Domingo de la 33ª semana
LA VIDA ETERNA CONSISTE EN NUESTRA UNIÓN CON DIOS
Los que murieron en
Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que
quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor
en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor (1 Tesal IV, 16-17)
Adecuadamente termina
el Símbolo, resumen de nuestra fe, con aquellas palabras: «La vida perdurable.
Amén». Porque esta vida perdurable es el término de todos nuestros deseos.
La vida perdurable
consiste, primariamente, en nuestra unión con Dios, ya que el mismo Dios en
persona es el premio y el término de todas nuestras fatigas: Yo soy tu escudo y
tu paga abundante.
Esta unión consiste en la visión perfecta: Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. También consiste en la suprema alabanza, como dice el profeta: Allí habrá gozo y alegría, con acción de gracias al son de instrumentos.
Consiste, asimismo, en
la perfecta satisfacción de nuestros deseos, ya que allí los bienaventurados
tendrán más de lo que deseaban o esperaban. La razón de ello es porque en esta
vida nadie puede satisfacer sus deseos, y ninguna cosa creada puede saciar
nunca el deseo del hombre: sólo Dios puede saciarlo con creces, hasta el
infinito; por esto, el hombre no puede hallar su descanso más que en Dios, como
dice san Agustín: «Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón no hallará
reposo hasta que descanse en ti».
Los santos, en la patria
celestial, poseerán a Dios de un modo perfecto, y, por esto, sus deseos
quedarán saciados y tendrán más aún de lo que deseaban. Por esto, dice el
Señor: Entra en el gozo de tu Señor. Y san Agustín dice: «Todo el gozo no cabrá
en todos, pero todos verán colmado su gozo. Me saciaré de tu semblante; y
también: El sacia de bienes tus anhelos».
Todo lo que hay de
deleitable se encuentra allí superabundantemente. Si se desean los deleites,
allí se encuentra el supremo y perfectísimo deleite, pues procede de Dios, sumo
bien: Alegría perpetua a tu derecha.
La vida perdurable
consiste, también, en la amable compañía de todos los bienaventurados, compañía
sumamente agradable, ya que cada cual verá a los demás bienaventurados
participar de sus mismos bienes. Todos, en efecto, amarán a los demás como a sí
mismos, y, por esto, se alegrarán del bien de los demás como el suyo propio.
Con lo cual, la alegría y el gozo de cada uno se verán aumentados con el gozo
de todos.
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