Lunes de la 15ª semana
LA FORTALEZA
La virtud de la fortaleza Sandro Botticell |
I. El nombre de
fortaleza puede considerarse de dos modos:
1º) Según que
importe en absoluto cierta firmeza del ánimo, y en este sentido es una virtud
general, o más bien, condición de toda virtud; porque para la virtud se
requiere obrar firme e inmutablemente. 2º) Según que implique solamente la
firmeza necesaria para sobrellevar y repeler las cosas, en que es sumamente
difícil tener esta firmeza, es decir, en algunos graves peligros. Por eso dice
Cicerón que la fortaleza es considerada aceptación de los peligros y
sufrimiento de los trabajos. En este sentido la fortaleza es una virtud
especial.
II. La fortaleza se
manifiesta ante todo en los peligros de muerte.
Pertenece a la
virtud de fortaleza defender la voluntad del hombre para que no le retraiga del
bien de la razón por el temor de un mal corporal. Es necesario, sin embargo,
mantener firmemente el bien de la razón contra cualquier mal, pues ningún bien
corporal equivale al bien de la razón; y por tanto es menester se llame
fortaleza del alma la que sostiene firmemente la voluntad del hombre en el bien
de la razón contra los más grandes males, porque el que persiste firme contra
los males mayores se sostiene, por tanto, fuerte contra los menores, pero no
viceversa; y también pertenece a la razón de la virtud atender a lo último.
Entre todos los males corporales, la muerte es principalmente el más terrible,
porque quita todos los bienes corporales. Por consiguiente, la virtud de la
fortaleza es acerca de los peligros de muerte.
Así, pues, la
fortaleza consiste en que el hombre no retroceda del bien de la virtud ante los
peligros de la muerte, que parecen amenazarle por seguir algún bien, por
ejemplo: cuando un juez, o también una persona privada, no se aparta de un
juicio justo por temor de la espada que le amenaza, o de cualquier otro
peligro, aunque sea mortal; o cuando un hombre, por amor a la virtud, soporta
el peligro de cualquier muerte; tal es el caso en que uno no se retrae de
prestar sus obsequios al amigo enfermo por temor de un contagio mortal, o en
que no rehúsa emprender un viaje en pro de algún negocio piadoso por temor de
un naufragio o de ladrones. Porque los mártires sufren ataques personales por
el sumo bien, que es Dios, y por eso es recomendada su fortaleza.
(2ª 2ae , q. CXXIII,
a. 4 .y 5)
Mas aunque la
fortaleza se dé principalmente contra las molestias de la muerte, también sé
da, no obstante, secundariamente contra todas las otras molestias, pues el
fuerte en todas las cosas se conduce bien.
(3, Dist., 33, q. II, a. 3)
III. El acto
principal de la fortaleza no es acometer cosas difíciles, sino más bien
resistirlas, esto es, permanecer inmutable en los peligros, sin la perturbación
del temor inmoderado, pues es más difícil resistir que acometer: 1º, porque el
resistir supone un ataque de otro más fuerte que lo acomete; 2º, porque el que
resiste siente ya los peligros inminentes, mas el que acomete los considera
como futuros; 3º, porque el resistir implica una prolongación de tiempo.
(2ª 2ae , q. CXXIII, a. 6, ad 1um)
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