jueves, 22 de junio de 2023

Me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza - Santo Tomás Moro

 

Del Oficio de Lectura, 22 de junio, san Juan Fisher, Obispo, y santo Tomás Moro, mártires Ambos, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en la cuestión de su pretendida anulación de matrimonio, fueron decapitados el año 1535: Juan Fisher el día 22 de junio, Tomás Moro el día 6 de julio. El obispo Juan Fisher, mientras estaba en la cárcel, fue designado cardenal por el papa Pablo III.

 

Me pongo totalmente en manos de Dios

con absoluta esperanza y confianza

De una carta de santo Tomás Moro, escrita en la cárcel a su hija Margarita



Aunque estoy bien convencido, mi querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar en su inmensa bondad. Hasta ahora, su gracia santísima me ha dado fuerzas para postergarlo todo: las riquezas, las ganancias y la misma vida, antes que prestar juramento en contra de mi conciencia; hasta ahora, ha inspirado al mismo rey la suficiente benignidad para que no pasara de privarme de la libertad (y, por cierto, que con esto solo su majestad me ha hecho un favor más grande, por el provecho espiritual que de ello espero sacar para mi alma, que con todos aquellos honores y bienes de que antes me había colmado). Por esto, espero confiadamente que la misma gracia divina continuará favoreciéndome, no permitiendo que el rey vaya más allá, o bien dándome la fuerza necesaria para sufrir lo que sea con paciencia, con fortaleza y de buen grado.

Esta mi paciencia, unida a los méritos de la dolorosísima pasión del Señor (infinitamente superior en todos los aspectos a todo lo que yo pueda sufrir), mitigará la pena que tenga que sufrir en el purgatorio y, gracias a su divina bondad, me conseguirá más tarde un aumento premio en el cielo.

No quiero, mi querida Margarita, desconfiar de la bondad de Dios, por más débil y frágil que me sienta. Más aún, si a causa del terror y el espanto viera que estoy ya a punto de ceder, me acordaré de san Pedro, cuando, por su poca fe, empezaba a hundirse por un solo golpe viento, y haré lo que él hizo. Gritaré a Cristo: Señor, sálvame. Espero que entonces él, tendiéndome la mano, me sujetará y no dejará que me hunda.

viernes, 16 de junio de 2023

El presbítero y la sociedad civil - San Juan Pablo II

 SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 28 de julio de 1993

 

El presbítero y la sociedad civil


(Lectura:capítulo 10 del evangelio de san Marcos, versículos 42-45)

1. El tema del desapego del presbítero de los bienes terrenos está unido al tema de su relación con la cuestión política. Hoy más que nunca se asiste a un entrelazamiento continuo de la economía y la política, ya sea en el ámbito amplio de los problemas de interés nacional, ya en los campos más restringidos de la vida familiar y personal. Así sucede en las votaciones para elegir a los propios representantes en el Parlamento y a los administradores públicos, en las adhesiones a las listas de candidatos propuestas a los ciudadanos, en las opciones de los partidos y en los mismos pronunciamientos sobre personas, programas y balances relativos a la gestión de la cosa pública. Sería un error hacer depender la política exclusiva o principalmente de su ámbito económico. Pero los mismos proyectos superiores de servicio a la persona humana y al bien común, están condicionados por él y no pueden menos de abarcar en sus contenidos también las cuestiones referentes a la posesión, el uso, la distribución y la circulación de los bienes terrenos.

2. Todos éstos son puntos que incluyen una dimensión ética, en la que se interesan también los presbíteros precisamente con vistas al servicio que tienen que prestar al hombre y a la sociedad, según la misión recibida de Cristo. En efecto, él enunció una doctrina y formuló preceptos que aclaran la vida no sólo de cada una de las personas, sino también de la sociedad. En particular, Jesús formuló el precepto del amor mutuo. Ese precepto implica el respeto a toda persona y a sus derechos; implica las reglas de la justicia social que miran a reconocer a cada persona lo que le corresponde y a repartir armoniosamente los bienes terrenos entre las personas, las familias y los grupos. Jesús, además, subrayó el universalismo del amor, por encima de las diferencias entre las razas y las naciones que componen la humanidad. Podría decirse que, al definirse a sí mismo Hijo del hombre, quiso declarar, también con esa presentación de su identidad mesiánica, la destinación de su obra a todo hombre, sin discriminación entre categorías, lenguas, culturas y grupos étnicos y sociales. Al anunciar la paz a sus discípulos y a todos los hombres, Jesús puso su fundamento en el precepto del amor fraterno, de la solidaridad y de la ayuda recíproca a nivel universal. Está claro que para él éste era y es el objetivo y el principio de una buena política.

Sin embargo, Jesús nunca quiso empeñarse en un movimiento político, rehuyendo todo intento de implicarlo en cuestiones o asuntos terrenos (cf. Jn 6, 15). El Reino que vino a fundar no es de este mundo (cf. Jn 18, 36). Por eso, a quienes querían que tomara posición respecto al poder civil, les dijo: "Lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios" (Mt 22, 21). Nunca prometió a la nación judía, a la que pertenecía y amaba, la liberación política, que muchos esperaban del Mesías. Jesús afirmaba que había venido como Hijo de Dios para ofrecer a la humanidad, sometida a la esclavitud del pecado, la liberación espiritual y la vocación al reino de Dios (cf. Jn 8, 34.36); que había venido para servir, no para ser servido (cf. Mt 20, 28); y que también sus seguidores, especialmente los Apóstoles, no debían pensar en el poder terreno y el dominio de los pueblos, como los príncipes de la tierra, sino ser siervos humildes de todos (cf. Mt 20, 20.28), como su "Señor y Maestro" (Jn 13, 13.14).

lunes, 22 de mayo de 2023

Carta a los Jóvenes Card. Norberto Rivera Carrera (5) Preguntas con respuestas

 

PREGUNTAS CON RESPUESTAS



·        Aunque lo evite, continuamente el hombre se encuentra con el problema de sus orígenes y el angustioso enigma de la muerte.

·        Toda la vida del hombre, desde el inicio de su presencia sobre la tierra, ha sido un preguntarse constantemente sobre todas las cosas, desde las que lo rodean en la naturaleza hasta las más profundas que tocan sustancialmente su existencia.

 

Muchos de sus discípulos, al oírle dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escurarlo?» Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: « ¿Esto os escandaliza? ¿Cuándo veáis al hijo del hombre subir adonde estaba antes?...Es espíritu es el que da la vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen». Porque Jesús sabía desde el principio quienes eran los que no creían y quien era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mi si no se lo concede el Padre». Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: « ¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿A dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». (JUAN 6, 60-69)

 

QUERIDO JOVEN:

En una ocasión, cuando estudiaba en Europa, viaje en tren desde Roma hasta una pequeña ciudad del norte de Italia. En un tramo del viaje se acercó a mí un señor inglés que me preguntó dónde estábamos. Le contesté con un mapa delante y entablamos conversación. Le pregunté dónde había tomado el tren y me respondió que no sabía. Le interrogué también sobre su destino y su respuesta fue la misma: no sabía. Me explicó que a él lo que le gustaba era disfrutar del viaje en tren, que en lugar de comprar un boleto hacia un destino concreto, adquiría vales por un número determinado de kilómetros y que le daba igual subir o bajar del tren en un sitio u otro. Para él, su felicidad estaba en gozar del viajar en tren. Creo que al hombre de hoy le pasa un poco lo mismo con su vida; no se pregunta de dónde viene o a dónde va, simplemente le gusta disfrutar del viaje de la vida y de todas las satisfacciones que le ofrece. ¿En qué estación abordó? ¿Dónde se va a bajar? ¿Qué le espera después del viaje? No le importa. Y, sin embargo, es un hecho que este viaje no dura para siempre, que tuvo un inicio y tendrá un fin tarde o temprano, lo queramos o no. Muchas preguntas quedan entonces sin respuesta.

Aunque lo evite, continuamente el hombre se encuentra con el problema de sus orígenes y el angustioso enigma de la muerte. Igual que evita las preguntas, hay algunas respuestas que solo buscan eludir los problemas, dejar la solución para después: algo muy típico del hombre que ante las dificultades que percibe como insuperables, simplemente las deja de lado esperando que el tiempo por sí solo las resuelva. En este campo, por ejemplo, encontramos la poco convincente teoría de la reencarnación que simplemente pospone el problema ofreciendo la falsa solución de una prorroga sin gol de oro y en la que, además, no quedan muy claras la individualidad e irrepetibilidad de cada persona; cada ser humano es único. En este fin de siglo, han aparecido muchas sectas religiosas que se han convertido en vendedores de esperanzas, muchas veces vanas. Algunos simplemente buscan hacerte más placentero el viaje en el tren de la vida, otros pretenden prolongarlo indefinidamente presentándote paraísos que simplemente recrean las comodidades y consuelos con los que vivimos aquí. Son muy pocos los que responden a todas las preguntas que llevas en la mente: « ¿De dónde vengo?», « ¿adónde voy?», « ¿Por qué el dolor?», « ¿Por qué la muerte?», « ¿Qué sentido tiene sufrir?», « ¿Cuánto vale la vida del hombre?», etcétera. Son preguntas que en muchas de estas nuevas sectas quedan sin respuesta, pero eso parece no preocuparle al hombre de hoy que, como te decía más arriba, solo se contenta con un agradable viaje en tren. Pero no basta con esto para afrontar los graves problemas que representa la vida humana. El hombre no es sólo un cuerpo que muere, también un alma creada por Dios que permanece después de la muerte. Esta alma es la base de la inteligencia humana, de la libertad, de la responsabilidad que tiene el hombre sobre sus actos, y todo esto nos diferencia de los demás animales que pueblan nuestro planeta. Esta alma es el origen de todas las preguntas y es la que descubre en la revelación de Cristo las respuestas.

miércoles, 17 de mayo de 2023

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (52) - “María y el don del Espíritu”

 

JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 28 de mayo de 1997

 

“María y el don del Espíritu”


 

1. Recorriendo el itinerario de la vida de la Virgen María, el concilio Vaticano II recuerda su presencia en la comunidad que espera Pentecostés: «Dios no quiso manifestar solemnemente el misterio de la salvación humana antes de enviar el Espíritu prometido por Cristo. Por eso vemos a los Apóstoles, antes del día de Pentecostés, "perseverar en la oración unidos, junto con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y sus parientes" (Hch 1, 14). María pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra» (Lumen gentium, 59).

La primera comunidad constituye el preludio del nacimiento de la Iglesia; la presencia de la Virgen contribuye a delinear su rostro definitivo, fruto del don de Pentecostés.

2. En la atmósfera de espera que reinaba en el cenáculo después de la Ascensión, ¿cuál era la posición de María con respecto a la venida del Espíritu Santo?

El Concilio subraya expresamente su presencia, en oración, con vistas a la efusión del Paráclito: María implora «con sus oraciones el don del Espíritu». Esta afirmación resulta muy significativa, pues en la Anunciación el Espíritu Santo ya había venido sobre ella, cubriéndola con su sombra y dando origen a la encarnación del Verbo.

Al haber hecho ya una experiencia totalmente singular sobre la eficacia de ese don, la Virgen santísima estaba en condiciones de poderlo apreciar más que cualquier otra persona. En efecto, a la intervención misteriosa del Espíritu debía ella su maternidad, que la convirtió en puerta de ingreso del Salvador en el mundo.

A diferencia de los que se hallaban presentes en el cenáculo en trepidante espera, ella, plenamente consciente de la importancia de la promesa de su Hijo a los discípulos (cf. Jn 14, 16), ayudaba a la comunidad a prepararse adecuadamente a la venida del Paráclito.

Por ello, su singular experiencia, a la vez que la impulsaba a desear ardientemente la venida del Espíritu, la comprometía también a preparar la mente y el corazón de los que estaban a su lado.

jueves, 20 de abril de 2023

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (51) - «María y la resurrección de Cristo»

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 21 de mayo de 1997


"María y la resurrección de Cristo"

 

1. Después de que Jesús es colocado en el sepulcro, María «es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección» (Catequesis durante la audiencia general del 3 de abril de 1996, n. 2: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de abril de 1996, p. 3). La espera que vive la Madre del Señor el Sábado santo constituye uno de los momentos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas.

Los evangelios refieren varias apariciones del Resucitado, pero no hablan del encuentro de Jesús con su madre. Este silencio no debe llevarnos a concluir que, después de su resurrección, Cristo no se apareció a María; al contrario, nos invita a tratar de descubrir los motivos por los cuales los evangelistas no lo refieren.

Suponiendo que se trata de una «omisión», se podría atribuir al hecho de que todo lo que es necesario para nuestro conocimiento salvífico se encomendó a la palabra de «testigos escogidos por Dios» (Hch 10, 41), es decir, a los Apóstoles, los cuales «con gran poder» (Hch 4, 33) dieron testimonio de la resurrección del Señor Jesús. Antes que a ellos, el Resucitado se apareció a algunas mujeres fieles, por su función eclesial: «Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (Mt 28, 10).

Si los autores del Nuevo Testamento no hablan del encuentro de Jesús resucitado con su madre, tal vez se debe atribuir al hecho de que los que negaban la resurrección del Señor podrían haber considerado ese testimonio demasiado interesado y, por consiguiente, no digno de fe.

miércoles, 15 de marzo de 2023

Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado

 

Quince minutos en compañía 

de Jesús Sacramentado

No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano.

 

¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera?
Dime su nombre, bien sea el de tus padres o hijos, bien el de tus hermanos y amigos; dime enseguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas.

 

Háblame así, con sencillez, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?


Y para ti, ¿necesitas alguna gracia?

Hazme, si quieres, como una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad, envidia; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente, perezoso...o tal vez juzgas muy fácilmente a los demás o hablas sin caridad de ellos; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales males.

 

No te avergüences, ¡pobre alma! ¡En el cielo hay tantos justos, tantos Santos de primer orden, que en su momento tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad; y poco a poco se vieron libres de ellos. Menos aún vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, amor, amistades que te sean provechosas, paciencia, alegría, éxito en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy libremente, y deseo que me lo pidas, siempre y cuando no se oponga, antes bien favorezca y ayude a tu santificación.

 

Hoy por hoy, ¿qué necesitas?

miércoles, 8 de junio de 2022

Declaración sobre la masonería - Episcopado Argentino

 

Declaración sobre la masonería

Episcopado Argentino

20 de febrero de 1959



Palacio Cangallo
Sede de la Gran Logia de la Argentina
de Libres y Aceptados Masones


 

«El Episcopado Argentino en su Reunión Plenaria, ante las diversas manifestaciones hechas en la prensa por la masonería, se siente en la obligación de hacer una pública declaración en cumplimiento de la recomendación de S.S. León XIII: “Lo primero que procuraréis hacer será arrancar a los masones sus máscaras para que sean conocidos tales cuales son” (Encíclica “Humanum Genus”). 

Los Papas, pilotos supremos e infalibles de la civilización, comprendieron el peligro que amenazaba al mundo a través de las sectas y lo señalaron desde la primera hora declarando palmariamente la conjuración satánica que se cernía sobre la humanidad. 

Desde Clemente XII, en su Encíclica “In Emminenti” de 1738, hasta nuestros días, reiteradamente los soberanos Pontífices han condenado las sectas masónicas, y el Código de Derecho Canónico señala: “Los que dan su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones del mismo género incurren en excomunión” (Canon 2335). 

El 24 de julio de 1958 (en la Octava Semana de Formación Pastoral), S.S. Pío XII señaló como “raíces de la apostasía moderna, el ateísmo científico, el materialismo dialéctico, el racionalismo, el laicismo, y la masonería, madre común de todas ellas ”. 

Doctrina y fines de la masonería

El inmortal Pontífice León XIII, en la carta Encíclica “Humanum Genus” –condenatoria de la masonería- al afirmar que “junto al reino de Dios en la tierra, que es la verdadera Iglesia de Cristo, existe otro reino, el de Satán, bajo cuyo imperio se encuentran todos los que rehusan obedecer a la ley divina y eterna y acometen empresas contra Dios, o prescinden de El”, nos advierte que “en nuestros días todos los que favorecen al segundo de estos bandos parecen conspirar de común acuerdo y pelear con la mayor vehemencia, siéndoles guía y auxilio la sociedad que llaman de los masones. Audazmente se animan –continúa el Papa- contra la Majestad de Dios y maquinan abiertamente y en público la ruina de la Santa iglesia, y esto con el propósito de despojar enteramente a los pueblos cristianos de los beneficios que les granjeó Jesucristo Nuestro Salvador”. Más adelante dice León XIII: “Entre los puntos de doctrina en que parece haber influído en gran manera la perversidad de los errores masónicos se hallan las enormidades sostenidas por los socialistas y comunistas y los ataques contra la verdadera y genuina noción de la familia cristiana, la cual tiene su origen en el matrimonio uno e indisoluble; y contra la educación cristiana de la juventud y la forma de la potestad política modelada según los principios de la sabiduría cristiana. Por eso, a ejemplo de nuestros Predecesores, hemos resuelto declararnos de frente contra la sociedad masónica, contra el sistema de su doctrina y sus intentos y manera de sentir y obrar, para más y más poner en claro su fuerza maléfica e impedir así el contagio de su funesta peste. Hay varias sectas –anota el Papa- que si bien diferentes en nombre, forma y origen, se hallan sin embargo unidas entre sí por cierta comunión de propósitos y afinidad entre sus opiniones capitales, concordando de hecho con la secta masónica: especie de centro de donde todas ellas salen y adonde todas vuelven”.

lunes, 6 de junio de 2022

Carta a los Jóvenes Card. Norberto Rivera Carrera (4) La realidad del pecado

 

LA REALIDAD DEL PECADO

 

·        El pecado no es un problema más de la humanidad, sino «el problema», el verdadero problema de fondo que altera el plan de Dios para el hombre, proyecto de felicidad.

·        Esta es la verdadera dimensión del pecado: preferimos el amor a nosotros mismos por encima del amor a Dios, construimos nuestro proyecto de vida al margen del proyecto de Dios.

 

Tenme piedad. Oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame. Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar esta ante mí, contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Porque aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas. Mira que en culpa yo nací, pecador me concibió mi madre. Mas tu amas la verdad en lo intimo del ser, y en lo secreto me enseñas la sabiduría. Rocíame con el hisopo, y seré limpio, láveme, y quedare más blanco que la nieve. Devéleme el son del gozo y la alegría, exulten los huesos que machacaste tú. Retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro; un espíritu firme dentro de mí renueva. (SALMO 50, 3-12)

 

QUERIDO JOVEN: Seguramente, cuando ves las noticias en la televisión te preguntas muchas veces que pasa, porque hay tanto mal en este mundo, porque hay tanta gente que hace sufrir a los demás, que mata, que fabrica armas destructivas, que no respeta la dignidad de la mujer y la usa como simple objeto de placer, que no respeta el misterio de la infancia, que abusa de su poder. La respuesta a esos porqués la encontramos en un problema de fondo: la crueldad del hombre contra el hombre es consecuencia de una ruptura del hombre con dios. El pecado no es un problema más de la humanidad, sino «el problema», el verdadero problema de fondo que altera el plan de Dios para el hombre, proyecto de felicidad. Y la raíz de ese pecado es la rebelión del hombre ante Dios. «Exclusión de Dios, ruptura con dios, desobediencia a Dios; a lo largo de toda la historia humana esto ha sido y es, bajo formas diversas, el pecado que puede llegar hasta la negación de dios y de su existencia; es el fenómeno llamado ateísmo. Desobediencia del hombre que no reconoce, mediante un acto de su libertad, el dominio de dios sobre la vida, al menos en aquel determinado momento en que viola su ley» (Reconciliatorio et poenitentia, n. 15)

«Madre, que no nos cansemos» Oración de San Manuel González




¡Madre! ¡Qué no nos cansemos!

¡Madre Inmaculada! ¡Qué no nos cansemos! ¡Madre nuestra! ¡Una petición! ¡Que no nos cansemos!

Si, aunque el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande, aunque el furor del enemigo nos persiga y nos calumnie, aunque nos falten el dinero y los auxilios humano, aunque vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar de nuevo… ¡Madre querida!... ¡Que no nos cansemos!

Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades, para socorrerlos, y con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús que está en el Sagrario, ocupemos nuestro puesto, el que a cada uno nos ha señalado Dios.

¡Nada de volver la cara atrás!, ¡Nada de cruzarse de brazos!, ¡Nada de estériles lamentos! Mientras nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza en nuestras manos o en nuestros pies, que puedan  servir para dar gloria a Él y a Ti y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos… ¡Madre mía, por última vez! ¡Morir antes que cansarnos!

 


lunes, 7 de marzo de 2022

La guerra en el Catecismo de la Iglesia Católica y en el Compendio del Catecismo

 


Catecismo de la Iglesia Católica

La defensa de la paz

La paz

2302 Recordando el precepto: “No matarás” (Mt 5, 21), nuestro Señor pide la paz del corazón y denuncia la inmoralidad de la cólera homicida y del odio:

La ira es un deseo de venganza. “Desear la venganza para el mal de aquel a quien es preciso castigar, es ilícito”; pero es loable imponer una reparación “para la corrección de los vicios y el mantenimiento de la justicia” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 158, a. 1, ad 3). Si la ira llega hasta el deseo deliberado de matar al prójimo o de herirlo gravemente, constituye una falta grave contra la caridad; es pecado mortal. El Señor dice: “Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal” (Mt 5, 22).

2303 El odio voluntario es contrario a la caridad. El odio al prójimo es pecado cuando se le desea deliberadamente un mal. El odio al prójimo es un pecado grave cuando se le desea deliberadamente un daño grave. “Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial...” (Mt 5, 44-45).

2304 El respeto y el desarrollo de la vida humana exigen la paz. La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra, sin la salvaguardia de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad. Es la “tranquilidad del orden” (San Agustín, De civitate Dei 19, 13). Es obra de la justicia (cf Is 32, 17) y efecto de la caridad (cf GS 78, 1-2).

2305 La paz terrenal es imagen y fruto de la paz de Cristo, el “Príncipe de la paz” mesiánica (Is 9, 5). Por la sangre de su cruz, “dio muerte al odio en su carne” (Ef 2, 16; cf Col 1, 20-22), reconcilió con Dios a los hombres e hizo de su Iglesia el sacramento de la unidad del género humano y de su unión con Dios. “El es nuestra paz” (Ef 2, 14). Declara “bienaventurados a los que construyen la paz” (Mt 5, 9).

2306 Los que renuncian a la acción violenta y sangrienta y recurren para la defensa de los derechos del hombre a medios que están al alcance de los más débiles, dan testimonio de caridad evangélica, siempre que esto se haga sin lesionar los derechos y obligaciones de los otros hombres y de las sociedades. Atestiguan legítimamente la gravedad de los riesgos físicos y morales del recurso a la violencia con sus ruinas y sus muertes (cf GS 78).

Evitar la guerra

sábado, 27 de noviembre de 2021

Lecturas del domingo y el catecismo de la Iglesia - I domingo de Adviento Ciclo C

 Primer domingo de Adviento

 

CEC 668-677, 769: la tribulación final y la venida de Cristo en gloria

CEC 451, 671, 1130, 1403, 2817: “¡Ven, Señor Jesús!”

CEC 439, 496, 559, 2616: Jesús es el Hijo de David

CEC 207, 210-214, 270, 1062-1063: Dios es fiel y misericordioso

CEC 668-677, 769: la tribulación final y la venida de Cristo en gloria

 ARTÍCULO 7

“DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS”

I. Volverá en gloria

Cristo reina ya mediante la Iglesia ...

668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (Rm 14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está "por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf. Ef 4, 10; 1 Co 15, 24. 27-28) y de la historia. En Él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef 1, 10), su cumplimiento transcendente.

669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf. Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf. Ef 4, 11-13). "La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio"(LG 3), "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).

670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la "última hora" (1 Jn 2, 18; cf. 1 P 4, 7). "El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48). El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-18) que acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf. Mc 16, 20).

... esperando que todo le sea sometido

martes, 5 de octubre de 2021

Beato Bartolomé Longo el varón de la Virgen

 


" ¿Cuáles son hoy las necesidades más importantes de la Iglesia? No se sorprenda de nuestra respuesta, que puede encontrar simplista, incluso supersticiosa o irreal: una de sus mayores necesidades es defenderse de este mal que llamamos diablo”(Pablo VI, 15 de noviembre de 1972). En efecto, el diablo no es una invención de la Edad Media, sino un "ser vivo, espiritual, pervertido y pervertido ... Se desvían de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia los que se niegan a reconocer su existencia ”( Ibid .). Entre las numerosas intervenciones diabólicas que se cuentan en la vida de los santos, aquí hay un rasgo de lo informado por Sulpicio Severo, discípulo de San Martín (IV ª siglo).

 

"Yo soy el Cristo"

Un día, el diablo, de aspecto brillante, vestido regiamente, con rostro sereno, sonriendo para que nada delate su identidad, está parado junto a San Martín en oración. El santo, como aturdido por su aparición, guarda un profundo silencio. “Abre los ojos, Martín”, dijo el demonio, “Yo soy el Cristo; habiendo resuelto bajar a la tierra, quise manifestarme a ustedes ”. El santo no dijo nada. Entonces el diablo continúa: "Martín, ¿por qué dudas en creer lo que ves? Yo soy el Cristo ”. El santo, iluminado desde arriba, respondió: “Jesús no dijo de ninguna manera que vendría vestido de púrpura y con diadema. Para mí, sólo creeré en Cristo si Él se me muestra en la forma en que sufrió por mí y cargando los estigmas de su Pasión ”. Ante esta palabra, el diablo se desvanece como el humo y llena la celda de un olor insoportable. "Este hecho, lo tengo de la propia boca de San Martín", añade el narrador.

 

Es tu cara lo que estoy buscando

Entonces, ¿cuál es el objetivo del diablo? Volver a su favor la aspiración del hombre hacia su Creador, y hacerse devolver los honores debidos sólo a Dios. Porque, como recordó el Papa Juan Pablo II a los jóvenes reunidos en París el 24 de agosto de 1997, “el hombre busca a Dios. El joven comprende en el fondo de sí mismo que esta búsqueda es la ley interior de su existencia. El ser humano busca su camino en el mundo visible; y, a través del mundo visible, busca lo invisible en su camino espiritual. Cada uno de nosotros puede repetir las palabras del salmista: Tu rostro, Señor, es lo que busco; no escondas de mí tu rostro.(Sal 26, 8-9). Cada uno tiene su propia historia personal y lleva consigo el deseo de ver a Dios, un deseo que sentimos al mismo tiempo que descubrimos el mundo creado ”. Esta búsqueda de Dios corresponde a la razón de ser de nuestra vida aquí abajo, porque "Dios nos dio a luz para conocerlo, para servirlo y amarlo, y así llegar al cielo" ( Catecismo de la Iglesia Católica , CCC, 1721).

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente , declara el primer mandamiento. Este precepto “abraza la fe, la esperanza y la caridad. Quien dice Dios, en efecto, dice un ser constante, inmutable, siempre el mismo, fiel, perfectamente justo. De lo cual se sigue que debemos aceptar necesariamente sus Palabras y tener en él toda la fe y la confianza. Él es Todopoderoso, misericordioso, infinitamente inclinado a hacer el bien. ¿Quién no podría poner todas sus esperanzas en él? ¿Y quién no podría amarlo contemplando los tesoros de bondad y ternura que ha derramado sobre nosotros? ” ( CCC, 2086).

 

Una tentación permanente

El hombre reconoce la soberanía de su Creador, en primer lugar, a través del culto. Adorar a Dios es reconocerlo como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Amo de todo lo que existe, el Amor infinito y misericordioso... La adoración del Dios único libera al hombre del retraimiento sobre uno mismo, de la esclavitud del pecado y la idolatría del mundo.

Adorarás al Señor tu Dios, y solo a Él adorarás (Lc 4, 8), dice Jesús, citando Deuteronomio (Dt 6, 13). La adoración del único Dios verdadero excluye la adoración de otros dioses. Adorar a otras deidades distintas de la Única sería caer en la idolatría. La idolatría no se trata solo de los falsos cultos del paganismo. Sigue siendo una tentación permanente contra la fe. Consiste en deificar lo que no es Dios, por ejemplo demonios (satanismo), poder, placer, raza, ancestros, estado, dinero, etc. No se puede servir a Dios y a Mammón , dice Jesús (Mt 6, 24). La idolatría no se puede reconciliar con la vida de la gracia. Muy a menudo, los hombres, engañados por el maligno, se pierden en su razonamiento y cambiar la verdad de Dios por una mentira. Sirven a la criatura con preferencia al Creador, o de lo contrario, viviendo y muriendo sin Dios en este mundo, se exponen a la desesperación y la pérdida eterna.

Pero el cristiano sabe que retiene en sí mismo la capacidad de frustrar las artimañas del diablo: las verdades de la fe lo iluminan sobre el bien y el mal. La victoria de Jesús, por su Cruz y su Resurrección, implica la derrota definitiva de Satanás. Es cierto que el diablo todavía tiene mucho dominio aquí abajo. Pero, como dice San Césaire, es “sobre los tibios, los negligentes, sobre los que no temen a Dios en verdad, que gobierna. Está atado como un perro encadenado, que no puede morder a nadie excepto a aquel que, con seguridad mortal, se acerca muy cerca de él ... Puede ladrar, puede llamarte, pero morder, absolutamente no puede, a menos que queramos ”.

La gracia de Dios hace que el hombre participe de la victoria de Cristo y le da el poder de vencer a los demonios. Para fortalecernos en esta convicción, el Papa Juan Pablo II beatificó, el 26 de octubre de 1980, a Bartolo Longo, “el varón de la Virgen”, quien fue, durante varios meses, esclavo de Satanás.

 

Los Diez Mandamientos excepto uno

jueves, 9 de septiembre de 2021

Homilía Cardenal Villalba Misa Beatificación de Fray Mamerto Esquiú


Ceremonia de Beatificación de Mamerto Esquiú

 

Homilía proclamada por el enviado papal,

Cardenal Luis Héctor Villalba

En la Misa celebrada el 4 de septiembre de 2021

en la localidad de Piedra Blanca, Provincia de Catamarca.

 

Lectura de la profecía de Ezequiel 34, 11- 16- Sal. 22, 1-3.4.5.6- 1 Cor. 9, 16- 19.22-23- Lc. 22, 24-30

 

Queridos hermanos y hermanas:

Los saludo a todos con afecto, en particular al Pastor de esta Diócesis Mons. Luis Urbanc, a Mons. Carlos Ñañez, Arzobispo de Córdoba, al Nuncio Apostólico Mons. Miroslaw Adamczyk, a todos mis hermanos en el Episcopado, así como el Padre Provincial de la Orden Franciscana de Hermanos Menores. Mi afectuoso saludo, también, a los sacerdotes, diáconos, seminaristas, consagrados, consagradas, a las autoridades presentes y a todo el Pueblo de Dios.

 

Doy gracias al Señor, porque en nombre del Santo Padre Francisco, cuyo saludo afectuoso y cuya bendición les traigo, tengo la alegría de presidir esta celebración eucarística y proclamar beato a Mamerto Esquiú.

 

1. ¡Alegrémonos en el Señor!

 Hoy es un día de fiesta

Hoy es un día de gozo.

 

Grande es la alegría en el Cielo y en la tierra por la beatificación de Mamerto Esquiú.

 

 Alegría para la orden de los franciscanos, a la que pertenecía Esquiú, alegría para la Iglesia de Catamarca, en donde nació, vivió y murió, alegría para la Iglesia de Córdoba, de la que fue Obispo durante dos años, alegría para la Iglesia de Argentina, alegría para la Iglesia Católica entera que celebra en Esquiú una nueva esperanza.

 

El gozo proviene del hecho de que un miembro de la Iglesia, un hombre de nuestra patria, un hermano nuestro, es reconocido beato, honrado e invocado como tal.

 

Mamerto Esquiú Beato, ¿qué significa? Significa que la Iglesia reconoce en él una figura excepcional, un hombre en el que se dieron cita la gracia de Dios y el alma de Esquiú para alumbrar una vida estupenda hasta alcanzar esa grandeza moral y espiritual que llamamos santidad.

 

Beato quiere decir salvado y glorioso. Quiere decir ciudadano del cielo.

martes, 25 de mayo de 2021

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (50) - «He ahí a tu madre»

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA

Miércoles 7 de mayo de 1997

 

«He ahí a tu madre»

 


1. Jesús, después de haber confiado el discípulo Juan a María con las palabras: «Mujer, he ahí a tu hijo», desde lo alto de la cruz se dirige al discípulo amado, diciéndole: «He ahí a tu madre» (Jn 19, 26-27). Con esta expresión, revela a María la cumbre de su maternidad: en cuanto madre del Salvador, también es la madre de los redimidos, de todos los miembros del Cuerpo místico de su Hijo.

La Virgen acoge en silencio la elevación a este grado máximo de su maternidad de gracia, habiendo dado ya una respuesta de fe con su «sí» en la Anunciación.

Jesús no sólo recomienda a Juan que cuide con particular amor de María; también se la confía, para que la reconozca como su propia madre.

Durante la última cena, «el discípulo a quien Jesús amaba» escuchó el mandamiento del Maestro: «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado » (Jn 15, 12) y, recostando su cabeza en el pecho del Señor, recibió de él un signo singular de amor. Esas experiencias lo prepararon para percibir mejor en las palabras de Jesús la invitación a acoger a la mujer que le fue dada como madre y a amarla como él con afecto filial.

Ojalá que todos descubran en las palabras de Jesús: «He ahí a tu madre», la invitación a aceptar a María como madre, respondiendo como verdaderos hijos a su amor materno.

2. A la luz de esta consigna al discípulo amado, se puede comprender el sentido auténtico del culto mariano en la comunidad eclesial, pues ese culto sitúa a los cristianos en la relación filial de Jesús con su Madre, permitiéndoles crecer en la intimidad con ambos.

El culto que la Iglesia rinde a la Virgen no es sólo fruto de una iniciativa espontánea de los creyentes ante el valor excepcional de su persona y la importancia de su papel en la obra de la salvación; se funda en la voluntad de Cristo.

Las palabras: «He ahí a tu madre» expresan la intención de Jesús de suscitar en sus discípulos una actitud de amor y confianza en María, impulsándolos a reconocer en ella a su madre, la madre de todo creyente.

En la escuela de la Virgen, los discípulos aprenden, como Juan, a conocer profundamente al Señor y a entablar una íntima y perseverante relación de amor con él. Descubren, además, la alegría de confiar en el amor materno de María, viviendo como hijos afectuosos y dóciles.

La historia de la piedad cristiana enseña que María es el camino que lleva a Cristo y que la devoción filial dirigida a ella no quita nada a la intimidad con Jesús; por el contrario, la acrecienta y la lleva a altísimos niveles de perfección.

Los innumerables santuarios marianos esparcidos por el mundo testimonian las maravillas que realiza la gracia por intercesión de María, Madre del Señor y Madre nuestra.

Al recurrir a ella, atraídos por su ternura, también los hombres y las mujeres de nuestro tiempo encuentran a Jesús, Salvador y Señor de su vida.

Sobre todo los pobres, probados en lo más íntimo, en los afectos y en los bienes, encontrando refugio y paz en la Madre de Dios, descubren que la verdadera riqueza consiste para todos en la gracia de la conversión y del seguimiento de Cristo.

3. El texto evangélico, siguiendo el original griego, prosigue: «Y desde aquella hora el discípulo la acogió entre sus bienes» (Jn 19, 27), subrayando así la adhesión pronta y generosa de Juan a las palabras de Jesús, e informándonos sobre la actitud que mantuvo durante toda su vida como fiel custodio e hijo dócil de la Virgen.

La hora de la acogida es la del cumplimiento de la obra de salvación. Precisamente en ese contexto, comienza la maternidad espiritual de María y la primera manifestación del nuevo vínculo entre ella y los discípulos del Señor.

Juan acogió a María «entre sus bienes ». Esta expresión, más bien genérica, pone de manifiesto su iniciativa, llena de respeto y amor, no sólo de acoger a María en su casa, sino sobre todo de vivir la vida espiritual en comunión con ella.

En efecto, la expresión griega, traducida al pie de la letra «entre sus bienes», no se refiere a los bienes materiales, dado que Juan —como observa san Agustín (In Ioan. Evang. tract., 119, 3)— «no poseía nada propio», sino a los bienes espirituales o dones recibidos de Cristo: la gracia (Jn 1, 16), la Palabra (Jn 12, 48; 17, 8), el Espíritu (Jn 7, 39; 14, 17), la Eucaristía (Jn 6, 32-58)... Entre estos dones, que recibió por el hecho de ser amado por Jesús, el discípulo acoge a María como madre, entablando con ella una profunda comunión de vida (cf. Redemptoris Mater, 45, nota 130).

Ojalá que todo cristiano, a ejemplo del discípulo amado, «acoja a María en su casa» y le deje espacio en su vida diaria, reconociendo su misión providencial en el camino de la salvación.

 

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