Bárbara Castro García
una nueva
Gianna Beretta Molla
Bárbara nació en Córdoba el 18 de febrero de 1981 y con apenas nueve años ya mostró su interés por la danza española, lo que la llevó en varias ocasiones a la Casa de los Hermanos de la Cruz Blanca a bailar para las personas atendidas por los Franciscanos.
Terminó la licenciatura de Periodismo en el 2005, y ese mismo año comenzó a trabajar en la que ha sido su casa hasta la actualidad, la delegación de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Córdoba, desde donde ha desarrollado una importante labor para hacer cercano a la sociedad cordobesa el anuncio de la Buena Noticia y la actividad de la Iglesia. El amor a su vocación de periodista y su fortaleza interior le llevó durante este tiempo a compaginar trabajo con el estudio obteniendo el Doctorado en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo , con la calificación de Sobresaliente "Cum Laude", con la defensa de la Tesis Doctoral : "Los sentimientos religiosos como límite al ejercicio de la libertad de expresión". A partir del año 2009, compaginó su trabajo en la Delegación de Medios con las clases en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas "Beata Victoria Díez" de Córdoba, siendo profesora de la asignatura "Medios de Comunicación".
En 2009 contrajo matrimonio con el arquitecto Ignacio Cabezas, con el que tuvo una hija. Durante el embarazo, cuando todo era alegría y proyectos extraordinarios, el aguijón de la enfermedad truncó un futuro esperanzador. No obstante, anclados en el corazón de Cristo, fuente inagotable del amor, apostó primero por la vida de su hija y después inició un calvario muy doloroso y extenuante, que a imagen de Jesucristo le ha llevado a la muerte. En todo momento ha mantenido una fe inquebrantable, ha sido el aliento y la esperanza para todos los que la han rodeado durante esta enfermedad. El pilar, el cayado sobre el que se ha sustentado durante este tiempo, no ha sido otro que el amor hasta el extremo de su esposo.
Falleció el 5 de Julio de 2012. La misa de corpore insepulto se celebró el sábado, 7 de julio, en la parroquia de San Francisco y San Eulogio.
La decisión de optar por la vida de su hija
A Bárbara Castro García, de 31 años le diagnosticaron cáncer pero rechazó el tratamiento para salvar la vida de su bebé Estaba embarazada del quinto mes, cuando se le detectó un tumor maligno en la lengua.
Merece la pena conocer la historia de este matrimonio que nació el 19 de septiembre de 2009, después de once años de noviazgo. “Estábamos locos por casarnos y, una vez casados, deseábamos muchísimo ser padres. Recuerdo el día que supimos que Bárbara estaba embarazada; estábamos los dos desayunando en una cafetería con una sonrisa boba imposible de borrar”.
Tenían la vida que siempre habían deseado y así vivieron, “en un sueño”, hasta que el 15 de julio de 2010 el diagnóstico médico cayó sobre ellos como una losa. “Bárbara llevaba un tiempo quejándose de una llaga enla boca. Por fin fue al dentista, que nos mandó al maxilofacial. Allí le dijeron que no tenía muy buena pinta”.
Era necesario hacer pruebas, iniciar tratamientos... y todo ponía en peligro a Barbarita, la niña que venía en camino. “Mi mujer dijo desde el principio que nuestra hija nacería el día que Dios quisiera, ni uno antes”. Solo se le pudo practicar una pequeña intervención en la lengua que le provocó, además, “dolores que ni siquiera imaginaba que existían”.
Tenían la vida que siempre habían deseado y así vivieron, “en un sueño”, hasta que el 15 de julio de 2010 el diagnóstico médico cayó sobre ellos como una losa. “Bárbara llevaba un tiempo quejándose de una llaga en
Era necesario hacer pruebas, iniciar tratamientos... y todo ponía en peligro a Barbarita, la niña que venía en camino. “Mi mujer dijo desde el principio que nuestra hija nacería el día que Dios quisiera, ni uno antes”. Solo se le pudo practicar una pequeña intervención en la lengua que le provocó, además, “dolores que ni siquiera imaginaba que existían”.
La llegada al mundo de su hija, el 1 de noviembre de 2010, fue un oasis de alegría y paz en medio del desierto de la enfermedad. Pero solo una semana después los dolores se hicieron más fuertes. La pequeña se quedó con sus abuelos y Bárbara viajó a Madrid junto a su inseparable marido. El cirujano maxilofacial que les atendió no les dio muchas esperanzas.“No sé cómo has podido llegar hasta aquí. Voy a hacer todo lo que pueda, pero la situación es muy seria”.
Llegaron la operación - “se quedó casi sin lengua y sin una parte de la mandíbula. Desde entonces no pudo tragar ni un vaso de agua y se alimentaba por una sonda en el estómago”-, las sesiones de quimioterapia, los dolores...
Cuenta Ignacio que Bárbara y él intuían ya que su historia, su sufrimiento, serviría para dar testimonio, para hacer ver a los demás la fuerza que da el amor de Dios. Rezaban mañana y noche y soñaban con el final del desierto de sufrimiento. Pero juntos.
Cuenta Ignacio que Bárbara y él intuían ya que su historia, su sufrimiento, serviría para dar testimonio, para hacer ver a los demás la fuerza que da el amor de Dios. Rezaban mañana y noche y soñaban con el final del desierto de sufrimiento. Pero juntos.
Cuenta Ignacio que Bárbara y él intuían ya que su historia, su sufrimiento, serviría para dar testimonio, para hacer ver a los demás la fuerza que da el amor de Dios. Rezaban mañana y noche y soñaban con el final del desierto de sufrimiento. Pero juntos.
Ahora Ignacio recuerda aquellos duros momentos en una carta dirigida a su esposa: “Presentía que íbamos a sufrir mucho, que sería muy duro y probablemente muy largo, pero también te garantizaba que, por muy duro que fuese, más tarde yo me iba a encargar de que fueras la persona más feliz del mundo, que todo esfuerzo merecería la pena, que disfrutaríamos de nuestra hija y que nos teníamos que preparar para un tiempo indefinido y horrible. ¡Ganaremos vida mía, ganaremos! Hoy nos queda lo más difícil: buscarle sentido a todo esto que nos ha pasado”.
Y, por difícil que pueda parecer, Ignacio lo ha encontrado. “He sentido una fuerza de fe que no había sentido nunca. Me siento invencible”, asegura con la serenidad que le da saberse sujeto por Dios - “me tiene agarrado y no me quiere soltar”- y con el dulce recuerdo de haber compartido su vida con una mujer “que ya sabía que era especial”.
Dice que ella dio su vida por amor. “Hacia su hija, hacia mí y hacia Dios”. Ahora, confiesa, solo le preocupa poder “honrarla como ella merece”.
”.
Dios Mio, desde el lugar dondé este contigo, ella cuidara de su pequeña amor y de su mas grande amor!! Que Dios les de la fortaleza para mitigar tan grande pérdida!!
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