La propuesta de la Iglesia Católica:
«una teología de la mujer»
«una teología de la mujer»
Mons. Juan Antonio Reig Pla
Obispo de Alcalá de Henares
Obispo de Alcalá de Henares
La Iglesia desea profundizar sobre la
vocación de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.
El Beato Juan XXIII, el «Papa bueno» que
convocó el Concilio Ecuménico Vaticano II, dedicó hermosas palabras a la mujer [1] reflexionando sobre la necesidad de profundizar
sobre «aquella contribución que la sociedad y la Iglesia esperan de ella. De
aquí la urgencia de buscar soluciones nuevas, con objeto de lograr un orden y
un equilibrio más conveniente a la dignidad humana y cristiana de la mujer» [2]. Por su parte el Concilio, con ocasión de su clausura,
dirigió un bello Mensaje a las mujeres en el que afirmaba:
«Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en
plenitud» [3]. Posteriormente el Papa Pablo VI en un
discurso afirmaba: «En efecto, en el cristianismo, más que en cualquier otra
religión, la mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de dignidad,
del cual el Nuevo Testamento da testimonio en no pocos de sus importantes
aspectos (...); es evidente que la mujer está llamada a formar parte de la
estructura viva y operante del Cristianismo de un modo tan prominente que acaso
no se hayan todavía puesto en evidencia todas sus virtualidades» [4]. También el Beato Juan Pablo II mostraba
esta inquietud en 1988: «la mujer está llamada a ejercitar sus propios «dones»:
en primer lugar, el don de su misma dignidad personal, mediante la palabra y el
testimonio de vida; y después los dones relacionados con su vocación femenina» [5].
Todo debe hacerse
con fidelidad a la Sagrada Escritura, a la Tradición y al Magisterio
Para no errar, la profundización en el
ejercicio de los propios «dones» de la mujer debe hacerse con fidelidad a la
Sagrada Escritura [6], a la Tradición y al Magisterio de
la Iglesia, y en particular desde, al menos, cuatro verdades ineludibles: 1)
«Cada uno de los dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera
distinta, imagen del poder y de la ternura de Dios» [7];
2) La unidad sustancial cuerpo-espíritu. No somos sólo cuerpo o sólo espíritu.
Somos un espíritu encarnado; el cuerpo no es una prótesis de la persona, es
sacramento de la persona, su visibilización [8]; 3) la
diferencia sexual no es un accidente, es constitutiva de la persona. Somos
persona-varón o persona-mujer por voluntad de Dios, y desde esa diferencia
somos llamados al amor. Nuestro cuerpo tiene una dimensión nupcial, está creado
para el don, para amar, y en el ámbito del matrimonio se hace lenguaje del amor
en el abrazo conyugal abierto a la posibilidad del don de una nueva vida [9]. «La vocación al amor forma parte de la auténtica
imagen de Dios que el Creador quiso imprimir en su criatura, llamándola a
hacerse semejante a él precisamente en la medida en la que está abierta al
amor. Por tanto, la diferencia sexual que caracteriza el cuerpo del hombre y de
la mujer no es un simple dato biológico, sino que reviste un significado mucho
más profundo» [10], «el cuerpo del hombre y de la mujer
tiene, por decirlo así, un carácter teológico; no es simplemente cuerpo, y lo
que es biológico en el hombre no es solamente biológico, sino también expresión
y realización de nuestra humanidad» [11]; 4) La
profundización de la contribución de la mujer no pasa por su ‘clericalización’;
así lo enseña la Iglesia de manos del Beato Juan Pablo II: «(…) con el fin de
alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma
constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en
la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no
tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las
mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los
fieles de la Iglesia»[12]. Hay que hacer notar que «la
tendencia a la ‘clericalización’ de los fieles laicos» [13] como
forma de “promoción” intra-eclesial, es más frecuente de lo que se podría
pensar [14] y afecta tanto a varones como a
mujeres; es necesario distinguir bien, en la teoría y en la práctica, entre el
sacerdocio común y el sacerdocio ministerial [15].
Resumiendo, y utilizando palabras del Concilio Ecuménico Vaticano II: «las
mujeres ya actúan en casi todos los campos de la vida, pero es conveniente que
puedan asumir con plenitud su papel según su propia naturaleza» [16].
Algunas claves para dar respuestas
verdaderas y buenas
El Magisterio de la Iglesia ha dado las
claves para ir dando respuestas verdaderas y buenas a todas estas inquietudes,
instando a las mujeres a «ser promotoras de un “nuevo feminismo” que, sin caer
en la tentación de seguir modelos “machistas”, sepa reconocer y expresar el
verdadero espíritu femenino. (...) La mujer percibe y enseña que las relaciones
humanas son auténticas si se abren a la acogida de la otra persona, reconocida
y amada por la dignidad que tiene por el hecho de ser persona y no de otros factores,
como la utilidad, la fuerza, la inteligencia, la belleza o la salud. Esta es la
aportación fundamental que la Iglesia y la humanidad esperan de las mujeres. Y
es la premisa insustituible para un auténtico cambio cultural» [17]; es lo que el Beato Juan Pablo II llamó con tanto
acierto el «genio de la mujer» [18]. Dicho de otra
manera: «La condición para asegurar la justa presencia de la mujer en la
Iglesia y en la sociedad es una más penetrante y cuidadosa consideración de
los fundamentos antropológicos de la condición masculina y
femenina, destinada a precisar la identidad personal propia de la
mujer en su relación de diversidad y de recíproca complementariedad con el
hombre, no sólo por lo que se refiere a los papeles a asumir y las funciones a
desempeñar, sino también, y más profundamente, por lo que se refiere a su
estructura y a su significado personal» [19].
Como hemos visto, en la teología
feminista radical «los testimonios de la revelación ya no son fundamento y
norma para exponer la dignidad de la mujer; más bien una determinada
comprensión de la emancipación se convierte en la clave hermenéutica única y últimamente
válida para la interpretación tanto de la Escritura como de la Tradición» [20]; es una forma de hacer teología desde el punto de
vista del feminismo, es decir, desde presupuestos ideológicos. La enseñanza de
la Iglesia es radicalmente distinta, pues propone el estudio teológico de la
cuestión a la luz del designio amoroso de Dios: es lo que el Papa Francisco ha
llamado «una teología de la mujer» [21].
(Tomado de la presentación realizada por Mons. Juan Antonio Reig a la
edición en español del libro «La teología feminista. Significado y valoración»
de Manfred Hauke, Editorial BAC, 2013)
1.- Cf. Beato Juan XXIII, Carta
Encíclica Pacem in terris, n. 15, 11-04-1963; Discurso a las
delegaciones de la Juventud Femenina de Acción Católica de Milán, 1-6-1962; Discurso
a las delegadas de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas,
3-5-1961; Audiencia general, 7-12-1960; etc.
2.- Beato Juan XXIII, Discurso
a los participantes en un curso de estudio sobre el tema: «La mujer y la
profesión», organizado por la Universidad católica del Sagrado Corazón,
6-9-1961.
3.- Concilio Ecuménico Vaticano II, Mensaje
a las mujeres, 8-12-1965.
4.- Pablo VI, Discurso
a las participantes en el Convenio Nacional del Centro Italiano Femenino,
6-12-1976.
5.- Beato Juan Pablo II, Exhortación
Apostólica Christifideles Laici, n. 51, 30-12-1988.
6.- «El paradigma bíblico de la «mujer» parece desvelar también cuál es
el verdadero orden del amor que constituye la vocación de la mujer misma. Se
trata aquí de la vocación en su significado fundamental, —podríamos decir
universal— que se concreta y se expresa después en las múltiples «vocaciones»
de la mujer, tanto en la Iglesia como en el mundo»: Beato Juan Pablo II, Carta
Apostólica Mulieris Dignitatem, n. 30, 15-8-1988.
7.- CEC, n. 2335.
8.- Cf. CEC, n.
365; Beato Juan Pablo II, Audiencia
general, 16-4-1986; etc.
9.- Cf. CEC, n.
2333; Congregación para la Doctrina
de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la
colaboración del hombre y de la mujer en la Iglesia y el mundo, n. 8,
31-7-2004.
10.- Benedicto XVI, Discurso
a los participantes en un Congreso internacional organizado por el Instituto
Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, 11-5-2006.
11.- Benedicto XVI, Discurso
a los participantes en el Congreso eclesial de la diócesis de Roma sobre
“Familia y comunidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la fe”,
6-6-2005.
12.- Beato Juan Pablo II, Carta
Apostólica Ordinatio sacerdotalis sobre la ordenación sacerdotal reservada sólo
a los hombres, n. 4. 22-5-1994; Cf. Congregación para la Doctrina de la
Fe, Respuesta acerca de la doctrina de la Carta Apostólica “Ordinatio
Sacerdotalis”, 28-10-1995; Carta Apostólica Mulieris Dignitatem,
nn. 26-27, 15-8-1988.
13.- Beato Juan Pablo II, Exhortación
Apostólica Christifideles Laici, n. 23, 30-12-1988.
14.- Cf. Beato Juan Pablo II,
Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo, 12-3-1989; Congregación para el Clero, El
presbítero, maestro de la Palabra, ministro de los sacramentos y guía de la
comunidad ante el tercer milenio cristiano, 19-03-1999; Benedicto XVI, Discurso a los
obispos de Brasil de la región Nordeste 2 en visita “ad Limina Apostolorum”,
17-09-2009.
15.- Cf. Congregación para el
Clero, Pontificio Consejo para los Laicos, Congregación para la Doctrina de la
Fe, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos,
Congregación para los Obispos, Congregación para la Evangelización de los
Pueblos, Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades
de Vida Apostólica y Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos
Legislativos; Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la
colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes,
15-8-1997.
16.- Concilio Ecuménico Vaticano
II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, n. 60.
17.- Beato Juan Pablo II, Carta
Encíclica Evangelium vitae, n. 99, 25-03-1995.
18.- Beato Juan Pablo II, Carta
a las mujeres, nn. 9-11, 29-6-1995.
19.- Beato Juan Pablo II, Exhortación
Apostólica Christifideles Laici, n. 50, 30-12-1988.
20.- Comisión Teológica
Internacional, La interpretación de los dogmas, n. 2-A-II-3,
1989.
21.- Papa Francisco, Conferencia
de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso a Roma, 28-7-2013.
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