Flaco y barrigón
P. Leonardo Castellani
en "Fábulas Camperas"
Le tuvieron lástima al Matungo, que ya no podía con los huesos, y en
pago de sus doce años de tiro lo soltaron para siempre en un alfalfar florido.
El alfalfar era un edén caballuno, extenso y jugoso, y Matungo no tenía más que
hacer que comer a gusto y tumbarse en la sombra a descansar después, mirando
estáticamente revolotear sobre el lago verde y morado las maripositas blancas y
amarillas.
Y sin embargo Matungo no engordó. Era muy viejo ya y tenía los músculos
como tientos. Echó panza sí, una barriga estupenda, pero fuera de allí no
aumentó ni un gramo, de suerte que daba al verlo, hundido en el pastizal húmedo
hasta las rodillas, la impresión ridícula de un perfil de caballete sosteniendo
una barriga como un odre.
-¡Qué raro!
-No crea. Lo mismo le pasa a mucha gente. Al que lee mucho y estudia
poco, al que come en grande y no digiere, al que reza y no medita, al que
medita y no obra.
Flacos y barrigones.
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