miércoles, 13 de junio de 2012

Sagrado Corazón, entronización en los hogares


Entronización del
Sagrado Corazón
en los hogares
          La entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares es una práctica piadosa tan importante que, si fuera realizada con seriedad, puede regenerar al mundo.
          Se comprende. La familia es la primera de las sociedades naturales y, desde varios puntos de vista, es también la más importante. De su desarrollo nacen –por agrupación, división o extensión – las demás sociedades en los más variados ámbitos, hasta llegar a la sociedad suprema, el Estado.
          Si la familia fuera moralmente sana, será capaz de trasmitir su salud a las otras instituciones. Si estuviera contaminada por cualquier vicio, contaminará a todas las otras sociedades que nacen de ella.
          La Entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares tiene como objetivo, entonces, regenerar, preservar y perfeccionar la célula básica de la sociedad: la familia.

En qué consiste

          La Entronización es una consagración de la familia al Sagrado Corazón de Jesús y manifiesta el propósito de reconocerlo como Rey de esa sociedad, colocándolo simbólicamente en un trono. Su fin próximo es lograr que en la familia reine un espíritu efectivamente cristiano. Su fin remoto es el de preparar las condiciones para el Reinado de Jesucristo en la sociedad.
          Nuestro Señor hizo dos promesas a Santa Margarita María Alacoque que se relacionan directamente con la familia y la Obra de la Entronización:
1. Daré paz a sus familias.
2. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada.
Historia y Origen
La entronización del Sagrado Corazón de Jesús y el Padre Mateo

          Entre los apóstoles contemporáneos del Corazón de Jesús tiene un lugar especial el célebre Padre Mateo Crawley-Boevey y Murga, religioso de la congregación de los Sagrados Corazones, gran impulsor de dos obras que han tenido una amplísima difusión entre los católicos: la entronización en los hogares y la Hora Santa.
          Nació en la localidad de Tingo, cerca de Arequipa (Perú), el 18 de noviembre de 1875, siéndole impuesto en el bautismo el nombre de Eduardo Máximo. Hijo de padre británico y madre peruana, creció entre dos culturas, lo que le permitió no sólo desarrollar su natural aptitud para los idiomas, sino también para adquirir un útil conocimiento humano, complementado por su educación francesa en el colegio de los Sagrados Corazones de Valparaíso (Chile), ciudad a la que había ido a residir la familia después de sucesivas estancias en el Perú y en Inglaterra.
          Cuando contaba trece años el mundo se enteró de la piadosa muerte del P. Damián de Veuster, el apóstol de los leprosos, que pertenecía a la congregación de sus educadores. Este hecho no dejó de ejercer su influencia en la naciente vocación del joven Eduardo, que, edificado por el ejemplo del héroe de Molokai, se decidió a entrar en los Sagrados Corazones. Al principio su padre se opuso, pero finalmente lo dejó marchar, comenzando su noviciado el 2 de febrero de 1891. En religión cambió su nombre por el de José Estanislao.
          Desde el principio se distinguió el novicio Crawley-Boevey por su fervor eucarístico, pasando mucho tiempo en adoración ante el Santísimo en la capilla. Sus superiores se mostraron siempre contentos de él por su observancia y regularidad. Hizo la profesión temporal el 11 de septiembre de 1892. Entonces cambió su nombre de Hno. José Estanislao por el de Hno. Mateo, para no ser confundido con otro religioso que llevaba el mismo nombre. El P. General quiso enviarlo a estudiar a la Universidad Católica de Lovaina para completar sus estudios, pero el P. Provincial de Chile consiguió retenerlo. Fue ordenado sacerdote por el arzobispo Jaime Casanova y Casanova en la catedral metropolitana de Santiago de Chile, el 17 de diciembre de 1898.
          Su primer apostolado fue entre los obreros de Valparaíso en el seno de la llamada Acción Social, obra de la Iglesia para paliar y remediar en lo posible la triste situación de explotación que sufrían los trabajadores por entonces. El P. Mateo sabía ganarse a la gente por su sincera preocupación por sus problemas y por su contagiosa confianza en Dios. Su gran caridad quedó de manifiesto con ocasión del terrible terremoto que azotó Valparaíso el 16 de agosto de 1906, destruyendo prácticamente por completo la ciudad. Tanto se desvivió por socorrer a los damnificados que cayó seriamente enfermo. Entonces los médicos recomendaron a sus superiores que lo enviaran de viaje para reposarse, como así hicieron.
          Marchó a Europa, donde, gracias al cardenal capuchino Vives y Tutó (cercano colaborador del Papa), fue recibido por en audiencia privada por el papa San Pío X, al que confió un íntimo proyecto que venía acariciando en su mente desde hacía algún tiempo: la entronización de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares. El Romano Pontífice, después de escucharlo atentamente, le mandó que consagrara su vida a esa obra. De Roma fue a Francia y visitó el monasterio de Paray-le-Monial, donde el Corazón de Jesús se había aparecido a su gran confidente y mensajera Santa Margarita María de Alacoque. Allí llegó el 24 de agosto de 1907, quedándose durante un tiempo. Fue entonces cuando el P. Mateo se corroboró en el apostolado al que Dios le llamaba y que se convertiría en la razón de su existencia: propagar allí por donde fuere la gran devoción del Corazón Divino en sus varias manifestaciones: la práctica de los primeros viernes de mes, la Hora Santa, la entronización en los hogares, la adoración nocturna, etc.
          El P. Matías deseaba que “la devoción integral de Paray constituyese el alma del hogar... La idea principal, el alma divina de la obra, es la revelación de Paray, realizada práctica y socialmente, revelación que ilumina, con toda su luz y misericordia, al hogar, célula social” (De Becker, “Léxico de la Teología del Sagrado Corazón, v. Entronización”, p. 136, v. Crawley-Boevey, p. 233)
          Al regresar a Chile fundó en 1908 el Secretariado de la Entronización y difundió libros y folletos de propaganda, logrando en poco tiempo que miles de familias se consagraran a Jesús, Rey de Amor (precisamente el título de uno de sus libros más conocidos). Pero no sólo los hogares observaron esta práctica: colegios, fábricas, negocios, hospitales, despachos, administraciones públicas y otros establecimientos también hicieron la entronización, que se extendió prodigiosamente por toda Sudamérica. Hasta fue ocasión de grandes conversiones de gente alejada de la práctica religiosa.
          En 1914 emprendió un largo viaje por Europa, visitando varios países. El 6 de abril de 1915 lo recibió en audiencia privada Benedicto XV, que aprobó la obra de la entronización mediante una carta fechada el 27 de abril siguiente. En ella la definió con estas palabras: «La instalación de la imagen del Sagrado Corazón, como en un trono, en el sitio más noble de la casa, de tal suerte que Jesucristo Nuestro Señor reine visiblemente en los hogares católicos». Se trata, pues, no de un acto transitorio, sino de una verdadera y propia toma de posesión del hogar por parte de Jesucristo, que debe ser permanentemente el punto de referencia de la vida de la familia, que se constituye en súbdita de su Corazón adorable.
          El Papa Benedicto XV (1914-1922), en carta dirigida al P. Mateo en abril de 1915 afirma que nada en nuestra época es más oportuno que esa consagración de las familias. Dicha consagración se orienta a contrarrestar un plan llevado a cabo por un enemigo en el sentido de pervertir el interior de los hogares. Ese enemigo, dice el Papa, tiene en vista sobre todo la sociedad doméstica, pues ésta es el germen de la sociedad. Si consiguieran corromperla, corromperán toda la sociedad.
          Benedicto XV también advierte: “Los golpes del enemigo tienen principalmente en vista la sociedad doméstica. Al contener ésta, como en germen, los principios de la sociedad civil, ellos saben muy bien que la transformación, o mejor dicho, la corrupción que esperan de la sociedad común, es consecuencia necesaria de la de la familia, desde que hayan viciado los fundamentos de esta última”.

          Deseaba el Papa una consagración creadora de buenos hábitos y destruidora de vicios; no quería una consagración superficial; la deseaba seria, creadora de buenos hábitos y destruidora de los vicios.

          “Importa sobremanera conocer a Cristo; conocer su doctrina, la vida, la pasión, la gloria; seguirlo no es dejarse guiar por un sentimiento superficial de religiosidad, que conmueve fácilmente los corazones tiernos y delicados y arranca lágrimas fáciles pero deja los vicios intactos” (C. SS. Corazones, la Entronización del Sagrado Corazón de Jesús, op. cit. pp. 17-18).

          El P. Mateo recorrió dos veces toda España. Aquí promovió la erección del monumento al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles e hizo de todo por obtener la consagración de la nación, que finalmente realizó don Alfonso XIII el 30 de mayo de 1919 –hace más de noventa años –en aquél lugar, con asistencia del propio P. Mateo. A este respecto, existe un interesantísimo dato que aporta en uno de sus libros: el Rey, que le concedió audiencia, le refirió que, al anunciarse que consagraría España al Sagrado Corazón de Jesús, recibió la visita de una delegación de significados masones que le advirtieron que no llevara a cabo tal acto. Al responder el monarca que seguiría adelante con su propósito, los caballeros se retiraron diciéndole que con ello había sellado el destino de su reinado (efectivamente, doce años más tarde caía la monarquía en España, en lo que la masonería tuvo una parte significativa).
          Pío XI apoyó al P. Mateo en su intenso apostolado, concediéndole cinco audiencias privadas y apoyando especialmente su obra de la adoración nocturna en los hogares. En una de esas veces el religioso peruano le regaló una medalla del Sagrado Corazón al Papa, que prometió conservarla en su despacho y acordarse de su dador cada vez que la mirara. En otra ocasión el Santo Padre rechazó la petición del gobierno peruano para que el P. Mateo se convirtiera en nuevo arzobispo de Lima. A la sazón, el anterior prelado, el vicentino Mons. Emilio Lissón Chávez, había tenido que renunciar a su sede y marcharse del país por una conjura política en su contra tras el derrocamiento del católico presidente Leguía. El piadoso arzobispo Lissón había intentado consagrar el Perú al Sagrado Corazón en 1923, pero el solemne acto fue frustrado por los sectarios. Pío XI quería, pues, ahorrar esa clase de disgustos al P. Mateo y respondió amable y agudamente al gobierno que era "mejor dejar al religioso ser un bombardero del Corazón de Jesús en todo el mundo que un coronel-comandante en plaza”.
          El P. Crawley-Boevey llegó en 1935 hasta Asia, predicando en el Indostán, el Lejano Oriente y el Sudeste asiático. De vuelta a Europa, pasó poco después a Nortemérica, donde misionó profusamente en los Estados Unidos y el Canadá. En 14 de abril de 1949, que era Jueves Santo, se sintió mal, manifestándosele la afección cardíaca que le acompañaría el resto de sus días. No por ello cesó en sus correrías, pero tuvo que ir dejando progresivamente sus actividades y su vida se convirtió en un verdadero calvario. Se cumplió cabalmente lo que él mismo anunció: «Cuando ya no pueda predicar, escribiré; cuando ya no pueda escribir, rezaré; cuando ya no pueda rezar, siempre podré amar sufriendo y sufrir amando». En febrero de 1956 tuvo que regresar ya definitivamente a Valparaíso.
          Tres años más tarde se le diagnosticó una leucemia y ya no pudo celebrar la santa misa. Afectado por una úlcera maligna en la pierna derecha, sufrió la amputación de ésta el 14 de enero de 1960. En medio de sus sufrimientos atroces tuvo el consuelo de recibir la visita del P. General de los Sagrados Corazones, que quedó muy edificado del espíritu con que el P. Mateo los asumía. Falleció santa y apaciblemente en el curso de una postrer hemorragia y habiendo recibido la extremaunción y el viático, el 4 de mayo de 1960. Tenía 84 años de edad. Noticiado el papa de entonces, beato Juan XXIII, envió por medio de su secretario de Estado, cardenal Domenico Tardini, el siguiente mensaje de pésame al Superior General: “El Santo Padre está totalmente familiarizado con la misión que este infatigable apóstol llevó a cabo durante toda su vida: la difusión del culto del Sagrado Corazón. Por esto es consolador el pensar que la triste pérdida que ha sufrido la Congregación de los SS. Corazones se compensa con la presencia en el cielo -como podemos creer- de un nuevo y poderoso protector”.

ENTRONIZACIÓN EN LOS HOGARES
1.- En qué consiste.
          Ya citamos las palabras de Benedicto XV definiendo esta piadosa práctica: «La instalación de la imagen del Sagrado Corazón, como en un trono, en el sitio más noble de la casa, de tal suerte que Jesucristo Nuestro Señor reine visiblemente en los hogares católicos» (Carta al Padre Mateo, 27 de abril de 1915). Vemos que lo esencial es:

a. La imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
b. El lugar preferente de la casa.
c. Consagrar el hogar para que reine visiblemente en él el Divino Corazón.

2.- A qué compromete.
          El acto de la entronización implica un compromiso de la familia que lo realice. No se trata de un acto aislado, sino del primer acto de un modo de vida, en el que todos los miembros de aquélla se hallan en adelante llamados a llevar. Ese modo de vida es someterse de voluntad y con gusto al imperio suavísimo de Cristo Rey mediante el reinado de su Amor, representado en el Sagrado Corazón. ¿Cómo se verifica esto? Cumpliendo los deberes del cristiano, observando los mandamientos de la Ley de Dios y los preceptos de la Santa Madre Iglesia, haciendo pública profesión de fe católica sin avergonzarse de ella y difundiendo en lo posible esta devoción.
          El cabeza de familia tiene en esto un papel fundamental y decisivo: debe dar ejemplo, debe corregir, debe recordar a todos el ser fieles al que es en realidad el Rey de la casa. Debe ser como un lugarteniente del Corazón Divino y, como Él, ser bondadoso y providente con todos los de la casa: familiares y domésticos. Estos últimos son una prolongación de la familia y deben ser tratados como prójimos, con justicia y caridad, pero también con cariño porque son colaboradores que conviven bajo el mismo techo. Ellos también están llamados a sumarse a la consagración.
          En una casa consagrada no debe entrar mala prensa, ni se debe dar un uso irrestricto de Internet sin que los padres vigilen, no deben proferirse por supuesto blasfemias ni palabras malsonantes; la inmodestia en los vestidos ha de estar desterrada; deben observarse los días de precepto y los días de ayuno y abstinencia; el aniversario de la consagración tendría que ser un día de fiesta especialísimo; los padres deberían tener la piadosa costumbre de bendecir a sus hijos y los hijos de pedir la bendición; sería recomendable tener una pequeña pila de agua bendita para uso de los de casa; también rezar el rosario en familia y practicar los ejercicios de los meses del Sagrado Corazón, de María y de San José; en lo posible, acudir juntos a la misa dominical, y tener el catecismo en familia.
          Para mantener encendida la llama de los buenos propósitos que acompañan a la consagración, la publicación oficial de la Obra de Entronización recomienda algunas prácticas piadosas:
1..La oración en común ante la imagen del Sagrado Corazón, al menos a la noche, y la renovación de la consagración con la fórmula abreviada.
2. Bendición a los niños por parte de los padres, como jefes del hogar, ante la imagen del Sagrado Corazón y en nombre del Sagrado Corazón.
3. Comunión frecuente con intención reparadora.
4. La Hora Santa los días viernes o por lo menos en la víspera de los primeros viernes de mes.
          Tales prácticas, como puede observarse, son muy aconsejables. Sin embargo, según las circunstancias concretas, cada familia puede elegir otras. El objetivo es el de mantener, por medio de actos piadosos internos y externos, siempre viva la llama de la consagración y el espíritu reparador propio de la devoción al Sagrado Corazón. Uno de los actos más meritorios es el rezo del Rosario en familia.
          También es necesario aclarar que la Obra de la Entronización no se limita a las familias. Desea llegar a otras sociedades, como la escuela, la fábrica, el hospital y la oficina.

3.- Cómo se realiza.
          Siendo la consagración un acto a cargo del cabeza de familia, la presencia del sacerdote es testimonial y no estrictamente necesaria, pero sí muy recomendable, especialmente si se ha de llevar a cabo en conformidad con la obra de la entronización, cuyo secretariado depende de la congregación de los Sagrados Corazones. Eso sí, la imagen a entronizar ha de ser bendecida. Si no se bendice en el curso del acto de entronización por falta de sacerdote, se debe bendecir previamente a él.
          Lo ideal es llamar a un sacerdote. La casa puede prepararse como para día de fiesta. El trono debe estar alzado en el lugar más noble y adornado de flores y velas. Al acto sería muy bueno que fueran invitados los vecinos y amigos más estrechos de la familia y tener preparado un refrigerio para obsequiarles por su presencia.
          El sacerdote, revestido de sobrepelliz y estola, procederá a bendecir la imagen. A continuación, lee el acto de reparación al Sagrado Corazón y dirige las letanías correspondientes. Acabadas éstas, el cabeza de familia pronuncia el acto de consagración de su hogar y se suele terminar con el canto de algún himno a Cristo Rey y de la Salve a la Virgen. El sacerdote, entonces, extiende el diploma de entronización.
          No olvidemos la promesa del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque: “Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada”. Recomendamos vivamente la práctica de la entronización de los hogares.

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