sábado, 27 de noviembre de 2021

Lecturas del domingo y el catecismo de la Iglesia - I domingo de Adviento Ciclo C

 Primer domingo de Adviento

 

CEC 668-677, 769: la tribulación final y la venida de Cristo en gloria

CEC 451, 671, 1130, 1403, 2817: “¡Ven, Señor Jesús!”

CEC 439, 496, 559, 2616: Jesús es el Hijo de David

CEC 207, 210-214, 270, 1062-1063: Dios es fiel y misericordioso

CEC 668-677, 769: la tribulación final y la venida de Cristo en gloria

 ARTÍCULO 7

“DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS”

I. Volverá en gloria

Cristo reina ya mediante la Iglesia ...

668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (Rm 14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está "por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf. Ef 4, 10; 1 Co 15, 24. 27-28) y de la historia. En Él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef 1, 10), su cumplimiento transcendente.

669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf. Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf. Ef 4, 11-13). "La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio"(LG 3), "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).

670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la "última hora" (1 Jn 2, 18; cf. 1 P 4, 7). "El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48). El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-18) que acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf. Mc 16, 20).

... esperando que todo le sea sometido

martes, 5 de octubre de 2021

Beato Bartolomé Longo el varón de la Virgen

 


" ¿Cuáles son hoy las necesidades más importantes de la Iglesia? No se sorprenda de nuestra respuesta, que puede encontrar simplista, incluso supersticiosa o irreal: una de sus mayores necesidades es defenderse de este mal que llamamos diablo”(Pablo VI, 15 de noviembre de 1972). En efecto, el diablo no es una invención de la Edad Media, sino un "ser vivo, espiritual, pervertido y pervertido ... Se desvían de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia los que se niegan a reconocer su existencia ”( Ibid .). Entre las numerosas intervenciones diabólicas que se cuentan en la vida de los santos, aquí hay un rasgo de lo informado por Sulpicio Severo, discípulo de San Martín (IV ª siglo).

 

"Yo soy el Cristo"

Un día, el diablo, de aspecto brillante, vestido regiamente, con rostro sereno, sonriendo para que nada delate su identidad, está parado junto a San Martín en oración. El santo, como aturdido por su aparición, guarda un profundo silencio. “Abre los ojos, Martín”, dijo el demonio, “Yo soy el Cristo; habiendo resuelto bajar a la tierra, quise manifestarme a ustedes ”. El santo no dijo nada. Entonces el diablo continúa: "Martín, ¿por qué dudas en creer lo que ves? Yo soy el Cristo ”. El santo, iluminado desde arriba, respondió: “Jesús no dijo de ninguna manera que vendría vestido de púrpura y con diadema. Para mí, sólo creeré en Cristo si Él se me muestra en la forma en que sufrió por mí y cargando los estigmas de su Pasión ”. Ante esta palabra, el diablo se desvanece como el humo y llena la celda de un olor insoportable. "Este hecho, lo tengo de la propia boca de San Martín", añade el narrador.

 

Es tu cara lo que estoy buscando

Entonces, ¿cuál es el objetivo del diablo? Volver a su favor la aspiración del hombre hacia su Creador, y hacerse devolver los honores debidos sólo a Dios. Porque, como recordó el Papa Juan Pablo II a los jóvenes reunidos en París el 24 de agosto de 1997, “el hombre busca a Dios. El joven comprende en el fondo de sí mismo que esta búsqueda es la ley interior de su existencia. El ser humano busca su camino en el mundo visible; y, a través del mundo visible, busca lo invisible en su camino espiritual. Cada uno de nosotros puede repetir las palabras del salmista: Tu rostro, Señor, es lo que busco; no escondas de mí tu rostro.(Sal 26, 8-9). Cada uno tiene su propia historia personal y lleva consigo el deseo de ver a Dios, un deseo que sentimos al mismo tiempo que descubrimos el mundo creado ”. Esta búsqueda de Dios corresponde a la razón de ser de nuestra vida aquí abajo, porque "Dios nos dio a luz para conocerlo, para servirlo y amarlo, y así llegar al cielo" ( Catecismo de la Iglesia Católica , CCC, 1721).

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente , declara el primer mandamiento. Este precepto “abraza la fe, la esperanza y la caridad. Quien dice Dios, en efecto, dice un ser constante, inmutable, siempre el mismo, fiel, perfectamente justo. De lo cual se sigue que debemos aceptar necesariamente sus Palabras y tener en él toda la fe y la confianza. Él es Todopoderoso, misericordioso, infinitamente inclinado a hacer el bien. ¿Quién no podría poner todas sus esperanzas en él? ¿Y quién no podría amarlo contemplando los tesoros de bondad y ternura que ha derramado sobre nosotros? ” ( CCC, 2086).

 

Una tentación permanente

El hombre reconoce la soberanía de su Creador, en primer lugar, a través del culto. Adorar a Dios es reconocerlo como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Amo de todo lo que existe, el Amor infinito y misericordioso... La adoración del Dios único libera al hombre del retraimiento sobre uno mismo, de la esclavitud del pecado y la idolatría del mundo.

Adorarás al Señor tu Dios, y solo a Él adorarás (Lc 4, 8), dice Jesús, citando Deuteronomio (Dt 6, 13). La adoración del único Dios verdadero excluye la adoración de otros dioses. Adorar a otras deidades distintas de la Única sería caer en la idolatría. La idolatría no se trata solo de los falsos cultos del paganismo. Sigue siendo una tentación permanente contra la fe. Consiste en deificar lo que no es Dios, por ejemplo demonios (satanismo), poder, placer, raza, ancestros, estado, dinero, etc. No se puede servir a Dios y a Mammón , dice Jesús (Mt 6, 24). La idolatría no se puede reconciliar con la vida de la gracia. Muy a menudo, los hombres, engañados por el maligno, se pierden en su razonamiento y cambiar la verdad de Dios por una mentira. Sirven a la criatura con preferencia al Creador, o de lo contrario, viviendo y muriendo sin Dios en este mundo, se exponen a la desesperación y la pérdida eterna.

Pero el cristiano sabe que retiene en sí mismo la capacidad de frustrar las artimañas del diablo: las verdades de la fe lo iluminan sobre el bien y el mal. La victoria de Jesús, por su Cruz y su Resurrección, implica la derrota definitiva de Satanás. Es cierto que el diablo todavía tiene mucho dominio aquí abajo. Pero, como dice San Césaire, es “sobre los tibios, los negligentes, sobre los que no temen a Dios en verdad, que gobierna. Está atado como un perro encadenado, que no puede morder a nadie excepto a aquel que, con seguridad mortal, se acerca muy cerca de él ... Puede ladrar, puede llamarte, pero morder, absolutamente no puede, a menos que queramos ”.

La gracia de Dios hace que el hombre participe de la victoria de Cristo y le da el poder de vencer a los demonios. Para fortalecernos en esta convicción, el Papa Juan Pablo II beatificó, el 26 de octubre de 1980, a Bartolo Longo, “el varón de la Virgen”, quien fue, durante varios meses, esclavo de Satanás.

 

Los Diez Mandamientos excepto uno

jueves, 9 de septiembre de 2021

Homilía Cardenal Villalba Misa Beatificación de Fray Mamerto Esquiú


Ceremonia de Beatificación de Mamerto Esquiú

 

Homilía proclamada por el enviado papal,

Cardenal Luis Héctor Villalba

En la Misa celebrada el 4 de septiembre de 2021

en la localidad de Piedra Blanca, Provincia de Catamarca.

 

Lectura de la profecía de Ezequiel 34, 11- 16- Sal. 22, 1-3.4.5.6- 1 Cor. 9, 16- 19.22-23- Lc. 22, 24-30

 

Queridos hermanos y hermanas:

Los saludo a todos con afecto, en particular al Pastor de esta Diócesis Mons. Luis Urbanc, a Mons. Carlos Ñañez, Arzobispo de Córdoba, al Nuncio Apostólico Mons. Miroslaw Adamczyk, a todos mis hermanos en el Episcopado, así como el Padre Provincial de la Orden Franciscana de Hermanos Menores. Mi afectuoso saludo, también, a los sacerdotes, diáconos, seminaristas, consagrados, consagradas, a las autoridades presentes y a todo el Pueblo de Dios.

 

Doy gracias al Señor, porque en nombre del Santo Padre Francisco, cuyo saludo afectuoso y cuya bendición les traigo, tengo la alegría de presidir esta celebración eucarística y proclamar beato a Mamerto Esquiú.

 

1. ¡Alegrémonos en el Señor!

 Hoy es un día de fiesta

Hoy es un día de gozo.

 

Grande es la alegría en el Cielo y en la tierra por la beatificación de Mamerto Esquiú.

 

 Alegría para la orden de los franciscanos, a la que pertenecía Esquiú, alegría para la Iglesia de Catamarca, en donde nació, vivió y murió, alegría para la Iglesia de Córdoba, de la que fue Obispo durante dos años, alegría para la Iglesia de Argentina, alegría para la Iglesia Católica entera que celebra en Esquiú una nueva esperanza.

 

El gozo proviene del hecho de que un miembro de la Iglesia, un hombre de nuestra patria, un hermano nuestro, es reconocido beato, honrado e invocado como tal.

 

Mamerto Esquiú Beato, ¿qué significa? Significa que la Iglesia reconoce en él una figura excepcional, un hombre en el que se dieron cita la gracia de Dios y el alma de Esquiú para alumbrar una vida estupenda hasta alcanzar esa grandeza moral y espiritual que llamamos santidad.

 

Beato quiere decir salvado y glorioso. Quiere decir ciudadano del cielo.

martes, 25 de mayo de 2021

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (50) - «He ahí a tu madre»

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA

Miércoles 7 de mayo de 1997

 

«He ahí a tu madre»

 


1. Jesús, después de haber confiado el discípulo Juan a María con las palabras: «Mujer, he ahí a tu hijo», desde lo alto de la cruz se dirige al discípulo amado, diciéndole: «He ahí a tu madre» (Jn 19, 26-27). Con esta expresión, revela a María la cumbre de su maternidad: en cuanto madre del Salvador, también es la madre de los redimidos, de todos los miembros del Cuerpo místico de su Hijo.

La Virgen acoge en silencio la elevación a este grado máximo de su maternidad de gracia, habiendo dado ya una respuesta de fe con su «sí» en la Anunciación.

Jesús no sólo recomienda a Juan que cuide con particular amor de María; también se la confía, para que la reconozca como su propia madre.

Durante la última cena, «el discípulo a quien Jesús amaba» escuchó el mandamiento del Maestro: «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado » (Jn 15, 12) y, recostando su cabeza en el pecho del Señor, recibió de él un signo singular de amor. Esas experiencias lo prepararon para percibir mejor en las palabras de Jesús la invitación a acoger a la mujer que le fue dada como madre y a amarla como él con afecto filial.

Ojalá que todos descubran en las palabras de Jesús: «He ahí a tu madre», la invitación a aceptar a María como madre, respondiendo como verdaderos hijos a su amor materno.

2. A la luz de esta consigna al discípulo amado, se puede comprender el sentido auténtico del culto mariano en la comunidad eclesial, pues ese culto sitúa a los cristianos en la relación filial de Jesús con su Madre, permitiéndoles crecer en la intimidad con ambos.

El culto que la Iglesia rinde a la Virgen no es sólo fruto de una iniciativa espontánea de los creyentes ante el valor excepcional de su persona y la importancia de su papel en la obra de la salvación; se funda en la voluntad de Cristo.

Las palabras: «He ahí a tu madre» expresan la intención de Jesús de suscitar en sus discípulos una actitud de amor y confianza en María, impulsándolos a reconocer en ella a su madre, la madre de todo creyente.

En la escuela de la Virgen, los discípulos aprenden, como Juan, a conocer profundamente al Señor y a entablar una íntima y perseverante relación de amor con él. Descubren, además, la alegría de confiar en el amor materno de María, viviendo como hijos afectuosos y dóciles.

La historia de la piedad cristiana enseña que María es el camino que lleva a Cristo y que la devoción filial dirigida a ella no quita nada a la intimidad con Jesús; por el contrario, la acrecienta y la lleva a altísimos niveles de perfección.

Los innumerables santuarios marianos esparcidos por el mundo testimonian las maravillas que realiza la gracia por intercesión de María, Madre del Señor y Madre nuestra.

Al recurrir a ella, atraídos por su ternura, también los hombres y las mujeres de nuestro tiempo encuentran a Jesús, Salvador y Señor de su vida.

Sobre todo los pobres, probados en lo más íntimo, en los afectos y en los bienes, encontrando refugio y paz en la Madre de Dios, descubren que la verdadera riqueza consiste para todos en la gracia de la conversión y del seguimiento de Cristo.

3. El texto evangélico, siguiendo el original griego, prosigue: «Y desde aquella hora el discípulo la acogió entre sus bienes» (Jn 19, 27), subrayando así la adhesión pronta y generosa de Juan a las palabras de Jesús, e informándonos sobre la actitud que mantuvo durante toda su vida como fiel custodio e hijo dócil de la Virgen.

La hora de la acogida es la del cumplimiento de la obra de salvación. Precisamente en ese contexto, comienza la maternidad espiritual de María y la primera manifestación del nuevo vínculo entre ella y los discípulos del Señor.

Juan acogió a María «entre sus bienes ». Esta expresión, más bien genérica, pone de manifiesto su iniciativa, llena de respeto y amor, no sólo de acoger a María en su casa, sino sobre todo de vivir la vida espiritual en comunión con ella.

En efecto, la expresión griega, traducida al pie de la letra «entre sus bienes», no se refiere a los bienes materiales, dado que Juan —como observa san Agustín (In Ioan. Evang. tract., 119, 3)— «no poseía nada propio», sino a los bienes espirituales o dones recibidos de Cristo: la gracia (Jn 1, 16), la Palabra (Jn 12, 48; 17, 8), el Espíritu (Jn 7, 39; 14, 17), la Eucaristía (Jn 6, 32-58)... Entre estos dones, que recibió por el hecho de ser amado por Jesús, el discípulo acoge a María como madre, entablando con ella una profunda comunión de vida (cf. Redemptoris Mater, 45, nota 130).

Ojalá que todo cristiano, a ejemplo del discípulo amado, «acoja a María en su casa» y le deje espacio en su vida diaria, reconociendo su misión providencial en el camino de la salvación.

 

viernes, 12 de febrero de 2021

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (49) - «Mujer, he ahí a tu hijo»

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 23 de abril de 1997

 

«Mujer, he ahí a tu hijo»

María al pie de la Cruz - Pietro Perugino

 

1. Después de recordar la presencia de María y de las demás mujeres al pie de la cruz del Señor, san Juan refiere: «Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, he ahí a tu hijo". Luego dice al discípulo: "He ahí a tu madre"» (Jn 19, 26-27).

Estas palabras, particularmente conmovedoras, constituyen una «escena de revelación»: revelan los profundos sentimientos de Cristo en su agonía y entrañan una gran riqueza de significados para la fe y la espiritualidad cristiana. En efecto, el Mesías crucificado, al final de su vida terrena, dirigiéndose a su madre y al discípulo a quien amaba, establece relaciones nuevas de amor entre María y los cristianos.

Esas palabras, interpretadas a veces únicamente como manifestación de la piedad filial de Jesús hacia su madre, encomendada para el futuro al discípulo predilecto, van mucho más allá de la necesidad contingente de resolver un problema familiar. En efecto, la consideración atenta del texto, confirmada por la interpretación de muchos Padres y por el común sentir eclesial, con esa doble entrega de Jesús, nos sitúa ante uno de los hechos más importantes para comprender el papel de la Virgen en la economía de la salvación.

Las palabras de Jesús agonizante, en realidad, revelan que su principal intención no es confiar su madre a Juan, sino entregar el discípulo a María, asignándole una nueva misión materna. Además, el apelativo «mujer», que Jesús usa también en las bodas de Caná para llevar a María a una nueva dimensión de su misión de Madre, muestra que las palabras del Salvador no son fruto de un simple sentimiento de afecto filial, sino que quieren situarse en un plano más elevado.

jueves, 11 de febrero de 2021

Desde la primera de sus dieciocho apariciones en Lourdes, la Virgen orientó su mensaje hacia Jesucristo - Mons. Antonio Marino

 

Feliz de ti por haber creído”

(Lc 1,45)

 

Homilía en la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes

Mar del Plata, Gruta de Lourdes, 11 de febrero de 2013

Queridos hermanos:

 

Convocados por la Virgen Inmaculada, bajo su advocación de Nuestra Señora de Lourdes, estamos celebrando la Eucaristía en este lugar privilegiado para la fe de los marplatenses. Son también muy numerosos los peregrinos que, venidos de muy diversas partes, acuden hoy con devoción a esta gruta, donde anhelan renovar sus fuerzas espirituales y llevarse un mensaje de esperanza cristiana. ¡Bienvenidos todos a esta mesa eucarística donde ofrecemos a Dios la hostia divina y nos alimentamos con el Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios, que el Espíritu Santo formó en el seno de María!

 

Cuando el 11 de febrero de 1858 la Virgen se apareció a Bernardita, niña pobre y analfabeta, ella ignoraba aún quién era esa joven mujer que le sonreía y la invitaba. Bernardita sintió temor, y como por instinto, llevó su mano al bolsillo para extraer su rosario, que era la única oración que ella conocía, aunque todavía de manera imperfecta, pues no sabía nombrar los misterios. Al querer comenzar persignándose, trazando la señal de la cruz sobre su cuerpo, sintió que su brazo se resistía y le era imposible dominar su movimiento. Hasta que, de pronto, la joven mujer con un rosario blanco en su mano hace el signo de la cruz, y entonces puede hacerlo también ella, lo cual le disipó el temor y le dejó una gran alegría. Las avemarías del rosario transcurrieron sin fatiga y con gozo, en un tiempo distinto al habitual.

 

Desde la primera de sus dieciocho apariciones, la Virgen orientó su mensaje hacia Jesucristo. La señal de la Cruz, por donde todo comienza, es un resumen de la fe cristiana, pues allí al mismo tiempo que evocamos el misterio pascual, proclamamos también el misterio de la Trinidad. Sabemos, en efecto, que las tres divinas personas, han actuado y se han revelado en la cruz redentora de Cristo y en su resurrección gloriosa.

miércoles, 10 de febrero de 2021

Carta de San José Sánchez del Río a su madre antes de morir mártir

 


Cotija, 6 de febrero de 1928.

Mi querida mamá: Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pero no importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis hermanos que sigan el ejemplo que les dejó su hermano el más chico. Y tú haz la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última vez y tú recibe el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir deseaba.

José Sánchez del Río.


Ver También:

¿Cómo se puede explicar tanta fe y amor a Jesús en un alma aún tierna y juvenil? - Beato José Sánchez del Río - Card. Saraiva Martins


 

martes, 9 de febrero de 2021

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (48) - La Virgen María cooperadora en la obra de la Redención

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 9 de abril de 1997

 

La Virgen María cooperadora en la obra de la Redención

 

1. A lo largo de los siglos la Iglesia ha reflexionado en la cooperación de María en la obra de la salvación, profundizando el análisis de su asociación al sacrificio redentor de Cristo. Ya san Agustín atribuye a la Virgen la calificación de «colaboradora» en la Redención (cf. De Sancta Virginitate, 6; PL 40, 399), título que subraya la acción conjunta y subordinada de María a Cristo redentor.

La reflexión se ha desarrollado en este sentido, sobre todo desde el siglo XV. Algunos temían que se quisiera poner a María al mismo nivel de Cristo. En realidad, la enseñanza de la Iglesia destaca con claridad la diferencia entre la Madre y el Hijo en la obra de la salvación, ilustrando la subordinación de la Virgen, en cuanto cooperadora, al único Redentor.

Por lo demás, el apóstol Pablo, cuando afirma: «Somos colaboradores de Dios» (1 Co 3, 9), sostiene la efectiva posibilidad que tiene el hombre de colaborar con Dios. La cooperación de los creyentes, que excluye obviamente toda igualdad con él, se expresa en el anuncio del Evangelio y en su aportación personal para que se arraigue en el corazón de los seres humanos.

2. El término «cooperadora» aplicado a María cobra, sin embargo, un significado específico. La cooperación de los cristianos en la salvación se realiza después del acontecimiento del Calvario, cuyos frutos se comprometen a difundir mediante la oración y el sacrificio. Por el contrario, la participación de María se realizó durante el acontecimiento mismo y en calidad de madre; por tanto, se extiende a la totalidad de la obra salvífica de Cristo. Solamente ella fue asociada de ese modo al sacrificio redentor, que mereció la salvación de todos los hombres. En unión con Cristo y subordinada a él, cooperó para obtener la gracia de la salvación a toda la humanidad.

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