II. EL CAMINO DEL
APOSTOLADO
Conocemos la ley de la vida del apóstol.
Y
¿los caminos que ha de recorrer?
Como toda la ley del apóstol se condensa
en la semejanza por amor humilde con
los sujetos de su apostolado, todo el camino del apóstol se representa en dos
líneas, ¡en una cruz desnuda!
La cruz
¡Dice tanto a los apóstoles esa cruz desnuda, en la que acaba de
ser ajusticiado Jesús, y de la que van a desclavar para sepultarlo al maestro y
Señor de todos los apóstoles!
¡Qué bien señala esa cruz el camino de
Jesús y de sus enviados!
La cruz, que durante unas horas fue
suplicio, ha quedado constituida para siempre en gráfico divino.
Gráfico de la vida del cristiano y
gráfico del camino de la Redención.
Esa cruz clavada en la tierra dice al que pasa y la mira estas
dos afirmaciones: hasta aquí bajó el
Redentor; desde aquí subió el Redentor.
Los puntos
extremos de los brazos y del pie de la cruz marcan un ángulo invertido, cuyos
lados, infinitamente prolongados, tocan lo más alto del cielo, y cuyo vértice
se pierde en lo más hondo y abyecto de la tierra, que eso es la muerte y muerte
infame de cruz.
El lado izquierdo de ese ángulo inmenso
es el gráfico de toda la historia de
Jesús antes de la cruz, que se encierra en estas dos solas palabras: Jesús baja.
El lado derecho es el gráfico de la historia de Jesús después de la cruz, que se
compendia también en estas dos palabras: Jesús
sube.
El pie de la cruz es a la vez término de llegada de un viaje de
descensiones horrible y dolorosamente humillantes y punto de partida de un viaje de ascensiones irresistible y
espléndidamente gloriosas. ¡Qué dos
puntos de meditación!
Jesús baja
Jesús, antes de llegar a la cruz, baja.
Jesús, después de llegar a la cruz y morir en ella, sube.
Sin detenernos a considerar la gran
bajada de Jesús del cielo a la tierra y parando mientes tan sólo en su vida
pública, ¡qué manera tan humillante y desalentadora de bajar!
Pone a favor de su predicación su
presencia augusta y hermosa, su mirar penetrante y sereno, su palabra
insinuante, veraz y avasalladora, su vida austera e inmaculada, su doctrina
santa, sus razonamientos irrebatibles, sus milagros espléndidos, su pasar por
todas partes benéfico y misericordioso... las gentes se convencen, se vienen
con Él, lo rodean, lo oprimen, lo llaman Profeta
grande, Salvador del mundo... tratan de proclamarlo Rey...
Los tres años, sin embargo, de la vida
pública no tienen por gráfico la línea ascendente, sino la descendente. ¡Jesús
baja!
Se observa en las narraciones evangélicas, en la última parte de
la vida de Jesús, una disminución grande de seguidores con respecto a la
primera parte de su vida.
¿Por qué?
¡Qué lección tan alentadora y tan
profunda para los que tenemos apostolados populares!
Mientras han creído
que Jesús era el Mesías profano, en que soñaban los judíos, que iba a dar
reinos de tierra y poderíos humanos y dineros y placer, los seguidores suyos se
han contado por legiones.
El
Evangelio tiene que llamarlos con el nombre de turbas, pueblo, muchedumbre copiosa, grande, máxima.
Cuando se han ido dando cuenta de lo
espiritual y anticarnal del reino de Jesús, de los premios que ofrece y del
alimento que prepara para los vasallos de su reino, el evangelista san Juan, en
el mismo capítulo sexto de su Evangelio, el más lleno quizá de doctrina, de
hechos grandes y de promesas espléndidas, en el mismo capítulo de la
multiplicación de los panes y de los peces y de la primera promesa de la
Eucaristía, tiene que consignar esta tristísima frase: «Desde entonces muchos
de sus discípulos dejaron de seguirle; y ya no andaban con Él» (Jn 6,6).
Y eran tantos los que lo iban dejando,
que ya lo vemos en el Huerto y el Pretorio y en el Calvario, ¡o solo o, a lo
más, acompañado de su Madre, de un discípulo y de unas piadosas Marías!
¿Se puede llegar a más fracaso del
prestigio y a más dolores del cuerpo y más penas del corazón como en el último
año de vida pública, y, sobre todo, en el llamado proceso de la pasión, y en su remate, la crucifixión, a que ha
llegado Jesús?
¿Verdad que no?
Jesús sube
¡Pero, qué! ¿Ha llegado ya a ser el último de los hombres, sin
apariencia de tal tan siquiera? ¿Ha
caído ya el grano de trigo en su surco de tierra y se ha muerto?
Esperad ahora en silencio y con paz...
En
el mismo Símbolo en que profesamos que descendió
a los infiernos, decimos que resucitó,
subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre...
¡Cruz desnuda de mi Jesús sepultado! ¡Tú no eres solamente el
gráfico, el símbolo de un ocaso, sino, además, de una aurora!
¡Tú me anuncias las grandes, las
incesantes, las irresistibles, las dominadoras ascensiones de mi Jesús en los
cielos y en la tierra!
Lo que sube con
Jesús
Jesús, a partir del pie de la cruz, pese
a los demonios del infierno y a las envidias de los fariseos, y a las
pusilanimidades de los Pilatos, y a la deslealtad, cobardía y traición de
discípulos y amigos de la tierra, ¡sube! ¡Jesús ya no cesará de subir en el conocimiento,
en el amor, en la imitación, en la reformación, transformación y glorificación
de los hombres!
La pedagogía del
gráfico
Hermanos de apostolados grandes o menudos de Jesús, en esas
horas, tan frecuentes en todo apostolado bueno, de desalientos, de
persecuciones injustas o merecidas, de pretericiones dolorosas, soledades y
abandonos agostadores, ¡qué bien nos viene recordar el gráfico del camino de Jesús y de sus apóstoles!
¡No lo olvidemos!
Aunque hagamos nuestra labor, que es la
obra de Dios, lo mejor que podamos y sepamos, y recibamos a las veces, y, sobre
todo en los comienzos, aplausos y parabienes, no creamos que hemos llegado al
triunfo.
Para llegar a él hay que bajar primero, morir o dejar crucificar y enterrar nuestro amor propio y miras
mezquinas, y quizá quizá hasta nuestra vida terrena; y después, ¡sólo después!,
¡el triunfo de Jesús, el de nuestra obra y el nuestro también!
¡Hermanos! Que el gráfico de las dos líneas que se juntan al pie
de la cruz como para cambiar humillaciones por exaltaciones, derrotas por
triunfos, tinieblas por luz, muerte terrena por vida de cielo, que es el
gráfico resumen de la vida de los grandes apóstoles, sea el gráfico vuestro, la
senda de vuestro apostolado...
¡No desmayad ni
temed cuando bajéis por la línea descendente con tal de que ésta os lleve a la
cruz!
¡No
tened miedo a la muerte de cruz!
¡Desconfiad de los apostolados de línea
sólo ascendente...! ¡Ése no es
camino de apostolado de Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario