martes, 17 de noviembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 229

 

Martes de la 33ª semana

CUATRO MODOS CON QUE LOS DEMONIOS

IMPIDEN LA CONTEMPLACIÓN


Con escudo te cercará su verdad; no tendrás temor de espanto nocturno, de saeta voladora entre día, de ninguna cosa que ande en tinieblas; de asalto ni de demonio de mediodía (Sal 90, 5-6).

 

Aquí se indican cuatro modos con que los demonios perjudican a las almas dadas a la contemplación, y de las cuales libra la luz infusa de la verdad.

 

1º) El temor nocturno es el error o el horror que suele dejar el diablo tras sí. San Gregorio dice que con la aparición del diablo el alma experimenta primero una cierta alegría, que termina en horror. Pero con la revelación de Dios ocurre lo contrario. Por eso, primero se turbó la Bienaventurada Virgen con el saludo del Ángel, y después fue consolada.

 

2º) La saeta voladora es la vanagloria, porque entra suavemente, pero hiere gravemente. Esta saeta infecta y engaña muchas veces a los contemplativos.

 

Tu vino mezclado está con agua (Is 1, 22); o según otra letra: tus taberneros mezclaron agua al vino. El vino es la revelación de Dios que alegra el corazón. El agua es la vanagloria que hincha. Mezclan agua con vino los que vanamente se regocijan de la revelación que les ha sido concedida.

 

3º) De ninguna cosa que ande en tinieblas; es decir, la solicitud y cuidado de los negocios de familia, cuyos pensamientos trae muchas veces el diablo a los que oran y meditan, para apartarlos de la contemplación e impedirles el provecho de la misma.

 

4º) El asalto y el demonio del mediodía es la ilusión del diablo bajo apariencia de bien, cuando, a veces, sugiere velar, ayunar, orar, llorar mucho tiempo, al observar a algún novicio devoto, para alejarlo del servicio de Dios, debilitarlo y hacerle desfallecer o arrepentir del bien comenzado.

 

Por eso dice el Señor a Zaqueo, que se había subido a un sicómoro para verlo pasar: Zaqueo, desciende presto, porque es menester hoy hospedarme en tu casa (Lc 19, 5). La higuera silvestre es la devoción indiscreta, por la que algún novicio quiere subir muy alto y a quien dice Jesús: "No subas demasiado, antes bien, baja pronto, porque no sólo quiero estar contigo, sino permanecer mucho tiempo".

(In Apoc., c. I.)  

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