«Pro Eis», es decir, «por ellos». Es el grito de amor del Sagrado
Corazón de Jesús en el capítulo 17 del Evangelio de san Juan. «Por ellos me
consagro». Y es el grito con el que cada sacerdote se entrega en cuerpo y alma
al servicio de Cristo para la salvación del mundo, ofreciéndose como víctima y
altar para ser «otro Cristo» en la tierra. Compartimos el video de HM Televisión que te invita a orar por
los sacerdotes y a dar gracias a Dios por ellos, uniéndonos a la voz de nuestro
Salvador: «Pro Eis».
San Juan 17
Después de hablar
así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:
«Padre, ha llegado
la hora:
glorifica a tu Hijo
para que el Hijo te glorifique a ti,
ya que le diste
autoridad
sobre todos los
hombres,
para que él diera
Vida eterna a todos los que tú les has dado.
Esta es la Vida
eterna:
que te conozcan a
ti,
el único Dios
verdadero,
y a tu Enviado,
Jesucristo.
Yo te he glorificado
en la tierra,
llevando a cabo la
obra
que me encomendaste.
Ahora, Padre,
glorifícame junto a ti,
con la gloria que yo
tenía contigo
antes que el mundo
existiera.
Manifesté tu Nombre
a los que separaste
del mundo
para confiármelos.
Eran tuyos y me los
diste,
y ellos fueron
fieles a tu palabra.
Ahora saben
que todo lo que me
has dado viene de ti,
porque les comuniqué
las palabras
que tú me diste:
ellos han reconocido
verdaderamente
que yo salí de ti,
y han creído que tú
me enviaste.
Yo ruego por ellos:
no ruego por el
mundo,
sino por los que me
diste,
porque son tuyos.
Todo lo mío es tuyo
y todo lo tuyo es
mío,
y en ellos he sido
glorificado.
Ya no estoy más en
el mundo,
pero ellos están en
él;
y yo vuelvo a ti.
Padre santo, cuídalos
en tu Nombre
- el Nombre que tú
me diste-
para que sean uno,
como nosotros.
Mientras estaba con
ellos,
yo los cuidaba en tu
Nombre
- el Nombre que tú
me diste-
yo los protegía
y no se perdió
ninguno de ellos,
excepto el que debía
perderse,
para que se
cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti,
y digo esto estando
en el mundo,
para que mi gozo sea
el de ellos
y su gozo sea
perfecto.
Yo les comuniqué tu
palabra,
y el mundo los odió
porque ellos no son
del mundo,
como tampoco yo soy
del mundo.
No te pido que los
saques del mundo,
sino que los
preserves del Maligno.
Ellos no son del
mundo,
como tampoco yo soy
del mundo.
Conságralos en la
verdad:
tu palabra es
verdad.
Así como tú me
enviaste al mundo,
yo también los envío
al mundo.
Por ellos me
consagro,
para que también
ellos
sean consagrados en
la verdad.
No ruego solamente
por ellos,
sino también por los
que,
gracias a su
palabra,
creerán en mí.
Que todos sean uno:
como tú, Padre,
estás en mí
y yo en ti,
que también ellos
sean uno en nosotros,
para que el mundo
crea
que tú me enviaste.
Yo les he dado la
gloria
que tú me diste,
para que sean uno,
como nosotros somos
uno
–yo en ellos y tú en
mí–
para que sean
perfectamente uno
y el mundo conozca
que tú me has
enviado,
y que yo los amé
cómo tú me amaste.
Padre, quiero que
los que tú me diste
estén conmigo donde
yo esté,
para que contemplen
la gloria
que me has dado,
porque ya me amabas
antes de la creación
del mundo.
Padre justo,
el mundo no te ha
conocido,
pero yo te conocí, y
ellos reconocieron
que tú me enviaste.
Les di a conocer tu
Nombre,
y se lo seguiré
dando a conocer,
para que el amor con
que tú me amaste
esté en ellos,
y yo también esté en
ellos».
No hay comentarios:
Publicar un comentario