SAN JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 24 de enero de 1996
Miércoles 24 de enero de 1996
María en el Protoevangelio
El Protoevangelio - Salvatore Nobili Basílica Sant'Andrea Della Valle - Roma |
1. "Los libros
del Antiguo Testamento describen la historia de la salvación en la que se va
preparando, paso a paso, la venida de Cristo al mundo. Estos primeros
documentos, tal como se leen en la Iglesia y se interpretan a la luz de la
plena revelación ulterior, iluminan poco a poco con más claridad la figura de
la mujer, Madre del Redentor" (Lumen gentium,
55).
Con estas
afirmaciones, el concilio Vaticano II nos recuerda cómo se fue delineando la
figura de María desde los comienzos de la historia de la salvación. Ya se
vislumbra en los textos del Antiguo Testamento, pero sólo se entiende plenamente
cuando esos textos se leen en la Iglesia y se comprenden a la luz del
Nuevo Testamento.
En efecto, el Espíritu
Santo, al inspirar a los diversos autores humanos, orientó la Revelación
veterotestamentaria hacia Cristo, que se encarnaría en el seno de la Virgen
María.
2. Entre las palabras
bíblicas que preanunciaron a la Madre del Redentor, el Concilio cita, ante
todo, aquellas con las que Dios, después de la caída de Adán y Eva, revela su
plan de salvación. El Señor dice a la serpiente, figura del espíritu del mal:
"Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él
te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar" (Gn 3, 15).
Esas expresiones,
denominadas por la tradición cristiana, desde el siglo XVI, Protoevangelio,
es decir, primera buena nueva, dejan entrever la voluntad salvífica de Dios ya
desde los orígenes de la humanidad. En efecto, frente al pecado, según la
narración del autor sagrado, la primera reacción del Señor no consistió en
castigar a los culpables, sino en abrirles una perspectiva de salvación y
comprometerlos activamente en la obra redentora, mostrando su gran generosidad
también hacia quienes lo habían ofendido.
Las palabras del
Protoevangelio revelan, además, el singular destino de la mujer que, a pesar de
haber precedido al hombre al ceder ante la tentación de la serpiente, luego se
convierte, en virtud del plan divino, en la primera aliada de Dios. Eva fue la
aliada de la serpiente para arrastrar al hombre al pecado. Dios anuncia que,
invirtiendo esta situación, él hará de la mujer la enemiga de la serpiente.
3. Los exegetas
concuerdan en reconocer que el texto del Génesis, según el original hebreo, no
atribuye directamente a la mujer la acción contra la serpiente, sino a su
linaje. De todos modos, el texto da gran relieve al papel que ella desempeñará
en la lucha contra el tentador: su linaje será el vencedor de la serpiente.
¿Quién es esta mujer?
El texto bíblico no refiere su nombre personal, pero deja vislumbrar una mujer
nueva, querida por Dios para reparar la caída de Eva: ella está llamada a
restaurar el papel y la dignidad de la mujer, y a contribuir al cambio del
destino de la humanidad, colaborando mediante su misión materna a la victoria
divina sobre Satanás.
4. A la luz del Nuevo
Testamento y de la tradición de la Iglesia sabemos que la mujer nueva anunciada
por el Protoevangelio es María, y reconocemos en "su linaje" (Gn 3,
15), su hijo, Jesús, triunfador en el misterio de la Pascua sobre el poder de
Satanás.
Observemos, asimismo,
que la enemistad puesta por Dios entre la serpiente y la mujer se realiza en
María de dos maneras. Ella, aliada perfecta de Dios y enemiga del diablo, fue
librada completamente del dominio de Satanás en su concepción inmaculada,
cuando fue modelada en la gracia por el Espíritu Santo y preservada de toda
mancha de pecado. Además, María, asociada a la obra salvífica de su Hijo,
estuvo plenamente comprometida en la lucha contra el espíritu del mal.
Así, los títulos de
Inmaculada Concepción y Cooperadora del Redentor, que la fe de la Iglesia ha
atribuido a María para proclamar su belleza espiritual y su íntima
participación en la obra admirable de la Redención, manifiestan la oposición
irreductible entre la serpiente y la nueva Eva.
5. Los exégetas y
teólogos consideran que la luz de la nueva Eva, María, desde las páginas del
Génesis se proyecta sobre toda la economía de la salvación, y ven ya en ese
texto el vínculo que existe entre María y la Iglesia. Notemos aquí con alegría
que el término mujer, usado en forma genérica por el texto del Génesis,
impulsa a asociar con la Virgen de Nazaret y su tarea en la obra de la
salvación especialmente a las mujeres, llamadas, según el designio divino, a
comprometerse en la lucha contra el espíritu del mal.
Las mujeres que, como
Eva, podrían ceder ante la seducción de Satanás, por la solidaridad con María
reciben una fuerza superior para combatir al enemigo, convirtiéndose en las
primeras aliadas de Dios en el camino de la salvación.
Esta alianza
misteriosa de Dios con la mujer se manifiesta en múltiples formas también en
nuestros días: en la asiduidad de las mujeres a la oración personal y al culto
litúrgico, en el servicio de la catequesis y en el testimonio de la caridad, en
las numerosas vocaciones femeninas a la vida consagrada, en la educación
religiosa en familia...
Todos estos signos
constituyen una realización muy concreta del oráculo del Protoevangelio, que,
sugiriendo una extensión universal de la palabra mujer, dentro y más allá
de los confines visibles de la Iglesia, muestra que la vocación única de María
es inseparable de la vocación de la humanidad y, en particular, de la de toda
mujer, que se ilumina con la misión de María, proclamada primera aliada de Dios
contra Satanás y el mal.
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