Decimotercer domingo del Tiempo
Ordinario
CEC 2232-2233: la
primera vocación del cristiano es seguir a Jesús
CEC 537, 628, 790,
1213, 1226-1228, 1694: el Bautismo, sacrificarse a sí mismo, vivir para Cristo
CEC 1987: la gracia
nos justifica mediante el Bautismo y la fe
CEC 2232-2233: la
primera vocación del cristiano es seguir a Jesús
2232 Los vínculos
familiares, aunque son muy importantes, no son absolutos. A la par que el hijo
crece hacia una madurez y autonomía humanas y espirituales, la vocación
singular que viene de Dios se afirma con más claridad y fuerza. Los padres
deben respetar esta llamada y favorecer la respuesta de sus hijos para
seguirla. Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es
seguir a Jesús (cf Mt 16, 25): “El que ama a su padre
o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija
más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10, 37).
2233 Hacerse
discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia
de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir: “El que cumpla la
voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,
49).
Los padres deben acoger y respetar con alegría y acción de gracias
el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad
por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal.
CEC 537, 628, 790,
1213, 1226-1228, 1694: el Bautismo, sacrificarse a sí mismo, vivir para Cristo
537 Por el
Bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su
bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de
rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para
subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en
hijo amado del Padre y "vivir una vida nueva" (Rm 6, 4):
«Enterrémonos con
Cristo por el Bautismo, para resucitar con él; descendamos con él para ser
ascendidos con él; ascendamos con él para ser glorificados con él» (San
Gregorio Nacianceno, Oratio 40, 9: PG 36, 369).
«Todo lo que
aconteció en Cristo nos enseña que después del baño de agua, el Espíritu Santo
desciende sobre nosotros desde lo alto del cielo y que, adoptados por la Voz
del Padre, llegamos a ser hijos de Dios. (San Hilario de Poitiers, In
evangelium Matthaei, 2, 6: PL 9, 927).
"Sepultados con Cristo ... "
628 El Bautismo,
cuyo signo original y pleno es la inmersión, significa eficazmente la bajada
del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo para una nueva vida:
"Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de
que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la
gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rm 6,4;
cf Col 2, 12; Ef 5, 26).
“Un solo cuerpo”
790 Los creyentes
que responden a la Palabra de Dios y se hacen miembros del Cuerpo de Cristo,
quedan estrechamente unidos a Cristo: "La vida de Cristo se comunica a a
los creyentes, que se unen a Cristo, muerto y glorificado, por medio de los
sacramentos de una manera misteriosa pero real" (LG 7).
Esto es particularmente verdad en el caso del Bautismo por el cual nos unimos a
la muerte y a la Resurrección de Cristo (cf. Rm 6, 4-5; 1
Co 12, 13), y en el caso de la Eucaristía, por la cual,
"compartimos realmente el Cuerpo del Señor, que nos eleva hasta la
comunión con él y entre nosotros" (LG 7).
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
1213 El santo
Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en
el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre
el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y
regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos
incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Concilio de
Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): Baptismus est
sacramentum regenerationis per aquam in verbo" ("El bautismo
es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra": Catecismo
Romano 2,2,5).
El Bautismo en la Iglesia
1226 Desde el día
de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En
efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación:
"Convertíos [...] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre
de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo" (Hch 2,38). Los Apóstoles y sus colaboradores
ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús: judíos, hombres temerosos de Dios,
paganos (Hch 2,41; 8,12-13; 10,48; 16,15). El Bautismo aparece
siempre ligado a la fe: "Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu
casa", declara san. Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa:
"el carcelero inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los
suyos" (Hch 16,31-33).
1227 Según el
apóstol san Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la muerte de
Cristo; es sepultado y resucita con Él:
«¿O es que ignoráis
que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?
Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al
igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del
Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rm 6,3-4;
cf Col 2,12).
Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Ga 3,27).
Por el Espíritu Santo, el Bautismo es un baño que purifica, santifica y
justifica (cf 1 Co 6,11; 12,13).
1228 El Bautismo
es, pues, un baño de agua en el que la "semilla incorruptible" de la
Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1 P 1,23; Ef 5,26).
San Agustín dirá del Bautismo: Accedit verbum ad elementum, et fit
sacramentum ("Se une la palabra a la materia, y se hace el
sacramento", In Iohannis evangelium tractatus 80, 3 ).
1694 Incorporados
a Cristo por el bautismo (cf Rm 6,5), los cristianos están “muertos al pecado y vivos
para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6,11), participando así en la vida del Resucitado (cf Col 2,12). Siguiendo a Cristo y en unión con él
(cf Jn 15,5), los cristianos pueden ser “imitadores de Dios,
como hijos queridos y vivir en el amor” (Ef 5,1.), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus
acciones con “los sentimientos que tuvo Cristo” (Flp 2,5.) y siguiendo sus ejemplos (cf Jn 13,12-16).
CEC
1987: la gracia nos justifica mediante el Bautismo y la fe
1987 La gracia del
Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de
nuestros pecados y comunicarnos “la justicia de Dios por la fe en Jesucristo” (Rm 3,
22) y por el Bautismo (cf Rm 6, 3-4):
«Y si hemos muerto
con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez
resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya
señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre;
mas su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como
muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rm 6, 8-11).
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