SAN JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 1 de septiembre de 1985
Domingo 1 de septiembre de 1985
14 -Corazón de Jesús en quien están todos los tesoros de la
sabiduría y de la ciencia
1. "Corazón de
Jesús, en el que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la
ciencia". Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón, tomada de
la Carta a los Colosenses (2,3), nos hace comprender la necesidad de ir al
Corazón de Cristo para entrar en la plenitud de Dios.
2. La ciencia, de la
que se habla, no es la ciencia que hincha (1 Co 8,2), fundada en el poder
humano. Es sabiduría divina, un misterio escondido durante siglos en la mente
de Dios, Creador del universo (Ef 3,9). Es una ciencia nueva, escondida a los
sabios y a los entendidos del mundo, pero revelada a los pequeños (Mt 11,25),
ricos en humildad, sencillez, pureza de corazón. Esta ciencia y esta sabiduría
consisten en conocer el misterio de Dios invisible, que llama a los hombres a
ser partícipes de su divina naturaleza y los admite a la comunión con El.
3. Nosotros sabemos
estas cosas porque Dios mismo se ha dignado revelárnoslas por medio del Hijo,
que es sabiduría de Dios (1 Co 1,24). Todas las cosas que hay en la tierra y en
los cielos, han sido creadas por medio de El y para El (Col 1,16). La sabiduría
de Cristo es más grande que la de Salomón (Lc 11,31). Sus riquezas
son inescrutables (Ef 3,8). Su amor sobrepasa todo conocimiento. Pero con la fe
somos capaces de comprender, juntamente con todos los santos, su anchura, su
largura, altitud y profundidad (Ef 3, 18). Al conocer a Jesús, conocemos
también a Dios. El que le ve a El, ve al Padre (Jn 14,9). Con El apareció el amor
de Dios en nuestros corazones (Rm 5,5).
4. La ciencia humana
es como el agua de nuestros fuentes: quien la bebe, vuelve a tener sed. La
sabiduría y la ciencia de Jesús, en cambio, abren los ojos de la mente, mueven
el corazón en la profundidad del ser y engendran al hombre en el amor
trascendente; liberan de las tinieblas del error, de las manchas del pecado,
del peligro de la muerte, y conducen a la plenitud de la comunión de esos
bienes divinos, que trascienden la comprensión de la mente humana (Dei Verbum,6).
5. Con la sabiduría
y la ciencia de Jesús, nos arraigamos, y fundamentarnos en la caridad (Ef
3,17). Se crea el hombre nuevo, interior, que pone a Dios en el centro de su
vida y a sí mismo al servicio de los hermanos. Es el grado de perfección que
alcanza María, Madre de Jesús y Madre nuestra: ejemplo único de criatura nueva,
enriquecida con la plenitud de gracia y dispuesta a cumplir la voluntad de
Dios" "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra". Y por esto, nosotros la invocamos como "Trono de la
Sabiduría". Al rezar el Ángelus, pidámosle que nos haga como Ella y como
su Hijo.
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