lunes, 7 de abril de 2014

El abandono de los Sagrarios acompañados (16) Beato Manuel González García

XVI. El abandono
por la falta de presencia

 

La presencia corporal

Hablo de Sagrarios en los que no faltan Comuniones y visitas, y aun de los de muchas Comuniones y visitas.

Y de ellos digo que las más de las veces el Corazón de Jesús, que allí mora, más motivos tiene para quejarse del abandono de los que no van nunca o lo que debieran, que para alegrarse de la compañía de los que le obsequian cada día con su presencia.

Unas cuantas preguntas, tan sólo, sin necesidad de añadir la respuesta, irradiarán la luz meridiana a la cuestión.

En esos Sagrarios acompañados ¿dan el obsequio y homenaje a su presencia todos los católicos que viven a su sombra?

¿La mayor parte de ellos, siquiera?

Si no la mayor parte ¿un tanto por ciento a lo menos de consideración, como el cincuenta, el cuarenta, el treinta, ¡el veinte por ciento!?

Y nota que pregunto por la presencia como obsequio y homenaje al Sagrario, no como curiosidad a los objetos de arte del templo, como devoción a alguna imagen o asistencia a algún acto de la iglesia.

Mi pregunta es ésta: ¿son muchos los vecinos y vecinas de un Sagrario que van a su parroquia, a su iglesia, a visitar a su Vecino Jesús, a echar un rato con Él?

¿Verdad que es menos triste responder con el silencio que con cifras desnudas?

La presencia espiritual

Pero avancemos en ese desolador interrogatorio. De esos cinco, diez, veinte por ciento de los vecinos que van a su Sagrario cada día o muy frecuentemente y le dan aspecto y casi título de Sagrario acompañado, ¿obsequian y honran al Jesús que allí vive con toda la presencia que Él tiene derecho a esperar y ellos obligación de ofrecer?

Y allá van preguntas: Jesús está en el Sagrario no en momentos del día o de la noche sino en todos los minutos del día y de la noche... Y está no en representación de imagen o en una reliquia de su cuerpo, o en una palabra de su boca, sino que está presente, entero y vivo, en cuerpo, sangre, alma y divinidad...

Pues bien, yo no pregunto si los que conocen esta dulcísima presencia de todo Jesús en su Sagrario, le corresponden con su presencia perenne de cuerpo y alma, que ya sé que no puede ser, ni Él lo pide. Sino esto sólo: los enterados de la presencia real y perenne de Jesús en el Sagrario ¿le corresponden con toda la presencia corporal y espiritual compatible con sus otras atenciones?...

Si el amor se goza en la presencia, los que dicen amar a Jesús Sacramentado con toda su alma y sobre todas las cosas, ¿se pasan más tiempo con Él que con las demás personas y cosas que dicen amar menos que a Él?

Ya sé que aunque quisiéramos no podemos dar a nuestro Sagrario toda la presencia corporal que Él se merece y tiene ganada por su permanente presencia corporal en él. La dificultad del tiempo, de la distancia, de las ocupaciones, de la puerta cerrada de la iglesia, de la salud, etc., etc., limita, es cierto, la satisfacción de nuestros deseos... Pero vuelvo a preguntar: si en lugar de este nombre «casa de Jesús Sacramentado», pusiera yo este otro: «casa de mis hijos, de mi esposa o de mi esposo, de mi amigo o de mi amiga, de mi negocio o de mis entretenimientos», pregunto ¿dejaría de visitarla y frecuentarla en la misma medida que aquellas dificultades me impiden visitar mi Sagrario?

Otra pregunta más: doy por ciertas e insuperables todas las dificultades que disminuyen mi presencia corporal ante el Sagrario, pero ¿con mi presencia espiritual o en espíritu, quién puede meterse?

Trabajar, andar, descansar, reír, llorar de cara al Sagrario, mirando a él, como si se estuviera ante él... ¿puede haber muchas dificultades exteriores para eso? ¿No viven en esa presencia mutua, espiritual, los que de verdad se quieren y a pesar de dificultades de tiempo, de distancia y de trabajos?

Almas que comulgáis diariamente y visitáis cada día el Sagrario de Jesús, llevaos estas preguntas a una de esas visitas, y allí, fijándoos bien en la puertecita que lo encierra noche y día, meses y años, poneos a contestarlas...

¡Qué bien os vendrá un examen práctico sobre este punto!: ¿doy toda la compañía de presencia corporal y espiritual que debo y puedo a Jesús, real y perennemente presente en mi Sagrario?...

¿No tengo que arrepentirme de ningún abandono?...

 

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