Mateo
6,1-6.16-18
"Guardaos
de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos de ellos. De
otra manera no tendréis galardón de vuestro Padre, que está en los
cielos". (v. 1)
"Y
así cuando haces limosna, no hagas tocar la trompeta delante de ti, como los
hipócritas hacen en la Sinagoga y en las calles para ser honrados por los
hombres. En verdad os digo, recibieron su galardón. Mas tú, cuando hagas
limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea
en oculto; y tu Padre que ve en lo oculto, te premie". (vv. 2-4)
"Y
cuando oráis, no seréis como los hipócritas que aman el orar en pie en la
sinagoga, y en los cantones de las plazas, para ser vistos de los hombres. En
verdad os digo, recibieron su galardón. Mas tú cuando orares, entra en tu
aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre, en secreto: Y tu Padre que ve en
lo secreto, te recompensará". (vv. 5-6)
"Y
cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los hipócritas. Desfiguran sus rostros
para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que recibieron su
galardón". (v. 16)
"Mas
tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu cara para no parecer a los hombres
que ayunas, sino solamente a tu Padre, que está en lo escondido: y tu Padre,
que ve en lo escondido, te galardonará". (vv. 17-18)
Glosa
Después que Jesucristo perfeccionó la ley en cuanto a los preceptos,
empezó a perfeccionar las promesas, a fin de que cumplamos los preceptos de
Dios por el premio celestial, no por las recompensas de la tierra que la ley
prometía. Todas las cosas terrenas se reducen principalmente a dos, a saber: a
la gloria humana y a las riquezas, y parece que ambas cosas están prometidas en
la ley. En cuanto a la gloria humana, se dice en el Deuteronomio: "El
Señor te hará el más excelso de todas las gentes que hay sobre la tierra"
( Dt 28,1). De la abundancia de los bienes temporales dice en el
mismo libro: "El Señor te hará abundante en toda clase de bienes"
( Dt6,11), y por lo mismo el Señor excluye estas dos clases de bienes de
la intención de los fieles, a saber, las glorias y la abundancia de bienes
terrenos.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 19
Pero debe tenerse en cuenta que el deseo de la gloria está cerca de los
virtuosos.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
Cuando se hace alguna cosa que nos sirve de gloria, allí encuentra el
hombre con más facilidad ocasión de gloriarse. Y por ello el Señor separa el
pensamiento de la gloria en primer lugar. Comprendió que entre todos los
defectos humanos el más peligroso para los hombres era éste: cuando todos los
males mortifican a los hijos del diablo, el deseo de la vanagloria mortifica
más bien a los hijos de Dios que a los hijos del demonio.
Próspero, ad
Agustinum Hipponensem, epístolas, 318
Cuánto poder tenga para hacer daño el deseo de la vanagloria, nadie lo
conoce mejor que aquel que le declara la guerra. Porque aunque le es fácil a
cada uno no buscar su propia alabanza cuando ésta se niega, con todo, difícil
es no complacerse en ella cuando se ofrece.
San Juan Crisóstomo, homiliae
in Matthaeum, hom. 19,1
Es necesario fijarse mucho en su entrada, no de otro modo que si
hubiéramos de tenernos en guardia contra una fiera, presta a arrebatar a aquel
que no la vigila. Entra con silencio y destruye por medio de los sentidos todas
las cosas que encuentra en el interior.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 19
Y por lo mismo nos ordena evitar eso con mucha cautela, diciendo:
"Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres". Debemos
fijarnos en nuestro corazón. La serpiente que debemos observar es invisible,
entra en secreto y seduce. Mas si esta invasión del enemigo ha sucedido a la
inocencia de un corazón puro, bien pronto conoce el justo que sufre las
influencias de un espíritu extraño, pero si el corazón está lleno de
iniquidades no comprende fácilmente las sugestiones del demonio. Y por ello
dice Jesucristo: "No te ensoberbezcas, no desees", etc.; porque el
que está sujeto a estos males, no puede fijarse en las tendencias de su corazón.
¿Pero cómo puede suceder, que hagamos limosnas y no las hagamos en presencia de
los hombres? Y si se hace, ¿cómo dejaremos de percibirlo? Y si un pobre se nos
presenta estando otro delante, ¿cómo le daremos limosna a escondidas? Llamarlo
aparte sería declarar la limosna. Pero considera que nuestro Señor no ha dicho
tan solamente: "En presencia de los hombres", sino que añade:
"Para que seáis vistos por ellos". El que no procura ser visto por
los hombres, aun cuando haga algo en presencia de los hombres, no puede decirse
que obra en presencia de ellos. El que hace algo por Dios no ve a nadie en su
corazón más que al mismo Dios, por quien hace aquello, así como el artista
tiene siempre presente a aquella persona que le encargó la obra en que se
ocupa.
San Gregorio Magno, Moralia,
8, 3
Si, pues, buscamos la gloria del Dador Supremo, para su sola mirada es
el espectáculo de las buenas obras aun hechas en público; pero si buscamos
nuestra alabanza por medio de ellas, ya pueden considerarse también como
publicadas fuera de su mirada, aun cuando sean ignoradas por muchos. Es propio
de personas perfectas que, cuando una obra se hace en público, se busque la
gloria de su autor, no alegrándose de la gloria individual que de ahí resulte.
Mas como los débiles no saben sobreponerse despreciándola, es necesario que
oculten el bien que hacen.
San Agustín, de
sermone Domini, 2, 1
Por estas palabras: "Para que seáis vistos por ellos", no
añadiendo nada, se evidencia que en esto prohibió que pongamos en ello el fin
de nuestro propósito, porque el Apóstol dice a los fieles de Galacia: "Si
yo me dedicase a agradar a los hombres, no podría ser siervo de Dios"
( Gál 1,10). En otro lugar dice a los fieles de Corinto: "Yo
agrado a todos en todas las cosas" ( 1Cor10,33); lo cual no hace por
agradar a los hombres sino por agradar a Dios, a cuyo amor quería convertir los
corazones de los hombres, que es lo que buscaba, agradándoles así, como
significaría decir: "En los trabajos con que busco la nave, no es la nave
lo que busco, sino la patria".
San Agustín, sermones
54,3-4
Dice también nuestro Señor: "Para que seáis vistos por ellos",
porque hay algunos que obran las cosas justas delante de los hombres, de tal
modo que no desean ser vistos por ellos, sino que sean vistas sus obras y sea
glorificado el Padre que está en los cielos. No buscan, pues, su gloria, sino
la de Aquél en cuya fe viven.
San Agustín, de
sermone Domini, 2, 1
Respecto a esto, también añade: "De otra manera no tendréis premio
alguno delante de vuestro Padre que está en los cielos", con lo cual no
demuestra ninguna otra cosa sino que no debemos buscar la alabanza humana como
premio de nuestras buenas obras.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
¿Qué esperarás recibir de Dios, tú que nada has dado a Dios? Lo que se
hace por Dios se ofrece a Dios y El lo recibe; lo que se hace por los hombres,
se convierte en aire. ¿Qué clase de sabiduría es dar las cosas a cambio de
palabras vanas y despreciar el premio de Dios? Considera que aquel de quien
esperas la alabanza, como sabe que tú estás obligado a hacer aquello por Dios,
más bien se burlará de ti antes que alabarte. Y aquel que hace las cosas con
pleno conocimiento por los hombres, manifiesta que ha obrado así por los mismos
hombres. Si viene algún pensamiento vano sobre el corazón de alguno, deseando
aparecer bien delante de los hombres, y el alma, que así lo comprende, lo
contradice, aquél no ha hecho esto por los hombres, porque lo que ha pensado es
una pasión de su propia carne, y lo que ha elegido es la sentencia de su alma.
"Y así cuando
haces limosna, no hagas tocar la trompeta delante de ti, como los hipócritas
hacen en la Sinagoga y en las calles para ser honrados por los hombres. En
verdad os digo, recibieron su galardón. Mas tú, cuando hagas limosna, no sepa
tu izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea en oculto; y tu
Padre que ve en lo oculto, te premie". (vv. 2-4)
San Agustín, de
sermone Domini,. 2, 2
El Señor con estas palabras: "Cuidad que vuestra justicia
no..." etc. ( Mt 6,1), comprende todas las obras buenas en
general; pero ahora se explica por partes.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
Pone tres bienes fuertes, a saber: la limosna, el ayuno y la oración,
contra tres males, en contraposición a los que nuestro Señor quiso ser tentado.
Pelea en favor nuestro contra la gula en el desierto, contra la avaricia en el
monte y contra la vanagloria sobre el templo. La limosna que distribuye, es
contraria a la avaricia que amontona, el ayuno es contrario a la gula porque es
tu enemigo, la oración es contraria a la vanagloria, único mal que sale del
bien, mientras que todos los otros males salen del mal, y por lo tanto no se
destruye por medio de lo bueno, sino que más bien se fomenta. No puede haber,
pues, un remedio mejor contra la vanagloria que la oración.
Ambrosiaster, Comm.
in Tim 4,8
La misericordia y la piedad son el compendio de toda la disciplina
cristiana, y por eso empieza por la limosna, diciendo: "Y así, cuando
hagas limosna, no toques la trompeta delante de ti".
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 12
Se entiende por trompeta toda acción o palabra con que se demuestra
jactancia por alguna obra buena, como sucede cuando uno da limosna, fijándose
en alguien que tenga delante, o cuando se lo dice a otro, o cuando se lo da a
persona que pueda devolvérsela. Si no fuera por estas causas no lo haría, mas
aun cuando lo hiciere en un lugar secreto, pero con el propósito de que aquello
le sirva de alabanza, aún toca la trompeta.
San Agustín, de
sermone Domini, 2, 2
Estas palabras: "No toques la trompeta delante de ti", se
refieren a estas otras: "Cuidaos de no hacer vuestra justicia delante de
los hombres".
San Jerónimo, commentarium
in Matthaeum, 6
El que toca la trompeta cuando hace alguna limosna es un hipócrita, y
por esto añade: "Así como hacen los hipócritas".
Glosa
Quizás procuraban reunir al pueblo cuando hacían algo bueno para que
todos fueran a ese espectáculo.
San Isidoro, etymilogia,
10
El nombre de hipócrita procede de aquella clase de hombres que entran en
los espectáculos con la cara tapada, pintándola de diversos colores, con el fin
de asemejarse a la persona que fingen y de la cual simulan el exterior, tomando
delante del pueblo y de los juegos públicos, ora la máscara de hombre, ora la
de mujer.
San Agustín, de
sermone Domini, 2, 2
Así como los hipócritas (esto es, los simuladores), desempeñan el papel
de otro (no es, pues, el que hace los oficios de Agamenón el verdadero
Agamenón, sino el que lo remeda), así en las iglesias y en la vida humana, todo
aquel que quiere aparentar lo que no es, se llama hipócrita. Simula ser justo y
no lo prueba el que coloca todo su mérito en la alabanza de los hombres.
Glosa
Y por lo tanto, se refiere a los lugares públicos cuando dice: "En
sinagogas y en las calles", y el fin que se propone cuando añade:
"Para ser honrado por los hombres".
San Gregorio
Magno, Moralia, 31, 11
Debe saberse que hay algunos que tienen hábito de santificación, y sin
embargo, no pueden alcanzar el mérito de la perfección. A éstos no se les puede
considerar como incluidos en el número de los hipócritas, porque una cosa es
pecar por fragilidad, y otra es pecar por astuta ficción.
San Agustín, de
sermone Domini, 2,2
Los que pecan por simulación no recibirán el premio de Dios que ve sus
corazones, sino el castigo de la falsedad. Y por esto añade: "En verdad os
digo recibieron su galardón".
San Jerónimo
No la recompensa de Dios, sino su recompensa. Fueron alabados por los
hombres, por quienes ejercieron las virtudes.
San Agustín, de
sermone Domini, 2, 2
Esto se refiere a aquello que dijo antes: "De otro modo no tendréis
premio ante vuestro Padre celestial". Por lo tanto, no hagas limosna como
otros la hacen, sino como debe hacerse, según se nos manda oportunamente, cuando
Jesucristo dijo: "Mas tu, cuando haces limosna, no sepa tu izquierda lo
que hace tu derecha".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 19,2
Esto se dice por sobreabundancia, como si dijese: Si es posible, que tú
mismo lo ignores y que tus mismas manos desconozcan lo que haces, así debes
practicarlo cuidadosamente.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
Los Apóstoles interpretan este pasaje en el libro de los cánones, de
este modo: la derecha es el pueblo cristiano, que está a la derecha de
Jesucristo, y la izquierda es todo pueblo que está en la parte opuesta. Esto
quiere decir que el cristiano (que es la derecha) no haga la limosna de modo
que el infiel (que es la izquierda) lo vea.
San Agustín, de
sermone Domini, 2,2
Parece inferirse de esta doctrina que ninguna culpa debe haber en querer
agradar a los fieles y sin embargo se nos prohíbe fijar el fin de nuestras
buenas obras en la alabanza de los hombres, sean quienes fueren. Si es para que
vuestras obras, agradando a los hombres, los estimule a imitarlas, debéis
practicarlas no sólo en presencia de los creyentes sino también de quienes no
creen. Si con otros entiendes por izquierda al enemigo, y piensas que
eso significa que no debe saber tu enemigo cuándo haces limosna, ten presente
que el mismo Señor sanó caritativamente a los hombres en presencia de los
judíos. Además, ¿cómo puede eso concordar con el precepto que nos manda dar
limosna aun a nuestro enemigo ( Prov 25,21): "Si tu enemigo
tiene hambre, dale de comer"? La tercera opinión es hasta ridícula, porque
es la de aquellos que dicen que con el nombre de izquierda debe entenderse la
mujer de cada uno, y como en los asuntos familiares las mujeres suelen estar
más dedicadas a la administración del dinero, debe el marido ocultarlo cuando
hace alguna limosna a algún pobre, para evitar las discusiones domésticas. Este
precepto no se ha dado sólo para los hombres sino también para las mujeres.
Cuando se manda ocultar la limosna ante la mujer propia, que según esto, significa
la mano izquierda, ¿podremos decir también que cuando se manda esto mismo a la
mujer, es porque el marido es también la mano izquierda de ella? Lo cual, si
alguno lo estima como verídico, no considera que está mandado a los casados el
ganarse mutuamente por medio de sus buenas costumbres, y que por ello no deben
ocultarse sus buenas obras, como tampoco deben hacerse robos con el fin de
agradar a Dios.
Sin embargo, si en alguna ocasión debe ocultarse alguna cosa, porque el
otro no podría ver aquella buena obra con buenos ojos por efecto de su
debilidad, no podemos decir que esto se hace de una manera ilícita. No parece,
pues, que deba entenderse fácilmente a la mujer como la mano izquierda, porque
en todo el capítulo no lo da a entender, ni tampoco se presenta ocasión en la
cual deba llamarse izquierda. Lo que se ha culpado en los hipócritas (porque
buscan las alabanzas de los hombres), esto es lo que se te prohíbe hacer. Por
lo tanto, debe entenderse como izquierda la complacencia por la
alabanza, y por derecha la intención de cumplir los preceptos
divinos. Cuando el deseo de la alabanza humana se mezcla en la conciencia del
que obra con el de dar la limosna, la conciencia de la derecha se hace
izquierda. Ignore, pues, la izquierda, esto es, no se mezcle en tu conciencia
el deseo de la humana alabanza. Nuestro Señor prohíbe con mucha más razón que
sólo la mano izquierda haga las buenas obras, que el que se mezcle en las
acciones de la mano derecha. El fin que se propone cuando dijo esto, lo
manifiesta cuando añade: "Para que tu limosna sea en oculto", esto
es, en la buena conciencia, la que no puede mostrarse ante los ojos humanos, ni
tampoco manifestarse por medio de las palabras, porque entonces habría muchos
que mentirían en muchas cosas. Tu propia conciencia te basta para obtener el
premio, si esperas el premio de Aquel, que únicamente puede inspeccionar tu
conciencia. Y esto es lo que añade: "Y tu Padre que ve en lo oculto, te
premiará". Muchos ejemplares latinos dicen: "Te premiará públicamente".
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
Es imposible que Dios deje en la oscuridad la obra buena de un hombre.
En esta vida la manifiesta y en la otra la glorifica, porque la gloria es de
Dios. Así como el diablo manifiesta lo malo en todo aquello en que resalta el
valor de su malicia. Con toda propiedad publica el Señor toda obra buena en la
otra vida, porque allí las obras buenas no son comunes a los buenos y a los
malos. Y por lo tanto, aquel a quien Dios premia allí, es porque lo ha merecido
con toda justicia. El premio de la justicia no se conoce en este mundo, porque
aquí no sólo los buenos sino también los malos son ricos.
San Agustín, de
sermone Domini, 2, 2
Pero en los ejemplares griegos, que son anteriores a los latinos, no
encontramos la palabra palam.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 19,2
Si quieres tener espectadores de las cosas que haces, helos aquí: no
sólo los ángeles y arcángeles, sino también el mismo Dios del universo.
"Y cuando oráis,
no seréis como los hipócritas que aman el orar en pie en la sinagoga, y en los
cantones de las plazas, para ser vistos de los hombres. En verdad os digo,
recibieron su galardón. Mas tú cuando orares, entra en tu aposento, y cerrada
la puerta, ora a tu Padre, en secreto: Y tu Padre que ve en lo secreto, te
recompensará". (vv. 5-6)
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
Dice Salomón: "Antes de la oración prepara tu alma" ( Eclo 18,23).
Que es precisamente lo que hace el que habiendo dado limosna viene a hacer
oración. Las buenas obras mueven la fe del corazón y dan confianza al alma para
dirigirse a Dios. Luego la limosna es la preparación de la oración. He ahí por
qué el Señor nos instruye acerca de la oración inmediatamente después de
habernos instruido sobre la limosna.
San Agustín, de
sermone Domini, 2, 3
No nos dice precisamente ahora que oremos, sino que nos dice cómo
debemos orar, así como antes nos ha enseñado, no que demos limosna, sino cómo
debemos darla.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
Es la oración una especie de tributo espiritual que el alma ofrece a
Dios de lo más íntimo de sus entrañas. Cuanto más gloriosa es, con tanta más
cautela debe cuidarse que no se envilezca por ser hecha a causa de los hombres.
Y por ello dice: "Cuando oréis, no seáis como los hipócritas".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 19,2
Llama hipócritas a todos aquellos que, fingiendo orar delante de Dios,
atienden sólo a los hombres, y por ello añade: "Que aman orar en las
sinagogas."
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
Yo creo que esto que dice el Señor, no se refiere al lugar en que oran,
sino al fin que se proponen cuando oran. Siempre es muy laudable el orar en
unión de muchos fieles, según aquello que se ha dicho en el Salmo:
"Bendecid al Señor en las iglesias" ( Sal 67,27). El que
ora así para ser visto por los hombres no atiende a Dios sino a los hombres, y
por lo tanto ora en las iglesias con este fin. Pero de aquel que sólo mira en
su oración a Dios, aun cuando ore en la iglesia, sin embargo parece que ora en
secreto. Prosigue: "Y en los ángulos de las plazas", para que se crea
que oran escondidos, y así son alabados doblemente: lo uno porque oran, y lo
otro porque oran ocultamente.
Glosa
Y por ángulos de las plazas se entienden aquí aquellos sitios en que se
cruzan dos o más calles, formando lo que se llama una encrucijada.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
Con este fin prohíbe el Señor que se ore en unión de otros, cuando el
que ora se propone ser visto por los demás. Y por esto añade: "Para ser
visto por los hombres". El que ore no haga ninguna cosa nueva que llame la
atención de los hombres, como clamar, darse golpes de pecho o extender los
brazos.
San Agustín, de
sermone Domini, 2,3
No es un pecado el ser visto por los hombres, sino el hacer esto con el
fin de ser visto por los hombres.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.19,3
Siempre es bueno separarse de la vanagloria, especialmente cuando se
está en oración. Si aparte de este defecto tenemos el de dejarnos llevar de
pensamientos y entramos a orar en la iglesia con tal enfermedad, ¿cómo
entenderemos lo que se nos dice?
San Agustín, de
sermone Domini, 2,3
Debemos huir cuanto nos sea posible de que los hombres conozcan que
hacemos esto, con el fin de esperar el fruto de agradar a los hombres, y por
esto añade: "En verdad os digo, recibieron su galardón".
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
Cada uno en donde siembra, allí recoge. Por lo tanto, los que oran por
los hombres y no por Dios, no serán alabados por Dios sino por los hombres.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 19,3
Dice, pues, el Señor: "Recibieron su galardón", aun cuando
Dios quisiera darles la recompensa que parte de El, pero ellos han preferido
usurpar la que procede de los hombres. Añade la manera con que debemos orar,
diciendo: "Mas tú, cuando orares, entra en tu aposento, y, cerrada la
puerta, ora a tu Padre en secreto".
San Jerónimo
Esto instruye simplemente el entendimiento del que lo escucha para que
huya de la vanagloria en la oración.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 13
A fin de que no haya allí más que el que ora, y aquel a quien ora. El
testigo grava al que ora, no lo favorece.
Cipriano, de
oratione Domini, 6
El orar en sitios ocultos conviene más a la fe, para que sepamos que
Dios está presente en todas partes y que penetra aun en lo más oculto con la
plenitud de su Majestad.
San Juan Crisóstomo
Podemos también entender por puerta de la casa la boca del cuerpo, para
que no oremos al Señor con una voz clamorosa sino en el secreto de nuestro
corazón, por tres causas: primero, porque Dios, oyente del corazón, no debe llamarse
a gritos sino aplacarse por medio de una conciencia recta; segundo, porque no
conviene que otro conozca tus oraciones secretas, sino sólo tú y Dios; tercero,
porque cuando rezas fuerte, no permites que ore al que está junto a ti.
Casiano, Collationes,
9, 35
Debemos orar con sumo silencio, a fin de que nuestros enemigos que nos
rodean, sobre todo cuando oramos, ignoren la intención de nuestras oraciones.
San Agustín, de
sermone Domini, 2,3
Por nuestros aposentos deben entenderse nuestros corazones, de quienes
se dice en el Salmo: "Lo que decís en vuestros corazones, lloradlo en
vuestros aposentos" ( Sal 4,5). La puerta es el sentido de la
carne. Fuera están todas las cosas temporales que penetran por medio de los
sentidos del cuerpo a nuestro pensamiento, y muchas veces una multitud de vanas
teorías distraen a los que oran.
San Cipriano, de
oratione Domini, 6
¿Qué abandono es ése, de divagar y dejarse llevar de pensamientos
ineptos y profanos cuando habláis a Dios, como si existiese algún pensamiento
que mereciera más vuestra atención que considerar que es con Dios con quien
hablas? ¿Cómo deseas ser oído por el Señor, cuando tú mismo no te oyes? Esto es
no precaverse del enemigo. Esto es ofender al Señor por la negligencia en la
oración.
San Agustín, de
sermone Domini, 2,3
Debe cerrarse la puerta, esto es, debe resistirse a la tentación carnal,
para que la oración espiritual se dirija al Padre, y por eso se hace en lo
íntimo del corazón donde se ruega al padre en lo escondido. Y por ello sigue:
"Y tu Padre que ve en el secreto, te dará la retribución".
Remigio
Este es el sentido: sea suficiente para ti que sólo conozca tu oración
Aquel que conoce el secreto de todos los corazones, porque el único que puede
oíros, es el mismo que ve el fondo de vuestra alma.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 19,3
No dijo: "Dará gratis", sino: "Te recompensará",
porque El se constituye a sí mismo tu deudor.
"Y cuando ayunéis,
no os pongáis tristes como los hipócritas. Desfiguran sus rostros para hacer
ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que recibieron su
galardón". (v. 16)
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Como la oración es fuerte cuando se hace con un espíritu humilde y con
un corazón contrito, y como no puede decirse que el que disfruta de las
delicias de esta vida tenga un corazón humilde y un corazón contrito -bien
sabido es que la oración sin el ayuno es flaca y enferma- por lo tanto, todos
aquéllos que han querido rogar por alguna necesidad, han juntado siempre el
ayuno con la oración, porque el ayuno es el apoyo de la oración. Por esto,
nuestro Señor después de habernos enseñado a orar nos habla del ayuno,
diciendo: "Cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los
hipócritas". Sabía, pues, el Señor, que la vanagloria ataca a todo lo
bueno, y por eso manda cortar la espina de la vanagloria que nace en buena
tierra, para que no sofoque el fruto del ayuno. No puede suceder que no sufra
el que ayuna; pero mejor es que el ayuno te manifieste a ti, que no tú al
ayuno. No puede suceder que el que ayuna esté contento y por lo tanto no dijo:
"No queráis aparecer tristes". Los que aparecen pálidos en virtud de
algunas imposturas, éstos no están tristes, pero se fingen como tales. Por el
contrario, el que está triste en virtud de un ayuno prolongado no aparece
triste, sino que en realidad lo está. Y por esto añade: "Exterminan sus
rostros para hacer ver a los hombres que ayunan".
San Jerónimo
La palabra exterminan, que en las Escrituras Sagradas ha perdido su
vigor por equivocación de los intérpretes, significa mucho más que lo que de
común se comprende. Son exterminados aquellos a quienes se destierra, porque
son enviados fuera de los términos. En vez de esta palabra exterminan, debemos
usar siempre la palabra descomponen. Descompone el hipócrita su rostro, para
manifestar tristeza, y cuando está alegre en su alma lleva el luto en su
cara.
San Gregorio, Moralia,
8, 30
Porque unas veces se presentan pálidos, su cuerpo como que se cae de
debilidad, el pecho se levanta por los suspiros que lo agitan, y nada buscan
con tanto trabajo sino el conseguir la humana estimación.
San León
Magno, in sermone 4 de Epiphania, 5
No son buenos los ayunos que no provienen del convencimiento de la
conciencia, sino del arte de engañar.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Si el que ayuna aparece triste, es un hipócrita, pero ¿cuánto peor es el
que no ayuna, pero que pinta en su rostro, por medio de invenciones de su
imaginación, cierta palidez en señal de que ayuna?
San Agustín, de
sermone Domini, 2, 12
Debe advertirse especialmente en este capítulo que puede haber
jactancia, no sólo en el brillo y en la apariencia de las cosas corporales,
sino también en las mismas miserias dignas de lamentarse. Esto es tanto más
peligroso en cuanto engaña, porque se hace aparecer con el nombre de servicio
de Dios. El que brilla por el cuidado excesivo de su cuerpo, y por el brillo de
su vestido y de las demás cosas que le adornan, fácilmente puede comprenderse
que es amigo de seguir las pompas y vanidades del mundo, y no engaña a los
demás con la apariencia de una santidad engañosa. Pero el que profesando la
imitación de Cristo hace que se fijen los ojos de los demás hombres en su
extraordinaria tristeza, en los harapos con que se viste a este fin -cuando
haga esto por su propia voluntad, y no lo sufra por necesidad-, puede muy bien
ser conocido por las demás obras que practique, si esto lo hace por desprecio
del lujo superfluo o por algún mal fin.
Remigio
El fruto del ayuno de los hipócritas se manifiesta en las palabras que a
continuación dice el Salvador: "Para hacer ver a los hombres que ayunan.
En verdad os digo que recibieron su galardón".
"Mas tú, cuando
ayunas, unge tu cabeza y lava tu cara para no parecer a los hombres que ayunas,
sino solamente a tu Padre, que está en lo escondido: y tu Padre, que ve en lo
escondido, te galardonará". (vv. 17-18)
Glosa
Enseñó Jesucristo lo que no debía hacerse, y ahora enseña lo que debe
hacerse, diciendo: "Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza, etc.".
San Agustín de
sermone Domini, 2, 12
Suele preguntarse el significado de lo que aquí se dice. No es posible
creer que Jesucristo mandase que aunque lavemos la cara todos los días, cuando
ayunamos debamos untar nuestros cabellos, lo cual todos consideran como muy
impropio.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Por lo tanto, si manda que no estemos tristes, para que por medio de la tristeza
no manifestemos a los hombres que ayunamos, ¿por qué manda ungir la cabeza y
lavar la cara? Con todo, la unción de la cabeza y el acto de lavarse la cara,
si los que ayunan los observan siempre, concluirán por ser señales de
ayuno.
San Jerónimo
Pero aquí se habla de la costumbre que había en Palestina de ungirse la
cabeza en los días de fiesta. Así, el Señor mandó que cuando ayunemos, nos
manifestemos contentos y alegres.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 15
La interpretación sencilla de esto es que no debe entenderse
literalmente, así como lo demás que antecede, como si dijese: "Debes estar
tan lejos de la ostentación del ayuno, que si es posible (lo cual no es muy
oportuno), debes hacer aun lo que, por el contrario, parece ser indicio de
lujuria o de comida", y por eso sigue: "Para no parecer a los hombres
que ayunas".
San Juan Crisóstomo
homiliae in Matthaeum, hom. 20,1
Hablando de la limosna no dijo sencillamente esto, sino que dijo que la
limosna no debe hacerse en presencia de los hombres, añadiendo: "Para ser
vistos por ellos". Pero en el ayuno y en la oración no añadió esto, porque
la limosna es imposible que esté oculta en absoluto, pero la oración y el ayuno
sí. No es pequeño fruto el menosprecio de la gloria humana. Es entonces cuando
uno está libre del yugo de los hombres. Y obrando no por ellos sino por la
virtud, se ama realmente esta última y se obra por ella misma. Así como
nosotros estimamos la afrenta cuando la sufrimos, no por nosotros sino por
otros a quienes amamos, así no conviene practicar la virtud para que otros lo
vean, ni obedecer a Dios por los hombres, sino por el mismo Dios. Y por ello
sigue: "Sino solamente a tu Padre que está en lo escondido".
Glosa
Esto es, a tu Padre celestial, que es invisible o que habita en el
corazón por medio de la fe. Ayuna para Dios el que se mortifica por su amor, y
el que da a otro aquello de lo que se priva a sí mismo.
Prosigue el Salvador: "Y tu Padre que ve en lo escondido,
etc."
Remigio
Es suficiente para ti que quien conoce tu conciencia sea el mismo que te
ha de premiar.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Espiritualmente se entiende la conciencia por cara del alma. Así como en
presencia de los hombres es agradable una cara limpia, así ante los ojos de
Dios es hermosa una conciencia pura. Los hipócritas que ayunan para agradar a
los hombres destruyen estas dos caras, queriendo engañar a la vez a Dios y a
los hombres. Todo pecado lacera la conciencia. Si habéis limpiado vuestra alma
de pecado y habéis lavado vuestra conciencia, ayunáis como debéis
hacerlo.
San León
Magno, in sermone 6 de Quadragesima, 2
Es preciso realizar el ayuno, no privándose solamente de los alimentos,
sino procurando evitar el pecado y los vicios. Dado que no nos mortificamos
sino para extinguir en nosotros la concupiscencia. Y el resultado de la
mortificación debe ser el abandono de las acciones deshonestas y de las
voluntades injustas. Esta manera de entender las exigencias de la fe no excusa
a los que están enfermos de practicarlas, pues en un cuerpo lánguido puede
encontrarse un alma sana.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 15
En sentido espiritual, Cristo es vuestra Cabeza. Dad de beber al
sediento y dad de comer al hambriento, y así habréis incensado con perfumes a
vuestra cabeza, a saber, a Cristo que dice en el Evangelio: "Lo que habéis
hecho con uno de estos pequeños lo habéis hecho conmigo" ( Mt 25,40).
San Gregorio
Magno, homiliae in Evangelia, 16,6
Dios aprueba aquel ayuno que hace quien da limosna a los demás. Todo
esto de lo cual te privas a ti mismo, lo entregas a otros, para que por lo
mismo por lo que tu carne es afligida, se fortifique la carne de tu prójimo
pobre.
San Agustín, de
sermone Domini, 2, 12
Consideramos a la cabeza como la razón, porque se encuentra en la parte
superior del alma y gobierna los demás miembros del cuerpo. Luego el ungir la
cabeza es tanto como alegrarse. Alégrese interiormente porque ayuna, el que
ayunando se separa de las aspiraciones del mundo para quedar sometido a
Dios.
Glosa
He aquí por qué en el Nuevo Testamento no todas las cosas pueden
entenderse al pie de la letra. Es ridículo creer que debemos derramar aceite
sobre nosotros cuando ayunamos. Lo que debemos hacer es ungirnos con el
espíritu del amor de Aquél de cuyos sufrimientos debemos participar,
mortificándonos y ungiendo nuestras inteligencias.
Pseudo-Crisóstomo, opus
imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Propiamente hablando, debe lavarse la cara, pero no la cabeza que debe
ser ungida. Todo el tiempo que vivimos en este cuerpo, nuestra conciencia está
manchada por los pecados. Pero Jesucristo que es nuestra cabeza, no cometió
pecado alguno.
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