miércoles, 26 de abril de 2017

Apostolados menudos III (el camino del apostolado) - San Manuel González García

II. EL CAMINO DEL 

APOSTOLADO



          Conocemos la ley de la vida del apóstol.
           Y ¿los caminos que ha de recorrer?
          Como toda la ley del apóstol se condensa en la semejanza por amor humilde con los sujetos de su apostolado, todo el camino del apóstol se representa en dos líneas, ¡en una cruz desnuda!

La cruz 

¡Dice tanto a los apóstoles esa cruz desnuda, en la que acaba de ser ajusticiado Jesús, y de la que van a desclavar para sepultarlo al maestro y Señor de todos los apóstoles!
          ¡Qué bien señala esa cruz el camino de Jesús y de sus enviados!
          La cruz, que durante unas horas fue suplicio, ha quedado constituida para siempre en gráfico divino.
          Gráfico de la vida del cristiano y gráfico del camino de la Redención.

Esa cruz clavada en la tierra dice al que pasa y la mira estas dos afirmaciones: hasta aquí bajó el Redentor; desde aquí subió el Redentor.
Los puntos extremos de los brazos y del pie de la cruz marcan un ángulo invertido, cuyos lados, infinitamente prolongados, tocan lo más alto del cielo, y cuyo vértice se pierde en lo más hondo y abyecto de la tierra, que eso es la muerte y muerte infame de cruz.
          El lado izquierdo de ese ángulo inmenso es el gráfico de toda la historia de Jesús antes de la cruz, que se encierra en estas dos solas palabras: Jesús baja.
           El lado derecho es el gráfico de la historia de Jesús después de la cruz, que se compendia también en estas dos palabras: Jesús sube.
           El pie de la cruz es a la vez término de llegada de un viaje de descensiones horrible y dolorosamente humillantes y punto de partida de un viaje de ascensiones irresistible y espléndidamente gloriosas.    ¡Qué dos puntos de meditación!

 Jesús baja


Jesús, antes de llegar a la cruz, baja.
          Jesús, después de llegar a la cruz y morir en ella, sube.
          Sin detenernos a considerar la gran bajada de Jesús del cielo a la tierra y parando mientes tan sólo en su vida pública, ¡qué manera tan humillante y desalentadora de bajar!
          Pone a favor de su predicación su presencia augusta y hermosa, su mirar penetrante y sereno, su palabra insinuante, veraz y avasalladora, su vida austera e inmaculada, su doctrina santa, sus razonamientos irrebatibles, sus milagros espléndidos, su pasar por todas partes benéfico y misericordioso... las gentes se convencen, se vienen con Él, lo rodean, lo oprimen, lo llaman Profeta grande, Salvador del mundo... tratan de proclamarlo Rey... 
          Los tres años, sin embargo, de la vida pública no tienen por gráfico la línea ascendente, sino la descendente. ¡Jesús baja!

Se observa en las narraciones evangélicas, en la última parte de la vida de Jesús, una disminución grande de seguidores con respecto a la primera parte de su vida.
          ¿Por qué?
          ¡Qué lección tan alentadora y tan profunda para los que tenemos apostolados populares!
           Mientras han creído que Jesús era el Mesías profano, en que soñaban los judíos, que iba a dar reinos de tierra y poderíos humanos y dineros y placer, los seguidores suyos se han contado por legiones. 
          El Evangelio tiene que llamarlos con el nombre de turbas, pueblo, muchedumbre copiosa, grande, máxima.
          Cuando se han ido dando cuenta de lo espiritual y anticarnal del reino de Jesús, de los premios que ofrece y del alimento que prepara para los vasallos de su reino, el evangelista san Juan, en el mismo capítulo sexto de su Evangelio, el más lleno quizá de doctrina, de hechos grandes y de promesas espléndidas, en el mismo capítulo de la multiplicación de los panes y de los peces y de la primera promesa de la Eucaristía, tiene que consignar esta tristísima frase: «Desde entonces muchos de sus discípulos dejaron de seguirle; y ya no andaban con Él» (Jn 6,6).
          Y eran tantos los que lo iban dejando, que ya lo vemos en el Huerto y el Pretorio y en el Calvario, ¡o solo o, a lo más, acompañado de su Madre, de un discípulo y de unas piadosas Marías!
          ¿Se puede llegar a más fracaso del prestigio y a más dolores del cuerpo y más penas del corazón como en el último año de vida pública, y, sobre todo, en el llamado proceso de la pasión, y en su remate, la crucifixión, a que ha llegado Jesús?
          ¿Verdad que no?


Jesús sube


¡Pero, qué! ¿Ha llegado ya a ser el último de los hombres, sin apariencia de tal tan siquiera?    ¿Ha caído ya el grano de trigo en su surco de tierra y se ha muerto?
          Esperad ahora en silencio y con paz...
          En el mismo Símbolo en que profesamos que descendió a los infiernos, decimos que resucitó, subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre...

¡Cruz desnuda de mi Jesús sepultado! ¡Tú no eres solamente el gráfico, el símbolo de un ocaso, sino, además, de una aurora!
          ¡Tú me anuncias las grandes, las incesantes, las irresistibles, las dominadoras ascensiones de mi Jesús en los cielos y en la tierra!


Lo que sube con Jesús


          Jesús, a partir del pie de la cruz, pese a los demonios del infierno y a las envidias de los fariseos, y a las pusilanimidades de los Pilatos, y a la deslealtad, cobardía y traición de discípulos y amigos de la tierra, ¡sube! ¡Jesús ya no cesará de subir en el conocimiento, en el amor, en la imitación, en la reformación, transformación y glorificación de los hombres!


La pedagogía del gráfico


Hermanos de apostolados grandes o menudos de Jesús, en esas horas, tan frecuentes en todo apostolado bueno, de desalientos, de persecuciones injustas o merecidas, de pretericiones dolorosas, soledades y abandonos agostadores, ¡qué bien nos viene recordar el gráfico del camino de Jesús y de sus apóstoles!

¡No lo olvidemos!
          Aunque hagamos nuestra labor, que es la obra de Dios, lo mejor que podamos y sepamos, y recibamos a las veces, y, sobre todo en los comienzos, aplausos y parabienes, no creamos que hemos llegado al triunfo.
          Para llegar a él hay que bajar primero, morir o dejar crucificar y enterrar nuestro amor propio y miras mezquinas, y quizá quizá hasta nuestra vida terrena; y después, ¡sólo después!, ¡el triunfo de Jesús, el de nuestra obra y el nuestro también!

¡Hermanos! Que el gráfico de las dos líneas que se juntan al pie de la cruz como para cambiar humillaciones por exaltaciones, derrotas por triunfos, tinieblas por luz, muerte terrena por vida de cielo, que es el gráfico resumen de la vida de los grandes apóstoles, sea el gráfico vuestro, la senda de vuestro apostolado...
¡No desmayad ni temed cuando bajéis por la línea descendente con tal de que ésta os lleve a la cruz!
   ¡No tened miedo a la muerte de cruz!
   ¡Desconfiad de los apostolados de línea sólo ascendente...!    ¡Ése no es camino de apostolado de Jesús!


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