San Máximo de
Turín, obispo
Sermón: Sobre el
nacimiento de Juan Bautista
Sermón 57, 1 ; PL 57, 647
«Tu mujer te dará un hijo…muchos se
alegrarán de su nacimiento (Lc 1,13-14)»
Por anticipado, Dios había destinado a
Juan Bautista, a que viene para proclamar la alegría de los hombres y la
alegría de los cielos. De su boca, la gente entendió las palabras admirables
que anunciaban la presencia de nuestro Redentor, el Cordero de Dios (Jn 1,29).
Mientras que sus padres, habían perdido toda esperanza de obtener una
descendencia, el ángel, el mensajero de un gran misterio, lo envió para servir
de precursor al Señor, incluso antes de nacer (Lc 1,41)…
Llenó de alegría eterna el seno de su madre,
cuando lo llevaba en su interior… En efecto, en el Evangelio, leemos estas
palabras que Isabel le dice a María: “Cuando oí tu saludo, el niño se
estremeció de alegría en mi vientre. ¿De dónde a mí, que la madre de mi Señor
me visite? «(Lc 1,43-44)… Mientras que, en su vejez, se afligía por no haber
dado un niño a su marido, de repente, dio a luz a un hijo, que era también el
mensajero de la salvación eterna para el mundo entero. Y un mensajero tal, que
antes de su nacimiento, ejerció el privilegio de su futuro ministerio, cuando
difundió su espíritu profético por las palabras de su madre.
Luego, por la fuerza del nombre, que el
ángel le había dado por anticipado, abrió la boca de su padre cerrada por la
incredulidad (Lc 1,13.20). Cuando Zacarías se quedó mudo, no fue para siempre,
sino para recobrar divinamente el uso de la palabra y confirmar por un signo
venido del cielo, que su hijo era un profeta. El Evangelio dice sobre Juan: ”
Este hombre no era la Luz, pero estaba allí para dar testimonio y que todos
crean por él ” (Jn 1,7-8). Ciertamente, no era la Luz, pero permanecía por
entero en la luz, el que mereció dar testimonio de la Luz verdadera.
Sermón: Es
necesario que él crezca y yo disminuya
Sermón 99 ; PL 57, 535