Y aconteció que se agolpaban las gentes
hacia El, para oír la palabra de Dios, y El estaba a la orilla del lago de
Genesaret. Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago: y los pescadores
habían saltado a tierra, y lavaban sus redes. Y entrando en una de estas
barcas, que era de Simón, rogó que la apartase un poco de tierra. Y estando
sentado, enseñaba al pueblo desde la barquilla.
Y luego que acabó de hablar, dijo a
Simón: "Entra más adentro, y soltad vuestras redes para pescar". Y respondiendo
Simón, le dijo: "Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber
cogido nada; mas en tu palabra soltaré la red". Y cuando esto hubieron
hecho, cogieron un tan crecido número de peces, que se rompía su red. E
hicieron señas a sus compañeros, que estaban en el otro barco, para que
viniesen a ayudarlos. Y vinieron, y de tal modo llenaron los barcos, que casi
se sumergían.
Y cuando esto vio Simón Pedro, se arrojó
a los pies de Jesús diciendo: "Señor, apártate de mí, que soy un hombre
pecador". Porque él y todos los que con él estaban quedaron atónitos de la
presa de los peces que habían cogido. Y asimismo, Santiago y Juan, hijos de
Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: "No temas;
desde aquí en adelante serás pescador de los hombres". Y llevadas las
barcas a tierra, lo dejaron todo, y le siguieron.
San Ambrosio, in Lucam lib 4
Cuando Jesús hubo dispensado la salud a
varias clases de enfermos, y ni el tiempo ni el lugar detenía a las turbas
deseosas de salud, declinó la tarde. Y le seguían. Un lago les disputa el paso,
y le rodeaban por todas partes; por ello se dice: "Y aconteció que
agolpándose las turbas hacia El", etc.
Crisóstomo
Estaban unidos a El, lo amaban, lo
admiraban, y deseaban tenerlo siempre consigo. ¿Quién se separaría de El cuando
hacía tales milagros? ¿Quien no querría ver aquel rostro y aquella boca que
decía tales cosas? No sólo era admirable cuando hacía milagros, sino que su
solo aspecto abundaba en gracia de una manera extraordinaria. Por lo que cuando
hablaba le oían con el mayor silencio, y nunca interrumpían su discurso; por
esto se dice: "Y acudían a El para oír la palabra de Dios", etc.
Prosigue: "Y El estaba a la orilla del lago de Genesareth".
Beda
Aseguran que el lago de Genesareth era
el mismo mar de Tiberíades, y que tomó el nombre de mar de Galilea en atención
a la provincia que le rodeaba. Genesareth se llama también porque este mar se
parece a un lago (que encrespando sus olas parecía que él mismo era quien se
agitaba), y en griego quiere decir que engendra la brisa. Sus aguas, en vez de
ser tranquilas como las de los lagos, son frecuentemente agitadas por los
vientos; son dulces y buenas para beber. Pero en la lengua hebrea se acostumbró
a designar con el nombre de mar a toda reunión de aguas, sean dulces o saladas.
Teofilacto
El Señor huye de la gloria, cuanto más
ella le persigue, y por ello, separándose de las turbas, entró en la barca. De
donde prosigue: "Y vio dos barcos que estaban a la orilla del lago. Y los
pescadores habían saltado en tierra, y lavaban sus redes".
Crisóstomo
Lo cual era señal de descanso. Pero,
según San Marcos, los encontró remendando sus redes. Tanta era la pobreza de
aquellos pescadores que remendaban sus redes, no pudiendo comprar otras.
Queriendo reunir oportunamente a toda la concurrencia, y que nadie se quedase a
su espalda, y con el fin de que todos le viesen cara a cara, subió en el barco.
Por esto dice: "Y entrando en una nave que era de Simón, le rogó",
etc.
Teofilacto
He aquí la mansedumbre de Jesucristo,
que ruega a Pedro; y la obediencia de Pedro, en todo.
Crisóstomo
Después que hizo tantos milagros, expone
de nuevo su doctrina; y encontrándose en el mar, pesca a los que están en
tierra. Y de aquí prosigue: "Y estando sentado, enseñaba al pueblo desde
la navecilla".
San Gregorio Nacianceno, hom. de repudio
Condescendiendo con todos, a fin de
sacar al pez del abismo, esto es, al hombre que nada en las cosas móviles y en
las amargas tempestades de esta vida.
Beda
Místicamente hablando, las dos naves
representan al pueblo judío y gentil, los cuales vio el Señor, porque conoce
quiénes son los suyos en uno y otro pueblo; y al verlos -esto es, visitándolos
con su misericordia-, los conduce a la playa tranquila de la vida futura. Los
pescadores son los doctores de la Iglesia, que nos pescan con la red de la fe,
y -como a la playa- nos conducen a la tierra de los vivos. Pero estas redes
unas veces se tienden a la pesca, otras veces se lavan para plegarlas, porque
no todo el tiempo es propicio para la predicación, sino que el Doctor debe
hablar unas veces y otras ocuparse de sí mismo. La nave de Simón es la Iglesia
primitiva, de quien dice San Pablo: "El que hizo a Pedro Apóstol de los
circuncisos" ( Gál 2,8). Se dice bien: una barca, porque la multitud de
los creyentes tenía sólo un corazón y una alma ( Hch 4,32).
San Agustín, de quaest evang. 2, 2
Desde la cual enseñaba a las turbas;
porque enseña a las gentes con la autoridad de la Iglesia. Y en cuanto a lo que
dice, que subiendo el Señor al barco suplicó a San Pedro que le separase un
poco de la tierra, da a entender que se debe predicar a las gentes con
moderación; ni mandándoles lo terreno, ni apartándolos de la tierra a lo
profundo de los misterios. También quiere decir que debe predicarse primero a
las gentes que están más cerca. Después dice: "Entra más adentro"
manda predicar a las naciones más remotas.
San Cirilo
Después que había enseñado bastante al
pueblo, vuelve otra vez a sus obras admirables; y por medio del oficio de
pescador, pesca a sus discípulos. De donde prosigue: "Y luego que acabó de
hablar, dijo a Simón: Entra más adentro, y soltad vuestras redes para
pescar".
Crisóstomo
Acomodándose a las circunstancias de los
hombres, así como llamó a los magos por medio de una estrella, llama ahora a
los pescadores por medio del arte de pescar.
Teofilacto
San Pedro no tardó en obedecer, y por
esto prosigue: "Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche
hemos estado trabajando, sin haber cogido nada". No añadió, pues: No te
obedeceré, ni me expondré a trabajar por segunda vez en vano; sino que añade:
"Mas en tu palabra soltaré la red". Y como el Señor había instruido
las turbas desde el barco, no dejó sin recompensa a su dueño dispensándole
beneficios de dos maneras: primero, dándole multitud de peces, y después,
haciéndolo su discípulo; por lo que sigue: "Y cuando esto hubieron hecho,
cogieron una copiosa multitud de peces", etc. Cogió tantos peces, que no
pudo sacarlos afuera, sino que tuvo que pedir auxilio a sus compañeros que
estaban en otro barco, para que viniesen. Los llama por señas, porque no podía
hablar asombrado por la gran cantidad de peces que había cogido; y aquéllos le
prestaron su auxilio, porque dice: "Y vinieron, y de tal manera llenaron
las dos barcas", etc.
San Agustín, De cons Evang., 2, 9
San Juan parece contar el mismo milagro 1; pero es otro muy distinto, y que se verificó después de la
resurrección del Señor en el mar de Tiberíades. No solamente se diferencian
estos dos prodigios en cuanto al tiempo, sino también en cuanto a la misma
cosa. Porque en el milagro que refiere San Juan se dice que arrojó la red a la
derecha, y sacó ciento cincuenta y tres peces; grandes en verdad, y tanto, que
el evangelista especificó su magnitud diciendo que, a pesar de ello, las redes
no se rompieron; fijándose sin duda, en este otro prodigio que refiere San
Lucas, en el que se rompían las redes, por los muchos pescados que habían
cogido.
San Ambrosio
Místicamente, la barca de Pedro, que
flota según San Mateo y que según San Lucas se llena de peces, figura la
Iglesia flotante en su origen, y llena después hasta rebosar. No zozobra ésta
que tiene a Pedro; pero fluctúa aquella que tiene a Judas: en una y otra se
encuentra Pedro, pero el que permanece firme por sus virtudes es perturbado por
las extrañas. Evitemos el trato con el traidor, no sea que vacilemos muchos,
empujados por uno solo. Hay perturbación allí donde se encuentra poca fe; y
gran seguridad donde hay perfecto amor. Ultimamente, aun cuando se manda a
otros que arrojen sus redes, sólo a Pedro se le dice: "Entra más
adentro"; esto es, hasta el fondo de la cuestión. ¿Qué cosa hay más
elevada que conocer al Hijo de Dios? ¿Mas cuáles son las redes que se manda a
los apóstoles tender sino los discursos, que como los rodeos y vueltas de las
discusiones no dejan escapar a los que cogen? Los instrumentos de los apóstoles
son redes de pesca que no hieren a los que cogen, sino que los reservan; y que,
desde el abismo donde se agitaban, los hacen subir a lo más elevado. Dice,
pues: "Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber cogido
nada"; porque en realidad el fruto que ha de cogerse por medio de la
predicación no depende de los hombres, sino de Dios. Los que antes nada habían
cogido ahora hacen una gran pesca con la Palabra de Dios.
San Cirilo
Esto prefiguró lo que había de suceder;
no trabajan en balde los predicadores de la doctrina evangélica cuando tienden
sus redes, sino que aumentan siempre nuevas comunidades a la Iglesia de Dios.
San Agustín, de cuest. evang. 2, 2
Las redes que se rompían y las barcas
llenas de tanta abundancia de peces, que casi se sumergían, significan que
habrá en la Iglesia tal multitud de hombres carnales, que la desgarrarán con
herejías, y perturbarán su paz con cismas.
Beda
Se rompe la red pero no escapa el pez,
porque el Señor defiende siempre a los suyos contra los escándalos de sus
perseguidores.
San Ambrosio
La otra nave es el judaísmo, de la que
son elegidos San Juan y Santiago. Estos pasaron de la sinagoga a la nave de
Pedro -esto es, a la Iglesia-, para que llenasen las dos naves. Todos, pues, se
postran cuando se pronuncia el nombre de Jesús, ya sean judíos, ya griegos.
Beda
O la otra nave es la Iglesia de los
gentiles, la cual, no siendo suficiente una nave, se llena también de peces
escogidos; porque el Señor conoce quiénes son los suyos ( 2Tim 2,19), y sabe el
número total de sus elegidos. Aun cuando no encontró a muchos que creyeran en
El entre los judíos, sabe perfectamente quienes van a admitir la fe y van a ser
premiados con la vida eterna, y busca a los suyos una colocación a propósito en
otra nave, llenando también los corazones de los gentiles con la gracia de su
fe. La segunda nave se llama cuando se rompe la red. Así, cuando Judas el
traidor, Simón Mago, Ananías y Safira y muchos de los discípulos se retiraron,
en seguida San Bernabé y San Pablo fueron agregados para el apostolado de los
gentiles.
San Ambrosio
También podemos entender que la otra
nave representa a otra Iglesia, pues de la única Iglesia se derivan muchas
Iglesias particulares.
San Cirilo
Hace señas a sus compañeros para que le
ayuden. Muchos continúan los trabajos de los apóstoles; en primer lugar
aquéllos que escribieron los Evangelios; después, los que han sido constituidos
en pastores y presidentes de los pueblos y en doctores de la verdadera
doctrina.
Beda
Las naves de éstos se llenan con aumento
cada día, y se llenarán hasta el fin del mundo. Y que después de llenas se
sumergen -esto es, que son amenazadas de naufragio porque no han de ser
sumergidas, aun cuando peligren-, el Apóstol lo expone, diciendo: "En los
tiempos venideros habrá días peligrosos; y habrá hombres egoístas" ( 2Tim
3,1-2). Pues sumergirse las naves significa que los hombres, después que fueron
elegidos por la fe, recaen en la inmoralidad del siglo.
San Ambrosio
San Pedro se admiraba de los dones de
Dios; y cuanto más tenía, menos presumía. Por lo que dice: "Y cuando esto
vio Simón, Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de
mí, que soy un hombre pecador".
San Cirilo
Trayendo a la memoria todos los pecados
que había cometido, tiembla y se estremece, como sucede generalmente que el que
está manchado no cree que pueda ser aceptable delante del que está limpio.
Sabía por la ley -o había aprendido por la ley-, que debe distinguirse entre el
bueno y el malo.
San Gregorio Niceno
Cuando mandó arrojar las redes, se cogió
tanta cantidad de peces, cuanta quiso el Señor del mar y de la tierra. La
palabra del divino Verbo siempre es la palabra del poder, a cuyo mandato habían
nacido la luz y todas las demás criaturas en el principio del mundo. San Pedro
se admira de todo esto: "Porque él, y todos los que con él estaban,
quedaron atónitos", etc.
San Agustín, de cons. evang. 4, 17
No nombra a San Andrés, el cual debía
estar en la misma barca, como dicen San Mateo y San Marcos. Prosigue: "Y
Jesús le dijo a Simón: 'No temas'.
San Ambrosio
Di tú también: Señor, apártate de mí,
porque soy un hombre pecador, para que Dios responda: "No temas".
Debemos confesar nuestros pecados al Señor para que nos trate con indulgencia.
Ve cuán bueno es el Señor, cuando concede a los hombres el gran poder de
vivificar. Prosigue: "De aquí en adelante serás pescador de hombres".
Beda
Esto se refería a San Pedro de una
manera especial, porque así como entonces cogía los peces por medio de sus
redes, más adelante habría de coger a los hombres por medio de la palabra. Le
da a conocer, a la vez, el orden de todo lo que había de suceder en la Iglesia
-cuyo tipo era él- y que todos los días se viene verificando.
Crisóstomo
Observa también la fe y la obediencia de
los apóstoles. Teniendo entre manos el trabajo de la apetecida pesca, no se
detuvieron en cuanto oyeron la voz del Señor que les mandaba sino que,
abandonadas todas las cosas, lo seguían. Una obediencia igual exige Jesucristo
de nosotros. Y debemos dejar todas las cosas cuando nos llama, aun cuando nos
apremie algo muy necesario; de donde prosigue: "Y acercadas las barcas a
tierra", etc.
San Agustín, de cons. evang. 2, 17
San Mateo y San Marcos refieren cómo
sucedió esto de una manera breve. San Lucas lo explica de una manera más clara;
en lo cual parece que hay alguna diferencia, porque recuerda que únicamente a
San Pedro dijo el Señor: "Desde aquí en adelante serás pescador de
hombres", y los otros dos Evangelistas dicen que el Señor dijo esto mismo,
pero a los dos hermanos. Sin embargo, pudo suceder que primero se lo dijese a
San Pedro, porque se había admirado de la gran cantidad de peces que había
cogido, según insinúa San Lucas, y a los dos después, lo cual contaron los dos
primeros Evangelistas. También puede entenderse que primero medió lo que dijo
San Lucas, porque entonces todavía no habían sido llamados por el Señor, sino
que solamente se había dicho a San Pedro que sería pescador de hombres; pero no
que nunca habría de pescar peces. De aquí se da a entender que aquéllos
volverían a pescar peces, y que después sucedería lo que refieren San Mateo y
San Marcos. Entonces no habían sacado las barcas a tierra, como con el cuidado
de volver a lo mismo, sino que le siguieron, como que los llamaba o mandaba.
Pero si, según San Juan, San Pedro y San Andrés habían seguido a Jesús desde
las orillas del Jordán, ¿cómo dicen otros Evangelistas que los encontró en
Galilea pescando, y los llamó para discípulos suyos? Pero debe entenderse que
vieron al Señor junto al Jordán, sin unirse a El inseparablemente, sino que tan
sólo conocieron quién era, y habiéndole admirado, se retiraron a sus lugares.
San Ambrosio
En sentido místico, diciendo:
"Señor, apartaos de mi", Pedro niega que los que coge con la palabra
sean su conquista y su botín. Tampoco tú temas referir a Dios lo que tienes,
porque El nos ha concedido lo que era suyo.
San Agustín, De quaest. Evang. 2, 2
O de otro modo, Pedro, en representación
de la Iglesia, llena de hombres pecadores, dice: "Señor, apártate de mí,
que soy un hombre pecador"; como si la Iglesia, llena de una multitud de
hombres pecadores, y casi sumergida por sus costumbres, alejase de ella en
cierto modo el reino de las cosas espirituales, en las que sobresale
especialmente la persona de Jesucristo. Los hombres no dicen esto con palabras
a los buenos ministros del Señor para alejarlos de sí; pero, con la palabra de
sus costumbres y de sus acciones, los obligan a que se separen de ellos, para
no ser dirigidos por buenos, y con tanto mayor motivo cuanto que así los
honran; como San Pedro figuraba su respeto, postrándose a los pies del Señor,
al recordar su vida pasada, diciendo: "Señor, apartaos de mí".
Beda
Conforta el Señor el temor de los
carnales, para que ninguno, temblando a causa de su conciencia culpable, o
desalentado a la vista de la inocencia de otros, tema entrar en el camino de la
santidad.
San Agustín, De quaest. Evang. 2, 2
El Señor, no separándose de ellos, da a
entender que hombres buenos y espirituales no deben asustarse por los pecados
de las turbas, ni tener la voluntad -para vivir con más seguridad y paz- de
abandonar el ministerio eclesiástico. En cuanto a que sacaron los barcos a
tierra y, dejando todas las cosas, lo siguieron, puede significar el fin del
tiempo, en el cual los que hayan continuado unidos a Cristo se apartarán
enteramente de la mar de este mundo.
Notas
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