sábado, 22 de abril de 2017

LA FAMILIA CRISTIANA Y LA ESCUELA CATÓLICA MINORÍAS CREATIVAS PARA LA RENOVACIÓN DE LA SOCIEDAD

CONGRESO
 LA FAMILIA CRISTIANA Y LA ESCUELA CATÓLICA
MINORÍAS CREATIVAS PARA LA RENOVACIÓN DE LA SOCIEDAD
Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares (España)
10, 11 y 12 de marzo del Año del Señor de 2017
Reunidos bajo el amparo de la Sagrada Familia de Nazaret, sacerdotes, diáconos, religiosos y fieles cristianos laicos con el obispo de la diócesis Mons. Juan Antonio Reig Pla, hemos orado ante el Santísimo Sacramento y reflexionado, llenos de esperanza, sobre la familia cristiana y la escuela católica como minorías creativas para la renovación de la sociedad.
Damos gracias a Dios por esta experiencia de comunión entre tantas personas, no solo procedentes de la diócesis de Alcalá de Henares, sino también de otros muchos lugares. Los organizadores han querido ofrecer a todos los hermanos en Cristo alimento para el espíritu con la Santa Misa y la oración, para la inteligencia con las ponencias y el diálogo fraterno y para la sensibilidad proponiéndolo todo con belleza, sencillez y con gran respeto por todas las personas e instituciones.
  SÍNTESIS FINAL Y CONCLUSIONES
1. «El hombre no puede vivir sin amor»
«El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor (…) revela plenamente el hombre al mismo hombre» (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10). Esta es la razón - la del Amor - por la que todas nuestras propuestas tienen como horizonte a Cristo, quien descubre al hombre la grandeza de su vocación (Cf. Gaudium et spes, 22), al revelarle el gran amor del Padre.
 Cristo, nuestra esperanza

Creados como varón y mujer, la encarnación, muerte y resurrección de Cristo nos alcanzan gratuitamente -con el concurso de nuestra libertad- el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y nos abren las puertas del cielo para ser amados y amar por toda la eternidad. Esta es nuestra esperanza y la esperanza que proponemos: Cristo ha venido y viene «para dar la buena noticia a los que sufren, para sanar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor» (Is 61, 1-2). Con estas claves hemos trabajado y queremos seguir trabajando con renovado impulso.
            La fe ilumina las relaciones humanas
La Iglesia particular de Alcalá de Henares, atenta a las palabras y obras del Papa Francisco, quiere proponer ahora, con este Congreso, iniciativas católicas en la dirección indicada por el Santo Padre. Pues, en efecto, “la fe ilumina también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios. El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable” (Papa Francisco, Lumen Fidei, 50). Desde esta perspectiva nuestra preocupación es encontrar, en los desafíos actuales, caminos fecundos. Para ello, apoyándonos en una intuición de Benedicto XVI, hemos querido comprender por qué la familia cristiana y la escuela católica son minorías creativas capaces de regenerar la sociedad.
2. La familia cristiana, minoría creativa para la renovación de la sociedad.
 Secularización y devaluación de la familia
Nuestra mirada se ha vuelto al drama de la secularización contemporánea. Ésta consiste, no sólo en que se practica menos la religión, sino sobre todo en que se concibe la fe como una opción privada, incapaz de dar forma a nuestras relaciones concretas y de transformar nuestra vida en común. Curiosamente, este proceso secularizador de Occidente, ha ido de la mano de una devaluación de la institución familiar. Existe una relación clara entre la pérdida del tejido familiar y el avance de lo que se ha llamado la edad secular. Como la fe, también la familia ha quedado reducida a una realidad privada, con la que no se cuenta para la vida común de la sociedad. Como la fe, también la familia ha dejado de ser realidad fundante de la vida humana, pasando a convertirse en proyección de los deseos individuales, por lo que se multiplican los “modelos de familia”.
            Los creyentes minoría creativa
Ante este panorama, en que la cultura no refleja ya el modo cristiano de vivir y de relacionarse, y que ha entrado en una crisis profunda de humanidad, estamos convencidos con Joseph Ratzinger de que «el destino de una sociedad depende siempre de minorías creativas. Los cristianos creyentes deberían concebirse a sí mismos como tal minoría creativa y contribuir a que Europa recobre nuevamente lo mejor de su herencia y esté al servicio de toda la humanidad» (Fundamentos espirituales de Europa, 2004). La primera de estas minorías, el ámbito originario donde se edifica una minoría, es la familia, comunidad de amor del hombre y la mujer abiertos a la vida, escuela de humanidad, fuente inagotable de capital social, ámbito donde se percibe la experiencia primera del bien común.
 El futuro pasa por la familia
Precisamente por eso el futuro de la Iglesia, como intuyó con claridad san Juan Pablo II, pasa por la familia. Solo si la Iglesia aprende a mirar al hombre desde el punto de vista de la familia, como un hijo que, al descubrir el amor, se sabe llamado a ser esposo y esposa, y a convertirse en padre y madre, podrá promover la presencia de Dios desde el centro de la vida humana. A partir de la familia, de su vocación social, de su apertura al misterio de Dios, se pueden generar las minorías creativas que implanten un humus fecundo en el desierto de nuestra sociedad postmoderna.
 Volver al origen: la familia sin ideologías ni ambigüedades
Este Congreso ha querido, por tanto, “volver al origen”, como ya hizo Cristo ante las “trampas” que le plantearon los fariseos (Cf. Mt 19, 8). El matrimonio entre un hombre y una mujer es una institución natural fundada por el Creador y que ha sido elevada y asumida en la caridad esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza redentora (Cf. Juan Pablo II, Familiaris consortio, 13). Por eso estamos convencidos de que es necesario proponer sin ideologías ni ambigüedades la verdad, el bien y la belleza del matrimonio, de la familia y del don de toda vida humana desde la concepción y hasta la muerte natural. Esta verdad no es una verdad abstracta, sino la verdad del amor, la que nos enseña cómo edificar un amor que dure, un amor fecundo, un amor que sepa transmitir a los hijos la esperanza de una vida grande.
            La epidemia del emotivismo
Todo esto no nos hace olvidar las dificultades, los sufrimientos y las esperanzas de los matrimonios, de las mujeres que sufren maltrato, de los hijos, de los educadores y de los pastores, siendo asimismo conscientes del proceso de deconstrucción cultural al que estamos sometidos. Usando la imagen del Papa Francisco, que ha comparado a la Iglesia con un «hospital de campaña», entendemos que los pacientes que hoy encontramos no son casos aislados sin conexión entre sí, sino personas que sufren una gran epidemia, el emotivismo contemporáneo, que identifica el amor con un sentimiento, y hace al hombre incapaz de edificar en el tiempo relaciones duraderas que le plenifiquen.
 La familia, piedra de choque con el poder
La familia -de fundación matrimonial entre un solo hombre y una sola mujer abiertos generosamente al don de los hijos- ha sido siempre piedra de choque para los poderes de este mundo, que han intentado eliminarla para dejar al individuo solo e inerme; pero también ha sido protegida por el Espíritu Santo desde su origen, promoviendo ayudas específicas para que los matrimonios vivieran el proyecto de amor fiel y fecundo al que están llamadas por su vocación. En el contexto de la comunidad eclesial y de la sociedad más amplia, la familia cristiana, enriquecida con el don del sacramento del matrimonio, debe estar abierta a la acogida fraterna y a ser sostén de las familias pobres o en dificultad siendo cauce y pilar del bien común de la sociedad (Cf. Familiaris consortio, 41).
Prioridad de la familia respecto de la sociedad y el Estado
La familia, ciertamente es la «comunidad natural en donde se experimenta la sociabilidad humana» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 213) y por ello debe afirmarse su prioridad «respecto a la sociedad y al Estado (…) La familia precede, por su importancia y valor, a las funciones que la sociedad y el Estado deben desempeñar. La familia, sujeto titular de derechos inviolables, encuentra su legitimación en la naturaleza humana y no en el reconocimiento del Estado. «La familia no está, por lo tanto, en función de la sociedad y del Estado, sino que la sociedad y el Estado están en función de la familia.» (Ibidem, 214).Entre todos, pues, hemos de hacer posible que “la familia sea reconocida como sociedad primordial y, en cierto modo, `soberana´. Su `soberanía´ es indispensable para el bien de la sociedad”  (Juan Pablo II, Gratissimam sane, 17).
3. La familia y la escuela al servicio de la formación de la persona humana.
Con el Magisterio de la Iglesia Católica afirmamos la necesidad de una «antropología adecuada» para poder educar correctamente a la persona.
Los elementos básicos de la «antropología adecuada»
-Primero: la unidad de la persona cuerpo-espíritu. El cuerpo es la visibilización de la persona, no es una prótesis del “yo”.
-Segundo: la diferencia sexual como constitutiva de la persona; somos persona-varón o persona-mujer por voluntad de Dios, y desde esa diferencia somos llamados al amor.
-Tercero: como consecuencia del pecado original, todos somos víctimas de la concupiscencia, es decir, de una inclinación al mal que permanece en los seres humanos aún después del bautismo; por ello, es necesaria la redención del corazón, la gracia de Jesucristo que nos capacita para amar y perdonar.
-Cuarto: a la unidad en el ser (cuerpo-espíritu)  le  corresponde  la  unidad  en  el  obrar  (integración  de  los  dinamismos  físicos, psíquicos y espirituales de la persona). En la jerarquía de los dinamismos le corresponde a la inteligencia y a la voluntad ordenar los demás (impulso erótico, sentimientos, emociones) para el bien integral de la persona.
 Necesidad de respuestas creativas
Los desafíos que nuestra sociedad presenta requieren respuestas creativas. El historiador Toynbee, puso de relieve cómo ante una situación de crisis, solo una respuesta creativa permitía superar la decadencia, mientras que no afrontar los retos y limitarse a repetir lo que en otras épocas había servido abocaba al fracaso. Pero veía un peligro aún mayor, la de constituir una minoría dominante que pretendiese superar los límites dejándose llevar de la ebriedad del poder.
 Minorías dominantes
Hoy sufrimos a minorías dominantes que pretenden imponer su visión: el constructivismo filosófico, fruto del relativismo, ha sido sucesivamente aplicado por los “poderosos” a la cultura, después al derecho y desde él a la enseñanza, a la sanidad y a todos los aspectos de la vida social, alcanzando, por imperio despótico de la ley, la intimidad del hogar y de las personas. El asalto en marcha, tras la falta de respuesta de algunas comunidades eclesiales cristianas, es ahora contra la Iglesia Católica. Con este método de de-construcción/construcción de la realidad, y en particular de la «antropología adecuada», y al margen de la verdad y del bien objetivo de la persona, se han conjugado presupuestos colectivistas con un capitalismo tecno-nihilista que está permitiendo hacer de la persona un objeto de consumo sin límite moral alguno. La ideología de género, las teorías «queer» y «ciborg» y el transhumanismo/posthumanismo -llamado eufemísticamente «humanidad aumentada / mejorada»-, al que ahora se aspira, no son más que expresiones modernas de la tentación primordial «seréis como dioses» (Gen 3,5); es decir, nos encontramos con una guerra a escala universal contra el designio de Dios: creación-encarnación-redención. Sabemos, sin embargo, que nos precede la gracia y que «la victoria es de nuestro Dios» (Ap 7, 10).
 Un ataque global: las distintas piezas del puzle
El proceso de deconstrucción de la persona, del matrimonio, de la familia, de la escuela y de la sociedad viene de lejos. Es esencial no contemplar las distintas piezas del puzle de forma atomizada. Nos encontramos, en efecto, ante un ataque global programado, científica y sistemáticamente, contra el orden de la creación-encarnación-redención: injusticia social (con la síntesis del marxismo y el liberalismo), ecología idolátrica y fragmentada, anticoncepción, esterilización, aborto, “amor romántico”, divorcio, “amor libre”, técnicas de reproducción asistida, ‘pornificación’ de las relaciones personales y de la cultura, sexualidad sin verdad, usurpación deliberada de la filiación natural de los niños, manipulación arbitraria de la anatomía, de la fisiología y de la identidad personal, eutanasia y suicidio asistido, “poliamor”, realidad virtual sustitutiva, manipulación y mejoramiento genético de embriones, bio-neuro-ingeniería posthumanista, etc. son sólo una parte de los escalones, programados, científica y sistemáticamente, en orden a la deconstrucción de la “identidad-misión”, querida por Dios para el ser humano. Toda persona humana posee una verdad integral que sólo es alcanzada cuando la contemplamos en su unidad sustancial cuerpo-espíritu, en la diferencia varón-mujer, en la llamada a la comunión con el prójimo y en la vocación a adorar y amar, sobre todas las cosas, al único Dios verdadero. Esta es la verdadera ecología humana integral que debe ser cultivada en la familia cristiana (Cf. Papa Francisco, Laudato Si’ 137-162 y San Juan Pablo II, Centesimus annus 37-39).
 No a la censura pública de Dios y a la dictadura de lo políticamente correcto
En todo este proceso, el “asalto” al lenguaje, en orden al cambio de paradigmas, ha sido esencial. Por esto, reivindicamos la “despenalización” de las palabras “prohibidas” culturalmente: esposo, esposa, padre, madre, hijo, hija, varón, mujer y Dios. En este sentido constatamos que la estructura jurídica del Estado en materia de matrimonio, familia y vida se ha constituido en una «estructura de pecado» (Cf. San Juan Pablo II, Encíclicas Sollicitudo rei socialis, 36-40 y Evangelium vitae, 24). Nos dirigimos hacia una dictadura “confesional” constructivista por un lado y nihilista por otro, actualmente en la “fase” de “ideología de género que podría evolucionar hacia el siguiente nivel: el transhumanismo.
 Un trípode necesario
La familia cristiana, la comunidad eclesial y la escuela católica constituyen el trípode donde es posible formar todos los aspectos de la persona amándola por sí misma. «Como la verdadera educación debe procurar la formación integral de la persona humana, en orden a su fin último y, simultáneamente, al bien común de la sociedad, los niños y los jóvenes han de ser educados de manera que puedan desarrollar armónicamente sus dotes físicas, morales e intelectuales, adquieran un sentido más perfecto de la responsabilidad y un uso recto de la libertad, y se preparen a participar activamente en la vida social» (Código de Derecho Canónico, 795).
4. Educar en el arte de vivir: la escuela católica, minoría creativa para la renovación de la sociedad.
 Los retos de la educación
La educación  se encuentra hoy con retos verdaderamente grandes. El principal de ellos es la dificultad de transmitir a los hijos la cultura recibida de los padres, introduciéndose así una ruptura generacional sin precedentes en la historia. Los niños de hoy han sido vistos como “desheredados”, sin participar del capital cultural que hizo humana la vida de sus antepasados. Se presenta así una urgencia educativa de primer orden, cuyo punto central es despertar el deseo de transmitir a los hijos lo que hace grande y bella la vida. Es preciso reconocer que la educación basada en la autonomía, en  los procedimientos, y en la técnica, ha favorecido un proceso de desamparo cultural y religioso en los niños, que se ven solos, como huérfanos, ante la aventura de la vida, sin criterios claros ni compañía firme en el camino.
 La verdadera alianza educativa
Las escuelas católicas y los maestros católicos son una minoría creativa si viven una verdadera alianza educativa: entre maestros y alumnos, entre colegio y familia, entre maestros entre sí. En esta alianza entre ellos podrán encontrar el clima que favorecerá que su pasión por educar genere prácticas educativas relevantes, capaces de llegar a los niños y jóvenes, conformando en ellos un verdadero sujeto cristiano y por ello plenamente humano. Tarea primordial del maestro será no solo ser testigo de la verdad sobre el hombre, sino mostrar cómo esta verdad se explica en Cristo, quien es el Logos último de todo lo creado.
 Claves que dan sentido a la educación
Educar es el arte de “recordar” durante todo el camino de maduración de los hijos, la verdad y la hermosura a la que hemos sido llamados. Dos claves, por tanto, que dan sentido a la educación de los hijos serán desvelarles poco a poco quiénes son (su identidad como varón y mujer, creaturas de Dios) y a lo que están llamados (la vocación al amor, a la santidad), cuál es su misión. Enseñar el arte de vivir es enseñar el arte de amar como Cristo crucificado y resucitado nos amó, promoviendo el crecimiento y maduración de todos los dinamismos de los niños (físicos, psíquicos y espirituales).
Cristo el verdadero Maestro de la vida: libertad para enseñar
 Reconocemos en Cristo el verdadero Maestro de la vida. Él es, en efecto, la misma Vida (Cf. Jn 14,6) y tan sólo Él tiene palabras de vida eterna (Cf. Jn 6,68). El Papa Francisco afirma en la Exhortación Amoris laetitia: «nuestra tarea pastoral más importante con respecto a las familias, es fortalecer el amor y ayudar a sanar las heridas» (n. 246). Y también: “Las escuelas católicas deberían ser alentadas en su misión de ayudar a los alumnos a crecer como adultos maduros que pueden ver el mundo a través de la mirada de amor de Jesús y comprender la vida como una llamada a servir a Dios». Para ello «hay que afirmar decididamente la libertad de la Iglesia de enseñar la propia doctrina y el derecho a la objeción de conciencia por parte de los educadores»” (n. 279). Con la familia y la escuela está en juego el don y la misión que Dios nos encomienda - también en el ámbito social - y que precisamente será objeto de reflexión en el próximo Sínodo de los Obispos 2018 con el lema «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional».
5. Educar en un tiempo de dominio de la tecnología y de imposición de la ideología de género y sus evoluciones.
 Ambivalencia de la tecnología
«Ciencia y técnica han hecho y siguen haciendo notables avances que contribuyen a la mejora de las condiciones materiales de la existencia»[1]. Sin embargo, «la ciencia y la técnica son valores ambivalentes, susceptibles de engendrar grandes bienes o grandes males, según el uso que se hace de ellas».[2] Los beneficios de la tecnología digital, en efecto, son evidentes y bien conocidos, sin embargo también existen peligros asociados a ellas. Por un lado está influencia que ejerce en el sistema de atención, llegando a “hipnotizar” mientras estamos frente a la pantalla, y simultáneamente aumentando el umbral de excitación neuronal para prestar atención, que se traduce en una dificultad atencional cuando no estamos frente a la pantalla. Además algunas redes sociales y aplicaciones influyen en nuestro sistema de pensamiento, diluyendo nuestro concepto de intimidad y abriéndonos a una exposición casi constante y a una búsqueda de refuerzo social a través de simples motivadores como los mensajes de “I like”.
 Imposición de la ideología de género
Considerando estos elementos las pantallas se convierten en un medio idóneo para crear corrientes de opinión, como puede ser la ideología de género, que junto con la premisa de que quien discrepe de ella es porque odia a las personas que lo defienden, se constituye en una imposición y una limitación al libre pensamiento. Sin embargo, la ideología de género, como tal, es opinable y cuestionable. Basada en que el ser humano sería el único animal cuyo código genético no tendría influencia en su desarrollo psicosexual, pretende alterar las formas de relación entre las personas y señalar como indeseables y rémora de la sociedad a aquellos que discrepan, constituyéndose esta ideología como una forma manifiesta de discriminación.
 Generar vínculos saludables
Para educar en el amor hay que generar vínculos sanos entre los chicos, entre las chicas y entre chicos y chicas. El dominio de la tecno-imagen y la imposición de la «ideología de género» y sus evoluciones, transforma la cultura del encuentro en la cultura del deseo y de la impulsividad sin sentido. Es necesario proponer y trabajar transversalmente experiencias presenciales formativas, deportivas, afectivas y religiosas que promuevan relaciones veraces y castas desde la libertad. En cualquier caso es necesario también destacar la dignidad de la mujer, sus derechos y deberes en la sociedad y contribuir a que pueda desarrollar su vocación y su misión como esposa y como madre.
6. La familia y la escuela al servicio de la educación de la persona humana en la diferencia sexual varón-mujer: la iniciación cristiana y los itinerarios de maduración en la masculinidad y feminidad.
 Masculinidad y feminidad son un don
La escuela católica y las familias cristianas se reclaman mutuamente. Pero no hay familias cristianas sin sujetos cristianos gestados en la comunidad cristiana. Los procesos de deconstrucción y la secularización impuestos ahora, incluso por ley, exigen volver también a los orígenes en lo que se refiere a la educación y a la formación de la persona hasta el nivel más básico como es la identidad: varón y mujer creaturas de Dios. Ya nada se puede dar por supuesto. Hoy el niño, los jóvenes, el adulto tienen un grito en el corazón, con una necesidad muy grande de ser. Este grito reclama el poder descubrir la verdad de lo que es. Debemos prevenir y sanar las heridas del hombre, dando respuesta a este grito profundo. La masculinidad y la feminidad es un don y a través de los itinerarios de maduración se acompaña a la persona a llenar plena y personalmente de sentido el don de lo que es.
 Iniciación cristiana: colaboración familia, escuela, parroquia
Para ello es imprescindible que el trabajo en la familia, la escuela y la parroquia sea complementario y coordinado a la vez. En primer lugar se necesita promover en todas las parroquias la iniciación cristiana según el modelo del catecumenado bautismal donde la persona pueda ser engendrada desde el seno de la Iglesia en la experiencia de encuentro con Jesucristo resucitado, en una fe adulta. La familia debidamente acompañada (por ejemplo por las escuelas de padres), sostenida (familia de familias), y formada en una antropología adecuada y en la Doctrina Social de la Iglesia, puede desarrollar su labor de gestar y acompañar el proceso de maduración de los cristianos adultos,  capaces de poseerse y donarse en todos los ámbitos, de amar y de ser amados, como Cristo en la Cruz: castidad y caridad son dos virtudes con dimensión social y política. A la escuela católica le corresponde, desde la antropología adecuada, educar en el arte de vivir como cristianos en la sociedad de la “postverdad”.
 Padre y madre: misión complementaria
El padre y la madre tienen una misión educativa diferente pero complementaria a la vez. Desde la infancia es necesario cultivar y reafirmar el sentido de la masculinidad en los hijos varones y el sentido de la feminidad en las hijas. Para ello es necesario una colaboración permanente con la escuela y la catequesis a través de itinerarios de maduración de la feminidad y la masculinidad en el contexto de la iniciación cristiana.  
7. Panel de propuestas concretas al servicio de las familias: la educación afectivo-sexual al servicio de la vocación al amor (la preparación al matrimonio y la vida consagrada), las escuelas de Familias y de Padres, los Centros de Orientación Familiar.
 Servicios para promover la familia
La Teología del cuerpo, desarrollada a través del pontificado de San Juan Pablo II, ofrece en sus frutos experiencias concretas de formación integral y acompañamiento desde la acogida misericordiosa: el carisma del Master del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, los Centros de Orientación Familiar diocesanos, los Cursos de Preparación al Matrimonio, y las Escuelas de Padres son minorías creativas y  ejemplo de estos preciosos frutos. Anclados en los criterios de la antropología adecuada, hemos de promover la formación del sujeto humano-cristiano fomentando la vocación al amor con una lúcida educación afectivo-sexual, proponiendo itinerarios de fe a los novios y acompañando a los matrimonios en su vocación esponsal y en su misión de padres.
 La Educación afectivo-sexual
La educación afectivo-sexual está al servicio de la vocación al amor de donación. Con esta educación queremos cultivar la pastoral de la misericordia y la pastoral de la Teología del cuerpo ofreciendo un itinerario de maduración integral del edificio hermoso de la personalidad de los niños, adolescentes y jóvenes, para que, reconociéndose como hijos, puedan cumplir la misión a la que son llamados: un amor de donación esponsal en los estados de vida cristianos, matrimonio y virginidad por el Reino de los Cielos.
 La preparación al matrimonio
La preparación próxima al matrimonio, siguiendo las orientaciones que nos ofrece el Papa Francisco en Amoris laetitia (nn. 200-230) debe desarrollarse como un Itinerario litúrgico-sacramental de inspiración catecumenal para novios cristianos configurado con varias etapas y desarrollado en vinculación con la Pastoral Juvenil. La Escuela de novios de nuestra diócesis es un embrión que, junto a la Pastoral con los jóvenes está llamado a desarrollarse.
 Los Centros de Orientación Familiar
Los Centros de Orientación Familiar (COF), respuesta que ofrece la Iglesia para aliviar las dificultades y las carencias de las nuevas pobrezas del hombre, se plantean como objetivo volver a éste a sus orígenes, esto es, tornar su mirada al amor del Padre restaurando así la dignidad de hijos[3] y que vean el fin al que apunta su vocación: manifestar en la comunión familiar la alianza esponsal de Cristo.
Llamados a ser posada del Buen Samaritano, cauce de la misericordia de Dios y testigos de esperanza, los COF trabajan al modo de Jesús con la samaritana. Jesús dirige su palabra al deseo de amor verdadero para liberarla de lo que oscurecía su vida y conducirla a la alegría plena del Evangelio[4]. Cuando damos nuestras heridas el Señor las transforma y se convierten en fuente de vida, sanando la voluntad, la libertad y el corazón de la persona.
Toda nuestra acción pastoral debe  ser ante todo una pastoral del vínculo[5], donde se aporten elementos que ayuden tanto a madurar el amor como a superar los momentos duros. Acompañar supone la decisión de caminar con las personas creando los espacios y tiempos necesarios para  que Dios dilate el corazón y la semilla de su amor haga de nuestra vida algo bello y logrado.
 La Escuela de padres
 La Escuela diocesana de padres parte de la necesidad de formar y acompañar a los padres cristianos que hoy tienen que educar a sus hijos en un entorno muy diferente. Cada vez es mayor número de estímulos que impactan en el aprendizaje de los hijos y también mayor la dificultad de ser educados por la familia. La organización familiar se hace diferente y más compleja, y la sociedad y el Estado invaden y asumen cuestiones de la educación de los niños que aun siendo responsabilidad de los padres quedan fuera de su control en edades cada vez más tempranas. Los padres cristianos se ven en ocasiones, superados en sus fuerzas por esta necesidad de educar en un continuo “contra-corriente”, con el añadido de estar ellos mismos afectados por esa dolencia del “sujeto débil” que cada vez afecta a más personas.
Sin embargo, a la luz de las perspectivas pastorales presentadas por la Exhortación postsinodal Amoris laetitia (Cap VI), como Iglesia sabemos que “el anuncio cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia”. El Evangelio de la familia es la alegría que llena el corazón y puede llenar la vida entera porque responde a las expectativas más profundas de la persona humana. Por este motivo, la Escuela de padres y familias pretende: enseñar, ayudar, y acompañar a las familias para que puedan afrontar cualquier situación relacionada con la vida familiar y la educación de los hijos, desde la fe en Cristo y conforme al Magisterio de la Iglesia.
Esta escuela busca reforzar y afianzar el protagonismo de los padres en su responsabilidad y misión educativa. Quiere ofrecer un punto de encuentro en el que se pueda favorecer la iniciativa de las familias, su formación y su maduración. También pretende promover vínculos entre las propias familias, la comunidad eclesial, el mundo educativo y la  sociedad,  así como contribuir al crecimiento de una cultura católica.
8. La vocación social de la familia cristiana y de la escuela católica: la formación e identidad de la comunidad cristiana como raíz de auténticas comunidades educativas (familia y escuela) para gestar un pueblo que promueva la libertad de enseñanza y políticas familiares justas, en el horizonte del Reinado Social de Cristo.
 No es legítima la separación Verdad-Estado
La familia, la comunidad cristiana y la escuela son los pilares para una verdadera renovación - a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia - de la sociedad, de la cultura y de la política. Corromper la familia y la escuela hace imposible el Bien común. La base doctrinal de la “sana laicidad”«implica que las realidades terrenas ciertamente [gocen] de una autonomía efectiva de la esfera eclesiástica, pero no del orden moral» (Benedicto XVI, 9-12-2006); ésta es la razón por la que no es legítima la separación Verdad-Estado. Debemos recuperar el Magisterio de la Iglesia Católica sobre el Reinado Social de Cristo (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2105). «La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos» (Papa Francisco, Evangelii gaudium, 180).
 Un Nuevo Paradigma Mundial. La manipulación del lenguaje
En estos momentos se está gestando y desarrollando un Nuevo Paradigma Mundial que promueve novedosos y confusos principios filosóficos, biológicos y morales, estratégicamente planificados, que distorsionan deliberadamente la naturaleza humana. Esta “revolución antropológica” impulsa y expande los llamados “nuevos derechos humanos” que confunden y denigran la verdad sobre la persona humanaEspaña está siendo el laboratorio europeo de los cambios legislativos sobre estos nuevos paradigmas con una proyección hacia los países hermanos de Hispanoamérica.  Es necesario formar profesionales y políticos que, con verdadera vocación de servicio, dediquen su vida a combatir tales ideologías y a proponer la verdad, bondad y  belleza de la familia. Hemos de volver a llamar a las cosas por su nombre desvelando el rapto de la realidad que se promueve desde la “manipulación del lenguaje”. En concreto hemos de denunciar la censura del nombre de Dios y de Jesucristo en la vida pública, así como el desprecio y la burla del patrimonio católico de nuestro pueblo.
 Redescubrir el Bien común
El fin de la sociedad es el mismo fin de la persona: promover aquellos bienes e instituciones que procuren el desarrollo y perfección del hombre y de todos los hombres. Es lo que llamamos el Bien común. Hoy de forma reduccionista se habla del “interés general” o de la “sociedad del bienestar”. El interés del individuo o de todos los individuos puede que no sea más que la suma de deseos subjetivos que no corresponden al bien objetivo de la persona. Del mismo modo el “bienestar” no agota toda la dimensión de la persona humana. Primero es el ser y el bien integral de todo hombre: varón o mujer. Por eso reivindicamos la recuperación del llamado Bien común que hace justicia a los bienes propios de la persona, como ser llamado a vivir en relación con sus hermanos. El Bien común es el bien de la comunión, auténtico bien de la persona, cuya primera experiencia nos facilita la familia y al que nos introduce la escuela.
 Carta de los Derechos de la Familia: generar cultura cristiana
La familia cristiana y la escuela católica, como minorías creativas, son dos instituciones que, promoviendo la Carta de los Derechos de la Familia (Pontificio Consejo de la Familia, octubre 1983) y desarrollando una educación desde la antropología adecuada, están llamadas a ser los pilares de una sociedad renovada. Se encuentra aquí la clave para el futuro del cristianismo en los años venideros. No contamos ya con una cultura cristiana que podamos dar por supuesta. En este panorama, los cristianos creyentes están llamados a ser minoría creativa, es decir, minoría capaz de generar cultura cristiana, porque sólo ella «conserva la memoria del hombre desde sus comienzos: desde su creación, de su vocación, de su elevación y de su caída»[6]. Para ello se hace necesario superar la mentalidad antivida. Afianzados en el amor de Dios, hemos de promover familias abiertas generosamente al don de los hijos y a su educación. En España es urgente remediar la baja natalidad que pone en crisis la civilización cristiana característica de nuestro pueblo.
 Edificar una casa para el hombre
En esto la minoría creativa se diferencia del gueto, centrado sobre sí y aislado del resto. La minoría, por el contrario, se preocupa, sea por edificar una casa donde puedan ser acogidos los individuos solitarios del mundo moderno, sea por ahondar bien sus cimientos en la verdad de la persona según el designio del Padre. La familia y la escuela, como hemos visto, son dimensiones esenciales de la minoría creativa, a través de las cuales la Iglesia puede llegar a vivificar el entero tejido social. Como en su momento dijo el filósofo Alasdair MacIntyre en su libro After Virtue, en esta época de barbarie difusa no estamos esperando a Godot, sino a un nuevo San Benito para recomenzar la evangelización de Europa. Del mismo modo necesitamos pastores que, como San Agustín, sepan reconstruir las ruinas, levantar los cimientos de nuestra cultura católica y reparar sus brechas (Cf. Is 58, 12).
9. La hora de los testigos: con la asistencia del Espíritu Santo estamos llamados a anunciar el amor de Dios, manifestado en Cristo, a tiempo y a destiempo, con palabras y obras.
 Evangelizadores atravesados por el fuego del amor de Dios
Desde la primacía de la gracia necesitamos evangelizadores atravesados por el fuego del amor de Dios, seguidores de Cristo dispuestos a combatir el buen combate de la fe, y a aceptar la cruz y morir por amor a Dios, a la Iglesia y a los hermanos, todo como nos enseña el Apóstol de los gentiles: «Ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, calzados los pies con el celo por el evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Ef 6, 14-17).
 El testimonio de san Juan Bautista
Sin duda un modelo es san Juan Bautista, “grande” pero humilde, que, como enseña el Papa Francisco, «murió por causa de la verdad, cuando denunció el adulterio del rey Herodes y Herodías. ¡Cuántas personas pagan a caro precio el compromiso por la verdad! Cuántos hombres rectos prefieren ir a contracorriente, con tal de no negar la voz de la conciencia, la voz de la verdad. Personas rectas, que no tienen miedo de ir a contracorriente» (Papa Francisco,  Ángelus, 23-6-2013). Hoy, como siempre, es preciso recordar que «amor y verdad son dos nombres de la misma realidad, dos nombres de Dios» (Benedicto XVI, Ángelus, 3-2-2013).
 La luz de los santos
La renovación de la sociedad, de la cultura y de la política necesita de testigos del amor nupcial de Cristo por su Iglesia: varones y mujeres santos, matrimonios santos, obispos, sacerdotes, diáconos y consagrados santos; solteros y viudos, maestros y alumnos santos; políticos, emprendedores, trabajadores y profesionales, sindicalistas, periodistas y artistas santos. Solo la luz de los santos, que procede de Cristo, puede disipar las sombras y las tinieblas de una cultura sin Dios. En esta noche cultural que atraviesa España suplicamos al Señor que suscite el Espíritu de Santidad que avive el fuego de la Tradición Católica de nuestro pueblo.
10. Cuando llegan las heridas y las situaciones difíciles: Acompañar, discernir e integrar. Presentación del Vademécum para la nueva pastoral familiar a partir de la Exhortación Amoris laetitia. Situaciones irregulares y recepción de los sacramentos.
 Curar las heridas
La minoría creativa no es solo una minoría que genera cultura, sino también una minoría que cura las heridas abiertas de los hombres de hoy, náufragos del individualismo contemporáneo. El sufrimiento de las personas de esta generación desorientada, reclama espacios y metodologías de acompañamiento que les trasmitan el consuelo y el ánimo de la Caridad de Cristo, y les conduzcan a una vida según el Evangelio, pues solo así puede vivirse una existencia plenamente humana y feliz. La experiencia de los Centros de Orientación Familiar dedicados a proponer la Pastoral de la Teología del Cuerpo y la Pastoral de la Divina Misericordia son fuente de luz y esperanza para el corazón doliente.
 Criterios para afrontar las situaciones irregulares
Con el fin de ayudar a discernir estas situaciones, recogiendo los frutos de este Congreso, y atendiendo los ruegos de los sacerdotes, como obispo de la diócesis he decidido publicar unos criterios y disposiciones para el acompañamiento de quienes viven en situaciones irregulares, según la exhortación Amoris laetitia. Como criterio para la Pastoral Familiar de la Diócesis de Alcalá de Henares se propone el Vademécum «Acompañar, discernir, integrar»[7] presentado en este Congreso.
11. Primacía de la Gracia.
Durante la celebración del Congreso, en la Capilla de la Inmaculada del Palacio Arzobispal, el Santísimo Sacramento ha permanecido expuesto con turnos de adoración permanente. Somos conscientes de la necesidad de «promover y consolidar el reinado social de Jesucristo en el Santísimo Sacramento» (Pío XII, Radiomensaje al Primer Congreso Eucarístico Nacional de Guatemala, 22-4-1951. Cf. Pío XI, Quas Primas, 1925). El apoyarse en las solas fuerzas, la autonomía frente a Dios y la libertad que no adquiere vínculos son tres tentaciones constantes que se deben combatir desde la «primacía de la gracia» y la conversión.
Confiamos a la asistencia de la Sagrada Familia las conclusiones de este Congreso con la fe puesta en la gracia de Dios, para quien no hay nada imposible (Cf. Lc 1, 37).
+ Juan Antonio Reig Pla
Obispo de Alcalá de Henares,
Con colaboración de las Delegaciones de Pastoral Familiar y Enseñanza
En Alcalá de Henares, 20 de marzo de 2017
Solemnidad de San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María
[1] San Juan Pablo IIDiscurso a un congreso sobre la Gravissimum educationis, 5-11-1985.
[2] Beato Pablo VIDiscursoa los miembros del Comité Consultivo de las Naciones Unidas «sobre la aplicación de la ciencia y de la tecnología al desarrollo», 24-10-1966.
[3] L. Melina,  Por  una  cultura  de  la  familia.  El  lenguaje  del  amor  (Valencia,  Edicep, 2009) 2124.
[4] Papa Francisco. Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia  294.
[5] Ib. 211.
[6] San Juan Pablo IIMemoria e identidad, La Esfera de los Libros, Madrid, 2005, p. 179.
[7] AA.VV.Acompañar, discernir, integrar, Vademécum para una nueva pastoral familiar, Ed. Monte Carmelo, Col. Didaskalos, 2017.


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