Martes de la 14ª semana
UNIÓN CON DIOS POR MEDIO DEL AMOR
Quien permanece en
caridad, en Dios permanece, y Dios en él (1 Jn 4, 16).
Este efecto de la
mutua inherencia puede entenderse ya en cuanto a la fuerza aprensiva, ya en
cuanto a la fuerza apetitiva.
I. Respecto de la
primera, se dice estar el amado en el amante, por cuanto el amado mora en la
aprensión del amante, según aquello de la Epístola a los Filipenses: Porque os
tengo en el corazón (1, 7). Se dice que el amante está en el amado según la
aprensión, en cuanto el amante no se contenta con una aprensión superficial del
amado, sino que se esfuerza por investigar y profundizar cada una de las cosas
que pertenecen a la persona amada, y penetrar hasta su interior, como se dice
del Espíritu Santo que es amor de Dios: El Espíritu Santo lo escudriña todo,
aun las profundidades de Dios (1 Cor 2, 10).
II. Por lo que hace a
la potencia apetitiva, se dice estar el amado en el amante, en cuanto está en
su afecto, por cierta complacencia; de modo que, estando presente, se deleita
en él o en sus bienes, y, estando ausente, tiende al mismo por amor de
concupiscencia o desea los bienes para ese amado, por el amor de amistad; no
ciertamente por alguna causa extrínseca, como cuando uno desea algo en pro de
otro o quiere el bien para otra persona por algún otro motivo, sino por la
complacencia íntima y radical del objeto amado; y de aquí es que este amor se
llame íntimo y entrañas de caridad.
Pero, recíprocamente,
el amante está en el amado de una manera por el amor de concupiscencia, y de
otra por el amor de amistad; porque el amor de concupiscencia no descansa en
una extrínseca o superficial posesión o goce del amado, sino que trata de
poseerlo perfectamente penetrando, por decirlo así, en sus interioridades, al
paso que en el amor de amistad, el amante está en el amado, por cuanto estima
como suyos los bienes o los males del amigo, y así también su voluntad, de modo
que le parece que sufre los mismos males o que posee los mismos bienes que él.
Es, pues, propio de los amigos querer las mismas cosas y entristecerse o
alegrarse de lo mismo; por eso el que ama, juzgando como suyo todo lo que
pertenece al amigo, parece hallarse en el objeto que ama y no formar más que
una sola cosa con el amado; y al contrario, en cuanto quiere y obra por el
amigo como por sí mismo, como conceptuándolo uno consigo mismo, el objeto amado
está en el amante.
La adhesión mutua
puede entenderse de un tercer modo en el amor de amistad por vía de reciprocidad
del amor, tal es el de dos amigos que se aman mutuamente, y se desean y hacen
mutuamente el bien.
(1ª 2ae , q. XXVIII,
a. 2)
Nota:
* Alberto Magno, Sent.,
III, dist., 26. 139
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