martes, 10 de noviembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 223

 

Martes de la 32ª semana

EL SERVICIO DE DIOS


No tendrás dioses ajenos delante de mí (Ex 20, 3).

 

Se nos prohíbe dar culto más que a un solo Dios, y somos obligados a ello por cinco razones:

 

1ª) Por la dignidad de Dios, pues no hacer caso de ella es injuriar a Dios. A toda dignidad se debe reverencia; por eso es traidor al rey el que le quita lo que está obligado a prestarle, y esto hacen algunos contra Dios, como dice el Apóstol: Y mudaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de figura de hombre corruptible (Rom 1, 23). Esto desagrada sobremanera a Dios.

 

2ª) Por su largueza. Pues de Dios poseemos todos los bienes; y corresponde a la dignidad de Dios ser el autor y dador de todos los bienes. Abriendo tú tu mano, todos se llenarán de bienes (Sal 103, 28). Eres, pues, demasiado ingrato, si no reconoces sus dones; es más, haces para ti otro Dios, del mismo modo que hicieron un ídolo los hijos de Israel sacados de Egipto. Iré en pos de mis amadores (Os 2, 5). Esto tiene lugar también cuando uno pone su esperanza en otro que no sea Dios, esto es, cuando pide a otro ayuda. Bienaventurado el varón cuya esperanza es el nombre del Señor (Sal 39, 5). Habiendo conocido a, Dios… ¿cómo os volvéis otra vez a los rudimentos flacos y pobres…? (Gal 4, 9).

 

3ª) Por la firmeza de nuestras promesas. Pues hemos renunciado al diablo y hemos prometido fidelidad a solo Dios; por lo tanto no debemos quebrantarla. Si alguno quebranta la ley de Moisés, siéndole probada con dos, o con tres testigos, muere sin misericordia alguna. ¿Pues de cuántos mayores tormentos creéis que es digno el que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por vil, y profanare la sangre del testamento en que fue santificado, y que hiciere ultraje al espíritu de gracia? (Hebr 10, 28-29). Si viviendo el marido, fuere hallada con otro hombre, será llamada adúltera (Rom 7, 3); y la tal debe ser quemada. ¡Ay!, pues, del pecador que entrare en tierra por dos caminos, y de los que cojean de los dos pies.

 

4ª) Por la pesadez del dominio del diablo, como dice Jeremías: Serviréis allí a dioses ajenos día y noche, que no os darán reposo (Jer 16, 13). Pues no descansa en un solo pecado, sino más bien se empeña en llevar a otro. Todo aquél que hace pecado, esclavo es del pecado (Juan 8, 34). Por eso no se sale fácilmente del pecado. San Gregorio dice: "El pecado que no es destruido por la penitencia, arrastra luego por su peso a otro pecado." Lo contrario ocurre con el dominio de Dios, pues sus preceptos no son pesados, como dice el Señor: Mí yugo es suave, y mi carga ligera (Mt 11, 30). Se considera que uno hace bastante, si hace por Dios cuanto hizo por el pecado. El Apóstol dice: Como para maldad ofrecisteis vuestros miembros, que sirviesen a la inmundicia, y a la iniquidad; así para santificación, ofreced ahora vuestros miembros que sirvan a la justicia (Rom 6, 19). Pero de los siervos del diablo se dice: Nos hemos cansado en el camino de la iniquidad y de la perdición, y hemos andado por caminos ásperos (Sab 5, 7). Trabajaron para proceder inicuamente (Jer 9, 5).

 

5ª) Por la inmensidad del premio o galardón. Pues en ninguna ley se prometen tales premios como en la ley de Cristo. A los sarracenos se les promete ríos de leche y de miel; a los judíos, la tierra de promisión; mas a los cristianos, la gloria de los ángeles: Serán como ángeles de Dios en el cielo (Mt 22, 30). Considerando esto, San Pedro dijo: ¿Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6, 69).

(In Decalog., XII)

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