Miércoles de la duodécima semana
TRES CLASES DE VINO
No tienen vino (Jn
2, 3).
Antes de la
Encarnación de Cristo llegaron a faltar tres clases de vino, a saber: el vino
de la justicia, el de la sabiduría y el de la caridad o de la gracia.
I. Puesto que el
vino rasca el paladar, por eso la justicia se llama vino. El samaritano echó
vino y aceite en las heridas del maltratado, esto es, la severidad de la
justicia con la dulzura de la misericordia (Lc 10, 34). En el Salmo (49, 5) se
lee: Nos diste a beber vino de compunción.
El vino, además,
alegra el corazón, conforme a aquello del Salmo: Y el vino que alegra el
corazón del hombre (103, 15). Por esto se dice vino a la sabiduría, cuya
meditación alegra sobremanera, como dice la Escritura: Ni su conversación tiene
amargura (Sab 8, 16).
El vino, por otra
parte, embriaga: Comed, amigos, y bebed, embriagaos, los muy amados (Cant 5, 1).
Por esta razón se llama vino a la caridad: He bebido mi vino con mi leche (Cant
1). También se llama vino a la caridad por razón del hervor: El vino que
engendra vírgenes (Zac 9, 17).
Faltaba,
efectivamente, el vino de la justicia en la ley antigua, en la cual la justicia
era imperfecta. Pero Cristo la perfeccionó. Si vuestra justicia no fuere mayor
que la de los escribas y de los fariseos, no entraréis en el reino de los
cielos (Mat 5, 20).
Faltaba también, en
ella, el vino de la sabiduría, pues todo era enigmático y figurativo, como dice
el Apóstol: Todas estas cosas les acontecían a. ellos en figura (I Cor 10, 11).
Pero Cristo la manifestó: Porque les enseñaba como quien tiene potestad (Mt 7,
29).
Carecía asimismo del
vino de la caridad, pues habían recibido únicamente el espíritu de servidumbre
en el temor. Pero Cristo convirtió el agua del temor en el vino de la caridad,
cuando dio el espíritu de adopción de hijos, por el cual clamamos: Abba
(Padre), (Rom 8, 15); y cuando la caridad de Dios está difundida en nuestros
corazones (Rom 5, 5).
(In Joan II)
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