Marcos 9,2-10
Seis días después tomó Jesús consigo
a Pedro, y a Santiago y a Juan, condújolos solos a un elevado monte, en lugar
apartado, y se transfiguró en presencia de ellos: de forma que sus vestidos
aparecieron resplandecientes y de un candor extremado como la nieve, tan
blancos que no hay lavandero en el mundo que así pudiese blanquearlos. Al mismo
tiempo se les aparecieron Elías y Moisés, y estaban conversando con Jesús. Y
Pedro, tomando la palabra, dijo a Jesús: "¡Oh Maestro! bueno será
quedarnos aquí: hagamos tres pabellones, uno para Ti, otro para Moisés y otro
para Elías". Porque él no sabía lo que se decía, por estar todos
sobrecogidos del pasmo. En eso se formó una nube que los cubrió, y salió de
esta nube una voz que decía: "Este es mi Hijo carísimo: escuchadle a
El". Y mirando luego a todas partes, no vieron consigo a nadie más, sino a
sólo Jesús
Y cuando bajaban del monte, les
ordenó que a ninguno contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre
hubiese resucitado de entre los muertos. En efecto, guardaron en su pecho el
secreto: bien que andaban discurriendo entre sí qué querría decir con aquellas
palabras: cuando hubiese resucitado de entre los muertos.
Pseudo-Jerónimo
Después de la confirmación de la Cruz se muestra la gloria de la
Resurrección, para que no temieran el oprobio de la cruz aquéllos que con sus
ojos habían de ver la gloria de la futura resurrección, y así dice: "Seis
días después", etc.
San Juan
Crisóstomo, homilia in Matthaeum, 56,1
Aunque San Lucas dice: "Ocho días después", no hay
contradicción en esto, porque contó el día en que dijo Cristo lo que queda
expuesto y el día en que tomó consigo a sus discípulos. Los tomó, pues de allí
a seis días, para que más inflamado su deseo en este espacio de tiempo
considerasen solícita y atentamente lo que veían.
Teofilacto
Tomó, pues, consigo las tres eminencias de los apóstoles: San Pedro que
le ama y le confiesa, San Juan el discípulo amado y Santiago el teólogo
elocuente, al que mandó matar Herodes deseando complacer a los judíos que no
podían sufrirle por esta cualidad.
Pseudo-Crisóstomo
No les manifiesta su gloria en una casa, sino en un elevado monte,
puesto que convenía la elevación de un monte para manifestar la elevación de
su gloria.
Teofilacto
Los lleva a un sitio retirado, porque lo que debía revelarles eran
misterios. La transfiguración se debe entender, no como un cambio de figura, la
cual siguió siendo la misma, sino como una adición de cierto esplendor
inexplicable.
Pseudo-Crisóstomo
Por esto no debemos suponer que en el reino de Dios se transformen las
figuras del Salvador, ni de los que le semejan en esplendor, sino que irán
revestidas de este esplendor.
Beda, in
Marcum, 3,27
Transfigurado el Salvador, no perdió su sustancia corporal, sino que
mostró la gloria de la futura resurrección suya o nuestra. El que así apareció
a los Apóstoles, así aparecerá después del juicio a todos los elegidos.
"De forma que sus vestidos aparecieron resplandecientes",
etc.
San Gregorio
Magno, Moralia, 32, 6
Porque en la altura de la claridad superior se le unirán los que brillan
por su justicia, indicando con el nombre de vestidos a los justos,
que unirá consigo. "Al mismo tiempo se les aparecieron Elías", etc.
San Juan
Crisóstomo, homilia in Mattaeum, hom. 56, 1
El Señor hace aparecer a Moisés y a Elías. Al primero, porque diciendo
la gente que Cristo era Elías, o uno de los profetas, manifestaba así a sus
discípulos la diferencia que había entre el Señor y sus siervos; y a los dos
juntos porque, acusándole los judíos de transgresor de la ley y juzgándole
blasfemo porque se atribuía la gloria de su Padre, convenía que se mostrasen
unidos a El, Moisés como legislador y Elías como celoso defensor de la gloria
de Dios, lo que no hubiera hecho si fuera El contrario a Dios y a la ley. Y
para que viesen que tenía potestad sobre la vida y la muerte mostró a su lado a
Moisés, que había muerto, y a Elías que aún no había llegado a morir. Significó
así también que la doctrina de los profetas fue una iniciación a la doctrina de
la ley de Cristo. Igualmente significó la unión del Nuevo y Antiguo Testamento,
porque los apóstoles se unieron en la resurrección con los profetas y ambos
saldrán al encuentro al Rey de todos.
"Y Pedro dijo a Jesús: ¡Oh Maestro! bueno será quedarnos aquí",
etc.
Beda, in
Marcum, 3, 27
Si la transfiguración de Cristo y la compañía de los dos santos, vistas
un solo instante, deleitan de tal modo a Pedro que para que no desaparezcan
quiere brindarles su hospitalidad, ¿cuánta no será la felicidad de la contemplación
perpetua de la Divinidad en medio de los coros de los ángeles? "Porque él
no sabía lo que decía, continúa". Aunque Pedro no sabe lo que dice,
sobrecogido de pasmo en su humana fragilidad, da un indicio, sin embargo, del
vivo sentimiento que le embarga. No sabía lo que decía, porque había olvidado
que el reino de Dios había sido prometido a los santos no en un lugar de la
tierra, sino en los cielos y no recordaba que ni él ni los demás apóstoles
podían subir al estado de la vida inmortal envueltos como estaban todavía en
carne mortal. Y no pensaba además que en el cielo, mansión del Padre, no es
necesaria la mano del hombre para edificar casa. Aun hoy mismo la ignorancia
llega al punto de que algunos deseen hacer un tabernáculo para la ley, otro para
los profetas y otro para el Evangelio, cuando son cosas que de ningún modo
pueden separarse.
San Juan Crisóstomo
Pedro tampoco entendió que el Señor había obrado su transfiguración para
demostrar su verdadera gloria, ni que el espíritu de Moisés no estaba reunido
aún con su cuerpo, y en fin, que hacía esto para enseñar a los hombres, siendo
muchos los que habían de salir de la multitud para ir a morar en los desiertos.
"Por estar todos sobrecogidos del pasmo". Este temor nacía por que
del estado ordinario se había elevado su espíritu a un estado mejor, porque
exteriormente veía a Moisés y a Elías, pero le embargaba cierto afecto divino,
como si aquella visión celestial la separase del sentimiento humano.
Teofilacto
O de otro modo: Temiendo Pedro bajar del monte, porque sabía ya que
Cristo debía ser crucificado, dijo: "Bueno será quedarnos aquí", y no
bajar allá en medio de los judíos. Si ellos vienen furiosos contra ti, tenemos
a Moisés, que combatió a los egipcios, y a Elías, que hizo bajar fuego del
cielo y que destruyó a cincuenta hombres.
Orígenes, in
Matthaeum, 12, 40
San Marcos dice de motu proprio: "No sabía, pues, lo que
decía". Aquí es de considerar que acaso hablaba así movido por algún
extraño espíritu, aquél quizás que quiso, en cuanto a sí mismo, poner la piedra
del escándalo delante de Cristo, para que se alejase de la Pasión saludable a
todos los hombres y para que obrando él mismo aun con seducción, no
condescendiese el Señor con los hombres, ni viniese a ellos, ni por ellos
recibiese la muerte.
Beda, in
Marcum, 3, 27
Después de pensar en un tabernáculo material, Pedro recibió abrigo en
una nube, con lo cual se le enseñó que en la resurrección seremos protegidos,
no por el techo de una casa, sino por la gloria del Espíritu Santo. "En
esto, prosigue, se formó una nube que los cubrió". Pero como han hecho una
pregunta imprudente, no mereciendo respuesta del Señor, es el Padre quien
responde por el Hijo. "Y salió de esta nube una voz que decía: Este es mi
Hijo", etc.
San Juan Crisóstomo, homilia
in Matthaeum, 57, 3
Como el Señor acostumbra aparecer en una nube, sale en efecto de una
nube la voz, a fin de que se la tome por la voz de Dios. En las palabras:
"Este es mi Hijo carísimo", se manifiesta que es una sola la voluntad
del Padre y del Hijo, y que, excepto la generación, ambos son uno mismo.
Beda, in
Marcum, 3, 27
Muestra Dios Padre a los discípulos que deben de oír al Verbo hecho
carne, a quien Moisés predijo ( Dt 18) que debía oír, todo el que
quisiera salvarse cuando viniera en carne mortal. "Y mirando luego a todas
partes no vieron consigo a nadie más", etc. Y para que no se creyese que
aquella voz, que designaba al Hijo, era la de los siervos, éstos desaparecieron
al punto.
Teofilacto
En sentido místico, esto significa que después de la consumación de este
mundo -que fue hecho en seis días-, si somos sus discípulos Jesús nos llevará
consigo al alto monte, esto es, al Cielo, y entonces veremos su singular
gloria.
Beda, in
Marcum, 3,27
Con razón se considera en los vestidos del Señor a sus santos, los
cuales brillarán con una nueva blancura, debiendo entenderse por lavandero
aquél a quien se dirige el salmista cuando dice: "Lávame todavía más de mi
iniquidad, y límpiame de mi pecado" ( Sal 50,4), porque no puede
dar en la tierra a sus fieles la claridad que reserva para ellos en el Cielo.
Remigio, in
Matthaeum
O bien se designa con el lavandero a los santos predicadores, de las que
ninguna puede existir en esta vida sin que el pecado manche su blancura y es en
la resurrección futura en que serán purificados los santos de toda mancha de
pecado. Dios los hará entonces como no puede hacerlos en este mundo la
penitencia corporal, ni la doctrina, ni el ejemplo de los predicadores.
San Juan
Crisóstomo, homilia in Marcum, hom., 10
O los vestidos blancos son los escritos evangélicos y apostólicos cuya
claridad no admite término de comparación, ni pudo igualar ninguno de los
expositores.
Orígines, in
Matthaeum, 12, 39
O acaso debemos considerar moralmente como lavanderos sobre la tierra a
los sabios del siglo que creen embellecer sus necios pensamientos y falsos
dogmas con el brillo de su ingenio. Pero con todo su arte no podrán nunca hacer
nada semejante a aquella palabra que revela el esplendor de los pensamientos
espirituales a los que no conocen las Escrituras.
Beda, in
Marcum, 3, 27
Moisés y Elías, muerto el uno ( Dt 34), y arrebatado el otro a
los cielos ( 2Re2), significan la gloria futura de todos los santos, los
cuales, en el día del juicio, ya sea que vivan todavía, ya sea que resuciten,
han de reinar en el cielo juntamente con El.
Teofilacto
O bien esto significa que veremos en la gloria a la ley y a los profetas
conversando con El, esto es, que veremos conforme a la realidad lo dicho por
Moisés y los demás profetas, y oiremos la voz del Padre que nos revela a su
Hijo, diciendo: "Este es mi Hijo", a la sombra de la nube, es decir,
del Espíritu Santo, que es la fuente de la sabiduría.
Beda, in
Marcum, 3, 27
Es de notar que, en la glorificación del Señor en el monte se declara
todo el misterio de la Santísima Trinidad, así como se había declarado en el
bautismo en el Jordán, porque veremos y alabaremos en la resurrección la misma
gloria que confesamos en el bautismo. Y no en vano el Espíritu Santo, que
apareció allí bajo la figura de una paloma, aparece aquí en una nube brillante,
porque el que ahora guarda con sencillo corazón la fe que recibió, contemplará
entonces con toda claridad el objeto de su fe. En el momento, pues, en que sonó
esta voz sobre el Hijo, se encontró solo, porque, cuando se manifieste a los
elegidos, será Dios en todo para todo ( 1Cor 15), o más bien brillará
Cristo en todo con los suyos, como la cabeza con el cuerpo.
Orígines, in
Matthaeum, 3
Después del misterio manifestado en el monte, mandó Jesús a sus
discípulos al bajar que a nadie contasen de su transfiguración antes de la
gloria de su pasión y resurrección. "El cual, así que bajaban del monte,
les ordenó", etc.
San Juan
Crisóstomo, homilia in Mattaeum, hom., 56, 3
No les manda sencillamente callar, sino que, insinuándoles su pasión,
insinúa la causa por la que deben callar.
Teofilacto
Para que los hombres no se escandalicen oyendo contar cosas tan
gloriosas de Cristo, a quien iban a ver crucificar. No convenía, pues, decir de
Cristo antes de su pasión lo que después de la resurrección se creería mejor.
Pseudo-Crisóstomo
Ignorando el misterio de la resurrección, y recordando la palabra que la
anunciaba, disputaban a veces entre ellos. Y por esto dice: "En efecto,
guardaron en su pecho el secreto", etc.
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