MENSAJE DEL PAPA
SAN JUAN PABLO II
PARA LA CUARESMA DE 1981
SAN JUAN PABLO II
PARA LA CUARESMA DE 1981
Queridos hermanos y hermanas:
La
Cuaresma es un tiempo de verdad.
En efecto, el cristiano, invitado
por la Iglesia a la oración, a la penitencia y al ayuno, a despojarse de sí
mismo interior y exteriormente, se coloca ante su Dios y se reconoce, se
descubre de nuevo.
«Acuérdate, hombre, de que eres
polvo y en polvo te convertirás» (palabras de imposición de la ceniza).
Acuérdate, hombre, de que no eres llamado solamente a las realidades de los
bienes terrestres y materiales que pueden desviarte de lo esencial. Acuérdate,
hombre, de tu vocación primordial: vienes de Dios y vuelves a Dios, yendo hacia
la resurrección que es el camino trazado por Cristo. «El que no toma su cruz y
viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo» (Lc 14, 27).
Tiempo de verdad profunda, que
convierte, da esperanza –volviendo a poner todo en su justo lugar– calma y hace
nacer el optimismo.
Tiempo que hace reflexionar sobre
nuestras relaciones con “nuestro Padre” y restablece el orden que debe reinar
entre hermanos y hermanas; tiempo que nos hace corresponsables los unos de los
otros, nos arranca de nuestros egoísmos, de nuestras pequeñeces, de nuestras
mezquindades, de nuestro orgullo; tiempo que nos aclara y nos hace comprender
mejor que nosotros, a ejemplo de Cristo, debemos servir.
«Un precepto nuevo os doy: que os
améis los unos a los otros» (Jn 13, 34). «¿Y quién es mi prójimo?»
(Lc 10, 29).
Tiempo de verdad que, como al
buen samaritano, nos hace detener en el camino, reconocer a nuestro hermano y
poner nuestro tiempo y nuestros bienes a su servicio en un compartir cotidiano.
El buen samaritano es la Iglesia: ¡El buen samaritano es cada uno y cada una de
entre nosotros! ¡Por vocación! ¡Por deber! El buen samaritano vive la caridad.
San Pablo dice: «Somos, pues,
embajadores de Cristo» (2 Cor 5, 20). ¡Es una responsabilidad
nuestra! Somos enviados a los otros, a nuestros hermanos. Respondamos
generosamente a esta confianza que Cristo ha puesto en nosotros. Sí, la
Cuaresma es un tiempo de verdad. Examinemos con sinceridad, franqueza,
sencillez. Nuestro hermano está en el pobre, el enfermo, el marginado, el
anciano. ¿Cómo va nuestro amor, nuestra verdad?
Con ocasión de la Cuaresma, en
todas vuestras diócesis y vuestras iglesias, se va a hacer una llamada a esta
Verdad que es vuestra, a esta Caridad, que es la prueba de ella.
Abrid, pues, vuestra inteligencia
para mirar en derredor vuestro, vuestro corazón para comprender y simpatizar,
vuestra mano para socorrer. Las necesidades son enormes, lo sabéis; por ello os
aliento a participar con generosidad en ese compartir y os aseguro mis
oraciones y mi bendición apostólica.
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