V. EJEMPLOS DE APOSTOLADOS MENUDOS
1. El apostolado del número uno
Cuando fueres invitado a unas bodas no te
sientes en primer lugar...(Lc 14,8)
Raro el nombre, ¿verdad?
¿Algo norteamericano? Es, sin embargo, un apostolado tan católico como útil
para los que lo reciben y difícil para los que lo practican.
Y allá va la solución de eso
que más que otra cosa parece una charada.
El número uno, que es el más chico de todos los números, tiene la
ventaja de ser el más deseado de todos ellos.
¿Qué desea, si no, el
estudiante en su clase, el obrero en su taller, el amigo entre los suyos, el
elegante entre los que aspiran a serlo, la vestida a la moda y pretendiente a
llamar la atención y todos los hombres y todas las mujeres con sus dineros,
ciencias, habilidades, posiciones, distinciones y prendas naturales y
adquiridas?
¡Ser el número uno!
¿Y qué es lo que a todos nos
cuesta más trabajo?
¡Dejar de serlo!
¡Y que tenemos poco metido
en el tuétano de nuestro ser y de nuestra vida el dichoso numerito! Y, aunque sólo los locos podrán presumir de
ser el uno en todo, todos más o menos, nos halagamos con llevar en propiedad algunos
unos, aunque sean modestos.
Días pasados me decía un
pobre basurero con aire de emperador: «Mire usted, señor mío; usted sabrá
muchas cosas y será usted lo que usted quiera, y yo en todo eso seré un cero a
la izquierda; pero en cuestión de basuras
y desperdicios, soy el número uno
en toa esta tierra...».
Y aquí asoma ya mi
apostolado en cuestión:
Puesto que a todos halaga tanto el ambicionado
uno, ¿no haríamos una obra de muy fina caridad para con el prójimo y de muy
generosa abnegación para nosotros, cediendo
todos los unos de que podamos disponer, sin faltar a nuestro deber, en
favor de los que nos rodean o tratan?
Casos corrientes
¿Vais a subir a un tranvía,
tomar billete de un tren, entrar por una puerta, pasar por una acera? Dejad o
convidad el primer lugar al que está
junto a vosotros.
¿Visitáis un pueblo, un
edificio, una institución, leéis un libro, oís poesías, discursos, cantos,
relaciones? Dejad allí el uno que
teníais para vuestro pueblo, casa,
gusto, obra, etc., para lo vuestro. Sed generosos de vuestros unos, aun a costa de que os dejen el dos, el diez, el de en medio, el último, y yo os aseguro que pasaréis por
el mundo haciendo una siembra de paz, bienestar y aproximación de almas entre
sí y con Dios, mucho, muchísimo más abundante que si sembrárais oro, ciencia y
poder...
A mis seminaristas les
tengo enseñado y con gusto indecible les veo practicar este modo de honrar e
imitar al Corazón de Jesús de su Sagrario.
Lo mejor y lo primero, para mi compañero
¡Él me los convierta en sacerdotes-apóstoles del número uno...!
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