Lunes de la 17ª semana
PERMANENCIA EN CRISTO
1. Como el sarmiento
no puede de sí mismo llevar fruto, si no estuviere en la vid; así vosotros, si
no estuviereis en mí (Jn 15, 4).
Se demuestra en este
lugar que la permanencia en Cristo es necesaria para fructificar. Como si
dijere: Debéis permanecer en mí para que fructifiquéis, porque así como el
sarmiento, el sarmiento material, no puede de sí mismo llevar fruto, si no
estuviere en la vid, desde cuya raíz sube la savia para vivificar los
sarmientos, así también vosotros no podéis llevar fruto, si no estuviereis en
mí. Luego la permanencia en Cristo es la condición de la fructificación. Por
eso se dice de los que no permanecen en Cristo: ¿Y qué fruto tuvisteis entonces
en aquellas cosas de que ahora os avergonzáis? (Rom 6, 21); y Job: Será estéril
la congregación del hipócrita (15, 34).
Esta semejanza es
conveniente, porque yo soy la vid, y vosotros los sarmientos. Como si dijese:
Vosotros estáis con relación a mí, como los sarmientos con respecto a la vid.
Se dice de estos sarmientos: Extendió sus sarmientos hasta el mar (Sal 79, 12).
II. El que está en mí,
y yo en él, éste lleva mucho fruto.
Aquí se demuestra que
la permanencia en Cristo es eficaz; pues no sólo es necesaria la permanencia
del hombre en mí para que fructifique, sino que también es eficaz; porque el
que está en mí, creyendo, obedeciendo, perseverando, y yo en él, ilustrándolo,
socorriéndolo, dándole perseverancia, éste, no otro, lleva mucho fruto. Lleva
triple fruto en esta vida. El primero de ellos es abstenerse de los pecados; el
segundo, dedicarse a obras de santidad; el tercero, vacar a la edificación de
los otros: Del fruto de tus obras se saciará la tierra (Sal 103, 13). Lleva,
además, un cuarto fruto en la vida eterna. Éste es el fruto último y perfecto
de nuestros trabajos.
La razón de esta
eficacia es porque sin mí no podéis hacer nada. Dice, pues, el Señor que sin él
no solamente no podemos hacer cosas grandes, sino que ni siquiera las mínimas;
y más aún, nada. Esto no es de maravillar, porque ni Dios hizo cosa alguna sin
él: Nada de lo que fue hecho, se hizo sin él (Jn 1, 3). Pues nuestras obras
provienen de la naturaleza, o de la gracia divina. Si de la naturaleza, como
quiera que todos los movimientos de la naturaleza proceden del mismo Verbo de
Dios, ninguna naturaleza puede moverse a hacer algo sin él. Si de la gracia,
como él es autor de la gracia, pues la gracia y la verdad fueron hechas por
Jesucristo (Jn 1, 17), es evidente que sin él no puede hacerse ninguna obra
meritoria. Por eso dice el Apóstol: No que seamos suficientes de nosotros
mismos para pensar algo, como de nosotros; mas nuestra suficiencia viene de
Dios (2 Cor 3, 5). Sí, pues, ni siquiera podemos pensar algo si no es por Dios,
mucho menos hacer otras cosas.
(In Joan., XV)
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