He
leído el santo Evangelio y he encontrado los verbos no recibir, no
reconocer, no creer, no agradecer o abandonar, hartas veces repetidos,
teniendo por sujetos de la acción a los amigos, y por término de la
misma a Jesús.
Si yo
pudiera abrir las puertas de oro, plata, bronce o madera de los Sagrarios más
cuidados y visiblemente acompañados de todo el mundo y preguntar al Jesús que
dentro de ellos vive:
¿Padeces
aquí también abandono de amigos? ¿Te dan trato personal?
¿Qué
respondería Jesús?
***
El
primer viernes de marzo de 1910, surgió de mi Sagrario, que había padecido
muchos abandonos, al eco de una respuesta muy triste de Jesús a esa pregunta,
una Obra formada por almas juramentadas para declarar guerra y guerra sin
cuartel a todo abandono, llámese soledad, desconocimiento, dureza, ingratitud,
infidelidad, deslealtad para con Jesús en el Sagrario.
Ésa es
la Obra de los Sagrarios-Calvarios.
Su
lema: a mayor abandono de los demás, más compañía propia.
Su
grito de guerra: aunque todos... yo no.
Su
anhelo incesante: DAR Y BUSCAR organizada y permanentemente, al Corazón de
Jesús Sacramentado, REPARACIÓN...
...de
su ABANDONO (exterior e interior) de Misa, Comunión y presencia real...
...por
la COMPAÑÍA de presencia, compasión, imitación y confianza.
En unión de María Inmaculada, del
Discípulo fiel y de las Marías.
Con la
fortaleza del Espíritu Santo, con las repetidas aprobaciones y estímulos del
Papa y de los Obispos, con la gratitud de los enterados, el recelo de los no
enterados y el odio y la guerra de los demonios del abandono, la Obra nació,
vive y avanza sin cansancios ni desorientaciones.
¡Parece
que Jesús va estando más contento en sus Sagrarios!...
Marías, Discípulos
Como
habéis visto, el mar sin fondo ni riberas de las misericordias eucarísticas, ha
sido convertido por los hombres en mar negro de abandonos, por las
densas sombras que éstos proyectan...
¡A
surcarlo en todas direcciones en vuestras barquillas de reparadora compañía!
¡Que el blanco y el morado de vuestras insignias, como velas de vuestras
naves henchidas por el Espíritu santo, cubran y truequen pronto, muy pronto, el
mar negro de las misericordias despreciadas en el mar blanco y morado
de la Eucaristía bien creída, bien comida, bien compadecida, bien
desagraviada, bien imitada y bien agradecida!
Sacerdotes, hermanos míos
¡A
poner entre estas dos palabras: Sagrario y abandono, la presencia más
perenne de vuestros cuerpos y de vuestras almas. La compasión más sentida
con los sentimientos del Corazón de Jesús Sacramentado. La imitación más
fiel de su vida eucarística. Y la confianza más rendida en su amor
misericordioso!
Que
cuando el dardo del abandono venga a clavarse en el Sagrario, se vea
impelido a una de estas dos cosas: o a retroceder porque vosotros, los hombres
del Sagrario, no lo dejáis pasar, o si esto no podéis, a llegar al Sagrario
goteando sangre de vuestros corazones, lágrimas de vuestros ojos y esencia de
vuestras vidas...
¡Que un mismo dardo atraviese
dos corazones: el de Jesús-Hostia y el de su hostia-sacerdote!.
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