Martes de la 16ª semana
LA PERFECCIÓN CONSISTE EN LOS PRECEPTOS
Y NO EN LOS CONSEJOS
Cristo lava los pies de los discípulos - Giotto
Puede aludirse a las
dos formas en que consiste la perfección: una, por sí misma y esencialmente;
otra, secundaria y accidentalmente.
I. Por sí misma y
esencialmente la perfección de la vida cristiana consiste en la caridad,
principalmente del amor de Dios, y secundariamente del amor al prójimo que son
el objeto de los preceptos principales de la ley divina. Pero el amor de Dios y
del prójimo no caen bajo el precepto según alguna medida por la que lo que es
más quede bajo consejo, como se ve por la forma misma del precepto, que
demuestra la perfección; por ejemplo, cuando se dice: Amarás al Señor Dios tuyo
con todo tu corazón, pues todo y perfecto son una misma cosa; y cuando se dice:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo, pues cada cual se ama mucho a sí mismo.
Y esto es así porque
el fin del mandamiento es la caridad (Tim, 5). Para el fin no se emplea ninguna
medida, sino únicamente para los medios, como el médico no mide cuánto cura,
sino qué cantidad de medicina o dieta debe ordenar para curar.
Así, es evidente que
la perfección consiste esencialmente en los preceptos. Por eso dice San
Agustín: "¿Por qué, pues, no se ha de prescribir al hombre esta
perfección, aunque nadie la tenga en esta vida?"
II. Secundaria e
instrumentalmente la perfección consiste en los consejos; los cuales, todos, lo
mismo que los preceptos, se ordenan a la caridad, aunque de manera distinta. En
efecto, los otros preceptos se ordenan, por los preceptos de la caridad, a
remover lo que es contrario a esta virtud, es decir, aquello con lo que la
caridad es incompatible; al paso que los consejos se ordenan a remover los
obstáculos de los actos de la caridad, que sin embargo no la contrarían, como
el matrimonio, la ocupación de los negocios seculares y otras cosas semejantes.
Por eso en las
"Conferencias de los Padres" dice el abad Moisés: "Los ayunos,
las vigilias, la meditación de las Escrituras, la desnudez y la privación de
todos los bienes no son la perfección, sino instrumentos de ella, ya que en
ellos no consiste el fin de aquella enseñanza, sino que por ellos se llega al
fin"; y más arriba había dicho que procuráramos por estos grados ascender
a la perfección de la caridad.
Ciertamente es de
precepto la perfección del amor divino, de suerte que de él no se excluye la
perfección de la patria; y sólo se evade de la transgresión del precepto el que
de cualquier modo alcanza la perfección del amor divino.
El grado ínfimo de
ese amor consiste en no amar nada más que a él, ni contra él, ni tanto como a
él, de modo que quien faltare a ese grado de perfección de ninguna manera
cumplirá el precepto. Pero hay otro grado de amor perfecto que no puede
cumplirse en esta vida; quien faltare a él no será transgresor del precepto. Y
así tampoco quebranta el precepto el que no llega a los grados intermedios de
la perfección, con tal que llegue al ínfimo.
(2ª 2ae , q.
CLXXXIV, a, 3)
No hay comentarios:
Publicar un comentario