La libre interrupción del embarazo y
las banderas de la burguesía
Mons. Héctor Aguer
El presidente está
orgulloso de haber habilitado sobre el aborto “un debate histórico, propio de
la democracia”, e invitó a “dirimir las diferencias con respeto”. Los diputados
han dado media sanción a una ley que legitima el “crimen abominable”. Esta
terrible expresión no es de mi autoría; se encuentra en la Constitución
Pastoral “Gaudium et spes” (n. 51) del Concilio Vaticano II. Se ha
semi-consumado una “estafa moral”, como bien dijo el Padre Pepe Di Paola, ya
que la propuesta no figuraba en las plataformas de la coalición gobernante. Se
puede sospechar, además, que “corrió guita”. En efecto, los diputados pampeanos
obedecieron la orden del gobernador de su provincia de aprobar el proyecto
abortista, y ese mismo día el Gobierno nacional depositó una fuerte suma (900
millones) que debía a La Pampa. ¿No tendrá nada que ver el asunto con el FMI?
Es tradición de los organismos internacionales de crédito condicionar la ayuda
financiera a la adopción de medidas antinatalistas. Lo mismo supo hacer Estados
Unidos; basta recordar el célebre Informe Kissinger. Nuestro presidente ya
había anunciado que si el proyecto que acaba de pasar al Senado se convierte en
ley, no la vetará. En 2008, el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, vetó la
ley abortista sancionada por los congresales de aquel país; claro, el oriental
es médico, no empresario. Nuestro empresario vetó la ley que retrotraía a
índices más razonables las tarifas de los servicios públicos, para dejar bien
ajustado el cinturón que asfixia a la pobre gente.
Diálogo, búsqueda
de acuerdos, “dirimir las diferencias con respeto”. La primera cuestión a
discutir es de carácter científico. Los estudios de genética y embriología del
siglo XX dejan en claro que el fruto de la concepción, desde el primer
instante, es un ser humano, aun antes de la anidación en el seno materno; es
una minúscula personita con un ADN distinto del de sus progenitores, y ya desde
entonces es xx o xy. La mujer es dueña de su cuerpo, pero lo que se ha formado
en ella no es un apéndice de su cuerpo; no tiene derecho, ni ella ni nadie a
eliminarlo, sino que debe ser protegido, cuidado, para que llegue a ver la luz
del sol y alcance la meta de su plena realización.
La certeza
científica va acompañada de otra de carácter filosófico: un principio de acción
guía internamente el crecimiento y la organización del nuevo ser. Platón
escribió en su “Fedro”: “desde dentro se mueve de por sí”. Es la forma, el alma
del compuesto humano que se ha de manifestar progresivamente como principio de
conocimiento, conciencia y voluntad. La búsqueda de acuerdos consiste en
dirimir esta diferencia: ¿lo matamos o no?.
La faceta jurídica
del asunto: el derecho a la vida del embrión está tutelado por tratados
internacionales a los cuales ha adherido la República Argentina y que tienen
rango constitucional. ¿Cómo se compagina la legitimación por ley del aborto con
el artículo 75 de nuestra Carta Magna? Resulta incomprensible la posición de
numerosos legisladores y de ciertos pronunciamientos de la Suprema Corte, que
ha avalado fallos inconstitucionales. El tercer poder del Estado podría sumar,
a las fallas que se atribuyen a la administración de justicia, una nueva
iniquidad. A este capítulo corresponden varias cuestiones delicadas, y un
reclamo: facilitar los trámites de adopción mediante una renovación de ese
instituto. Con esta alternativa al aborto se saldaría una desigualdad: hay
padres que tienen hijos sin querer, y padres que los desean y no pueden
tenerlos.
Paso rápidamente a
mencionar las perspectivas sociológica y psicológica del asunto. Dicho con todo
respeto: la reivindicación de la libre interrupción del embarazo es una bandera
de la burguesía. Dan pena los partidos de inspiración marxista. Las jóvenes
pobres consideran al hijito como una riqueza, cualquiera haya sido la
circunstancia en que fue concebido. Las jóvenes universitarias ideologizadas en
sus respectivas facultades y aquellos medios de comunicación que están copados
por los “lobbies” feministas o del colectivo LGBT profesan la ideología de
género, según la cual la maternidad es una imposición arbitraria a la mujer si
no se le concede el derecho de abortar; menosprecian lo más bello de la condición
femenina. La dimensión psicológica del asunto se manifiesta crudamente en el
síndrome post-aborto y en la dificultad de superarlo. Causó desagrado en el
pseudo-debate que un médico presentara un video que registra una sangrienta
operación abortiva. Pero esa es la impresionante realidad.
La cuestión
política. El cuidado de la población es tarea indelegable del Estado. La
Argentina posee un inmenso territorio semipoblado, y nunca se sostuvo en el
tiempo una seria política de población. Si nos atenemos a la consigna de
Alberdi, “gobernar es poblar”, se puede decir que el nuestro es un país
desgobernado, o mal gobernado. Se afirma que la alternativa al aborto es la
prevención entendida como distribución masiva de preservativos y
anticonceptivos; hace 35 años que se aplica esta política, que por lo
visto ha fracasado, ya que se hizo necesario apelar al recurso extremo de
liquidar al fruto del embarazo no deseado. La prudencia, virtud propia del
político, indicaría explorar otros caminos, ofrecer una auténtica educación
sexual, no promover la perversión. Este último calificativo es el que emplea
Freud en su “Introducción al psicoanálisis”: es perverso e impúdico impedir la
finalidad esencial de la sexualidad, la transmisión de la vida.
He oído decir a un
senador que “hay que dejar de lado las creencias” para definir la cuestión del
aborto. Se refería a la fe religiosa. Como puede comprobar el lector, hasta
esta altura de mi discurso no hice mano del argumento teológico; lo menciono
nomás: el quinto precepto del Decálogo bíblico –“no matarás”- y un prodigio: el
Dios hecho hombre, Jesucristo, fue un embrión, concebido virginalmente, fue un
feto, un niño por nacer. Pero en este país de paganos bautizados semejante
argumento no puede pesar mucho.
Macri lo hizo.
¡Alerta, votantes!
Héctor Aguer
Académico de Número de la Academia
Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
Académico correspondiente de la Academia
Provincial de Ciencias y Artes de San Isidro
Publicado en El Día de La Plata, el 21-06-2018
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