XVI. El
abandono
por la
falta de presencia
La
presencia corporal
Hablo
de Sagrarios en los que no faltan Comuniones y visitas, y aun de los de muchas
Comuniones y visitas.
Y de
ellos digo que las más de las veces el Corazón de Jesús, que allí mora, más
motivos tiene para quejarse del abandono de los que no van nunca o lo que
debieran, que para alegrarse de la compañía de los que le obsequian cada día
con su presencia.
Unas
cuantas preguntas, tan sólo, sin necesidad de añadir la respuesta, irradiarán
la luz meridiana a la cuestión.
En esos
Sagrarios acompañados ¿dan el obsequio y homenaje a su presencia todos los
católicos que viven a su sombra?
¿La
mayor parte de ellos, siquiera?
Si no
la mayor parte ¿un tanto por ciento a lo menos de consideración, como el
cincuenta, el cuarenta, el treinta, ¡el veinte por ciento!?
Y nota
que pregunto por la presencia como obsequio y homenaje al Sagrario, no
como curiosidad a los objetos de arte del templo, como devoción a alguna imagen
o asistencia a algún acto de la iglesia.
Mi
pregunta es ésta: ¿son muchos los vecinos y vecinas de un Sagrario que van a su
parroquia, a su iglesia, a visitar a su Vecino Jesús, a echar un rato con Él?
¿Verdad
que es menos triste responder con el silencio que con cifras desnudas?
La
presencia espiritual
Pero
avancemos en ese desolador interrogatorio. De esos cinco, diez, veinte por
ciento de los vecinos que van a su Sagrario cada día o muy frecuentemente y le
dan aspecto y casi título de Sagrario acompañado, ¿obsequian y honran al Jesús
que allí vive con toda la presencia que Él tiene derecho a esperar y
ellos obligación de ofrecer?
Y allá
van preguntas: Jesús está en el Sagrario no en momentos del día o de la
noche sino en todos los minutos del día y de la noche... Y está no en
representación de imagen o en una reliquia de su cuerpo, o en una palabra de su
boca, sino que está presente, entero y vivo, en cuerpo, sangre, alma y
divinidad...
Pues
bien, yo no pregunto si los que conocen esta dulcísima presencia de todo
Jesús en su Sagrario, le corresponden con su presencia perenne de cuerpo y
alma, que ya sé que no puede ser, ni Él lo pide. Sino esto sólo: los enterados
de la presencia real y perenne de Jesús en el Sagrario ¿le corresponden con
toda la presencia corporal y espiritual compatible con sus otras
atenciones?...
Si el
amor se goza en la presencia, los que dicen amar a Jesús Sacramentado con toda
su alma y sobre todas las cosas, ¿se pasan más tiempo con Él que con las
demás personas y cosas que dicen amar menos que a Él?
Ya sé
que aunque quisiéramos no podemos dar a nuestro Sagrario toda la presencia
corporal que Él se merece y tiene ganada por su permanente presencia corporal
en él. La dificultad del tiempo, de la distancia, de las ocupaciones, de la
puerta cerrada de la iglesia, de la salud, etc., etc., limita, es cierto, la
satisfacción de nuestros deseos... Pero vuelvo a preguntar: si en lugar de este
nombre «casa de Jesús Sacramentado», pusiera yo este otro: «casa de mis hijos,
de mi esposa o de mi esposo, de mi amigo o de mi amiga, de mi negocio o de mis
entretenimientos», pregunto ¿dejaría de visitarla y frecuentarla en la misma medida
que aquellas dificultades me impiden visitar mi Sagrario?
Otra
pregunta más: doy por ciertas e insuperables todas las dificultades que
disminuyen mi presencia corporal ante el Sagrario, pero ¿con mi presencia espiritual
o en espíritu, quién puede meterse?
Trabajar,
andar, descansar, reír, llorar de cara al Sagrario, mirando a él, como
si se estuviera ante él... ¿puede haber muchas dificultades exteriores para
eso? ¿No viven en esa presencia mutua, espiritual, los que de verdad se quieren
y a pesar de dificultades de tiempo, de distancia y de trabajos?
Almas
que comulgáis diariamente y visitáis cada día el Sagrario de Jesús, llevaos
estas preguntas a una de esas visitas, y allí, fijándoos bien en la puertecita
que lo encierra noche y día, meses y años, poneos a contestarlas...
¡Qué
bien os vendrá un examen práctico sobre este punto!: ¿doy toda la compañía
de presencia corporal y espiritual que debo y puedo a Jesús, real y
perennemente presente en mi Sagrario?...
¿No
tengo que arrepentirme de ningún abandono?...
No hay comentarios:
Publicar un comentario