sábado, 8 de septiembre de 2012

Domingo XXIII (ciclo b) Catena Aurea

Marcos 7,31-37
Dejando Jesús otra vez los confines de Tiro, se fue por los de Sidón, hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de Decápolis. Y presentáronle un hombre sordo y mudo, suplicándole que pusiese sobre él su mano (para curarle). Y apartándole Jesús (del bullicio) de la gente, le metió los dedos en las orejas, y con la saliva le tocó la lengua, y alzando los ojos al cielo arrojó un suspiro y díjole: "Efetá", que quiere decir: "abríos". Y al momento se le abrieron los oídos y se le soltó el impedimento de la lengua, y hablaba claramente. Y mandóles que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, con tanto mayor empeño lo publicaban, y tanto más crecía su admiración, y decían: "Todo lo ha hecho bien: El ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos".

Teofilacto
No quería el Señor detenerse entre los gentiles, ni dar motivo a los judíos de que lo creyeran transgresor de la ley por mezclarse con aquéllos, por lo cual se vuelve luego, según estas palabras: "Dejando Jesús otra vez", etc.

Beda, in Marcum, 2, 31
Decápolis es el país de las diez ciudades al otro lado del Jordán, al oriente, frente a Galilea. Cuando dice que el Señor llegó al mar de Galilea hacia el centro de Decápolis, no quiere decir que entró en Decápolis ni que atravesó el mar, sino más bien que en el mar llegó hasta un punto desde donde alcanzaba a ver el centro de Decápolis a lo lejos, más allá del mar.
"Y presentáronle un hombre sordo", etc.

Teofilacto
Lo cual se pone con razón después que fue librado el poseído, porque aquella enfermedad procedía del demonio.
"Y apartándole Jesús", etc.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Separa de la gente al sordo y mudo, para no hacer públicos sus milagros divinos, enseñándonos así a despojarnos de la vanidad y del orgullo; porque no hay nada en el poder de hacer milagros que equivalga a la humildad y a la modestia. Le metió los dedos en las orejas, pudiendo curarle sólo con su voz, para manifestar que su cuerpo unido a la Divinidad estaba enriquecido con el poder divino, así como sus obras. Y como por el pecado de Adán la naturaleza humana cayó en muchas enfermedades y en la debilidad de los miembros y los sentidos, Cristo demostró en sí mismo la perfección de esta naturaleza, abriendo los oídos con su dedo y dando el habla con su saliva: "Y con la saliva le tocó la lengua".

Teofilacto
Esto demuestra que todos los miembros de su sagrado cuerpo son santos y divinos, como la saliva con que dio flexibilidad a la lengua del mudo. Porque es cierto que la saliva es una superfluidad; pero todo fue divino en el Señor.
"Y alzando los ojos al cielo, arrojó un suspiro", etc.

Beda, in Marcum, 2, 31
Alzó los ojos al cielo, para enseñarnos que es de allí de donde el mudo debe esperar el habla, el sordo el oído y todos los enfermos la salud. Y arrojó un gemido, no porque para demandar algo a su Padre tuviera necesidad de ello, El que satisface, con su Padre, a todos los que lo piden, sino para hacernos ver que es con gemidos como debemos invocar su divina piedad por nuestros errores o los de nuestros prójimos.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
O bien: gimió tomando a su cargo nuestra causa y compadecido de nuestra naturaleza, viendo la miseria en que había caído el género humano.

Beda, in Marcum, 2, 31
La palabra epheta, que significa abríos, corresponde propiamente a los oídos, porque han de abrirse para que oigan, así como para que pueda hablar la lengua hay que librarla del freno que la sujeta. "Y al momento se le abrieron los oídos", etc. Aquí se ven de un modo manifiesto las dos distintas naturalezas de Cristo; porque alzando los ojos al cielo como hombre, ruega a Dios gimiendo y, en seguida, con divino poder y majestad cura con una sola palabra.
"Y mandóles, continúa, que no lo dijeran a nadie".

San Jerónimo
Con esto nos enseñó a no glorificarnos en nuestro poder, sino en la cruz y la humillación.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Mandó, pues, que callaran el milagro, a fin de no hacer que los judíos perpetrasen por envidia su homicidio antes de tiempo.

Pseudo-Jerónimo
Una ciudad situada en la cima de un monte, y que se ve de todas partes, no puede ocultarse; y la humildad precede siempre a la gloria ( Prov 15,33). "Pero cuanto más se lo mandaba, prosigue, con tanto mayor empeño lo publicaban", etc.

Teofilacto
En esto debemos aprender, cuando hagamos un beneficio a cualquiera, a no buscar el menor aplauso o alabanza; a alabar a nuestros bienhechores y publicar sus nombres, aunque ellos no quieran.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 4, 4
¿Para qué, pues, El, que conoce la voluntad de los hombres tanto la presente como la futura, les mandaba que no dijeran nada, sabiendo que habían de decirlo tanto más cuanto más les encargaba el secreto, si no fuera para mostrar a los perezosos con cuánto estudio y fervor deben anunciarle ellos, a quienes manda que lo anuncien, cuando así lo hacen aquellos a quienes ordena el secreto?

Glosa
La fama de las curas que Jesús había obrado aumentaba la admiración de las gentes y el rumor de los beneficios que había hecho. "Y tanto más, sigue, crecía su admiración, y decían: Todo lo ha hecho bien: El ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos".

Pseudo-Jerónimo super Et iterum exiens de finibus
En sentido místico, Tiro, que significa lugar estrecho, simboliza la Judea, a quien dice el Señor: "Porque el lecho es angosto" ( Is 28); por lo cual se traslada a otras naciones. Sidón significa caza: la bestia salvaje es nuestra nación y el mar la inconstancia que nunca cesa. Porque es en medio de Decápolis, en cuya palabra se interpretan los mandamientos del Decálogo, a donde fue el Salvador para salvar a las naciones. El género humano, compuesto de tantos miembros y consumido por tan diversas enfermedades como si fuera un solo hombre, se encuentra todo en el primer hombre: no ve teniendo ojos, no oye teniendo oídos, y no habla teniendo lengua. Le rogaban que pusiera su mano sobre él, porque muchos justos y patriarcas querían y deseaban la Encarnación del Señor.

Beda, in Marcum, 2, 31
O bien es sordo y mudo el que no tiene oídos para oír la palabra de Dios, ni lengua para hablarla; y es necesario que los que saben hablar y oír las palabras de Dios ofrezcan al Señor a los que ha de curar.

Pseudo-Jerónimo
Porque siempre el que merece ser curado es conducido lejos de los pensamientos turbulentos, de las acciones desordenadas y de las palabras corrompidas. Los dedos que se ponen sobre los oídos son las palabras y los dones del Espíritu Santo, de quien se ha dicho: "El dedo de Dios está aquí" ( Ex 8,19). La saliva es la divina sabiduría, que abre los labios del género humano para que diga: Creo en Dios, Padre omnipotente, y lo demás. Gimió mirando al cielo, así nos enseñó a gemir y a hacer subir hasta el cielo los tesoros de nuestro corazón; porque por el gemido de la compunción interior se purifica la alegría frívola de la carne. Se abren los oídos a los himnos, a los cánticos y a los salmos. Desata el Señor la lengua, para que pronuncie la buena palabra, lo que no pueden impedir las amenazas ni los azotes.

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