
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