Desgrabación de la homilía
del Card. Mario Poli
Arzobispo de Buenos Aires
en la Misa por la Educación
(9 de abril de 2014)
Bienvenidos a la casa
de Dios, que es la catedral. Tomando la palabra, que es lo que nos da la vida
en cada Eucaristía, tomamos estas palabras para llevarla también a la
enseñanza. Hoy la
Sagrada Escritura nos propone encontrarnos con Dios. ¿Quién
es Dios? Dios es Amor. Y todo amor humano, para los que creemos y caminamos,
sabemos que depende de Dios.
El amor a la Patria , el amor a los
padres, a los hermanos, al trabajo, al estudio y a la enseñanza tiene la misma
fuente: Dios es Amor. No hay dos amores en el Universo. Hay una única fuente.
En todas estas formas de amor humano agradamos a Dios.
Jesús nos dice que su
Padre Dios nos ama. Él vino a contagiarnos la alegría de saber que somos amados
por el Padre del Cielo, y para que no perdamos esto, Dios nos propuso los
mandamientos, a los que Jesús no le vino a cambiar siquiera una coma. Una vez
que conocemos los mandamientos, y conocemos a Dios, decimos que ellos son
pruebas del amor a Dios.
Pero además, Jesús nos
dejó un mandamiento nuevo, no para suplir a los anteriores: pero sí nos dijo
que sí cumplimos este mandamiento nuevo, cumplimos con todos los mandamientos
de la Ley y de
los profetas.
Muchas veces
escuchamos este mandamiento: lo sabemos de memoria, de aquel momento en el que
Jesús le lava los pies a sus discípulos. Y lo repite de nuevo en este
Evangelio. ¿Se acuerdan cuál es? «Ámense los unos a los otros
como Yo los he amado».
¡Qué fácil que es
guardarlo en la memoria, pero qué difícil bajarlo a las manos! Es fácil
guardarlo en la memoria, porque está hecha para esto: para preservar cosas
lindas. Pero es difícil, nos cuesta llevarlo a la práctica. Por eso en esta
misa le venimos a pedir a Jesús que nos dé fuerza para cumplir el mandamiento
nuevo del amor, y amar como Él nos ama.
Él mismo nos dijo que
no hay mayor amor que dar la vida por los amigos. Mirándolo en la Cruz , sabemos que sobran las
palabras: sabemos que realmente Él es un amigo. Jesús es un verdadero amigo,
dio la vida por mí y cada uno puede apropiarse de esta frase: «Subió a la Cruz por mí».
Y la escuela, entre
tantas cosas que nos da, nos permite cultivar la amistad al modo que Jesús nos
enseñó. Así como Jesús puso como condición cumplir los mandamientos de su Padre
Dios, la amistad tiene sus exigencias: les propongo tres notas de una verdadera
amistad, al modo de cómo Jesús nos ama…
No somos nosotros los
que elegimos los amigos. Son un regalo de la vida, y son ellos los que me
eligen para confiar en mí. Los encontramos en el camino y los reconocemos como
un regalo de Dios. ¿Vieron que Jesús nos dice que no fuimos nosotros los que lo
elegimos, sino ÉL quien nos eligió? Así Él nos revela el origen de una
verdadera amistad: no se elige por conveniencia una amistad. Se descubre como
un tesoro y se guarda como un tesoro. Quien encuentra un amigo encuentra un
tesoro.
La amistad verdadera
es para toda la vida. Así que no puede tener ningún interés mezquino, sino el
bien del otro. Dice un poeta, Atahualpa Yupanqui, que un amigo es uno mismo en
otro pellejo. A mí me gusta esa definición de la amistad.
Y la tercera nota de
cómo ser un buen amigo, al modo de cómo Jesús nos enseñó, implica recordar la
consigna que nos dio Jesús: «No hay mayor amor que
dar la vida por los amigos»,
aunque luego la demos en cuota: en charlas amistosas, en gestos…
Dejemos que Jesús nos
elija como amigos; dejemos también que nuestro corazón reconozca que esto viene
de Dios y dejemos que esta amistad nos acompañe en el camino de la vida. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Card. Mario Aurelio Poli, arzobispo
de Buenos Aires
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