EL CORAZÓN DE JESÚS AL CORAZÓN DEL SACERDOTE
VI. Y
TODO LO QUE PIDIEREIS AL PADRE EN MI NOMBRE LO HARÉ: PARA QUE SEA GLORIFICADO
El PADRE EN El HIJO
(Jn 14,13)
No te vendrá mal
Sacerdote,
que vienes a pasar este rato conmigo, que me dedique a ensanchar tu corazón y a
dilatar los horizontes de tu alma.
¡Abruma
y achica tanto a las almas el mundo! Y ¡están tan tentados de encogimiento y
cansancio mis sacerdotes que andan por medio de él!...
Déjame
que ante todo te pregunte como en otro tiempo a mis apóstoles: ¿tú quién dices
que soy Yo?
Y
después de esa pregunta mía y de la respuesta tuya, igual seguramente a la de
Pedro, insto:
¿Y
te has puesto a pensar en lo que ese Padre es para su Hijo y ese Hijo es para
su Padre?
Puedo
asegurarte que la mayor parte de los desmayos de fe y de esperanza que padecen
mis ministros, proviene de no meditar en lo que mi Padre me quiere a Mí y en lo
que Yo valgo para mi Padre.
Lo que el Padre quiere al Hijo
¡Lo
que mi Padre me quiere!
Llama
a tu fe, evoca tus recuerdos y nociones de teología y que te digan lo que soy
Yo... Luz de la Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho,
sustancia de su sustancia... Hijo natural de Dios, es decir, más propia,
sustancial y esencialmente hijo suyo que todos los hijos lo son de sus padres.
Y
si soy tan hijo, y eso de que los padres quieran a sus hijos no es invención ni
convenio de los hombres, sino ley y necesidad de la paternidad, calcula, si
puedes, el amor de ese Padre eterno e infinito a su Hijo eterno e infinito como
Él.
Junta
en una caricia todos los cariños buenos de la tierra de padres a hijos, de
hijos a padres, de hermanos a hermanos, de amigos a amigos, reúne en un beso la
explosión de todos los besos que han brotado de labios de madres desde el
primer día que las hubo, pon en una llama todo el fuego que ha salido de
corazones amantes desde el primer momento en que se amaron los hombres, y ni
aquella caricia, ni aquel beso, ni esta llama llegarán a ser una sombra del
amor con que mi Padre me ama.
Hablando
tu lenguaje humano tan escaso de vocablos que expresen con propiedad lo grande
y lo bello, y mucho menos lo infinito, te diré que, si en Dios cupieran
desatinos y locuras, mi Padre celestial me quiere hasta la locura y el desatino
y tanto que su única ocupación de Señor eterno, infinitamente sabio, bueno,
poderoso, es esto: recrearse y complacerse en su Hijo.
Lo que da el Padre al Hijo
Y
si sigues no escandalizándote de este lenguaje humano aplicado a hablar de
cosas tan subidas e inefables, te diré que la creación entera con sus ángeles,
sus hombres y sus insectos, con sus soles y sus arenas, con sus aires y sus
aguas y sus tierras y sus fuegos, y la redención con sus anonadamientos de
Belén, Cenáculo y Calvario, con sus glorias de Tabor y Resurrección, con sus
donaciones inefables de Eucaristía, de Virgen Madre y de Iglesia, no son otra
cosa que explosiones de amor del Padre celestial para su Hijo.
Sí,
todo lo del cielo, lo de la tierra y lo de los abismos lo puso mi Padre en mis
manos y lo hizo para Mí y lo sometió a mi juicio.
Como el amor es dar, y mi Padre Dios
es Amor, no se cansa de darme, primero y eternamente su sustancia y con ella su
gloria y su poder, y después cuanto pueda servir a aumentar mi gloria
accidental.
El porqué de todas las cosas
¡Oh!
y ¡cómo te daría materia para interminables ratos de Sagrario la meditación de
los modos siempre maravillosos y nuevos con que el Padre va buscando, lo mismo
en la eternidad que en el tiempo, lo mismo en la Creación que en la redención,
en las almas como a través de la historia, la gloria de su Hijo y cómo hace que
todo, lo voluntario y lo involuntario, lo bueno y lo malo, lo grande y lo
chico, lo invisible y lo que se ve, lo que pasó y lo que está por venir, todo
sirva a la gloria de su Hijo!
Por
eso podía Yo decir confiado a mis discípulos y a mis enemigos: Yo no busco mi
gloria, hay quien la busque...
Sacerdote
mío, tú que por ser hombre y por ser hijo tienes corazón blando: ¿No se te
enternece al meditar y saborear esta suprema y dulcísima razón de ser de todo
lo que existe?
La glorificación del Padre en su
Hijo
¿No
nada en placer tu alma al saber que el mundo con sus distintos reinos y
jerarquías, no es otra cosa que un poema cantado y hecho cantar en honor de su
Hijo por el amor de un Padre infinitamente bueno, sabio, poderoso? ¿No desaparecen
de ante tus ojos medrosos todos los miedos y horrores y tenebrosidades de la
vida al enterarte de que toda ella no es en definitiva sino el festín de bodas
aparejado por el gran Rey a su Hijo y que toda tu misión en ella es sentarte a
gozar del festín, comer de lo que te presenten y cantar?...
¿Comprendes
ahora la palabra que tantas veces repetí en mi Evangelio: TODO, ¿te enteras
bien? TODO lo que pidiéreis al Padre en mi nombre os lo dará para
glorificar a su Hijo, o bien. Yo os lo daré para que el Padre sea
glorificado en el Hijo?
Sacerdote,
después de meditar lo que el Hijo vale delante de su Padre, ¿volverás a dejar
entre en tu corazón el miedo o el engreimiento? ¿Tú, el dueño de la llave del
Sagrario en que se quedó a vivir el Hijo? ¿Tú, el que todas las mañanas puedes
tomar entre tus dedos la Hostia consagrada que es el Cuerpo, la sangre, el Alma
y la Divinidad del Hijo de Dios?
Siendo
tuyo el Hijo de Dios, ¿te podrá negar algo el Padre celestial?
Y si lo cuidas bien en tu Sagrario,
buscándole mucha y buena compañía de almas, y en las almas preparándolas para
que Él se sienta a gusto en ellas, ¿has pensado en la gratitud que te guardará
su Padre?
***
Respuesta:
Pídase al Espíritu santo conocimiento interno de la Vida divina humanada en la
Encarnación y de nuestra vida humana divinizada por la Eucaristía...
Salmo
18: Los cielos pregonan la gloria de Dios...
No hay comentarios:
Publicar un comentario