jueves, 16 de julio de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 108


Jueves de la 15ª semana

EL YUGO DE CRISTO


1º) Traed mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que manso soy y humilde de corazón (Mt 11, 29).
Traed mi yugo, es decir, la doctrina del Evangelio. Toda ley nueva consiste en dos cosas: en la mansedumbre y en la humildad. Por la mansedumbre el hombre se ordena al prójimo. Por la humildad, a sí mismo y a Dios. Con relación a esto dice Isaías: ¿Sobre quién descansará mi espíritu sino sobre el tranquilo y el humilde? (65, 2). De ahí que la humildad haga al hombre capaz de Dios.

2º) De la utilidad de llevar el yugo había dicho: Venid a mí... y yo os aliviaré (Mt 11, 28).
¿Qué alivio es éste? Hallaréis reposo para vuestras almas (Ibid. 29). Pues el cuerpo no se alivia mientras está agotado; mas cuando desaparece el agotamiento, entonces se dice que está aliviado. Como es el hambre en el cuerpo, así es el deseo en la mente; por lo cual es un alivio la satisfacción de los deseos. Por eso dice cl Profeta: Él llena de bienes tu deseo (Sal 102, 5). Y éste es el descanso del alma. En el Eclesiástico se dice: ¡Trabajé poco, y hallé para mí mucho reposo! (51, 35). Así, los mansos no se sosiegan en el mundo; por lo cual hallaréis reposo eterno, es decir, el cumplimiento de los deseos.

3º) Porque mi yugo suave es y mi carga ligera (Mt 11, 30).
En todas las cosas la doctrina de Cristo es una carga ligera porque cambia el corazón, y no nos hace amar las cosas temporales, sino las espirituales. Pues para el que ama las cosas temporales es más pesado perder lo módico que perder lo mucho para el que ama las espirituales. La ley antigua no prohibía las cosas temporales, por eso les era penoso perderlas. Pero ahora, aun cuando al principio es algo pesado, después, sin embargo, es poco molesto. Te guiaré por las sendas de la equidad; en las cuales después que hubieres entrado, no se estrecharán tus pasos (Prov 4, 11-12).


Además, en cuanto a la acción, la ley agobiaba con actos externos. Mas nuestra ley está únicamente en la voluntad. Por eso se dice: El reino de Dios no es comida ni bebida (Rom 14, 17).

Asimismo, la ley de Cristo es agradable, y por ello añade el Apóstol: sino justicia y paz, y gozo en el Espíritu Santo.

Ciertamente las adversidades son muchas, porque: Todos los que quieren vivir piadosamente en Jesucristo, padecerán persecución (2 Tim 3, 12). Pero esas persecuciones no son pesadas, porque están condimentadas con amor; y cuando uno ama a alguien, no le es pesado lo que sufre por él. Por eso el amor hace ligeras las cosas pesadas e imposibles. Si, pues, alguno ama bien a Cristo, nada le es pesado, y por consiguiente la ley nueva no agobia.
(In Matth cap. XI)

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