La
Basílica Papal de Santa María la Mayor es una auténtica joya de belleza de
valor inestimable. Desde hace dieciséis siglos domina la ciudad de Roma: es el
templo mariano por excelencia y cuna de la cultura artística, representa un
punto de referencia para los cives mundi que desde todas las partes del
mundo llegan a la Ciudad Eterna para deleitarse con lo que la Basílica les
ofrece a través de su monumental grandeza.
Es la
única de las basílicas mayores de Roma que ha logrado conservar su
estructura original, aunque a lo largo del tiempo se han ido añadiendo
algunas modificaciones. En su interior presenta algunos detalles por los
que destaca respecto a las demás basílicas: en primer lugar los mosaicos de la
nave central y del arco triunfal del siglo V d. C., realizados durante el
pontificado de Sixto III (432-440) y los del ábside, cuya realización fue dirigida
por el fraile franciscano Jacopo Torriti por orden del Papa Nicolás IV
(1288-1292); la pavimentación de tipo "cosmatesco" donada por los
caballeros Scoto Paparone e hijo en el 1288; el techo artesonado de madera
dorada diseñado por Giuliano San Gallo (1450); el belén del siglo XII de
Arnolfo de Cambio; las numerosas capillas (de la Borghese a la Sixtina y a la
Sforza, de la de Cesi a la del Crucifijo y a la de San Miguel); el Altar mayor
realizado por Ferdinando Fuga y sucesivamente enriquecido con otras decoraciones
por el genio Valadier; y por último, la Reliquia de la Sagrada Cuna y el
baptisterio. Cada columna, cada cuadro, cada escultura, cada pieza de la
Basílica representan una recopilación de la historia y de los sentimientos
religiosos.
Todos
podrán disfrutar de las emociones que transmite este lugar sagrado, desde el
peregrino más devoto hasta el simple apasionado de arte.
El
encuentro con la Basílica "liberiana", del nombre del Papa Liberio,
es una experiencia tan conmovedora que llena el alma y el espíritu de
emociones: no es raro ver a los visitadores fascinados por la belleza de las
obras, así como es posible darse cuenta de la constante devoción de todas esas
personas que ante la imagen de la Virgen María, aquí venerada con la
dulce advocación de "Salus Populi Romani", buscan consuelo y
alivio.
Todos
los años, el día 5 de agosto, se recuerda el "Milagro de la nieve"
con una solemne celebración. Ante la mirada conmovida de muchos fieles una
cascada de pétalos blancos desciende desde el techo cubriendo el hipogeo y
creando como una unión ideal entre la asamblea y la Madre de Dios.
Desde
el comienzo de su pontificado el Santo Padre Juan Pablo II quiso que una
lámpara estuviera encendida de día y de noche bajo el icono de la Salus, como
testimonio de su gran devoción a la Virgen María. El mismo Papa, el 8 de
diciembre del 2001, inauguró otra perla preciosa de la basílica: el Museo, cuya
estructura moderna y la antigüedad de sus obras maestras ofrecen al visitador
un "panorama" único.
Los
numerosos tesoros que en ella se encuentran, hacen de Santa María la Mayor un
lugar en donde el arte y la espiritualidad se funden en un connubio perfecto,
ofreciéndonos aquellas emociones únicas y propias de las obras de arte del
hombre que están inspiradas por Dios.
La Fachada
Obra de
Ferdinando Fuga (1741) está posicionada hacia el mediodía, con un pórtico de
cinco aberturas en la parte baja y tres en la galería superior que cubre los
magníficos mosaicos del siglo XIII pertenecientes a la antigua fachada. Los
mosaicos están engarzados en la sugestiva cornisa como si fueran joyas
preciosas y representan el nacimiento de la Basílica con María Santísima que se
aparece en un sueño al Papa Liberio y al patricio romano Juan y les indica el
lugar donde debía construirse su templo. Un acontecimiento excepcional dio
fuerza a la voluntad divina: el 5 de agosto del 358 una nevada cubrió la colina
del Esquilino y en la misma nieve el Papa indicó el perímetro de la futura
Basílica.
El
autor de los mosaicos es Felipe Rusuti; la majestuosidad de esta obra acoge a
los visitadores y les provocan una emoción tan especial que les da la sensación
de estar más cerca de la grandeza de Dios. Debido a su valor inestimable se
puede acceder con una visita guiada que toca la sensibilidad de aquellos que
con admiración contemplan esta obra de arte. Se atribuye a las obras de Fuga,
tanto en la galería como en el pórtico, un evidente estilo barroco y pictórico.
A
través de un estudio del espacio el artista ha dado lugar a una estructura
arquitectónica original: a los cinco vanos de abajo, que dan acceso al pórtico,
corresponden los tres de la galería superior con un juego de huecos que da
alivio a la espesura de las columnas, adornadas por racimos de uva, a los
agudos arcos de medio punto, a los frontones, a las cornisas, a los capiteles,
a las guirnaldas, a los amorcillos, a las estatuas que representan a San
Carlos, a B. Albergoni y a los Santos Pontífices. En este escenario, casi
aislada del resto de los personajes, aparece la Virgen María llevando en sus
brazos al Niño Jesús. Los artistas que llevaron a cabo el trabajo fueron
Lironi, Bracci, Maini, Slodtz, Della Valle y otros más. La primera piedra de
esta fachada -que, dejándonos vislumbrar el juego policromo y el centelleo de
la pared musiva, es como un tabernáculo plásticamente sentido- fue colocada por
Benedicto XIV el 4 de marzo del 1741.
Los
trabajos realizados en la fachada y dentro del templo terminaron en el año
1750. El Papa Lambertini, refiriéndose a toda la obra de restauración,
pronunció la famosa frase sarcástica: "Se decía que éramos
empresarios de teatro porque parecía un salón de baile". La estructura
arquitectónica de los dos palacios laterales es la siguiente: la parte derecha
está realizada por Ponzio (1605) y la izquierda por Ferdinando Fuga
(1743) construida después de 138 años para poder unificar la fachada de la
basílica. Los dos ángeles situados en la puerta central representan
respectivamente la Virginidad, obra del Maini y la Humildad realizada por el
Bracci.
El Interior
La Basílica de Santa María la Mayor, situada en la cumbre de la colina
del Esquilino, es una de las cuatro Basílicas papales de Roma y es la única que
ha conservado la antigua estructura paleocristiana. Una tradición muy antigua
nos cuenta que fue la Virgen quien inspiró la construcción de la iglesia
en el Esquilino, es decir, el lugar en donde Ella quería que se realizara su
morada: apareció en un sueño al patricio Juan y al Papa Liberio, pidiéndoles la
construcción de la iglesia en su honor, en el lugar que Ella indicaría
milagrosamente. La mañana del 5 de Agosto la colina del Esquilino apareció
llena de nieve; el Papa definió el perímetro de la nueva iglesia y Juan se
ocupó de la financiación. De la iglesia original nos queda tan sólo un paso del
Liber Pontificalis en donde se afirma que el Papa Liberio "Fecit
basilicam nomini suo iuxta Macellum Liviae". Las recientes excavaciones
realizadas debajo de la Basílica actual no nos han revelado nada de la antigua
construcción, pese a que se han encontrado importantes piezas arqueológicas
como el magnífico calendario del siglo II - III d. C. y los restos de paredes
romanas, sólo en partes visibles y que se encuentran en el museo. El campanario
de estilo románico renacentista, que mide 75 metros de altura, es el más alto
de Roma. Fue construido por Gregorio XI, tras regresar de Aviñón, y cuenta con
cinco campanas. Una de ellas es conocida con el nombre de "la
perdida" y todos los días a las nueve de la tarde llama a los fieles con
un sonido inconfundible. Entrando en el pórtico a mano derecha se halla la
estatua de Felipe IV de España, benefactor de la Basílica. El esbozo de la obra
es de Juan Lorenzo Bernini y fue realizada por Girolamo Lucenti en el siglo
XIII. En el centro se encuentra la gran puerta de bronce realizada por Ludovico
Pogliaghi en el año 1949; en ella se distinguen los episodios de la vida
de la Virgen, los profetas, los evangelistas y las cuatro mujeres que en el
Antiguo Testamento prefiguraron a la
Virgen María. A la izquierda está la Puerta Santa, bendecida por Juan Pablo II el día 8 de diciembre en el año 2001, cuya obra de construcción fue llevada a cabo por el escultor Luis Mattei y ofrecida a la Basílica por la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén. En el centro se halla el Cristo resucitado que aparece a la Virgen María representada como la Salus Populi Romani; el modelo para representar a Cristo es el hombre de la Sábana Santa. En lo alto a la izquierda está la Anunciación en el pozo; es un episodio entresacado de los Evangelios apócrifos. En el lado derecho se puede ver una representación de "Pentecostés". Abajo, en la parte izquierda, el Concilio de Éfeso, que definió a María, THEOTOKOS, a la derecha el "Concilio Vaticano II" que la declaró Mater Ecclesiae. El escudo de Juan Pablo II y su máxima están representados en la parte más alta, mientras los dos de abajo pertenecen al Cardenal Furno, que fue arcipreste de la Basílica, y a la Orden del Santo Sepulcro. La actual Basílica pertenece al siglo V d. C. Su construcción está vinculada al Concilio de Éfeso del 431 d. C, que proclamó a María, Theotókos, Madre de Dios, y se llevó a cabo por voluntad de Sixto III, en cuanto obispo de Roma, que la financió. Al entrar en la Basílica se prueba una sensación de grandeza y amplitud: aparece delante de nuestros ojos el resplandor de sus mármoles y la riqueza de las decoraciones; este efecto monumental es debido a la estructura de la Basílica y a la armonía que domina los principales elementos de su arquitectura. Construida según los cánones del "ritmo elegante" de Vitruvio, la Basílica está dividida en tres naves en donde se hallan dos filas de columnas preciosas; a lo largo de ellas corre un artístico entablamento que se interrumpe hacia el ábside debido a dos arcos realizados para la construcción de la Capilla Sixtina y Paolina.
Originariamente la parte de la Basílica que se localiza entre el techo y las columnas estaba perforada por grande ventanas, de las cuales se sigue conservando solamente la mitad; en el resto de ellas se han ido construyendo paredes, en donde se pueden admirar una serie de frescos que representan "Historias de la vida de María". Por encima de las ventanas y de los frescos, un friso de madera decorado por preciosas entalladuras que representan una serie de toros cabalgados por amorcillos se une a la cornisa del techo. Los toros representan el símbolo de los Borjas y los escudos de Calixto II y Alejandro VI, los dos papas de la familia de los Borjas, resaltan en el centro del techo. No queda muy claro cuál fue la aportación de Calixto III en la realización de esta obra; sin lugar a duda fue Alejandro VI quien se ocupó de la construcción de la Basílica en la época en que aún desempeñaba su oficio de arcipreste de la misma: el techo fue diseñado por Giuliano de Sangallo y completado por su hermano Antonio. Dice la tradición que fue dorado con el oro de América, regalado por los Reyes Católicos al papa Alejandro VI. A lo largo del suelo de la Basílica se extiende, como si fuera una estupenda alfombra, un mosaico realizado por unos artistas marmolistas ofrecido a Eugenio III en el siglo XII por dos hombres de la nobleza romana, Scoto Paparoni y su hijo Juan. Pero lo que de verdad hace que Santa María la Mayor sea única son los estupendos mosaicos del siglo V, realizados por voluntad de Sixto III y que se desarrollan a lo largo de toda la nave central y sobre el arco de triunfo.
Los mosaicos de la nave central resumen cuatro ciclos de la historia Sagrada cuyos personajes son Abrahán, Jacob, Moisés y Josué y en conjunto testimonian la promesa de una tierra que Dios hizo al pueblo judío y su ayuda para llegar a ella. La narración, que no sigue un orden cronológico, comienza en la pared de la izquierda junto el arco triunfal con el sacrificio incruento de Melquisedec, rey-sacerdote. En este recuadro es evidente la influencia iconográfica romana. Melquisedec, representado en posición de ofrenda, y Abrahán con toga de senador, recuerdan el grupo ecuestre del Marco Aurelio. Los paneles sucesivos ilustran episodios de la vida de Abrahán que son anteriores al primer recuadro. Esto hizo que durante mucho tiempo se pensara que cada panel era interdependiente, hasta que un estudio más detallado de los mosaicos demostró que el orden no era casual. Así pues, el panel de Melquisedec sirve para unir los mosaicos de la nave central con los del arco triunfal, que narran la infancia de Cristo rey y sacerdote. A continuación la historia de Abrahán, el personaje más importante del Antiguo Testamento, al cual Dios prometió una "nación grande y potente"; Jacob, a quien el Señor renueva la promesa hecha a Abrahán; Moisés, que librará el pueblo "elegido por Dios" de la esclavitud; Josué, que les llevará a la tierra prometida. El camino se concluye con dos paneles en los que aparecen dos frescos realizados durante las obras de reforma encargadas por el Cardenal Pinelli, que representan a David que lleva el Arca de la Alianza a Jerusalén y el Templo de Jerusalén edificado por Salomón. De la estirpe de David nacerá Cristo cuya infancia está ilustrada en el arco triunfal con episodios sacados de los evangelios apócrifos. En el 1995 Juan Hajnal realizó en el rosetón de la fachada principal una nueva vidriera. En ella está representada la afirmación del Concilio Vaticano II, en donde María, excelsa hija de Sión, es el anillo de unificación entre la Iglesia del Antiguo Testamento, simbolizada por el candelabro de siete brazos y la Iglesia del Nuevo Testamento representada por el cáliz con la Eucaristía.
Virgen María. A la izquierda está la Puerta Santa, bendecida por Juan Pablo II el día 8 de diciembre en el año 2001, cuya obra de construcción fue llevada a cabo por el escultor Luis Mattei y ofrecida a la Basílica por la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén. En el centro se halla el Cristo resucitado que aparece a la Virgen María representada como la Salus Populi Romani; el modelo para representar a Cristo es el hombre de la Sábana Santa. En lo alto a la izquierda está la Anunciación en el pozo; es un episodio entresacado de los Evangelios apócrifos. En el lado derecho se puede ver una representación de "Pentecostés". Abajo, en la parte izquierda, el Concilio de Éfeso, que definió a María, THEOTOKOS, a la derecha el "Concilio Vaticano II" que la declaró Mater Ecclesiae. El escudo de Juan Pablo II y su máxima están representados en la parte más alta, mientras los dos de abajo pertenecen al Cardenal Furno, que fue arcipreste de la Basílica, y a la Orden del Santo Sepulcro. La actual Basílica pertenece al siglo V d. C. Su construcción está vinculada al Concilio de Éfeso del 431 d. C, que proclamó a María, Theotókos, Madre de Dios, y se llevó a cabo por voluntad de Sixto III, en cuanto obispo de Roma, que la financió. Al entrar en la Basílica se prueba una sensación de grandeza y amplitud: aparece delante de nuestros ojos el resplandor de sus mármoles y la riqueza de las decoraciones; este efecto monumental es debido a la estructura de la Basílica y a la armonía que domina los principales elementos de su arquitectura. Construida según los cánones del "ritmo elegante" de Vitruvio, la Basílica está dividida en tres naves en donde se hallan dos filas de columnas preciosas; a lo largo de ellas corre un artístico entablamento que se interrumpe hacia el ábside debido a dos arcos realizados para la construcción de la Capilla Sixtina y Paolina.
Originariamente la parte de la Basílica que se localiza entre el techo y las columnas estaba perforada por grande ventanas, de las cuales se sigue conservando solamente la mitad; en el resto de ellas se han ido construyendo paredes, en donde se pueden admirar una serie de frescos que representan "Historias de la vida de María". Por encima de las ventanas y de los frescos, un friso de madera decorado por preciosas entalladuras que representan una serie de toros cabalgados por amorcillos se une a la cornisa del techo. Los toros representan el símbolo de los Borjas y los escudos de Calixto II y Alejandro VI, los dos papas de la familia de los Borjas, resaltan en el centro del techo. No queda muy claro cuál fue la aportación de Calixto III en la realización de esta obra; sin lugar a duda fue Alejandro VI quien se ocupó de la construcción de la Basílica en la época en que aún desempeñaba su oficio de arcipreste de la misma: el techo fue diseñado por Giuliano de Sangallo y completado por su hermano Antonio. Dice la tradición que fue dorado con el oro de América, regalado por los Reyes Católicos al papa Alejandro VI. A lo largo del suelo de la Basílica se extiende, como si fuera una estupenda alfombra, un mosaico realizado por unos artistas marmolistas ofrecido a Eugenio III en el siglo XII por dos hombres de la nobleza romana, Scoto Paparoni y su hijo Juan. Pero lo que de verdad hace que Santa María la Mayor sea única son los estupendos mosaicos del siglo V, realizados por voluntad de Sixto III y que se desarrollan a lo largo de toda la nave central y sobre el arco de triunfo.
Los mosaicos de la nave central resumen cuatro ciclos de la historia Sagrada cuyos personajes son Abrahán, Jacob, Moisés y Josué y en conjunto testimonian la promesa de una tierra que Dios hizo al pueblo judío y su ayuda para llegar a ella. La narración, que no sigue un orden cronológico, comienza en la pared de la izquierda junto el arco triunfal con el sacrificio incruento de Melquisedec, rey-sacerdote. En este recuadro es evidente la influencia iconográfica romana. Melquisedec, representado en posición de ofrenda, y Abrahán con toga de senador, recuerdan el grupo ecuestre del Marco Aurelio. Los paneles sucesivos ilustran episodios de la vida de Abrahán que son anteriores al primer recuadro. Esto hizo que durante mucho tiempo se pensara que cada panel era interdependiente, hasta que un estudio más detallado de los mosaicos demostró que el orden no era casual. Así pues, el panel de Melquisedec sirve para unir los mosaicos de la nave central con los del arco triunfal, que narran la infancia de Cristo rey y sacerdote. A continuación la historia de Abrahán, el personaje más importante del Antiguo Testamento, al cual Dios prometió una "nación grande y potente"; Jacob, a quien el Señor renueva la promesa hecha a Abrahán; Moisés, que librará el pueblo "elegido por Dios" de la esclavitud; Josué, que les llevará a la tierra prometida. El camino se concluye con dos paneles en los que aparecen dos frescos realizados durante las obras de reforma encargadas por el Cardenal Pinelli, que representan a David que lleva el Arca de la Alianza a Jerusalén y el Templo de Jerusalén edificado por Salomón. De la estirpe de David nacerá Cristo cuya infancia está ilustrada en el arco triunfal con episodios sacados de los evangelios apócrifos. En el 1995 Juan Hajnal realizó en el rosetón de la fachada principal una nueva vidriera. En ella está representada la afirmación del Concilio Vaticano II, en donde María, excelsa hija de Sión, es el anillo de unificación entre la Iglesia del Antiguo Testamento, simbolizada por el candelabro de siete brazos y la Iglesia del Nuevo Testamento representada por el cáliz con la Eucaristía.
El arco triunfal se compone de cuatro partes: en lo alto, de izquierda a
derecha, la Anunciación, que representa a María vestida como una princesa
romana, que lleva en la mano el huso con el cual teje un velo de púrpura para
el templo donde se educaba. La historia continua con la anuncio a José, la
adoración de los Reyes Magos, la matanza de los inocentes. En este recuadro hay
que destacar la figura con el mantón azul que da la espalda a las otras
mujeres: es Santa Isabel que huye con San Juan entre sus brazos. A la derecha
la presentación en el Templo, la huida a Egipto, el encuentro de la Sagrada
Familia con Afrodisio, gobernador de la ciudad Sotine. Según un Evangelio
apócrifo, cuando Jesús fugitivo llega a Sotine, en Egipto, los 365 ídolos del capitolium
se cayeron. Afrodisio aterrorizado por el acontecimiento y recordando la muerte
del faraón, se dirige con su ejército hacia donde estaba la Sagrada Familia y
adora al Niño reconociendo su divinidad. El último recuadro representa a los
Reyes Magos al lado de Herodes. A los pies del arco aparecen a cada lado las
dos ciudades: Belén a la izquierda y Jerusalén a la derecha. Belén es la ciudad
donde Jesús nace y desarrolla la Epifanía, Jerusalén es la ciudad en donde
Jesús muere y resucita (hay un enlace con el tema apocalíptico de la definitiva
llegada del Señor al final del tiempo representado por el trono vacío en el
centro del arco, en donde también aparecen Pedro y Pablo, el primero de ellos
llamado por Cristo a difundir la "Buena Noticia" entre los judíos; el
segundo a difundir la Palabra del Señor entre los gentiles y los paganos).
Todos juntos forman la Iglesia de la cual Pedro es guía y Sixto III su sucesor.
Al Papa, por ser "episcopus plebi Dei" está asignado el papel de
conducir al pueblo de Dios hacia la Jerusalén Celeste. En el siglo XIII Nicolás
IV, primer Papa franciscano, decidió derribar el ábside original
y construir el actual unos metros más atrás, de tal forma que pudo sacar
entre el ábside y el arco un crucero para el coro. La decoración del ábside fue
realizada por el franciscano Jacopo Torriti y el coste de las obras corrió a
cargo de los cardenales Giacomo y Pietro Colonna. El mosaico de Torriti se
divide en dos partes distintas: en la bóveda del ábside está representada la
coronación de la Virgen y en la parte inferior los momentos más importantes de
su vida. En el centro de la bóveda, dentro en un gran círculo, Cristo y María
están sentados en un gran trono diseñado como un diván oriental.
El Hijo pone en la cabeza de la Madre la corona con gemas. En el mosaico no se ve a María sólo como a la Madre, sino más bien como a la Iglesia Madre, esposa del Hijo. A los pies de Cristo y María están el sol y la luna y alrededor coros de ángeles adoradores a los que se añaden, en el lado izquierdo, San Pedro, San Pablo, San Francisco de Asís y el Papa Nicolás IV ; y en el derecho, San Juan Bautista, San Juan Evangelista, San Antonio y el donador Cardenal Colonna. En el resto del ábside una decoración de sarmientos vegetales brotan de los dos troncos colocados al extremo derecho e izquierdo del mosaico. En la zona inferior del cascarón del ábside las escenas de la vida de la Virgen están colocadas a la derecha y a la izquierda de la "Dormitio", colocada precisamente debajo de la Coronación. Esta forma de describir la muerte de la Virgen es típica de la iconografía bizantina que se difundió también en Occidente después de las Cruzadas. La Virgen está tumbada en la cama y mientras los ángeles se preparan a quitar su cuerpo ante la mirada atónita de los apóstoles, Cristo toma en sus brazos su blanca "alma", que están esperando en el cielo. Torriti enriquece la escena con dos pequeñas figuras de franciscanos y un laico que lleva un gorro típico del siglo XIII. Debajo de la "Dormitio" el papa Benedicto XIV colocó la espléndida "Navidad de Cristo" de Mancini. Entre los pilares jónicos, debajo de los mosaicos, Fuga colocó los bajorrelieves de Mino de Reame que representan el Nacimiento de Jesús, el milagro de la nieve, la fundación de la Basílica por parte del Papa Liberio y la Asunción de María y la Adoración de los Reyes Magos. El baldaquín del altar central también es una obra realizada por Fuga; delante del altar se halla la Confesión, encargada por Pío IX y construida por Vespignani, en donde se ha colocado el relicario de la Cuna. El relicario está hecho de cristal, en forma de cuna y contiene piezas de madera que según la tradición pertenecen al pesebre donde fue colocado el Niño Jesús. Lo realizó Valadier y fue un regalo del embajador de Portugal. La estatua de Pío IX, el Papa del dogma de la Inmaculada Concepción, es obra de Ignazio Jacometti y fue colocado en el hipogeo por voluntad de León XIII.
Sixto V
fue el Papa que supo devolver a la ciudad depauperada el vigor necesario
después del "saqueo" de Roma en 1527 y su primera preocupación fue la
de restituir a la ciudad eterna la posibilidad de extenderse, de modo que
decidió sanar las zonas malsanas y crear infraestructuras útiles al
aprovechamiento de áreas ya ocupadas por los nuevos asentamientos. A su arquitecto
de confianza, Domingo Fontana, el pontífice mandó construir la capilla del
Santísimo Sacramento digna también de custodiar el belén.
El Hijo pone en la cabeza de la Madre la corona con gemas. En el mosaico no se ve a María sólo como a la Madre, sino más bien como a la Iglesia Madre, esposa del Hijo. A los pies de Cristo y María están el sol y la luna y alrededor coros de ángeles adoradores a los que se añaden, en el lado izquierdo, San Pedro, San Pablo, San Francisco de Asís y el Papa Nicolás IV ; y en el derecho, San Juan Bautista, San Juan Evangelista, San Antonio y el donador Cardenal Colonna. En el resto del ábside una decoración de sarmientos vegetales brotan de los dos troncos colocados al extremo derecho e izquierdo del mosaico. En la zona inferior del cascarón del ábside las escenas de la vida de la Virgen están colocadas a la derecha y a la izquierda de la "Dormitio", colocada precisamente debajo de la Coronación. Esta forma de describir la muerte de la Virgen es típica de la iconografía bizantina que se difundió también en Occidente después de las Cruzadas. La Virgen está tumbada en la cama y mientras los ángeles se preparan a quitar su cuerpo ante la mirada atónita de los apóstoles, Cristo toma en sus brazos su blanca "alma", que están esperando en el cielo. Torriti enriquece la escena con dos pequeñas figuras de franciscanos y un laico que lleva un gorro típico del siglo XIII. Debajo de la "Dormitio" el papa Benedicto XIV colocó la espléndida "Navidad de Cristo" de Mancini. Entre los pilares jónicos, debajo de los mosaicos, Fuga colocó los bajorrelieves de Mino de Reame que representan el Nacimiento de Jesús, el milagro de la nieve, la fundación de la Basílica por parte del Papa Liberio y la Asunción de María y la Adoración de los Reyes Magos. El baldaquín del altar central también es una obra realizada por Fuga; delante del altar se halla la Confesión, encargada por Pío IX y construida por Vespignani, en donde se ha colocado el relicario de la Cuna. El relicario está hecho de cristal, en forma de cuna y contiene piezas de madera que según la tradición pertenecen al pesebre donde fue colocado el Niño Jesús. Lo realizó Valadier y fue un regalo del embajador de Portugal. La estatua de Pío IX, el Papa del dogma de la Inmaculada Concepción, es obra de Ignazio Jacometti y fue colocado en el hipogeo por voluntad de León XIII.
El Pavimento
Entrando en la Basílica de inmediato se puede admirar el especial
pavimento realizado con mosaicos por los maestros marmolistas Cosma, definidos
"cosmatescos" (siglo XIII).
Capilla Cesi
Fue encargada alrededor del 1560 por el Cardenal Paolo Cesi y su hermano
Federico; no se conoce con seguridad el autor que realizó la obra pero con
mucha probabilidad se considera que el proyecto es de Guidetto Guidetti en
colaboración con Santiago Della Porta.
La estatua de la Regina Pacis fue encargada por Benedicto XV como acción
de gracias al acabar la primera guerra mundial; fue llevada a cabo por Guido
Galli. La Virgen está sentada en un trono "Regina Pacis y soberana del
universo" y en su cara se destaca una nota de tristeza.
La Capilla Sforza
La Capilla Sforza
Al lado de la entrada hay lápidas que nos recuerdan que la capilla fue
realizada gracias al Cardenal Guido Ascanio Sforza de Santafiora, arcipreste de
la Basílica y por su hermano, el Cardenal Alessandro Sforza Cesarini que
decidió llevar a cabo las decoraciones realizadas en el 1573. Según Vasari, el
autor del proyecto fue Miguel Ángel Buonarroti, el cual nos ha dejado dos
esbozos de la capilla en donde se puede ver la planta original con elipses a
los lados y una espacio rectangular para el altar. Sermoneta (1512 - 1580)
atribuyó a Girlomano Siciolante los retratos representados en los monumentos
funerarios y el retablo del altar (1573). El cuadro que se halla sobre el altar
es del Siciolante y representa la Asunción de la Virgen. La distribución de los
planos está muy bien organizada para poder pasar suavemente desde el ambiente
terrenal al celestial, donde la figura de la Virgen aparece representada de
forma discreta en una actitud de oración.
La tumba del Bernini
La tumba del Bernini
"La noble familia Bernini en este lugar, espera la
Resurrección". Al lado del altar mayor, la sencillez de la lápida
sepulcral de uno de los mayores artistas del siglo XVII .
En frente del altar del hipogeo, ante la estatua de Pío IX y debajo de
su escudo, se conserva la célebre reliquia, comúnmente definida "Sagrada
Cuna". El relicario que la contiene es una preciosa urna oval de cristal y
plata realizado por Valadier .
El "Pesebre" de Arnolfo de Cambio
La imagen sentimental y espiritual de la reconstrucción de un
"Pesebre" en recuerdo de un venerado suceso tiene origen en el año
432 cuando el papa Sixto III (432-440) creó en la primitiva Basílica una
"Gruta de la Natividad" igual a la de Belén. Los numerosos peregrinos
que volvían a Roma desde Tierra Santa trajeron como don precioso fragmentos de madera
procedentes de la Sagrada Cuna (cunabulum), hoy custodiados en el dorado
relicario del altar de la Confesión. En los siglos sucesivos los varios
pontífices se preocuparon siempre de la Sagrada Gruta, hasta que el papa
Nicolás IV en el año 1288 encargó a Arnolfo de Cambio una representación
escultórica de la Natividad.
Muchos fueron los cambios y las reformas en la Basílica y cuando el Papa
Sixto V (1585-1590) quiso erigir en la nave derecha una gran Capilla llamada
del SS. Sacramento o Sixtina, encargó en el año 1590 al Arquitecto Domenico
Fontana de trasladar aquí la antigua "Gruta de la Natividad" sin
demolerla, con los elementos escultóricos de Arnolfo de Cambio que quedaban.
Los tres Reyes Magos con elegantes ropajes al estilo gótico y San José
admiran atónitos y reverentes el milagro del Niño en brazos de la Virgen (de P.
Olivieri) calentados por el buey y el asno.
La Capilla
Borghese
Joya
artística de rara belleza, representa un lugar en donde se funde arte y
sentimiento religioso; el icono de la "Salus Populi Romani", que la
tradición piadosa dice que fue pintada por el evangelista Lucas, auxilia con su
materna mirada a todo el que a Ella recurre.
El año
1605 subía al trono pontificio el papa Pablo V (1605-1621), quien mandó
realizar la Capilla de la Virgen, que también recibe el nombre de Borghese o
Paolina, de frente a la Sixtina respecto a la cual es simétrica en lo que se
refiere a la planta y al esquema arquitectónico. También la planta de esta Capilla
es de cruz griega, con compartimentos corintios y tiene cuatro grandes arcos
regidos por potentes pilares en donde se apoya la cúpula. Fue edificada para
custodiar la Imagen de la Virgen "Salus Populi Romani" por orden de
Pablo V y su diseño es del arquitecto Flaminio Ponzio (1560-1618), entre los
años 1606 y 1612; su consagración tuvo lugar el 27 de enero de 1613, pero
durante los años sucesivos se continuaron las obras de decoración.
Su
realización le costó a la Cámara Apostólica 299.261 escudos y 61 bayocos y es
antecedente de 25 años a la Capilla Sixtina, con decoraciones pictóricas libres
y impetuosas; los mármoles son de gran calidad y concuerdan con las doradas
cornisas; los ángeles (de una belleza impresionante) son de bronce y de
escayola (sonrientes, vuelan con vibrantes alas); el majestuoso altar es de un
azul intenso que encanta a quienes se detienen a observar los matices de la
obra. Estas grandiosas y al mismo tiempo refinadas obras artísticas de la
Capilla Borghese tienen matices bien definidos de principios del barroco que le
dan una singular vibración de alegría y de vida. Los artistas o manieristas más
célebres de aquella época compitieron en su decoración. El primer modelo
del altar fue realizado en madera de peral en el 1607 y un año más tarde el
fundidor Pompeo Targoni empezaba los trabajos, que terminó en septiembre del
1612.
La obra
brilla de metal dorado, forjado en las esbeltas formas y movimientos de
ángeles, que sostienen el marco de la "Salus Populi Romani". Los
ángeles fueron modelados por Camillo Mariani. La gran variedad de detalles y la
preciosidad de los contrastes luminosos que caracterizan a los ángeles de
Mariana, le deben mucho al manierismo florentino de Sansovino, pero al mismo
tiempo consiguen una nota lírica de ligereza frente a la fuerte masa de la
estructura arquitectónica. También la estatua de San Juan Evangelista es obra
de Mariani. Sin lugar a duda la pieza más decorativa y más interesente en el
interior del armazón del altar mayor de la Capilla Paolina es el bajorrelieve
del frontispicio, obra de Stefano Maderno que representa al papa Liberio
trazando el perímetro de la basílica sobre la nieve. Son asimismo de Maderno
los dos ángeles que sostienen la inscripción situados en los laterales de las
tumbas.
La mesa
del altar la regaló en el 1749 la princesa Agnese Colonna Borghese, y lleva los
escudos de esta familia. Giuseppe Cesari, el Caballero de Arpino, es el autor
de las obras que aparecen en el luneto encima del altar: a la izquierda, el
fresco que representa la aparición de la Virgen y de San Juan Evangelista a San
Gregorio Taumaturgo; en los frescos de la derecha se puede ver
representadas algunas personas mordidas por la serpiente de la herejía y el
Templo de Dios con una multitud de creyentes. El mismo artista pintó en las
pechinas de la cúpula a los grandes Profetas: Isaías, de aspecto sobrio, con el
pelo blanco y la barba, con un traje azul, un manto rojo y descalzo; Jeremías
con la frente calva, la barba canosa, con un traje azul y un manto amarillo que
le envuelve y le cubre hasta los pies; Ezequiel de aspecto juvenil, con el pelo
rubio, imberbe, y mejillas coloradas, con vestidos morados enriquecidos por
ornamentos de color azul, sin mangas (de tal forma que los brazos se quedan
desnudos) y con un manto de color amarillo que lo envuelve; el joven Daniel
aparece sentado, de pelo largo, ondulado y rubio, de piel blanca y con un traje
azul celeste bordado de oro, con las mangas giradas y un manto purpúreo. El
mismo Caballero de Arpino pintó en el arco de la tribuna del altar a los Santos
Obispos Ignacio y Teofilo, Ireneo y Cipriano.
La
Asunción, que se halla dentro de la cúpula, es de Ludivico Cardi, llamado El
Cigoli. Encima de las nubes, aparece María Santísima que es llevada al cielo.
Debajo de los pies de la Madre de Dios, el autor ha pintado la luna exactamente
como la había mostrado el telescopio de Galileo, que era amigo de Cardi. Los
Apóstoles, algunos sentados y otros de pie, siguen con la mirada el triunfo de
María Santísima que llevan en sus manos el cetro de reina. Ante la Virgen, que
ha aplastado a la serpiente, se abre el Empíreo mientras una multitud de
Ángeles gira alrededor de ella rindiéndole homenaje. De esa multitud se separa
un grupo de Querubines, colocándose en forma de nube para hacerle un trono con
sus alas doradas; otros grupos tocan las trompeta; otros cantan y el resto
derrama flores. Más arriba se ve una multitud de espíritus celestiales de los
cuales se entreven sólo medio cuerpo, o los bustos o las cabezas. Un cupulino
con seis ventanillas es la majestuosa linterna de la cúpula. En el fondo está
pintado el Padre Eterno, rodeado de una multitud de serafines. En la bóveda de
la nave, delante de la Capilla, Giovanni Baglione pintó Doctores y
Evangelistas. En la parte interna del arco, encima de la entrada, se pueden ver
las figuras de Juliano el Apóstata, León IV Armenio y Constantino Coprónimo; en
el oval que se halla sobre el altar aparece la imagen de San Lucas.
En el
gran arco de la derecha Guido Reni ha representado en un fresco a los Santos
Cirilo de Alejandría, Ildefonso, Juan Crisóstomo las Santas Pulqueria,
Gertrudis y Cunegonda. En el gran arco de la izquierda, San Eraclio, San
Narsete y las figuras poderosas de Santo Domingo y San Francisco. En el mismo
arco de la izquierda, encima del monumento de Pablo V, Guido Reni ha pintado el
Eterno Padre enfadado por la maldad de los hombres. Mientras que son de Stefano
Maderno los amorcillos del friso a la altura de los capiteles.
Nicolás
Cordier, en cambio, esculpió la estatua de David que aplasta al gigante Goliat
y con el dedo índice señala su descendiente: el Mesías. La estatua de San José
fue realizada por Ambrosio Buonvicino.
Entrando
en la Capilla a mano derecha se halla el monumento a Clemente VIII (1592-1605)
de Silla de Viggiù, mientras las cariátides, que poseen un fuerte sentido
pictórico, son obras de Pietro Bernini. A la izquierda se puede ver el
monumento a Pablo V (obra de Silla de Viggiù) representado en una actitud de
gran devoción.
Capilla
Sixtina
Antes
de hablar de una obra tan importante como la Capilla Sixtina es necesario hacer
una pequeña alusión al pontífice que la quiso edificar.
El
programa iconográfico de la decoración pictórica, que representa antepasados de
Cristo, historias de la Virgen y de la vida de Jesús, tiene su centro de la
Capilla del belén, situada debajo del altar que sigue conservando el antiguo
Oratorio del belén, realizado por Arnolfo de Cambio en el siglo XIII, que
Domenico Fontana trasladó entero desde el ábside de la Basílica. Las pinturas
de la Capilla Sixtina celebran el triunfo conseguido por la Virgen, cuya
maternidad divina negaba la herejía protestante, en el Concilio de Trento. La
obra fue dirigida por Cesare Guerra y Giovanni Nebbia, que entre los años 1587
y 1589 recibieron el pago debido. Su mayor preocupación fue que las figuras de
la Capilla Sixtina fueran la continuación natural del mensaje ya expresado en
los mosaicos del arco del ábside.
Estilísticamente
las pinturas "sixtinas" ceden el paso a un lenguaje muy llamativo
para el observador. Eliminado todo tipo de intelectualismo o excesiva
personalización artística, las imágenes proceden claras y reconocibles sin
necesidad de ulteriores comentarios.
Sixto V
quiso colocar en la Capilla su propia tumba y la de San Pío V, el Papa que lo
consagró Cardenal. El monumento funerario del Papa es el más antiguo: fue
diseñado por Fontana, mientras que la estatua es obra de Leonardo Sarzana;
Sixto V fue personalmente al taller del artista, y en el junio del año 1587
quiso presenciar su erección. Juan Antonio Paracca, sobrenombrado Valsoldo, ha
realizado la estatua de Sixto V: el pontífice está de rodillas y mirando
bondadosamente hacia el Tabernáculo y el belén de la Cripta. El altar, obra de
Sebastiano Torregiani, es bellísimo; situado en el centro de la capilla con
cuatro ángeles de bronce, de color dorado y de grandeza natural, los
cuales sostienen el ciborio que representa el modelo de la misma Capilla,
ricamente decorado con ángeles y profetas de forma redonda y bajorrelieves en
las ventanillas. A los pies del altar, al finalizar la doble escalera de
la Confesión que lleva el Oratorio del belén, se encuentra la Natividad de
Cecchino de Pietrasanta del siglo XVI, colocada sobre un altar de estilo
cosmatesco.
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