BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Castelgandolfo
Miércoles 19 de agosto de 2009
Miércoles 19 de agosto de 2009
San Juan Eudes y la formación del clero
Queridos hermanos y
hermanas:
Se celebra hoy la
memoria litúrgica de san Juan Eudes, apóstol incansable de la devoción a los
Sagrados Corazones de Jesús y María, quien vivió en Francia en el siglo XVII,
un siglo marcado por fenómenos religiosos contrapuestos y también por graves
problemas políticos. Es el tiempo de la guerra de los Treinta Años, que devastó
no sólo gran parte de Europa central, sino también las almas. Mientras se
difundía el desprecio hacia la fe cristiana por parte de algunas corrientes de
pensamiento entonces dominantes, el Espíritu Santo suscitaba una renovación
espiritual llena de fervor, con personalidades de alto nivel como De Bérulle,
san Vicente de Paúl, san Luis María Grignon de Montfort y san Juan Eudes. Esta
gran "escuela francesa" de santidad tuvo también entre sus frutos a
san Juan María Vianney. Por un designio misterioso de la Providencia, mi
venerado predecesor Pío xi proclamó santos al mismo tiempo, el 31 de mayo de
1925, a Juan Eudes y al cura de Ars, ofreciendo a la Iglesia y a todo el mundo
dos ejemplos extraordinarios de santidad sacerdotal.
En el contexto
del Año sacerdotal, quiero subrayar el celo apostólico de san Juan Eudes,
dirigido especialmente a la formación del clero diocesano. Los santos son la
verdadera interpretación de la Sagrada Escritura. Los santos han verificado, en
la experiencia de la vida, la verdad del Evangelio; así nos introducen en el
conocimiento y en la comprensión del Evangelio. El concilio de Trento, en 1563,
había emanado normas para la erección de los seminarios diocesanos y para la
formación de los sacerdotes, pues el Concilio era consciente de que toda la
crisis de la reforma estaba condicionada también por una formación insuficiente
de los sacerdotes, que no estaban preparados para el sacerdocio de modo
adecuado, intelectual y espiritualmente, en el corazón y en el alma.
Esto sucedía en
1563; pero, dado que la aplicación y la realización de las normas se dilataban,
tanto en Alemania como en Francia, san Juan Eudes vio las consecuencias de esta
carencia. Movido por la clara conciencia de la gran necesidad de ayuda
espiritual que experimentaban las almas precisamente a causa de la falta de
preparación de gran parte del clero, el santo, que era párroco, instituyó una
congregación dedicada de manera específica a la formación de los sacerdotes. En
la ciudad universitaria de Caen, fundó su primer seminario, experiencia
sumamente apreciada, que muy pronto se extendió a otras diócesis.
El camino de
santidad que recorrió y propuso a sus discípulos tenía como fundamento una
sólida confianza en el amor que Dios reveló a la humanidad en el Corazón
sacerdotal de Cristo y en el Corazón maternal de María. En aquel tiempo de
crueldad, de pérdida de interioridad, se dirigió al corazón para comunicar al
corazón una palabra de los Salmos muy bien interpretada por san Agustín. Quería
hacer volver a las personas, a los hombres, y sobre todo a los futuros
sacerdotes, al corazón, mostrando el Corazón sacerdotal de Cristo y el Corazón
maternal de María. Todo sacerdote debe ser testigo y apóstol de este amor del
Corazón de Cristo y de María.
También hoy se
experimenta la necesidad de que los sacerdotes den testimonio de la
misericordia infinita de Dios con una vida totalmente "conquistada"
por Cristo, y aprendan esto desde los años de su formación en los seminarios.
El Papa Juan Pablo II, después del Sínodo de 1990, publicó la exhortación
apostólica Pastores dabo vobis, en la que retoma y actualiza las
normas del concilio de Trento y subraya sobre todo la necesaria continuidad
entre el momento inicial y el permanente de la formación; para él, como para
nosotros, es un verdadero punto de partida para una auténtica reforma de la
vida y del apostolado de los sacerdotes, e igualmente es el punto fundamental
para que la "nueva evangelización" no sea sólo un eslogan atractivo,
sino que se traduzca en realidad.
Los cimientos
puestos en la formación del seminario constituyen el insustituible "humus
spirituale" en el que se puede "aprender a Cristo", dejándose
configurar progresivamente a él, único Sumo Sacerdote y Buen Pastor. Por lo
tanto, el tiempo del seminario se debe ver como la actualización del momento en
el que el Señor Jesús, después de llamar a los Apóstoles y antes de enviarlos a
predicar, les pide que estén con él (cf. Mc 3, 14). Cuando san Marcos
narra la vocación de los doce Apóstoles, nos dice que Jesús tenía un doble
objetivo: el primero era que estuvieran con él; y el segundo, enviarlos a
predicar. Pero yendo siempre con él, realmente anuncian a Cristo y llevan la
realidad del Evangelio al mundo.
En este Año
sacerdotal os invito a rezar, queridos hermanos y hermanas, por los sacerdotes
y por quienes se preparan a recibir el don extraordinario del sacerdocio
ministerial. Concluyo dirigiendo a todos la exhortación de san Juan Eudes, que
dice así a los sacerdotes: "Entregaos a Jesús para entrar en la
inmensidad de su gran Corazón, que contiene el Corazón de su santa Madre y de
todos los santos, y para perderos en este abismo de amor, de caridad, de
misericordia, de humildad, de pureza, de paciencia, de sumisión y de
santidad" (Coeur admirable, III, 2).
Con este espíritu, cantemos ahora juntos el Padre nuestro en latín.
Con este espíritu, cantemos ahora juntos el Padre nuestro en latín.
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