El 13 de mayo de 1981,
ha quedado grabado en la historia como el día del sacrílego atentado contra el
Papa San Juan pablo II.
La audiencia general
de ese día miércoles 13 de mayo no llegó a celebrarse. A las 5 de la tarde, la
plaza de San Pedro estaba inundada de fieles: de 30 a 40 mil romanos y
peregrinos. Entre ellos estaban los siguientes grupos de habla hispana:
religiosas del Instituto de Hijas de María; religiosas de las Escuelas Pías,
que toman parte en su IV conferencia general; el consejo general y las
provinciales de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús; peregrinos de
México, Guatemala, Bolivia y Argentina; y la peregrinación de la catedral de
Castelló de Ampurias (Gerona), así como un grupo de matrimonios españoles. El
Papa entró en la plaza en su "jeep" blanco y pasó, como siempre,
junto a las vallas saludando a los presentes. Apenas había terminado de dar la
primera vuelta, cuando sucedió el atentado. La inmensa multitud quedó atónita y
sumida en la más profunda consternación. La única reacción común fue la
plegaria. Los altavoces explicaron lo acaecido y la inmensa asamblea comenzó a
rezar... La voz del Vicario de Cristo no llegó a oírse. Juan Pablo II tenía
preparados sus discursos: la catequesis dedicada a conmemorar el 90
aniversario de la publicación de la Encíclica "Rerum novarum" de León
XIII, la alocución anunciando
la creación del "Consejo para la Familia" y el ''Instituto
internacional de Estudios sobre matrimonio y familia" y los
saludos a los diversos grupos de peregrinos. Estos textos que, aunque no
han sido leídos, pasan a formar parte de las "enseñanzas pontificias"
con un carácter especial por las circunstancias en que no fueron pronunciados.
(L'Osservatore Romano, ed. en español, 17 de mayo de 1981, página 287)
Junto al atentado a la
vida del Santo Padre, se producía entonces también un atentado a las
instituciones eclesiales destinadas a ocuparse específicamente sobre el
Evangelio de la Familia, su profundización, anuncio y defensa, cuya luz hizo
brillar con valentía, claridad y firmeza el Magno Juan Pablo.
Hoy pareciera que algunas sombras pretenden oscurecer el brillo de esa luz. Al invocar la intercesión de la Virgen de Fátima y de San Juan Pablo II, para que el Señor renueve el esplendor de la verdad sobre el
matrimonio y la familia, compartimos las palabras del Santo Padre anunciando la
creación de las mencionadas instituciones
“Deseo anunciaros
ahora que con el fin de responder adecuadamente a las expectativas sobre
problemas concernientes a la familia, expresadas por el Episcopado del mundo
entero, sobre todo con ocasión del último Sínodo de los Obispos, he considerado
oportuno instituir el "Pontificio Consejo para la Familia" que
sustituirá al Comité para la Familia que, como es sabido, dependía
del Pontificio Consejo para los Laicos.
A este nuevo organismo
—que estará presidido por un cardenal coadyuvado por un consejo de presidencia
formado por obispos de distintas partes del mundo— corresponderá promover la
pastoral de la familia y el apostolado específico en el campo familiar,
aplicando las enseñanzas y orientaciones impartidas por las instancias
competentes del Magisterio eclesiástico, para que se ayude a las familias
cristianas a cumplir la misión educativa, evangelizadora y apostólica a que
están llamadas.
Además he decidido
fundar en la Pontificia Universidad Lateranense, que es la Universidad de la
diócesis del Papa, un ''Instituto internacional de Estudios sobre matrimonio y
familia" que comenzará su actividad académica el próximo octubre. Dicho
instituto se propone prestar a toda la Iglesia la aportación de la reflexión
teológica y pastoral sin la que la misión evangelizadora de la Iglesia se vería
privada de una ayuda esencial. Será un lugar donde la verdad sobre el
matrimonio y la familia se estudien a fondo a la luz de la fe y con la contribución
también de las distintas ciencias humanas.
Pido a todos que
acompañen con la oración estas dos iniciativas que quieren ser un signo más de
la solicitud y estima de la Iglesia hacia la institución matrimonial y
familiar, y de la importancia que ésta le atribuye en orden a su propia vida y
a la vida de la sociedad.”
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