De la Encíclica
Dominum et Vivificantem
1. Promesa
y revelación de Jesús durante la
Cena pascual
3. Cuando ya era inminente para Jesús el
momento de dejar este mundo, anunció a los apóstoles « otro Paráclito ». El evangelista Juan, que estaba
presente, escribe que Jesús, durante la
Cena pascual anterior al día de su pasión y muerte, se
dirigió a ellos con estas palabras: « Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo
haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo... y yo pediré al Padre y os
dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la
verdad ».
Precisamente a este Espíritu de la verdad
Jesús lo llama el Paráclito, y Parákletos quiere decir « consolador », y
también « intercesor » o « abogado ». Y dice que es « otro » Paráclito, el
segundo, porque él mismo, Jesús, es el primer Paráclito, al ser el primero que trae y da la Buena Nueva. El
Espíritu Santo viene después de él y gracias a él, para continuar en el mundo,
por medio de la Iglesia ,
la obra de la Buena Nueva de
salvación. De esta
continuación de su obra por parte del Espíritu Santo Jesús habla más de una vez
durante el mismo discurso de despedida, preparando a los apóstoles, reunidos en
el Cenáculo, para su partida, es decir, su pasión y muerte en Cruz.
Las palabras, a las que aquí nos referimos, se
encuentran en el Evangelio de
Juan. Cada una de ellas añade
algún contenido nuevo a aquel anuncio y a aquella promesa. Al mismo tiempo,
están simultáneamente relacionadas entre sí no sólo por la perspectiva de los
mismos acontecimientos, sino también por la perspectiva del misterio del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo, que quizás en ningún otro pasaje de la Sagrada Escritura
encuentran una expresión tan relevante como ésta.
4. Poco después del citado anuncio, añade
Jesús: « Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi
nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo he dicho ». El Espíritu Santo será el Consolador
de los apóstoles y de la
Iglesia , siempre presente en medio de ellos—aunque
invisible—como maestro de la misma Buena Nueva que Cristo anunció. Las palabras
« enseñará » y « recordará » significan no sólo que el Espíritu, a su manera,
seguirá inspirando la predicación del Evangelio de salvación, sino que también
ayudará a comprender el justo significado del contenido del mensaje de Cristo,
asegurando su continuidad e identidad de comprensión en medio de las
condiciones y circunstancias mudables. El Espíritu Santo, pues, hará que en la Iglesia perdure siempre la misma verdad que los apóstoles oyeron de su
Maestro.
5. Los apóstoles, al transmitir la Buena Nueva , se unirán
particularmente al Espíritu Santo. Así sigue hablando Jesús: « Cuando venga el
Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que
procede del Padre, él dará
testimonio de mí. Pero
también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio ».
Los apóstoles fueron testigos directos y
oculares. « Oyeron » y « vieron con sus propios ojos », « miraron » e incluso «
tocaron con sus propias manos » a Cristo, como se expresa en otro pasaje el
mismo evangelista Juan. Este
testimonio suyo humano, ocular e « histórico » sobre Cristo se une al
testimonio del Espíritu Santo: « El dará testimonio de mí ». En el testimonio del Espíritu de la
verdad encontrará el supremo apoyo el testimonio humano de los
apóstoles. Y luego encontrará también en ellos el fundamento interior de su continuidad entre
las generaciones de los discípulos y de los confesores de Cristo, que se
sucederán en los siglos posteriores.
Si la revelación suprema y más completa de
Dios a la humanidad es Jesucristo mismo, el
testimonio del Espíritu de la
verdad inspira, garantiza y corrobora su fiel transmisión en la predicación y
en los escritos apostólicos, mientras
que el testimonio de los
apóstoles asegura su
expresión humana en la Iglesia
y en la historia de la humanidad.
6. Esto se deduce también de la profunda
correlación de contenido y de intención con el anuncio y la promesa mencionada,
que se encuentra en las palabras sucesivas del texto de Juan: « Mucho podría
deciros aún, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga el Espíritu de la verdad,
os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que
hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir ».
Con estas palabras Jesús presenta el
Paráclito. el Espíritu de la verdad, como el que « enseñará » y « recordará »,
como el que « dará testimonio » de él; luego dice: « Os guiará hasta la verdad
completa ». Este « guiar hasta la verdad completa », con referencia a lo que
dice a los apóstoles « pero ahora no podéis con ello », está necesariamente
relacionado con el
anonadamiento de Cristo por
medio de la pasión y muerte de Cruz, que entonces, cuando pronunciaba estas
palabras, era inminente.
Después, sin embargo, resulta claro que aquel
« guiar hasta la verdad completa » se refiere también, además del escándalo de la cruz, a todo lo que Cristo « hizo y
enseñó ». En efecto, el misterio
de Cristo en su globalidad
exige la fe ya que ésta introduce oportunamente al hombre en la realidad del
misterio revelado. El « guiar hasta la verdad completa » se realiza, pues en la
fe y mediante la fe, lo cual es obra del Espíritu de la verdad y fruto de su
acción en el hombre. El Espíritu Santo debe ser en esto la guía suprema del
hombre y la luz del espíritu humano. Esto sirve para los apóstoles, testigos
oculares, que deben llevar ya a todos los hombres el anuncio de lo que Cristo «
hizo y enseñó » y, especialmente, el anuncio de su Cruz y de su Resurrección.
En una perspectiva más amplia esto sirve también para todas las generaciones de
discípulos y confesores del Maestro, ya que deberán aceptar con fe y confesar con lealtad el misterio de Dios
operante en la historia del hombre, el misterio revelado que explica el sentido
definitivo de esa misma historia.
7. Entre el Espíritu Santo y Cristo subsiste,
pues, en la economía de la salvación una relación íntima por la cual el
Espíritu actúa en la historia del hombre como « otro Paráclito », asegurando de
modo permanente la trasmisión y la irradiación de la Buena Nueva revelada
por Jesús de Nazaret. Por esto, resplandece la gloria de Cristo en el Espíritu
Santo-Paráclito, que en el misterio y en la actividad de la Iglesia continúa
incesantemente la presencia histórica del Redentor sobre la tierra y su obra
salvífica, como lo atestiguan las siguientes palabras de Juan: « El me dará
gloria, porquerecibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros ». Con estas palabras se confirma una vez
más todo lo que han dicho los enunciados anteriores. « Enseñará ..., recordará
..., dará testimonio ». La suprema y completa autorrevelación de Dios, que se
ha realizado en Cristo, atestiguada por la predicación de los Apóstoles, sigue
manifestándose en la Iglesia
mediante la misión del Paráclito invisible, el Espíritu de la verdad. Cuán
íntimamente esta misión esté relacionada con la misión de Cristo y cuán
plenamente se fundamente en ella misma, consolidando y desarrollando en la historia
sus frutos salvíficos, está expresado con el verbo « recibir »: « recibirá de
lo mío y os lo comunicará ». Jesús para explicar la palabra « recibirá »,
poniendo en clara evidencia la unidad divina y trinitaria de la fuente, añade:
« Todo lo que tiene el Padre
es mío. Por eso os he dicho: Recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros ». Tomando de lo « mío », por eso mismo
recibirá de « lo que es del Padre ».
A la luz pues de aquel « recibirá » se pueden
explicar todavía las otras palabras significativas sobre el Espíritu Santo,
pronunciadas por Jesús en el Cenáculo antes de la Pascua : « Os conviene que
yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré; y cuando él venga, convencerá al
mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo
referente al juicio ». Convendrá
dedicar todavía a estas palabras una reflexión aparte.
2. Padre,
Hijo y Espíritu Santo
8. Una característica del texto joánico es que
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son llamados claramente Personas; la
primera es distinta de la segunda y de la tercera, y éstas también lo son entre
sí. Jesús habla del Espíritu Paráclito usando varias veces el pronombre personal
« él »; y al mismo tiempo, en todo el discurso de despedida, descubre los lazos
que unen recíprocamente al Padre, al Hijo y al Paráclito. Por tanto, « el
Espíritu ... procede del Padre » y
el Padre « dará » el Espíritu. El
Padre « enviará » el Espíritu en nombre del Hijo, el Espíritu « dará testimonio »
del Hijo. El Hijo pide al Padre
que envíe el Espíritu Paráclito, pero
afirma y promete, además, en relación con su « partida » a través de la Cruz : « Si me voy, os lo enviaré
». Así pues, el Padre
envía el Espíritu Santo con el poder de su paternidad, igual que ha enviado al
Hijo, y al mismo tiempo lo envía
con la fuerza de la redención realizada por Cristo; en este sentido el Espíritu
Santo es enviado también por el Hijo: « os lo enviaré ».
Conviene notar aquí que si todas las demás
promesas hechas en el Cenáculo anunciaban la venida del Espíritu Santo después de la partida de Cristo, la
contenida en el texto de Juan comprende y subraya claramente también la
relación de interdependencia, que se podría llamar causal, entre la manifestación de ambos: «
Pero si me voy, os le enviaré ». El Espíritu Santo vendrá cuando Cristo se haya
ido por medio de la Cruz ;
vendrá no sólo después, sino como causa de la redención realizada por
Cristo, por voluntad y obra del Padre.
9. Así, en el discurso pascual de despedida se
llega —puede decirse— al
culmen de la revelación trinitaria. Al
mismo tiempo, nos encontramos ante unos acontecimientos definitivos y unas
palabras supremas, que al final se traducirán en el gran mandato misional
dirigido a los apóstoles y, por medio de ellos, a la Iglesia : « Id, pues, y
haced discípulos a todas las gentes », mandato que encierra, en cierto modo, la
fórmula trinitaria del bautismo: « bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo ». Esta fórmula refleja el misterio
íntimo de Dios y de su vida divina, que es el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, divina unidad de la
Trinidad. Se puede leer este discurso como una preparación
especial a esta fórmula trinitaria, en la que se expresa la fuerza vivificadora
del Sacramento que obra la
participación en la vida de Dios uno y trino, porque
da al hombre la gracia santificante como don sobrenatural. Por medio de ella
éste es llamado y hecho « capaz » de participar en la inescrutable vida de
Dios.
10. Dios, en su vida íntima, « es amor », amor esencial, común a las tres
Personas divinas. EL Espíritu Santo es amor personal como Espíritu del Padre y
del Hijo. Por esto « sondea hasta las profundidades de Dios », como Amor-don
increado. Puede decirse que
en el Espíritu Santo la vida íntima de Dios uno y trino se hace enteramente
don, intercambio del amor recíproco entre las Personas divinas, y que por el
Espíritu Santo Dios « existe » como don. El Espíritu Santo es pues laexpresión
personal de esta donación, de
este ser-amor. Es Persona-amor.
Es Persona-don. Tenemos aquí una riqueza insondable de la realidad y una
profundización inefable del concepto de persona en Dios, que solamente
conocemos por la
Revelación.
Al mismo tiempo, el Espíritu Santo,
consustancial al Padre y al Hijo en la divinidad, es amor y don (increado) del
que deriva como de una fuente (fons vivus) toda dádiva a las criaturas (don creado): la
donación de la existencia a todas las cosas mediante la creación; la donación
de la gracia a los hombres mediante toda la economía de la salvación. Como
escribe el apóstol Pablo: « El amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado ».
No hay comentarios:
Publicar un comentario