DE LA HOMILÍA
DE SU SANTIDAD PABLO VI
EN LA SANTA MISA PARA LOS MONAGUILLOS DE ROMA
Sábado 25
de abril de 1964
Hoy se celebra la fiesta de
San Marcos. ¿Sabéis quién era San Marcos? Era un niño que vivía con su madre en
Jerusalén, de buena familia. El será el que, precisamente aquí en Roma, se
dice, escribirá el segundo Evangelio, el Evangelio de San Marcos. Precisamente
en este Evangelio cuenta un episodio en el que hay que incluirlo a él también.
La noche en que Cristo fue apresado, en el monte de los olivos, entregado por
Judas, y abandonado por los discípulos, un muchacho, debía ser San Marcos, se
unió al triste cortejo que, a la luz de las antorchas, conducía a Cristo a
Jerusalén, donde sería procesado, insultado y condenado, como sabéis. Marcos
seguía a Jesús. Quizá le quería mucho. El hecho es que lo seguía, en aquella
hora tremenda, mientras los demás habían huido. Pero sucedió que la tropa que
llevaba preso a Jesús se dio cuenta de la presencia del muchacho; y entonces
hubo alguno que trató de cogerlo, y lo cogió de hecho, agarrando la sábana con
que el joven se había cubierto, que evidentemente se había levantado de la cama
tapándose con aquella sábana. Y sucedió que Marcos, ágil y esbelto, se soltó y
escapó, dejó la sábana en las manos de quien le había atrapado y también él
huyó en la oscuridad de la noche, él también. ¿Sería, acaso, aquel muchacho
animoso al principio y cobarde después, la imagen de algunos niños del pequeño
clero, que primero siguen, buenos, muy buenos, a Cristo, pero cuando llega el
día de serle fieles con constancia y sacrificio, abandonan la túnica en el
camino —y no sólo la exterior— del niño puro, bueno y devoto, alumno del
pequeño clero, y se van más lejos y son más cobardes, quizá, que los demás?
¿Seréis así también vosotros? Ciertamente que no, porque sois precisamente
niños de una pieza, inteligentes y animosos.
También porque, como
sabéis, aquel muchacho, Marcos, más tarde, después de la resurrección del
Señor, volvió; más aún: fue uno de los más destacados de la primera comunidad
cristiana; acompañó a San Pablo en la primera parte de su primer viaje
misionero; luego siguió a San Pedro, y recogió las memorias de San Pedro y
escribió, como decíamos, el segundo Evangelio, el Evangelio de San Marcos.
Que este santo evangelista
os enseñe a querer bien siempre al Señor; y para ser siempre fieles, recordad:
haced siempre como San Marcos, estad en la escuela y a la vera de San Pedro, y
seréis también vosotros un poco evangelistas de Jesús (cf. 1 P 5,
13).
No hay comentarios:
Publicar un comentario