viernes, 13 de noviembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 226

 

Viernes de la 32ª semana

HAY QUE VELAR SIEMPRE

Mas sabed que, si el Padre de familias supiese a qué hora había de venir el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa (Mt 24, 43).

 

Pero, como no sabe a qué hora, es necesario que vele durante toda la noche.

 

La casa es el alma. En ésta debe descansar el hombre, como dice la Escritura: Entrando en mi casa, es decir, en mi conciencia, con ella tendré descanso (Sab 8, 16). El padre de familias es la razón. El rey que se sienta sobre el trono de justicia, con una mirada suya disipa todo mal (Prov 20, 8).

 

Alguna vez el ladrón mina la casa. El ladrón es alguna persuasión de doctrina falsa, o alguna tentación. Y se llama ladrón, como se lee en el Evangelio: El que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas... aquél es ladrón y salteador (Jn 10, 1). La puerta es, propiamente hablando, el conocimiento natural o la ley natural. Luego el que entra por la razón, entra por la puerta; mas el que entra por la concupiscencia, por la ira o cosa semejante, es ladrón.

 

Los ladrones acostumbran llegar de noche. Si vienen de día no se les teme. Así, cuando el hombre se encuentra en la contemplación de las cosas divinas, entonces la tentación no viene; mas cuando se conduce remisamente, entonces viene. Por eso dice bien el Profeta: Cuando faltare mi fuerza, no me desampares (Sal 70, 9).

 

Por consiguiente, debemos vigilar, porque ignoramos cuándo vendrá el Señor a juicio. Pero podemos referirlo al día de la muerte. Porque cuando digan paz y seguridad, entonces les sobrecogerá una muerte repentina (1 Tes 5, 3). Así, pues, estad apercibidos también vosotros, porque a la hora que menos penséis, ha de venir el Hijo del hombre (Mt 24, 44). Dice San Juan Crisóstomo* que los hombres solícitos de las cosas temporales velan de noche. Y si velan por las cosas temporales, cuánto más ha de velarse por las espirituales.

 

Fijémonos en la comparación de San Agustín. Supongamos tres siervos que aman la venida del Señor. Uno dice: "Mi Señor vendrá pronto, y por eso velaré." Otro dice: "El Señor tardará, pero quiero velar." Un tercero dice: "No sé cuándo vendrá, y por eso quiero velar." ¿Cuál de los tres habla mejor? Responde San Agustín que el primero se engaña malamente, pues si cree que vendrá pronto y después tarda, está en peligro de dormirse de tedio. El segundo puede ser engañado, pero no está en peligro. Pero el tercero obra bien, porque, en la duda, espera siempre. Por lo tanto, malo es señalarse algún tiempo.

(In Matth., XXIV)

Nota:

*Homil 78.

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