miércoles, 30 de diciembre de 2020

San José de Nazaret, que salvó a Jesús de la crueldad de Herodes, se nos presenta en este momento como un gran promotor de la causa de la defensa de la vida humana, desde el primer instante de la concepción hasta su muerte natural - San Juan Pablo II

 

VIAJE APOSTÓLICO A POLONIA

MISA EN EL SANTUARIO DE SAN JOSÉ

HOMILÍA DEL SANTO PADRE SAN JUAN PABLO II

Kalisz, miércoles 4 de junio de 1997

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Doy gracias a la divina Providencia porque me da la posibilidad de visitar hoy vuestra ciudad, esta Kalisz que las antiquísimas crónicas recogen en sus mapas mucho antes de que se creara el Estado polaco. Ya he venido acá varias veces. Conservo en la memoria los encuentros y las personas que tomaron parte en ellos. Os saludo cordialmente a todos vosotros, aquí reunidos. Saludo a vuestra joven diócesis y a su primer obispo ordinario, al obispo auxiliar, al clero, a las personas consagradas y a todo el pueblo de Dios de la tierra de Kalisz. Te saludo, tierra de Kalisz, con toda tu riqueza del pasado y del presente. Deseo que todo esto se reavive de alguna manera en la misa de hoy.

«¡Dichoso san José!». Me alegra celebrar este sacrificio eucarístico en el santuario de san José. En efecto, es un lugar destacado en la historia de la Iglesia y de la nación. Mientras escuchamos el evangelio, que nos recuerda la huida a Egipto, nos vienen a la mente las palabras que recoge la preparación litúrgica para la santa misa: «¡Dichoso san José, al que no sólo se concedió ver y oír a Dios, a quien muchos reyes querían ver y no vieron, oír y no oyeron (cf. Mt 13, 17), sino también llevarlo en sus brazos, besarlo, vestirlo y protegerlo! ».

Esta oración nos presenta a san José como el protector del Hijo de Dios. Prosigue con la siguiente petición: «Oh Dios, que nos has concedido el sacerdocio real, haz que, como san José, que mereció tocar y llevar con respeto en sus brazos a tu Hijo unigénito, nacido de María Virgen, obtengamos la gracia de servir en tus altares con pureza de corazón e inocencia de obras, para recibir hoy dignamente el sacratísimo Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, y así merecer el premio eterno en el mundo futuro».

Se trata de una oración muy hermosa. La rezo todos los días antes de la santa misa y, ciertamente, la rezan también muchos sacerdotes en todo el mundo. San José, esposo de María Virgen, padre adoptivo del Hijo de Dios, no fue sacerdote, pero participó en el sacerdocio común de los fieles. Y dado que, como padre y protector de Jesús, pudo tenerlo y llevarlo entre sus brazos, los sacerdotes se dirigen a san José con la ardiente petición de poder celebrar el sacrificio eucarístico con la misma veneración y con el mismo amor con que él cumplió su misión de padre putativo del Hijo de Dios. Estas palabras son muy elocuentes. Las manos del sacerdote que tocan el Cuerpo eucarístico de Cristo quieren obtener de san José la gracia de una castidad y de una veneración igual a la que el santo carpintero de Nazaret tenía con respecto a su Hijo adoptivo. Por eso, es justo que, en el itinerario de la peregrinación vinculada al Congreso eucarístico de Wrocław, se encuentre también la visita al santuario de san José de Kalisz.

2. «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto»(Mt2,13).

Mensaje de Mons. Aguer, en defensa de los niños por nacer 28 de Diciembre 2020

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (47) - María, al pie de la Cruz, partícipe del drama de la redención

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 2 de abril de 1997

María, al pie de la Cruz, partícipe del drama de la redención

 

1. Regina caeli laetare, alleluia!

Así canta la Iglesia durante este tiempo de Pascua, invitando a los fieles a unirse al gozo espiritual de María, madre del Resucitado. La alegría de la Virgen por la resurrección de Cristo es más grande aún si se considera su íntima participación en toda la vida de Jesús.

María, al aceptar con plena disponibilidad las palabras del ángel Gabriel, que le anunciaba que sería la madre del Mesías, comenzó a tomar parte en el drama de la Redención. Su participación en el sacrificio de su Hijo, revelado por Simeón durante la presentación en el templo, prosigue no sólo en el episodio de Jesús perdido y hallado a la edad de doce años, sino también durante toda su vida pública. Sin embargo, la asociación de la Virgen a la misión de Cristo culmina en Jerusalén, en el momento de la pasión y muerte del Redentor. Como testimonia el cuarto evangelio, en aquellos días ella se encontraba en la ciudad santa, probablemente para la celebración de la Pascua judía.

2. El Concilio subraya la dimensión profunda de la presencia de la Virgen en el Calvario, recordando que «mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz» (Lumen gentium, 58), y afirma que esa unión «en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte» (ib., 57).

         Con la mirada iluminada por el fulgor de la Resurrección, nos detenemos a considerar la adhesión de la Madre a la pasión redentora del Hijo, que se realiza mediante la participación en su dolor. Volvemos de nuevo, ahora en la perspectiva de la Resurrección, al pie de la cruz, donde María «sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de Madre que, llena de amor, daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima» (ib., 58).

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 230

 

Miércoles de la 33ª semana

LA PEREZA

El gran perezoso - Juan Massana del Castillo


 

1º) La pereza es pecado. Porque "es cierta tristeza agravante"*, que de tal modo deprime el ánimo del hombre, que le quita a éste el agrado deshacer cosa alguna. Por esta razón lleva consigo cierto tedio en el obrar, por lo que sobre aquello del Salmo (106, 18): El alma de ellos abominó toda comida, dice la Glosa que la pereza es adormecimiento del alma, remisa en comenzar el bien.

 

Semejante tristeza es mala en sí, porque se refiere a lo que es mal aparente, pero verdadero bien, como cuando se refiere a lo que es bien espiritual e interno, que no puede ser malo sino aparentemente, en cuanto se opone a los deseos carnales. Mas también es mala la tristeza, acerca del mal verdadero, por sus efectos, si de tal modo apesadumbra al hombre que le retraiga totalmente de una acción buena. Y por consiguiente la pereza, esto es, la tristeza del bien espiritual, es pecado.

 

El ataque de la pereza ha de ser superado resistiendo; es decir, por el continuo pensar, pues cuanto más pensamos sobre los bienes espirituales, tanto más agradables se nos hacen; y por esto cesa la pereza.

 

2º) La pereza es vicio especial, no en cuanto se retrae del bien espiritual en general, pues todo vicio se aparta del bien espiritual de la virtud opuesta; ni tampoco en cuanto rehúye el bien espiritual por ser trabajoso o molesto al cuerpo e impeditivo de su deleite, sino en cuanto se entristece del bien divino. Porque todos los bienes espirituales, que existen en los actos de cada una de las virtudes, se ordenan a un solo bien espiritual, que es el bien divino, objeto de una virtud especial, que es la caridad. Por lo cual a toda 'virtud corresponde alegrarse del propio bien espiritual que consiste en el propio acto; pero a la caridad pertenece .especialmente aquel gozo espiritual por el que uno se regocija del bien divino. Del mismo modo la tristeza del bien espiritual, que existe en los actos de cada una de las virtudes, no pertenece a un vicio especial, sino a todos los vicios; al paso que entristecerse del bien divino, del que goza la caridad, pertenece al vicio especial llamado pereza.

martes, 17 de noviembre de 2020

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (46) - La participación de María en la vida pública de Jesús

 SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

 Miércoles 12 de marzo de 1997

La participación de María en la vida pública de Jesús


1. El concilio Vaticano II, después de recordar la intervención de María en las bodas de Caná, subraya su participación en la vida pública de Jesús: «Durante la predicación de su Hijo, acogió las palabras con las que éste situaba el Reino por encima de las consideraciones y de los lazos de la carne y de la sangre, y proclamaba felices (cf. Mc 3, 35 par.; Lc 11, 27-28) a los que escuchaban y guardaban la palabra de Dios, como ella lo hacía fielmente (cf. Lc 2, 19 y 51)» (Lumen gentium, 58).

El inicio de la misión de Jesús marcó también su separación de la Madre, la cual no siempre siguió al Hijo durante su peregrinación por los caminos de Palestina. Jesús eligió deliberadamente la separación de su Madre y de los afectos familiares, como lo demuestran las condiciones que pone a sus discípulos para seguirlo y para dedicarse al anuncio del reino de Dios.

No obstante, María escuchó a veces la predicación de su Hijo. Se puede suponer que estaba presente en la sinagoga de Nazaret cuando Jesús, después de leer la profecía de Isaías, comentó ese texto aplicándose a sí mismo su contenido (cf. Lc 4, 18-30). ¡Cuánto debe de haber sufrido en esa ocasión, después de haber compartido el asombro general ante las «palabras llenas de gracia que salían de su boca» (Lc 4, 22), al constatar la dura hostilidad de sus conciudadanos, que arrojaron a Jesús de la sinagoga e incluso intentaron matarlo! Las palabras del evangelista Lucas ponen de manifiesto el dramatismo de ese momento: «Levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñar lo. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó» (Lc 4, 29-30).

María, después de ese acontecimiento, intuyendo que vendrían más pruebas, confirmó y ahondó su total adhesión a la voluntad del Padre, ofreciéndole su sufrimiento de madre y su soledad.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 229

 

Martes de la 33ª semana

CUATRO MODOS CON QUE LOS DEMONIOS

IMPIDEN LA CONTEMPLACIÓN


Con escudo te cercará su verdad; no tendrás temor de espanto nocturno, de saeta voladora entre día, de ninguna cosa que ande en tinieblas; de asalto ni de demonio de mediodía (Sal 90, 5-6).

 

Aquí se indican cuatro modos con que los demonios perjudican a las almas dadas a la contemplación, y de las cuales libra la luz infusa de la verdad.

 

1º) El temor nocturno es el error o el horror que suele dejar el diablo tras sí. San Gregorio dice que con la aparición del diablo el alma experimenta primero una cierta alegría, que termina en horror. Pero con la revelación de Dios ocurre lo contrario. Por eso, primero se turbó la Bienaventurada Virgen con el saludo del Ángel, y después fue consolada.

 

2º) La saeta voladora es la vanagloria, porque entra suavemente, pero hiere gravemente. Esta saeta infecta y engaña muchas veces a los contemplativos.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (45) - En Caná, María induce a Jesús a realizar el primer milagro

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 5 de marzo de 1997

En Caná, María induce a Jesús a realizar el primer milagro


1. Al referir la presencia de María en la vida pública de Jesús, el concilio Vaticano II recuerda su participación en Caná con ocasión del primer milagro: «En las bodas de Caná de Galilea (...), movida por la compasión, consiguió, intercediendo ante él, el primero de los milagros de Jesús el Mesías (cf. Jn 2, 1-11)» (Lumen gentium, 58).

Siguiendo al evangelista Juan, el Concilio destaca el papel discreto y, al mismo tiempo, eficaz de la Madre, que con su palabra consigue de su Hijo «el primero de los milagros». Ella, aun ejerciendo un influjo discreto y materno, con su presencia es, en último término, determinante.

La iniciativa de la Virgen resulta aún más sorprendente si se considera la condición de inferioridad de la mujer en la sociedad judía. En efecto, en Caná Jesús no sólo reconoce la dignidad y el papel del genio femenino, sino que también, acogiendo la intervención de su madre, le brinda la posibilidad de participar en su obra mesiánica. El término «Mujer», con el que se dirige a María (cf. Jn 2, 4), no contradice esta intención de Jesús, pues no encierra ninguna connotación negativa y Jesús lo usará de nuevo, refiriéndose a su madre, al pie de la cruz (cf. Jn 19, 26). Según algunos intérpretes, el título «Mujer» presenta a María como la nueva Eva, madre en la fe de todos los creyentes.

El Concilio, en el texto citado, usa la expresión: «movida por la compasión», dando a entender que María estaba impulsada por su corazón misericordioso. Al prever el posible apuro de los esposos y de los invitados por la falta de vino, la Virgen compasiva sugiere a Jesús que intervenga con su poder mesiánico.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 228

 

Lunes de la 33ª semana

TINIEBLAS Y SOMBRA DE MUERTE

Los sacó de las tinieblas y sombras de muerte (Sal 106, 14).

 

1º) Existen tres clases de tinieblas, a saber: a) Tinieblas de ignorancia. No supieron, ni entendieron, en tinieblas, andan (Sal 81, 5). Éstas son tinieblas de la razón, considerada en sí misma, en cuanto que se ofusca por sí misma. b) Tinieblas de culpa, y a éstas se refiere el Apóstol cuando dice: En otro tiempo erais tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor (Ef 5, 8). Estas son también de la razón humana, no producidas por sí misma, sino por el apetito, en cuanto que, mal dispuesto por las pasiones o por el hábito, ansía algo como bueno aunque en verdad no es un bien. c) Por último; están las tinieblas de condenación eterna. Al siervo echadle en las tinieblas exteriores (Mt 25, 30). Las dos primeras especies de tinieblas se dan en la vida presente; pero la tercera, al término de la vida.

 

Pero Cristo los sacó de las tinieblas, porque es la luz del mundo, no un sol creado, sino autor de la creación del sol; y sin embargo, como dice San Agustín, la luz que creó al sol fue hecha bajo el sol, y está cubierta por la nube de la carne, no para obscurecerla, sino para templarla. Y porque esta luz es universal, por eso expulsa universalmente todas las tinieblas. El que me sigue, no anda en tinieblas (Jn, 8, 12), es decir, en las tinieblas de la ignorancia, porque yo soy la verdad; ni de la culpa, porque yo soy el camino; ni de la condenación eterna, porque yo soy la vida (In Joan., c. VIII).

domingo, 15 de noviembre de 2020

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (44) - María en las bodas de Caná

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 26 de febrero de 1997

María en las bodas de Caná


1. En el episodio de las bodas de Caná, san Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública de Jesús y pone de relieve su cooperación en la misión de su Hijo.

Ya desde el inicio del relato, el evangelista anota que «estaba allí la madre de Jesús» (Jn 2, 1) y, como para sugerir que esa presencia estaba en el origen de la invitación dirigida por los esposos al mismo Jesús y a sus discípulos (cf. Redemptoris Mater, 21), añade: «Fue invitado a la boda también Jesús con sus discípulos» (Jn 2, 2). Con esas palabras, san Juan parece indicar que en Caná, como en el acontecimiento fundamental de la Encarnación, María es quien introduce al Salvador.

El significado y el papel que asume la presencia de la Virgen se manifiesta cuando llega a faltar el vino. Ella, como experta y solícita ama de casa, inmediatamente se da cuenta e interviene para que no decaiga la alegría de todos y, en primer lugar, para ayudar a los esposos en su dificultad. Dirigiéndose a Jesús con las palabras: «No tienen vino» (Jn 2, 3), María le expresa su preocupación por esa situación, esperando una intervención que la resuelva. Más precisamente, según algunos exegetas, la Madre espera un signo extraordinario, dado que Jesús no disponía de vino.

2. La opción de María, que habría podido tal vez conseguir en otra parte el vino necesario, manifiesta la valentía de su fe porque, hasta ese momento, Jesús no había realizado ningún milagro, ni en Nazaret ni en la vida pública.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 228

 

Domingo de la 33ª semana

LA VIDA ETERNA CONSISTE EN NUESTRA UNIÓN CON DIOS

 

Los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor (1 Tesal IV, 16-17)

 

Adecuadamente termina el Símbolo, resumen de nuestra fe, con aquellas palabras: «La vida perdurable. Amén». Porque esta vida perdurable es el término de todos nuestros deseos.

 

La vida perdurable consiste, primariamente, en nuestra unión con Dios, ya que el mismo Dios en persona es el premio y el término de todas nuestras fatigas: Yo soy tu escudo y tu paga abundante.

 

Esta unión consiste en la visión perfecta: Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. También consiste en la suprema alabanza, como dice el profeta: Allí habrá gozo y alegría, con acción de gracias al son de instrumentos.

sábado, 14 de noviembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 227

Sábado de la 32ª semana

MODO DE ORAR


I. ¿Debe ser vocal la oración? El Profeta David dice así: Con mi voz clamé al Señor; con mi voz al Señor rogué (Sal 141, 2).

 

La oración singular, qué se ofrece por una persona particular, no es necesario que sea vocal; pero únese la palabra a tal oración por tres razones:

 

1º) Para excitar la devoción interior, por la cual el espíritu del que ora se eleva a Dios, pues el espíritu del hombre se mueve según la aprensión, y por consiguiente según el afecto, por medio de los signos externos, ya de las voces, ya también de algunos hechos. Por esto dice San Agustín que: "nosotros nos excitamos más vivamente a acrecentar el deseo santo con las palabras y otros signos"*. De modo que, en la oración singular, debe usarse de palabras y otros signos, tanto como conviene, para excitar el espíritu interiormente. Pero si con ello el espíritu se distrae o es impedido de algún modo debe desistirse de ello, lo cual acontece principalmente en aquéllos cuyo espíritu está suficientemente dispuesto a la devoción sin tales signos. Así dice el Salmista: Contigo habló mi corazón, mi rostro te ha buscado (Sal 26, 8); y de Ana se lee, que hablaba en su corazón (1 Reyes 1, 13).

 

2º) Se añade la oración vocal como para pagar una deuda, esto es, para que el hombre sirva a Dios con todo lo que de él recibe, es decir, no sólo con el alma, sino también con el cuerpo.

 

3º) También se une la oración vocal por cierta redundancia del alma sobre el cuerpo, a causa del afecto vehemente, según aquello del Salmo (15, 9): Se alegró mi corazón, y se regocijó mi lengua.

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (43) - María en la vida oculta de Jesús

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA

Miércoles 29 de enero de 1997

María en la vida oculta de Jesús


1. Los evangelios ofrecen pocas y escuetas noticias sobre los años que la Sagrada Familia vivió en Nazaret. San Mateo refiere que san José, después del regreso de Egipto, tomó la decisión de establecer la morada de la Sagrada Familia en Nazaret (cf. Mt 2, 22-23), pero no da ninguna otra información, excepto que José era carpintero (cf. Mt 13, 55). Por su parte, san Lucas habla dos veces de la vuelta de la Sagrada Familia a Nazaret (cf. Lc 2, 39 y 51) y da dos breves indicaciones sobre los años de la niñez de Jesús, antes y después del episodio de la peregrinación a Jerusalén: «El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él» (Lc 2, 40), y «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52).

Al hacer estas breves anotaciones sobre la vida de Jesús, san Lucas refiere probablemente los recuerdos de María acerca de ese período de profunda intimidad con su Hijo. La unión entre Jesús y la «llena de gracia» supera con mucho la que normalmente existe entre una madre y un hijo, porque está arraigada en una particular condición sobrenatural y está reforzada por la especial conformidad de ambos con la voluntad divina.

Así pues, podemos deducir que el clima de serenidad y paz que existía en la casa de Nazaret y la constante orientación hacia el cumplimiento del proyecto divino conferían a la unión entre la madre y el hijo una profundidad extraordinaria e irrepetible.

2. En María la conciencia de que cumplía una misión que Dios le había encomendado atribuía un significado más alto a su vida diaria. Los sencillos y humildes quehaceres de cada día asumían, a sus ojos, un valor singular, pues los vivía como servicio a la misión de Cristo.

viernes, 13 de noviembre de 2020

CATEQUIZIS 43 - LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS - Juan Manuel Cotelo


Mateo 25,14-30

El reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.

Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. "Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor". Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: "Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor".

Llegó luego el que había recibido un solo talento. "Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!". Pero el señor le respondió: "Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes". 

Ver también

Parábola de Los Talentos - Valivan Parábolas 6

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (42) - Jesús perdido y hallado en el templo

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 15 de enero de 1997

Jesús perdido y hallado en el templo

 

1. Como última página de los relatos de la infancia, antes del comienzo de la predicación de Juan el Bautista, el evangelista Lucas pone el episodio de la peregrinación de Jesús adolescente al templo de Jerusalén. Se trata de una circunstancia singular, que arroja luz sobre los largos años de la vida oculta de Nazaret.

En esa ocasión Jesús revela, con su fuerte personalidad, la conciencia de su misión, confiriendo a este segundo «ingreso » en la «casa del Padre» el significado de una entrega completa a Dios, que ya había caracterizado su presentación en el templo.

Este pasaje da la impresión de que contradice la anotación de Lucas, que presenta a Jesús sumiso a José y a María (cf. Lc 2, 51). Pero, si se mira bien, Jesús parece aquí ponerse en una consciente y casi voluntaria antítesis con su condición normal de hijo, manifestando repentinamente una firme separación de María y José. Afirma que asume como norma de su comportamiento sólo su pertenencia al Padre, y no los vínculos familiares terrenos.

2. A través de este episodio, Jesús prepara a su madre para el misterio de la Redención. María, al igual que José, vive en esos tres dramáticos días, en que su Hijo se separa de ellos para permanecer en el templo, la anticipación del triduo de su pasión, muerte y resurrección.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 226

 

Viernes de la 32ª semana

HAY QUE VELAR SIEMPRE

Mas sabed que, si el Padre de familias supiese a qué hora había de venir el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa (Mt 24, 43).

 

Pero, como no sabe a qué hora, es necesario que vele durante toda la noche.

 

La casa es el alma. En ésta debe descansar el hombre, como dice la Escritura: Entrando en mi casa, es decir, en mi conciencia, con ella tendré descanso (Sab 8, 16). El padre de familias es la razón. El rey que se sienta sobre el trono de justicia, con una mirada suya disipa todo mal (Prov 20, 8).

 

Alguna vez el ladrón mina la casa. El ladrón es alguna persuasión de doctrina falsa, o alguna tentación. Y se llama ladrón, como se lee en el Evangelio: El que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas... aquél es ladrón y salteador (Jn 10, 1). La puerta es, propiamente hablando, el conocimiento natural o la ley natural. Luego el que entra por la razón, entra por la puerta; mas el que entra por la concupiscencia, por la ira o cosa semejante, es ladrón.

 

Los ladrones acostumbran llegar de noche. Si vienen de día no se les teme. Así, cuando el hombre se encuentra en la contemplación de las cosas divinas, entonces la tentación no viene; mas cuando se conduce remisamente, entonces viene. Por eso dice bien el Profeta: Cuando faltare mi fuerza, no me desampares (Sal 70, 9).

Artémides Zatti fue proclamado beato el 14 de abril de 2002 por san Juan Pablo II, siendo el primer hermano coadjutor salesiano en recibir ese honor

 


Es de noche. La escena se desarrolla en la víspera de la Primera Guerra Mundial, en Patagonia, al sur de la actual Argentina, muy lejos de los conflictos políticos del Viejo Mundo. El silencio nocturno adormece la actividad del puerto de Viedma ; un ciclista con bata blanca pasa como un ángel de Dios por las calles oscuras. Si por ventura alguien lo ve, no se extraña de ello, pues todos saben aquí que se trata de don Zatti, figura emblemática de la pequeña ciudad, que se dirige junto a un enfermo para curarlo a domicilio. Cuando el pobre hombre encamado ve llegar a su cabecera al caritativo hermano salesiano, se excusa por mandarlo llamar a esas horas. La respuesta resuena con entusiasmo : « ¡ Su deber es llamarme y mi deber es acudir ! ». Si alguien hubiera predicho al adolescente de la llanura del Po que un día sería la providencia de los pobres al otro extremo del mundo, éste habría probablemente soltado una risotada.

Artémides Zatti nace el 17 de octubre de 1880 en Boretto, en Reggio Emilia, al nordeste de Italia, segundo de los ocho hijos de Luigi Zatti y de Albina Vecchi. Para poder alimentar a la familia, esos modestos agricultores se esfuerzan y padecen en una tierra que nos les pertenece. Cuando la madre se halla en el campo, es la hija mayor quien se encarga de los hijos. A partir de los cuatro años de edad, Artémides ayuda a sus padres en la granja. Sin embargo, frecuenta la escuela elemental hasta los nueve años, antes de ser contratado como obrero agrícola por un propietario de la vecindad. Se levanta a las tres de la mañana, come de prisa un poco de polenta con leche y parte a los campos. Su diligencia en el trabajo y su sentido de la responsabilidad, adquiridos previamente al compartir con su madre el cuidado de los hermanos y hermanas más pequeños, le distinguen de los adolescentes de su edad. ¿ Su salario ? ¡ Veinticinco liras al año ! No solamente está contento de ello, sino que, cuando le preparan un pastel en reconocimiento por su dedicación, lo lleva a casa en lugar de guardarlo para él ; entonces, se regocija de ver cómo sus siete hermanos y hermanas devoran la golosina en un abrir y cerrar de ojos, pues es verdad que Mayor felicidad hay en dar que en recibir (cf. Hch 20, 35).

El marasmo económico en el que se ha enredado Europa entera durante ese último cuarto del siglo xix afecta cruelmente al mundo agrícola : los negocios van de mal en peor, falta maquinaria y los obreros se encuentran en paro. La desnutrición causa graves enfermedades, en especial la pelagra (una dolencia que puede acarrear la demencia y la muerte), que devasta la llanura del Po. Así pues, los Zatti deciden reunirse en América del Sur con un tío que se ha instalado allí. Llegan en 1897 a Bahía Blanca, al norte de la Patagonia. La casi totalidad de la población de esa vasta región semidesértica reside en las ciudades del litoral atlántico. En un principio simple base militar, Bahía Blanca se ha desarrollado gracias al enlace ferroviario con Buenos Aires, creado en 1885 ; se ha convertido en una verdadera encrucijada comercial y su población ha aumentado rápidamente como consecuencia de la llegada de emigrantes españoles e italianos.

« Iré para morir »

Luigi Zatti es contratado en una parada del mercado. Por su parte, Artémides trabaja durante un tiempo en un albergue, y después en una tejería. Muy cerca de allí, unos religiosos salesianos de origen italiano gestionan una misión desde 1875. En sus momentos libres, Artémides ayuda al párroco, el padre Carlo Cavalli, o bien va a leer a su biblioteca. Fascinado por la vida de don Bosco (el fundador de la congregación salesiana), no tarda en sentir una llamada de Dios a la vida religiosa. De hecho, el párroco habla con el señor Zatti, quien concede permiso a su hijo para que ingrese en el prenoviciado salesiano de Bernal, cerca de Buenos Aires. Allí, Artémides se topa con las primeras dificultades. Con diecinueve años, es el mayor de todos los aspirantes al sacerdocio. Habla sobre todo el dialecto de su país de origen, mezclado con un poco de italiano y de español, y halla dificultades en el estudio del latín. Le encargan que cuide a un sacerdote tuberculoso, por lo que contrae la enfermedad y debe permanecer en cama. El día en que ha de vestir la sotana, agobiado por la fiebre y una fuerte tos, no puede participar en la ceremonia ni recibir el hábito eclesiástico. En aquella época, la tuberculosis siega gran número de vidas, por lo que el médico aconseja que el enfermo sea trasladado más al sur, a Viedma, donde el aire es más sano. Artémides lo acepta de buen grado : « ¡ Iré a Viedma para morir, si es la voluntad de Dios ! ».

jueves, 12 de noviembre de 2020

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (41) - La cooperación de la mujer en el misterio de la Redención

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 8 de enero
de 1997 

La cooperación de la mujer en el misterio de la Redención

1. Las palabras del anciano Simeón, anunciando a María su participación en la misión salvífica del Mesías, ponen de manifiesto el papel de la mujer en el misterio de la redención.

En efecto, María no es sólo una persona individual; también es la «hija de Sión», la mujer nueva que, al lado del Redentor, comparte su pasión y engendra en el Espíritu a los hijos de Dios. Esa realidad se expresa mediante la imagen popular de las «siete espadas» que atraviesan el corazón de María. Esa representación pone de relieve el profundo vínculo que existe entre la madre, que se identifica con la hija de Sión y con la Iglesia, y el destino de dolor del Verbo encarnado.

Al entregar a su Hijo, recibido poco antes de Dios, para consagrarlo a su misión de salvación, María se entrega también a sí misma a esa misión. Se trata de un gesto de participación interior, que no es sólo fruto del natural afecto materno, sino que sobre todo expresa el consentimiento de la mujer nueva a la obra redentora de Cristo.

2. En su intervención, Simeón señala la finalidad del sacrificio de Jesús y del sufrimiento de María: se harán «a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones» (Lc 2, 35).

Jesús, «signo de contradicción» (Lc 2, 34), que implica a su madre en su sufrimiento, llevará a los hombres a tomar posición con respecto a él, invitándolos a una decisión fundamental. En efecto, «está puesto para caída y elevación de muchos en Israel» (Lc 2, 34).

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 225

 

Jueves de la 32ª semana

CÓMO HA DE SERVIRSE A DIOS

 

I. Debe servirse a Dios con actos exteriores e interiores. Puesto que estamos compuestos de dos naturalezas, intelectual y sensible, debemos ofrecer a Dios doble adoración, la espiritual, que consiste en la devoción interna del espíritu, y la corporal, que consiste en la humillación exterior del cuerpo. Y como en todos los actos del culto de latría lo que es exterior se refiere a lo interior cómo a lo más principal; por eso la adoración exterior se hace a causa de la interior, es decir, para que por los signos de humildad, que exhibimos corporalmente, se excite nuestro afecto a someterse a Dios, pues nos es connatural proceder de las cosas sensibles a las inteligibles. Así como la oración existe primordialmente en la mente y secundariamente es expresada por las palabras, así también la adoración consiste principalmente en la reverencia interior de Dios, y secundariamente en ciertas señales externas de humildad, como al doblar las rodillas confesamos nuestra pequeñez en comparación con Dios; y al prosternarnos confesamos que nada somos por nosotros mismos.

(2ª 2ae , q. LXXXIV, a. II)

 

II. Debemos tener discreción en los actos exteriores. De manera distinta se conduce el hombre justo con respecto a los actos interiores, con los cuales se obsequia a Dios, y con relación a los exteriores. Porque el bien del hombre y su justicia consisten principalmente en los actos interiores, con los cuales el hombre cree, espera y ama. Por lo cual dice la Escritura: El reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17, 21).

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (40) - La profecía de Simeón asocia María al destino doloroso de su Hijo

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 18 de diciembre de 1996

La profecía de Simeón asocia María al destino doloroso de su Hijo

(Lectura: capítulo 2 del evangelio de san Lucas, versículos 34-35)

1. Después de haber reconocido en Jesús la "luz para alumbrar a las naciones" (Lc 2, 32), Simeón anuncia a María la gran prueba a la que está llamado el Mesías y le revela su participación en ese destino doloroso.

La referencia al sacrificio redentor, ausente en la Anunciación, ha impulsado a ver en el oráculo de Simeón casi un "segundo anuncio" (Redemptoris Mater, 16), que llevará a la Virgen a un entendimiento más profundo del misterio de su Hijo.

Simeón, que hasta ese momento se había dirigido a todos los presentes, bendiciendo en particular a José y María, ahora predice sólo a la Virgen que participará en el destino de su Hijo. Inspirado por el Espíritu Santo, le anuncia: "Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ―¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!― a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones" (Lc 2, 34-35).

2. Estas palabras predicen un futuro de sufrimiento para el Mesías. En efecto, será el "signo de contradicción", destinado a encontrar una dura oposición en sus contemporáneos. Pero Simeón une al sufrimiento de Cristo la visión del alma de María atravesada por la espada, asociando de ese modo a la Madre al destino doloroso de su Hijo.

La vida de Martín de Tours es apasionante - Card. Mario Poli

 

Homilía del Cardenal Mario Aurelio Poli

En la Iglesia Catedral de Buenos Aires

El 11 de noviembre de 2016

Solemnidad de San Martín de Tours

Lecturas: Isaías 61, 1-3ª; Salmo 88; 2Cor 5, 14-20; Mateo 25, 31-40

En la tradición cristiana, quien se abre a la Escritura inspirada por Dios, es educado en la justicia y está mejor preparado para hacer siempre el bien (cfr. 2Tim 3, 16-17).

Al escuchar la vocación profética de Isaías, se advierte el lenguaje esperanzador que Dios pone en boca de su enviado: una buena noticia para los pobres; además, dispone sus manos para vendar los corazones heridos, liberar a los cautivos y dar libertad a los prisioneros. Con este enviado, Dios se toma la revancha y entonces, consolará ante la partida de familiares y amigos, habrá óleo de alegría para todos y cambiará su opresión por un canto de alabanza. Tan importante es este texto en todo el Antiguo Testamento, que Jesús hace suya esta profecía en la sinagoga de Nazaret. Al comienzo de su ministerio público lee el mismo texto de Isaías y proclama «que HOY se ha cumplido esta Escritura». El Hijo de Dios es la buena noticia para los pueblos de todos los tiempos, es el liberador por excelencia, y por donde pasa, deja la alegría en el corazón de todos aquellos que quieren construir el reino de justicia y de paz que Él anunció. Él mismo vendrá a darle plenitud. Los pobres, los enfermos, los prisioneros y perseguidos por practicar la justicia, los refugiados y marginados en general, no son una estadística en el Evangelio de Jesús, sino que los convirtió en el lugar privilegiado donde Él quiso quedarse. Son sus pequeños y Él mismo se convierte en testigo de nuestra justicia y caridad para con ellos: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo».

San Mateo colocó esta parábola sobre el Reino que acabamos de proclamar, cuando Jesús se dirige a su Pasión. El mensaje es claro: si deseamos encontrarnos con Jesús resucitado, Él se deja encontrar en los que están en la periferia de nuestra vida, y por eso nos invita a no pasar indiferentes e insensibles ante el dolor o situaciones de indigencia. El ejemplo del buen samaritano, sin ser un hombre religioso, en paralelo con la enseñanza de este día, sigue teniendo vigencia en nuestros días. Jesús reparó en su gesto misericordioso porque tuvo compasión de un prójimo que no conocía. Ahí está el Señor en nuestros barrios, anda escondido en sus pequeños y hay muchas ocasiones en el día para encontrarnos mano a mano con él. El feliz encuentro dependerá de cómo pasamos por la vida…

Quo vadis: En nombre de Jesús - 13 Final - Ambrosio y el emperador

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 224

 

Miércoles de la 32ª semana

DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR

A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS

 

Misión del rey y del Señor es juzgar: El rey, que está sentado en el trono de la justicia, con una mirada suya disipa todo mal (Prov 20,8).

 

Puesto que Cristo subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios como Señor de todas las cosas, es evidente que juzgar es misión suya. Por eso en la profesión de fe católica afirmamos que "ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos".

 

Los mismos ángeles lo aseguraron: Este Jesús, que de entre vosotros ha subido al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse (Hechos 1,11).

 

El Juez es Cristo. Él es a quien Dios ha puesto por juez de vivos y muertos (Hechos 10,42), ya sea que tomemos por muertos a los pecadores y por vivos a los que viven con rectitud, o bien que interpretemos literalmente como vivos a los que para entonces vivirán, y como muertos a todos los que habrán fallecido. Es juez no sólo en cuanto Dios, sino también en cuanto hombre, y esto por tres motivos.

martes, 10 de noviembre de 2020

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (39) - La presentación de Jesús en el templo

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 11 de diciembre de 1996

La presentación de Jesús en el templo

 

(Lectura: capítulo 2 del evangelio de san Lucas, versículos 22-24)

1. En el episodio de la presentación de Jesús en el templo, San Lucas subraya el destino mesiánico de Jesús. Según el texto lucano, el objetivo inmediato del viaje de la Sagrada Familia de Belén a Jerusalén es el cumplimiento de la Ley: "Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor", y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor" (Lc 2, 22-24).

Con este gesto, María y José manifiestan su propósito de obedecer fielmente a la voluntad de Dios, rechazando toda forma de privilegio. Su peregrinación al templo de Jerusalén asume el significado de una consagración a Dios, en el lugar de su presencia.

María, obligada por su pobreza a ofrecer tórtolas o pichones, entrega en realidad al verdadero Cordero que deberá redimir a la humanidad, anticipando con su gesto lo que había sido prefigurado en las ofrendas rituales de la antigua Ley.

2. Mientras la Ley exigía sólo a la madre la purificación después del parto, Lucas habla de "los días de la purificación de ellos" (Lc 2, 22), tal vez con la intención de indicar a la vez las prescripciones referentes a la madre y a su Hijo primogénito.

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