CARTA DEL DEL SANTO
PADRE PABLO VI,
FIRMADA POR EL CARDENAL
FIRMADA POR EL CARDENAL
SECRETARIO DE ESTADO,
AL ENCUENTRO DE LOS CONSILIARIOS
AL ENCUENTRO DE LOS CONSILIARIOS
DE ACCIÓN CATÓLICA PORTUGUESA
He de comunicar a vuestra excelencia
reverendísima que el Santo Padre acogió con la mayor satisfacción la noticia
del “Encuentro” que, del 26 al 29 de julio próximo, van a realizar los
consiliarios de Acción Católica portuguesa a los pies de Nuestra Señora, en el
Santuario de Fátima. Este encuentro ofrece la oportunidad para transmitir a
todos los participantes los cordiales saludos y una palabra de estímulo y de
orientación del Augusto Pontífice, de quien me hago humilde intérprete.
Los temas que van a ser estudiados: “La
naturaleza, necesidad y actualidad de la Acción Católica”, “La espiritualidad
del seglar de Acción Católica”, “Misión del consiliario eclesiástico en la
formación espiritual y apostólica de los afiliados”, etc. —de tan relevante
importancia para el incremento y fecundidad de este movimiento, ya encuadrado
en la vida constitucional de la Iglesia, y por ella tan insistentemente
propuesto y encarecido—, demuestran cómo la Iglesia en Portugal pone en la
Acción Católica gran esperanza y pretende, con empeño, infundirle mayor
vitalidad y nuevas energías.
A este propósito, es oportuno recordar
las palabras que Su Santidad dirigió a los delegados de los obispos de la
Acción Católica italiana sobre la posición de la Acción Católica en la
Iglesia: “Diremos ahora lo que ninguno, así lo pensamos, habrá puesto en duda:
Nos deseamos que la Acción Católica viva y se mantenga conforme fue delineada
por la autoridad y sabiduría de nuestros venerables predecesores en estos
últimos decenios. Ella pertenece ahora a la constitución de la Iglesia. Varias
son sus formas, según los diversos países; varias sus tradiciones; varias sus
exigencias; varios sus frutos; pero su definición de colaboración de los
seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia... permanece como deber de
quien tiene la responsabilidad de promover la cura pastoral y la educación de
los seglares para la actividad apostólica de la Iglesia. Permanece, sobre todo,
como vocación ofrecida a los mismos seglares de pasar de la concepción inerte y
pasiva de la vida cristiana a la concepción consciente y activa de la misma;
del estado de cristianos, más de nombre que de hecho, extraños a la comprensión
y a la participación de los problemas de la Iglesia, al estado de fieles
convencidos de poder y deber también ellos compartir su plenitud comunitaria,
su responsabilidad operativa, su doloroso y glorioso testimonio, su caridad
misionera” (L'Osservatore Romano del 27 de julio de 1963).
Aquí están comprendidas las líneas
maestras que rigen la Acción Católica: Su noción, el papel del consiliario, las
necesarias cualidades y la misión del afiliado en orden a la regeneración de la
comunidad cristiana. Pero dentro de estas consideraciones hay un supuesto de
suma importancia que debe perseguir todo aquel que guía o milita en este campo
del apostolado: es el elemento “espiritualidad” que los estudios de ese
encuentro, en Fátima, no dejarán de realzar en su programa.
De hecho el sacerdote, por la misión
divina que ha recibido, la cual supone en él, antes que nada, una vivencia
íntima y perenne de Cristo, vivencia que engendra, alimenta, fecunda y aumenta
su espiritualidad, es pastor en la Iglesia, órgano, instrumento, distribuidor
de gracias, de vitalidad, de santidad, de sabiduría, de ciencia; recibe
responsabilidad ante el Señor ejerciendo su ministerio en provecho de las
almas, por cuya salvación está siempre pronto a dar hasta la propia vida. El
consiliario, en el campo específico del apostolado que le fue confiado por la
jerarquía, inspirando, guiando a los afiliados del Movimiento del Laicado
Católico, debe vivir así su sacerdocio para poder transmitir al seglar,
auténticamente fiel a su vocación eclesial, aquella vida sobrenatural de modo
que su acción, fluyendo de la vida interior abundante y fecunda, pueda operar
en la práctica la regeneración religiosa y moral de nuestra sociedad.
Téngase bien presente que en la vida de
todo apóstol ocupan el primer lugar la fe ardiente y el don divino de gracia,
que principalmente se alimentan y crecen con el ejercicio piadoso y humilde de
la oración, de la liturgia, de la frecuencia de los sacramentos. Y la fe y la
gracia, vividas en plenitud, en cada momento, engendran el celo de la acción
que lleva las almas y todos los demás seres por Él creados a Dios.
La acción apostólica, hoy más que nunca,
exige necesariamente recogimiento, mortificación de los sentidos y del
espíritu, contemplación. El mundo moderno corre velozmente, y es preciso que el
apóstol lo acompañe, acelerando e intensificando su actividad. Pero esta
preocupación de seguir el ritmo del mundo debe ser contrabalanceada, prudente y
eficazmente con otra: la de la intensificación de la vida interior.
De lo contrario, se cae fatalmente en el
falso misticismo de la acción: acción que ofusca la vida del espíritu, acción
vacía; acción sin luz, sin vida; acción que, en vez de llevar el mundo a Dios
por medio del apóstol, lleva al apóstol a ser absorbido por el mundo; no conquista,
sino derrota.
Por ello es de alabar el esfuerzo que
los consiliarios de la Acción Católica portuguesa emprenden en este encuentro
prestando mayor atención y procurando dar mayor intensidad al aprovechamiento
de los medios de espiritualidad por parte del laicado católico, indicándole la
fuente de agua viva que engendra, alimenta y fortalece su entera adhesión a
Cristo, su fidelidad a la Iglesia, su caridad misionera, sus energías en el
campo de la Acción Apostólica.
Con los votos fervientes de que este
encuentro dé buenos frutos, el Augusto Pontífice envía a vuestra excelencia
reverendísima, a todos los asistentes y afiliados de la Acción Católica
portuguesa, una particular bendición apostólica en prenda de las más preciosas
gracias para un apostolado cada vez más fecundo.
Vaticano, 25 de junio de 1964.
A. G. Card. CICOGNANI.
1 Monseñor José Pedro da Silva,
obispo titular de Tiava y auxiliar de Lisboa, a la vez que consiliario general
de la Acción Católica
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