Viernes después del Corpus
QUÉ GRACIA CONFIERE LA EUCARISTÍA
1º) El sacramento de
la Eucaristía tiene por sí mismo la virtud de conferir la gracia, y nadie tiene
la gracia antes de recibirlo, a no ser por algún deseo, ya expresado por sí
mismo, como los adultos, ya por la Iglesia, como los niños 1. Por lo cual, debido a la eficacia de la virtud del mismo, resulta
que también por el deseo de este sacramento alguno consigue la gracia que lo
vivifica espiritualmente. Sucede, además, que cuando se recibe realmente este
sacramento se aumenta la gracia y se perfecciona la vida espiritual, pero de
modo distinto que con el sacramento de la Confirmación, en el que se aumenta y
perfecciona la gracia para resistir a los ataques exteriores de los enemigos de
Cristo, pues por la Eucaristía se aumenta la gracia y se perfecciona la vida
espiritual, para que el hombre sea perfecto en sí mismo por su unión a Dios.
2º) Este sacramento
confiere espiritualmente la gracia con la virtud de la caridad. Por eso San
Juan Damasceno 2 compara este
sacramento al carbón que vio Isaías (Is 6). Pues el carbón no es simple madera,
sino leña, unida al fuego, y así también el pan de la comunión no es simple
pan, sino que está unido a la Divinidad. Pero, como dice San Gregorio 3, "el amor de Dios no es ocioso; porque obra grandes cosas
cuando existe." Y por consiguiente, por este sacramento, según su propia
virtud, no sólo se confiere el hábito de la gracia y de la virtud, sino también
se excita a obrar, según aquello: El amor de Cristo nos estrecha (2 Cor 5, 14).
De ahí que por la virtud de este sacramento se fortifique el alma
espiritualmente, por cuanto se deleita espiritualmente, y se embriaga, en
cierto modo, con la dulzura de la bondad divina, como dice el Cantar de los
Cantares: Comed, amigos, y bebed, embriagaos, los muy amados (5, 1).
3º) Puesto que los
sacramentos obran la salud que significan, se dice, por cierta analogía, que en
este sacramento se ofrece el cuerpo por la salud del cuerpo, y la sangre por la
salud del alma, aunque el uno y la otra obren por la salud de los dos, pues
todo Cristo se contiene bajo ambos. Y aunque el cuerpo no sea el sujeto
inmediato de la gracia, el efecto de ella redunda, sin embargo, del alma al
cuerpo, al presente mientras exhibimos nuestros miembros como instrumentos de
la justicia de Dios, y en el futuro cuando nuestro cuerpo alcance la
incorrupción y la gloria del alma.
( 3ª, q. LXXIX, ad.
1.)
Notas
1 Para aclarar este punto y evitar torcidas interpretaciones conviene
hacer algunas advertencias. No hay duda de que la recepción real de este
sacramento es necesaria para la salvación con necesidad de precepto, tanto
divino como eclesiástico, ya en artículo de muerte, ya muchas veces en la vida.
La existencia del precepto consta por el Evangelio de San Juan, cap. 6º, y por
las leyes legítimas de la Iglesia que en esta materia obligan bajo grave en
determinadas circunstancias. En cambio, no es necesaria dicha recepción real
con necesidad de medio, ni tampoco con voto propiamente dicho. Pues sólo es
necesario con necesidad de medio para la salvación, lo que se requiere como
medio para la primera justificación, ya surja de la necesidad de la naturaleza
de dicha cosa, ya de una positiva institución de Dios. Pero la Eucaristía no ha
sido instituida regularmente para conferir la justificación primera, antes
bien, la supone, pues es sacramento de vivos y no de muertos, y ¡ay de aquel
que se acerque en pecado mortal a recibirlo! Luego no puede ser necesaria la
recepción real del mismo con necesidad de medio para la salvación. Pero si la
recepción del mismo sacramento no es necesaria ni realmente ni en deseo, lo es
en cambio res sacramenti, el efecto del sacramento de la Eucaristía para
alcanzar la salvación. Porque el medio necesario para la salvación es la
incorporación a Cristo que tiene lugar en la primera justificación,
justificación que formalmente consiste en la primera gracia y en la caridad
habitual, que es el mismo vínculo por el cual nos unimos como miembros vivos a
Cristo y a su cuerpo místico. Es así que el efecto de este sacramento es
precisamente la unidad perfecta del cuerpo místico, esto es, la unión perfecta
del alma a Cristo y a sus miembros por la caridad. Luego el efecto de este
sacramento (res sacramenti) es necesario con necesidad de medio, ya en realidad
ya en deseo implícito o explícito. En este sentido hemos de entender las
palabras de Santo Tomás que han motivado esta nota.
2 Orth fid., lib. IV, cap. 14.
3 Hom. Pent. 30 in
Evangelium.
No hay comentarios:
Publicar un comentario