Martes de la 15ª semana
LA NECEDAD
La nave de los locos - El Bosco |
I. La necedad lleva
consigo embotamiento del corazón y estupidez de los sentidos. El embotamiento
es contrario a la penetración del espíritu, pues dícese por analogía que el
entendimiento es agudo cuando puede penetrar lo más profundo de las cosas que
se le proponen. De ahí que el embotamiento de la mente sea lo que impide que
ésta penetre hasta lo íntimo de las cosas. Se llama necio al hombre porque
juzga mal del fin común de la vida, razón por la cual se opone propiamente a la
sabiduría; que forma un juicio exacto de la causa universal.
(2ª 2ae , q. VIII, a. 6, ad lum)
II. La necedad es
pecado; porque importa cierto estupor del sentido en el juzgar, y
principalmente respecto a la causa altísima, que es el fin último y el sumo
bien, acerca del cual puede alguno experimentar estupor en su juicio, de dos
maneras: 1º, por indisposición natural, como se ve en los dementes, y tal
necedad no es pecado; 2º, porque el hombre sumerge su sentido en las cosas
terrenas, lo cual hace incapaz al sentido para percibir las cosas divinas, como
dice el Apóstol: El hombre animal no percibe aquellas cosas que son del
Espíritu de Dios (1 Cor 2, 14); así como también al hombre que tiene el gusto
corrompido por los malos humores no le saben bien las cosas dulces; y tal
necedad es pecado.
(2ª 2ae , q. XLVI,
a. 2)
III. La necedad es
hija de la lujuria; porque la necedad, en cuanto es pecado, proviene de que el sentido
espiritual está embotado, hasta el punto de que no es apto para juzgar de las
cosas espirituales. El sentido del hombre se entrega principalmente a las cosas
terrenas por la lujuria, la cual tiene por objeto los grandes deleites, que
absorben sobre todo el alma; y por lo tanto, la necedad, que es pecado, nace
principalmente de la lujuria.
A la necedad
pertenece que el hombre se disguste de Dios y de sus dones. Por lo cual San
Gregorio enumera entre las hijas de la lujuria a dos que pertenecen a la necedad,
es decir, el odio de Dios y la desesperación del siglo futuro, como dividiendo
a la necedad en dos partes.
(2ª 2ae , q. XLVI,
a. 3)
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